Queridos hermanos:
Este último domingo de Julio celebramos en nuestra Parroquia a San Félix, conocido como el de Gerona o el Africano, patrono de nuestra Parroquia y nuestra Localidad. Acudimos a él en este día con tristeza y alegría, tristeza pues no nos acordamos de lo suficiente; hemos de hacer crecer la devoción y cariño a nuestro querido San Félix, pero también nos alegramos de esperar no que Dios haga en nuestras vidas las maravillas que obró en la suya, sino que más bien seamos capaces de reconocer las maravillas que ya hoy y aquí el Señor obra en nosotros sin que tantas veces nos demos cuenta o no valoremos lo suficiente esas gracias. San Félix fue capaz de ir contracorriente, de seguir a Cristo sin reservas en un momento como el nuestro en que seguir al Maestro implicaba ser mal visto, pertenecer a una minoría y ser señalado. El mejor don que podemos pedirle al Señor en este día por medio de nuestro Patrono es ser siempre fieles, permanecer unidos a Él y que no nos acomodamos a vivir en el pecado, sino que cada vez que caigamos en el error acudamos con presteza al sacramento de la reconciliación. Sólo viviendo en la gracia tendremos la paz de esperar una buena muerte, y así cuando el Creador nos llame a su presencia nos encuentre con la cintura ceñida y la lámpara encendida, viviendo esa súplica que San Pablo nos hace en este día en su epístola a los cristianos de Éfeso: ''os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz''. Este deseo es el anhelo del alma creyente para vivir en la unidad con la mirada puesta en la esperanza de salvación a la que somos llamados.
En este 28 de Julio recuerda también la Iglesia de Asturias a nuestro protomártir y único Santo asturiano San Melchor de Quirós: dominico nacido en Cortes, misionero en el Vietnam donde fue obispo del Tonkim, en cuyo lugar por no renegar de Cristo derramó su sangre como lo hizo San Félix por abandonar el tesoro escondido que había ya descubierto y por el que mereció perderlo todo para tenerlo por siempre. Los mártires son los amigos predilectos de Jesucristo, pues se han asemejado Él hasta en la misma muerte entregando su vida por amor y perdonando a los que se la arrebataban. Ojalá contemplando hoy la vida de los mártires nos preparemos espiritualmente para ser confesores de la fe en medio de un mundo hostil en que siguen muriendo cada día cristianos víctimas del odio de los enemigos de la cruz. Esta realidad no debe descorazonarnos, al contrario; que en pleno 2024 siga habiendo mártires es una señal inequívoca de que la Iglesia está viva, de que el es futuro esperanzador, pues cada suelo que es regado con la sangre de los seguidores del Nazareno hace que florezca de manera inimaginable la mejor cosecha espiritual, pastoral y vocacional. Aún hoy en muchas diócesis españolas vivimos de las rentas de aquel florecer vocacional de nuestra postguerra, que no fue fruto de ningún resultado sociológico, sino el vergel provocado por la tierra que con su sangre fecundaron los mártires de la persecución religiosa de los años treinta. Hubo hambre física y espiritual, como la hay en la actualidad -y no poca- pero estamos seguros de que Jesucristo nos regala siempre el alimento de la inmortalidad, como hemos cantado con el salmista: ''Abres tú la mano, Señor, y nos sacias'' (Sal 144).
Quisiera también tener un recuerdo en este día para los sacerdotes, religiosas, seminaristas, misioneros y fieles laicos de esta Parroquia a lo largo de su extensa histórica, a todos bienhechores y familiares difuntos de nuestra comunidad parroquial. De forma muy especial y concreta quiero traer al recuerdo en la oración de hoy al sacerdote D. Bernardo Cuesta Bances, el cual pastoreó a esta grey desde 1877 hasta su muerte en Lugones un 28 de julio del año 1929; es decir, tal día como hoy hace cien años. Ya no quedan personas que le recuerden por haberle conocido físicamente, pero nosotros lo sentimos como uno más de tantos conocidos y desconocidos que están presentes en la Comunión de los Santos, y de los que nos sentimos deudores por formar parte de esa larguísima cadena que desde los tiempos del mismo Cristo hasta nuestros días han ido transmitiendo el evangelio generación tras generación. El Señor hizo el milagro de alimentar con cinco panes y dos peces a una multitud, hasta el punto que invitaron a la gente que se sentara en el suelo, y el evangelista para ser más preciso nos especificaba que en aquel lugar ''había mucha hierba''... Aquella petición de sentarse no era únicamente algo organizativo, era al mismo tiempo una invitación a que se despreocuparan y confiaran, pues a pesar de ser muchísimos más de cinco mil, sería Jesucristo capaz de darles de comer no unas migajas de pan o una raspa de pescado, sino comer hasta que se saciaron. Aquí vemos cumplida también la profecía del libro segundo de los Reyes que hemos proclamado en la profeta lectura: “Comerán y sobrará”... Y la obra buena no terminó ahí, sino que Jesús pidió que recogiera lo sobrado para ''que nada se pierda''... Siempre hay más pobres de los que tenemos a la vista, pero no todos entendieron aquel signo; muchos se quedaron sólo con lo anecdótico, como quien dice este hombre resuelve problemas por tanto nos conviene proclamarlo nuestro rey y líder. Ciertamente no era ese el deseo del Señor, por ello se retiró él sólo de forma discreta nuevamente a la montaña. Ojalá nosotros sepamos ver en Cristo no únicamente a un profeta distinguido, sino al único que saciará nuestras almas y salvará nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario