domingo, 30 de junio de 2024

«Talitha qumi». Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos encontramos en el domingo XIII del Tiempo Ordinario; hoy la palabra de Dios en este ciclo B pone nuestra atención en una realidad que necesitamos redescubrir como es la sanación. Sí; ante las heridas y enfermedades, los golpes y males que se van sumando en nuestro camino necesitamos acudir a Jesucristo como única medicina para nuestra alma y nuestro corazón.

El evangelio de este domingo nos habla de dos escenas de curación que ocurren con poco margen de tiempo entre ellas, y que además la Iglesia nos las presenta precisamente hoy para que las hagamos nuestras, entrelazándolas no sólo entre sí, sino finalmente, con nuestra propia historia personal de dolor y enfermedad. No perdamos de vista los dos personajes del este día: la hija de Jairo y la hemorroisa.

En primer lugar, centremos nuestra mirada en esa niña; una pequeña que está muerta cuando Jesús entra en su casa. En aquel hogar de Jairo había dolor, desesperación, llantos... Se vive el desgarro que provoca en toda familia esa muerte prematura . Y Jesús dice algo que a veces se ha interpretado mal: "la niña no está muerta, sino dormida"... No es que la familia se hubiera equivocado y aún latía el corazón de la pequeña; no, la niña estaba muerta, pero Cristo cambia aquí el concepto que tenemos sobre los difuntos y anticipa en cierto modo la esperanza de la resurrección. Para los creyentes los muertos no están en la muerte sin más. Para nosotros los difuntos están "dormidos", por eso decimos que descansan, pues tomamos esa verdad de este pasaje del evangelio donde el Señor nos dicen que los que se van no están muertos sino dormidos. Pues en definitiva, todos estamos vivos para Dios como nos ha recordado la primera lectura del Libro de la Sabiduría: "Dios no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos".

Hay detalles de este evangelio que por pequeños que sean no podemos pasar por alto: las beneficiadas del amor del Señor en este capítulo 5 de San Marcos son dos mujeres, dos personas que Jesús no conocía y que a los ojos de aquella sociedad eran prácticamente invisibles y, sin embargo, Jesucristo les da visibilidad. En el caso de la niña cuando su padre le pide que acuda a su hogar por estar su pequeña "en las últimas", vemos cómo el Señor le lanza un primer anuncio a Jairo: "basta que tengas fe". ¿Cómo le dice Jesús tal cosa al jefe de la sinagoga? Pues porque a menudo, aún en los más próximos a la vida espiritual y religiosa, cuando llega la experiencia del drama, la enfermedad y la muerte olvidamos abrazarnos a la fe. Jesucristo les llama la atención a todos los que en aquella casa gritaban alborotados y hacían duelo, y que pasan a reírse de él. Pero con el testimonio único de la familia y de sus pocos discípulos entra en la habitación de la niña, le habla y la toca. Cristo toca aquel cadáver, algo considerado impuro; normalmente eran las mujeres las que limpiaban y preparaban a los muertos, pero Jesús rompe aquel molde y le dice en arameo "talita kumi" (levántate). Y la niña revive, se levanta, y para demostrar esa vida no perdida les dice que le den de comer...

El segundo caso es el de la hemorroisa, la mujer con flujos de sangre, la cual tiene una fe tan grande que no quiere ni molestar al Maestro; tiene tanta fe que no necesita que Cristo la mire cara a cara, ni le hable ni siquiera la toque en su impureza. Ella tiene tanta seguridad en que sólo Jesucristo puede ser la medicina a sus dolores y a la cruz que padece en su vida, que únicamente se esfuerza en acercarse a Él sigilosa y tratar de rozar con sus dedos una esquina de su manto o túnica: "Tu fe te ha salvado''

Evangelio Domingo XIII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente.

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

sábado, 29 de junio de 2024

En camino por Roma con san Pedro y san Pablo

(Alfa y Omega/ Victoria Isabel Cardiel) Pedro era un rudo pescador, sin formación intelectual y con las manos llenas de cayos por el estriegue de las redes que empleaba a diario en el lago de Galilea. En cambio, Pablo de Tarso era un intelectual refinado y viajador infatigable que solía tomar nota de todo lo que ocurría a su alrededor. A él le debemos, de hecho, la mitad de los textos del Nuevo Testamento. Los dos apóstoles llegaron por separado a la Roma pagana dos décadas después de su muerte y cuajaron en poco tiempo la identidad de una iglesia naciente a la sombra del Imperio romano. Como muchos de los primeros cristianos, perecieron en los tráfagos de la persecución implacable de Nerón tras ser martirizados el mismo día. Pero la impronta que dejaron esculpida en el trasiego de las vías romanas sigue viva. La diócesis de Roma se ha preocupado de reconstruirla con dos rutas con etapas que recorren las peripecias de estos dos santos de temperamentos contrapuestos que la Iglesia festeja cada 29 de junio.

La iniciativa surge con el «objetivo de devolver a Roma a sus patronos, como una presencia más encarnada en sus calles. Son dos caminos urbanos paralelos —uno de 13,6 kilómetros y el otro de 7,1 kilómetros— con paradas en los lugares más significativos para la historia de San Pedro y San Pablo, pivotes de la teología cristiana», asegura Francesco Sortino, coordinador del proyecto Quo Vadis. La ruta se estrena este sábado, pero su objetivo es consolidarse para el Jubileo del 2025.

El nombre recoge la frase que san Pedro dirigió a Jesús cuando se le apareció mientras corría acobardado, preparado para abandonar la ciudad. De hecho, la iglesia romana Quo Vadis, que conmemora este episodio, es uno de los puntos del camino que los peregrinos recorrerán tras las huellas de san Pedro. Otro es la archiconocida iglesia de San Pietro in Vincoli, que custodia las cadenas con las que le ataron en Jerusalén. Según la tradición, la emperatriz Eudoxia, esposa del emperador Valentiniano III, se las entregó como regalo al Papa León I y cuando este las comparó con las cadenas de su primer encarcelamiento en la cárcel Mamertina, ambas se fundieron milagrosamente. Precisamente en esa prisión, en cuyas celdas el jefe galo Vercingetorix fue estrangulado y el rey Yugurta murió de hambre, también pasaron san Pedro y san Pablo los días previos a su martirio.

Las rutas propuestas —que incluyen vistas gratis a los Foros Imperiales y el Coliseo— también proponen visitar lugares «que a menudo quedan fuera de los recorridos turísticos tradicionales». Un ejemplo es la iglesia de Santa Pudenziana, no lejos de la estación de Termini, que guarda en sus entrañas «uno de los más antiguos mosaicos que representa la ciudad ideal, entendida como la Jerusalén celestial que san Agustín describió en La ciudad de Dios». O la iglesia de Santa Francesca Romana, a dos pasos del Coliseo, donde la tradición asegura que san Pedro con su oración desacreditó a Simón el Mago al interrumpir su impostora levitación y hacer que se precipitase al suelo.

De la ruta dedicada a San Pablo –que pasa, obviamente, por la basílica que conserva sus restos mortales, San Pablo Extramuros— destaca la iglesia de Santa Prisca, construida sobre una antigua casa patricia, en la que el apóstol se reunía con sus amigos. «Queremos invitar a reflexionar sobre cómo vivían su fe las primeras comunidades cristianas en torno a las domus ecclesiae, es decir, a los hogares», sostiene el experto.

Los peregrinos contarán con un pasaporte que podrán sellar en cada etapa y «quienes completen cualquiera de las dos rutas recibirán una piedra, con la fecha de este año grabada y bendecida por el Papa, como símbolo de unión con el primero de los apóstoles». «Está inspirada en los sanpietrini de Roma», explica Sortino. Los recorridos convergen al final en el obelisco de la plaza de San Pedro, que Calígula hizo traer de Egipto y bajo el que se cree que fue torturado y crucificado del revés el apóstol a quien Jesús confió las llaves de su Iglesia.




San Pablo

1. Basílica de San Sebastián Extramuros

2. Basílica de San Pablo Extramuros

3. Iglesia de Santa Prisca

4. Basílica de Santa Francesca Romana (*)

5. Cárcel Mamertina (*)

6. Basílica San Marcos en Piazza Venezia (*)

7. Iglesia Santa Maria en vía Lata (*)

8. Basílica Santa Maria del Popolo (*)

9. Plaza de San Pedro. Obelisco (*)

San Pedro

10. Basílica de Santa Pudenziana

11. San Pietro in Vincoli

Primeras Comuniones 2024

 



viernes, 28 de junio de 2024

Cáritas española antendió a más de dos millones y medio de personas en el 2023

(Cáritas/InfoCatólica) La sucesión de crisis económicas y sociales está abocando al 26% de la ciudadanía a situaciones cada vez más complejas de exclusión social. La pérdida de la función protectora del trabajo, el encarecimiento de la vivienda o la irregularidad administrativa que sufren muchas personas migrantes impide que buena parte de la población pueda alcanzar unas condiciones de vida digna.

Así lo constata la Memoria Confederal de Cáritas, que se ha presentado este miércoles en Madrid. Su presidente, Manuel Bretón, y la secretaria general, Natalia Peiro, han sido los encargados de dar cuenta a la sociedad sobre la labor realizada por Cáritas en 2023, durante una rueda de prensa celebrada en la sede de la institución.

Durante 2023, Cáritas invirtió la cifra récord de 486,5 millones de euros -29,3 millones de euros (6,4%) más que el año anterior- en sus diferentes recursos y proyectos dentro de España y en acciones de cooperación internacional en terceros países.

Vuelta a niveles prepandemia

Gracias a estos recursos disponibles, Cáritas logró apoyar a 2.567.680 personas dentro y fuera de nuestras fronteras. De ellas, 1.327.298 dentro de España y 1.240.382 en Cooperación Internacional. Los datos de la Memoria reflejan que el número de personas atendidas en nuestro país volvió a estar en niveles similares de 2019, el año anterior a la pandemia (1.403.299).

«En 2023 hemos constatado en nuestros servicios de acogida y otros recursos que las personas que acuden a nosotros tienen cada vez mayores dificultades de acceso a derechos. Son personas con un cúmulo de necesidades, con una sensación de agotamiento y desgaste por el esfuerzo continuo en la búsqueda de cómo resolver esas necesidades básicas», explicó Natalia Peiro, durante la presentación del balance de actividades.

A lo largo del año pasado, una de cada tres personas atendidas se encontraba en situación administrativa irregular, mientras que el 50% eran trabajadores pobres o tenían serias dificultades en el acceso o mantenimiento de su vivienda. En los programas de Acogida y Asistencia, el 80 por ciento de las ayudas que solicitaron las familias estaban relacionados con los pagos de los suministros, de los alquileres, es decir, necesidades básicas.

«La mejora de la tasa de actividad y la disminución del paro a lo largo de 2023 no se ha traducido en un aumento de la calidad del empleo, sobre todo para las personas en situación de exclusión social. Con una tasa del 11,9%, España sigue siendo uno de los países de la UE con mayor índice de pobreza laboral debido a la parcialidad, bajos salarios y temporalidad», apuntó la secretaria general.

La realidad de exclusión y pobreza que viven las personas que acuden a Cáritas no es coyuntural ni, por tanto, asociada a una crisis puntual, sino estructural y generada por desarrollos sociales y económicos, así como por políticas durante décadas. La compleja situación de las personas requiere de periodos de acompañamiento más prolongados. En el caso de las personas en situación administrativa irregular, este proceso puede durar de media entre 1 y dos años. «Estos datos demuestran que hacemos falta para procesos de acompañamiento más complejos, más largos y más caros», apostilló la secretaria general.

Más fondos para empleo

Conscientes de que el empleo es uno de los principales factores de integración, Cáritas volvió a aumentar una vez más más los fondos invertidos en programas de Economía Solidaria. Con una dotación total de 136,8 millones de euros (21,3 millones más que el año anterior), el esfuerzo financiero realizado sobre los itinerarios de inserción sociolaboral y las empresas de inserción volvieron a superar a los programas de Acogida y Asistencia (96,7 millones de euros). Con estos recursos se consiguió atender a un 4,9% más de personas en busca de empleo que en 2022.

«En nuestro día a día nos topamos con muchas personas haciendo grandes esfuerzos por superarse, por aprender, por adquirir nuevas competencias, por superar la brecha digital y por enfrentarse a sus miedos y a la multitud de obstáculos que encuentran en su camino. Sin embargo, en muchas ocasiones, esto no es suficiente para alcanzar un empleo digno. Y ello es porque nuestro sistema socioeconómico, basado en la rentabilidad económica, la acumulación, el individualismo, la competencia y el consumo desmedido, nos sigue conduciendo a unos índices de desigualdad creciente, una precariedad laboral en aumento y un avance en la degradación del medio ambiente, incompatibles con la justicia social y la igualdad en el acceso a derechos», señaló Natalia Peiro.

Los otros programas que más recursos utilizaron a lo largo del año pasado fueron los de personas mayores (42,9 millones), personas en situación de sin hogar (41,3 millones), y los de familia, infancia y juventud (28,5 millones), por citar los más relevantes.

Emergencia humanitaria

Dar respuesta a las necesidades humanitarias de miles de personas fuera de nuestras fronteras también ha sido una de las principales tareas de Cáritas a lo largo de 2023. Los distintos proyectos de Cooperación Internacional sumaron una inversión total de 25,2 millones de euros y se atendieron a 1.240.382 personas.

Dentro de la acción humanitaria destaca, sobre todo, el trabajo realizado en Marruecos, Turquía y Siria a raíz de la emergencia producida por los terremotos que afectaron a los tres países, el apoyo en Tierra Santa, así como la continuidad en el trabajo desarrollado en Ucrania. Todo ello sin olvidar la situación en otros países con crisis olvidadas como Mozambique, Etiopía o Líbano.

El importante esfuerzo económico (unos 29,3 millones más que en 2022) realizado por Cáritas el año pasado ha sido posible gracias al generoso apoyo de miles de socios, donantes y colaboradores privados, que han aportado más de 327 millones, un 6,9% más que el año anterior. «Ponemos en valor el compromiso de más de 230.000 personas donantes y socias que colaboran con nosotros en la tarea de construir un mundo más justo», señaló la secretaria general.

Junto a ello, destaca también el esfuerzo de las distintas Administraciones Públicas, que aportaron a los programas de Cáritas un total de 159,4 millones de euros. Nuestro balance global de ingresos se ha situado este año con un 67,22% de origen privado y un 32,78% proveniente de las administraciones públicas.

Máxima austeridad

Aun cuando en los dos últimos años el conjunto de las Cáritas ha puesto en juego un importante incremento de recursos económicos debido al impacto de la crisis inflacionaria, ha sido posible mantener el objetivo de austeridad en el apartado de Gestión y Administración. Incluso ha descendido al 5,72%. Es decir, de cada 100 euros invertidos en acciones de lucha contra la pobreza, solo se han destinado a gastos de gestión 5,7 euros. «Llevamos 20 años en este porcentaje de gastos de gestión», subrayó Natalia Peiro.

La Memoria recoge también los datos de las personas que están detrás de toda esta actividad confederal, sostenida gracias a 71.437 personas voluntarias y a 5.871 trabajadores contratados.

«Espacio de encuentro y concordia»

Durante la presentación del balance de actividades, el presidente de Cáritas Española hizo un llamamiento a toda la sociedad a «sumar voluntades para convertir en lugar de encuentro y espacio de concordia el trabajo a favor de los invisibles y descartados, en estos tiempos de preocupante polarización social y de agravamiento de las condiciones de vida de muchas personas, que ven cómo su acceso a derechos básicos sigue siendo muy precario».

En su intervención, Manuel Bretón también aprovechó para agradecer el «apoyo incansable» de empresas, donantes particulares, administraciones públicas y miles de voluntarios «en la tarea de garantizar la dignidad de todas las personas, la protección de los derechos humanos y el compromiso por la justicia social».

«Son muchas las manos que se unen para avanzar en esa tarea. Por ello, quiero agradecer, en nombre propio y en el de Cáritas Española, esta suma de compromisos y solidaridad que tejen una red de apoyos sin la que no habríamos podido acompañar en 2023 a más de dos millones y medio de personas dentro y fuera de nuestro país», apuntó.

Horarios a partir del 1 de Julio

jueves, 27 de junio de 2024

Desde nuestro brocal: Belorado, una dolorosa historia

Ha sido una noticia tan extraña como inesperada. Cabía pensar que una comunidad de monjas contemplativas fuera un remanso de paz lejos de los laberintos mundanos de la crispación y la violencia, en convivencia fraterna de varias generaciones que se ayudan y complementan, y con la gozosa alabanza de quien se centra en la oración que escucha la Palabra que no engaña, y que adora la Presencia de un Dios que no es esquivo ni traiciona. En el caso de las clarisas de Belorado parece que no ha sido así.

Hemos seguido por las notas de prensa los avatares de estas hermanas desde que el pasado 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima, comunicaron que se marchaban de la Iglesia Católica, adhiriéndose a un obispo (un falsario y que terminarán expulsando del monasterio) como única autoridad asumida por ellas, y advirtiendo que el último Papa que ellas reconocían era Pío XII (fallecido en 1958). Toda una serie de prestados postureos para desmontar cuanto la Iglesia ha escrito en los renglones de la historia los últimos 65 años.

Yo me encontraba dando una conferencia en Lisboa a los obispos europeos ese día. Nos acercamos a Fátima para concelebrar en la fiesta de la Virgen, y estando allí las monjas me enviaron un largo archivo explicando su decisión. Con perplejidad y dolor les escribí un mensaje poniéndome a su disposición para visitarlas, hablar con ellas, clarificar cosas, ayudar en lo que pudiera. Su archivo rezumaba dolor ante desencuentros varios de la abadesa con algunos obispos con ocasión de una venta de edificios que la Santa Sede no autorizó (con buen criterio, ante la sospecha fundada de trufa financiera como tantas veces ha ocurrido con tiburones aprovechados de la buena fe de almas cándidas que desconocen los trasiegos de la avaricia codiciosa más mundana). Tras los desencuentros, llegó la desconfianza resentida que empaña la mirada y tergiversa la verdad, y empuja al enrocamiento rencoroso e irracional que se aísla con la mala compañía de quien proyectaba sobre ellas sus delirios de grandeza, su trucada posición y el inconfesable interés por pingües beneficios que ellos jamás trabajaron ni sudaron.

No hubo respuesta a mi ofrecimiento varias veces expresado a estas queridas hermanas. Las conozco y aprecio desde hace muchos años. Como franciscano y teólogo, después también como obispo, he estado muchas veces en el monasterio de Belorado. Lo he visto renacer y crecer de modo admirable, viendo llegar a numerosas jóvenes que dilataban la comunidad con sus vidas sencillas, cultas, alegres, como verdaderas hijas de Santa Clara. Les he dado Ejercicios espirituales, cursos de teología, jornadas de espiritualidad, retiros. Por eso experimento la extrañeza de esta deriva, preguntándome cómo han podido llegar a tanto tan equivocadamente. Sólo encuentro una explicación en la ofuscación de la exabadesa arrastrando absurdamente a sus hermanas más jóvenes en el propio “cuasi suicidio” intelectual, espiritual y eclesial.

Las verdaderas discípulas de Santa Clara (y San Francisco) son hijas fieles de la Iglesia. Las actitudes de disenso cismático rompen esa identidad. Es verdad que hay motivos de preocupación razonable en estos momentos de confusión a tantos niveles, pero lo que se pide no es la escapada fugitiva sino la fidelidad confiada en Dios y el amor a la verdadera Iglesia. Yo les recordaba el bello comentario a los salmos que hace San Agustín: “un miembro desgajado del cuerpo conserva la forma, pero ya no tiene vida”. Es decir, un brazo arrancado del tronco tiene forma de brazo, mas es imposible que abrace con afecto, que reparta generosamente, que acaricie con ternura, que pida humildemente, que aplauda en alabanza. Conserva la forma, pero ha perdido la vida. El cuerpo es la Iglesia, los miembros somos sus hijos. Les he pedido que recapaciten, abandonando ínfulas y restañando las heridas. El arzobispo de Burgos tiene las manos tendidas para que se efectúe el regreso de esta demencial fuga, y así lo deseamos quienes queremos de veras a estas hermanas. Que Santa Clara pueda iluminarlas y la gracia de Dios les devuelva la paz y la fidelidad perdidas.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Magnífica Conferencia de Monseñor Reig Pla


miércoles, 26 de junio de 2024

Jesús Sanz, el arzobispo que intentó mediar para evitar el cisma de Belorado

(La Razón) Desde que el pasado 13 de mayo las clarisas de Belorado dieran a conocer su deseo de romper con la Iglesia católica y situarse bajo el amparo del falso obispo Pablo de Rojas y su Pía Unión San Pablo Apóstol, los intentos por reconducir a la comunidad cismática no han cesado. Las constantes llamada sal diálogo del comisario pontificio y arzobispo de Burgos, Mario Iceta, han venido acompañadas de acciones concretas. De manera oficial, Iceta envió a cuatro mediadores el 6 de junio al monasterio con el fin de notificarlas medidas que se estaban llevando a cabo y establecer un cauce de mediación para la subsistencia económica de la comunidad. La respuesta de la ya ex abadesa, sor Isabel de la Trinidad, fue expulsarles.

Más allá de esta iniciativa oficial, en estas semanas también se han dado algunos intentos de acercamiento informales que buscaban destensar las relaciones a través de familiares y sacerdotes cercanos a alguna de las consagradas. Para ello, se ha echado mano tanto de las llamadas telefónicas, mensajes de Whatsapp y correo. Sin embargo, nada parece haber surtido efecto.

Según ha podido confirmar LA RAZÓN, entre quienes ha buscado tender este puente para evitar el cisma se encontraría el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz. El prelado, perteneciente a la Orden Franciscana, habría intentado echar mano de su cercanía hacia la vida religiosa contemplativa para buscar complicidad con la ex abadesa y las otras nueve con sagradas para que no consumaran su salida de la Iglesia. Al parecer, Sanz se habría intentado comunicar en varias ocasiones con las monjas sin éxito. Es decir, se habría encontrado con la callada por respuesta.

Desde esta decepción por la falta de respuesta de las religiosas, se interpretaría el mensaje en la red social X que el propio arzobispo de Oviedo publicó en su perfil el pasado 22 de junio, después de que se diera a conocer la excomunión de las diez monjas por decisión del comisario pontificio. «Triste desenlace de algunas Clarisas de Belorado que han decidido en espiral demencial adherirse a quien las ha engañado proyectando y nutriendo su herida errada», ex ponía Sanz, desde el convencimiento de que el grupo cismático ha tomado una decisión más que equivocada. «Las conozco y aprecio, y no entiendo la deriva tan absurda», continúa el arzobispo en su mensaje, como una prueba de los vínculos personales que le unían a estas clarisas. El prelado remataba supost: «La Orden de Santa Clara es fiel hija de la Iglesia». «Estas, no», remarca el arzobispo.

Junto a Jesús Sanz, también intentó rebajarla tensión sor Lucía Caram. La mediática monja dominica llegó a hablar con la telefonista del monasterio y la abad esa defenestrada la llegó a escribir, agradeciéndoles su interés, pero negando toda mediación.

San Pelayo, adolescente fuerte en la Fe

(COPE) La madurez de las personas para acercarse a Dios no tiene edad. Hoy celebramos a San Pelayo. Su abrazo con el Señor fue saliendo de la adolescencia, antes de entrar en plena juventud. Nacido en Galicia en torno al año 911, era sobrino de Hermogio, Obispo de Tuy (Vigo). Así se educó a la vera del Palacio Episcopal, participando en el canto mozárabe y, teniendo un profundo conocimiento de la Liturgia, así como de la gramática.

Pero en la juventud tuvo que soportar la persecución, viendo cómo sus propios compañeros eran apresados y encadenados. La misma suerte corrió él cuando, bajo el pretexto de llevarle a ver a su tío, la verdadera intención era canjearle ya que el prelado era anciano y enfermo, mientras él se encontraba robusto y fuerte. Él puesto en las Manos de Dios no dudó en ponerse en el puesto del otro como pide el Evangelio.

Poco a poco se ganó la confianza de los carceleros con los que discutía sobre la verdadera Doctrina de la Fe, al tiempo que cuando le dejaban pasar por entre los presos de la cárcel, se acercaba de forma especial a aliviar a los sacerdotes. También tuvo ocasión de comprobar la corrupción de muchos cordobeses entregados a los deseos de Abderramán III quien les prometía riquezas a cambio de abandonar la Fe de Cristo, algo que no entraba en su mente.

Eso le parecía la mayor villanía y traición. Precisamente cuando le llegaron a él las promesas vanas y terrenales de los enemigos, se afianzó más en el Señor. Por esto fue condenado a muerte, siendo arrojado desde una catapulta de guerra. Posteriormente un guardia le cortó la cabeza. El cuerpo de San Pelayo fue trasladado a León y después a Oviedo. Allí – en el año 994- se depositaron sus reliquias en el Monasterio de este mismo nombre que alberga a las Madres Benedictinas, y donde reposan hoy.

martes, 25 de junio de 2024

La imperecedera respuesta de la Iglesia Católica al ateísmo práctico de nuestra época. Por el Cardenal Robert Sarah

I. Observaciones preliminares

Estoy muy agradecido de reunirme con ustedes, distinguidos invitados del Napa Institute. Señor Busch, gracias por la invitación y al Catholic Information Center por su copatrocinio. Mi exposición, «La imperecedera respuesta de la Iglesia Católica al ateísmo práctico de nuestra época», refleja bien lo que es vuestra misión: preparar líderes para llevar la verdad y la fe al mundo moderno a través de la liturgia, la formación y la comunidad.

En primer lugar, sin embargo, quisiera decir algo sobre la Iglesia católica aquí en Estados Unidos. He tenido el privilegio de viajar muchas veces a este país y me ha parecido un lugar de gran importancia para la Iglesia universal. Estados Unidos forma parte de lo que comúnmente es llamado «Occidente». Occidente, aunque no es la cuna del cristianismo, es el hogar de gran parte de lo que una vez se llamó Cristiandad y de gran parte de lo que se ha convertido en la sociedad moderna, cuyas raíces son inequívocamente europeas.

La identidad cultural, económica, política y, en menor medida, religiosa de Estados Unidos sigue a grandes rasgos la de Europa. Aunque Estados Unidos es fruto de la fe y de la Ilustración europeas, no obstante es único en muchos y significativos aspectos.

Con respecto al catolicismo de Estados Unidos, es bien sabido que los católicos fueron durante mucho tiempo una minoría con sus propios rasgos. Los católicos iban a iglesias y escuelas diferentes, ayunaban los viernes, celebraban los días festivos de forma diferente, a menudo vivían en barrios con el mismo origen étnico. En resumen, los católicos eran diferentes. Sin embargo, también eran orgullosamente estadounidenses. Su fe inspiraba su patriotismo. En la Segunda Guerra Mundial, los católicos lucharon y murieron por la libertad junto a sus hermanos protestantes y judíos. Fue la fe de los católicos la que inspiró tal sacrificio. Eran una minoría religiosa, firme en la fe, aunque a veces se les tratara como ciudadanos de segunda clase, o incluso peor.

Desde los años 1960, los católicos han perdido cada vez más esa identidad única propia. Ya no son una minoría con rasgos propios porque se han asimilado totalmente a la cultura estadounidense. Aquí, los católicos suelen ser primero estadounidenses y luego católicos.

Las consecuencias son evidentes. Muchos católicos tienen las mismas creencias que la población en general. Ustedes tienen un presidente que se autodenomina católico y que es un ejemplo de lo que el cardenal Gregory describió recientemente como un «católico de cafetería». Muchos de sus funcionarios públicos católicos están en la misma categoría. Muchos de sus hospitales y universidades católicos son católicos sólo de nombre. La condición minoritaria de tantas cosas católicas aquí en Estados Unidos, que proporcionaba un importante testimonio de la plenitud de nuestra fe católica, se ha abandonado en este proceso de asimilación cultural.

He visitado Estados Unidos lo suficiente como para saber que, aunque la singularidad de la comunidad católica se ha perdido a nivel macro, hay mucho que celebrar sobre aspectos específicos de esta comunidad católica. La Iglesia católica en Estados Unidos es muy diferente de la de Europa. La fe en Europa está muriendo, y en algunos lugares está ya muerta. La interacción entre gobiernos fuertemente laicistas y la Iglesia no ha dado buenos resultados para la fe allí.

Algo de eso existe en Estados Unidos, pero también hay aquí un dinamismo de la fe que no existe en otros lugares de Occidente. Lo he visto de primera mano. Como Presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, he sido testigo personal de cómo los estadounidenses se cuentan entre las personas más generosas del mundo. Se lo agradezco. Vuestros seminarios han sido en gran medida reformados, los apostolados laicos están insuflando nueva vida a la fe, en las parroquias hay focos de vid, y mi sensación es que quienes dirigen vuestro episcopado están generalmente comprometidos con el Evangelio, la fe en Jesucristo y la preservación de nuestra Sagrada Tradición. Sin duda hay divisiones y conflictos internos, pero no hay un rechazo generalizado de la fe católica, como vemos en muchas partes de Europa y Sudamérica. Mi impresión es que hay modelos de fe aquí, en Estados Unidos, que quizá podrían ser una lección para otros países occidentales.

Dicho esto, vuestra cultura, hablando en términos generales, se ha vuelto hostil a la fe. Un ateísmo práctico se ha apoderado de vuestro país y amenaza el bien común. Sobre esto quisiera reflexionar hoy con vosotros: sobre el ateísmo práctico que está infectando Occidente y que se está introduciendo notablemente en la propia Iglesia.

II. Ateísmo práctico

Como señalé en un reciente discurso a los obispos de Camerún:

«Muchos prelados occidentales están paralizados ante la idea de oponerse al mundo. Sueñan con ser amados por el mundo. Han perdido la preocupación por ser signo de contradicción. Quizá demasiada riqueza material lleva a buscar un compromiso con los asuntos del mundo. La pobreza es una garantía de libertad para Dios. Creo que la Iglesia de nuestro tiempo está experimentando la tentación del ateísmo. No del ateísmo intelectual. Sino ese sutil y peligroso estado mental: el ateísmo práctico y fluido que constituye una peligrosa enfermedad aunque sus primeros síntomas parezcan leves».

Por ateísmo práctico entiendo una pérdida del sentido del Evangelio y de la centralidad de Jesucristo. La Escritura se convierte en una herramienta para objetivos seculares en vez de ser una llamada a la conversión. No creo que esto esté muy extendido entre vuestros obispos y sacerdotes aquí en Estados Unidos, gracias a Dios, pero cada vez es más común en otras regiones de Occidente. Demasiados no se toman en serio la fe y la tratan como un obstáculo para el diálogo.

San Pablo ya nos advirtió de ello: «Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos» (2 Tim 4,3-4).

Y sin embargo, sabemos que la fe, y en particular la Escritura y los sacramentos, nos dan la vida. Por eso San Pablo también nos encargó: «predica la palabra, insiste con ocasión y sin ella, reprende, reprocha y exhorta siempre con paciencia y doctrina» (2 Tim 4,2).

En realidad no existe el ateísmo puro. Tenemos que confiar en algo. Así pues, la cuestión no es si uno cree en Dios o no, sino en qué cree; ¿cuál es su «dios»? Para muchos en la cultura secular es el sexo y todos sus derivados libertarios. Para otros, es una comprensión positivista de la naturaleza, en la que los datos objetivos son el único factor por el que deben tomarse las decisiones. Y para otros, es la riqueza, el poder, el estatus social o el activismo social.

Todos estos son ídolos corruptos y falsos por los que elevamos algo que no es el único y verdadero Dios, en toda Su majestad, amor y misericordia, de igual modo que los israelitas adoraron al Becerro de Oro. No es ninguna novedad. La creación, en sus muchas formas, siempre ha competido con el Creador por nuestra lealtad. Lo que es de particular interés es cómo este tipo de ateísmo práctico se ha infiltrado en la Iglesia. Me gustaría repasar lo que nuestros tres últimos Papas han dicho al respecto como recordatorio de que la Iglesia es la voz profética para nuestro tiempo y de que debemos permanecer vigilantes ante las voces internas que desean alterar la voz de la Iglesia para convertirla en algo aceptable para la cultura secular.

III. El papa san Juan Pablo II

El gran papa San Juan Pablo II comprendió los peligros del ateísmo como nadie. Vivió los horrores de un sistema político desconectado de Dios y todas sus consecuencias. Aunque muchos de los horrores del comunismo ateo y del fascismo ocurrieron durante nuestra vida, o al menos durante mi vida, parece que hemos olvidado sus brutales lecciones. Millones, quizás cientos de millones de vidas fueron sacrificadas por objetivos ideológicos impulsados por la pérdida de lo sagrado. Todos sabemos que la familia, la vida humana, la dignidad de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios, son lo más sagrado entre todos los seres vivos. Sin embargo, asesinatos, torturas, violaciones, familias destrozadas y tantos otros horribles pecados contra la dignidad de la persona se cometieron en nombre de mentiras que separan al hombre de Dios.

San Juan Pablo II lo comprendió muy bien y utilizó las armas de la fe contra el ateísmo que emanaba del comunismo. Por un lado ganó aquella guerra, pero por otro la guerra continúa a escala mundial y nacional, e incluso dentro de cada uno de nosotros. Como lo describió Solzhenitsyn, «la línea que separa el bien del mal no pasa a través de los Estados, ni entre las clases, ni tampoco entre los partidos políticos, sino a través de cada corazón humano, a través de todos los corazones humanos». Esta es la batalla a la que nos enfrentamos cada uno de nosotros e incluso la Iglesia la experimenta de forma escatológica. La batalla no está «ahí fuera», sino aquí, empezando en el interior de cada uno de nosotros.

Este alejamiento de Dios es algo de lo que cada uno de nosotros debe examinarse regularmente. ¿En qué o en quién encontramos sentido? Como he dicho en otro lugar: debe ser en Dios, de lo contrario nos quedamos sin nada. «Dios o nada» es el título de uno de mis libros. Esto es cierto para cada uno de nosotros, pero también para la propia Iglesia.

En una Audiencia General en 1999, Juan Pablo II habló sobre un ateísmo práctico que puede aplicarse a algunos en la Iglesia de hoy en día:

«Comenzando por la Sagrada Escritura, observamos inmediatamente que no se menciona el ateísmo «teórico», mientras que hay la preocupación de rechazar el ateísmo «práctico»... Más que de ateísmo, la Biblia habla de maldad e idolatría. Quien prefiere una serie de productos humanos, falsamente considerados divinos, vivos y activos, al Dios verdadero, es malvado e idólatra».

Lo vemos en la Iglesia cuando la sociología o la «experiencia vivida» se convierten en el principio rector que da forma al juicio moral. No se trata de un rechazo frontal de Dios, pero lo deja de lado. ¿Con qué frecuencia oímos decir a teólogos, sacerdotes, religiosos e incluso a algunos obispos o conferencias episcopales que tenemos que ajustar nuestra teología moral a consideraciones que son exclusivamente humanas?

Se intenta ignorar, cuando no rechazar, el enfoque tradicional en teología moral, tan bien definido por Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica. De este modo todo se vuelve condicional y subjetivo. Acoger a todos significa ignorar la Escritura, la Tradición y el Magisterio.

Ninguno de los partidarios de este cambio de paradigma dentro de la Iglesia rechaza a Dios abiertamente, pero tratan la Revelación como algo secundario, o al menos en pie de igualdad con la experiencia y la ciencia moderna. Así funciona el ateísmo práctico. No niega a Dios, pero funciona como si Dios no fuera lo central.

Vemos este enfoque no sólo en la teología moral, sino también en la liturgia. Tradiciones sagradas que han servido bien a la Iglesia durante cientos de años se presentan ahora como peligrosas. Al centrarse tanto en lo horizontal, se deja de lado lo vertical, como si Dios fuera una experiencia y no una realidad ontológica.

Los partidarios del ateísmo práctico entienden implícitamente que la fe limita de algún modo a la persona. Toman el axioma de San Ireneo, «la gloria de Dios es el hombre plenamente vivo», en el sentido de que el fin supremo del hombre es ser plenamente él mismo. Esto es cierto si entendemos al hombre como una criatura hecha para Dios, pero los ateos prácticos ven a Dios y su orden moral como un factor limitante. Nuestra felicidad, según esta forma de pensar, se encuentra en ser quienes queremos ser, en lugar de conformarnos a Dios y a su orden.

Todo queda muy orientado al «ahora». Lo que tiene sentido es lo que resuena en el momento contemporáneo, divorciado de nuestra historia individual y colectiva. Por eso las tradiciones de nuestra fe son descartadas con tanta facilidad. Según los ateos prácticos, la tradición nos ata, no nos libera.

Y sin embargo, es a través de nuestras tradiciones como nos conocemos mejor a nosotros mismos. No somos seres aislados, desconectados de nuestro pasado. Nuestro pasado es lo que da forma a lo que somos hoy.

La historia de la salvación es el ejemplo supremo de ello. Nuestra fe siempre se remonta a nuestros orígenes, desde Adán y Eva, pasando por los reinos del Antiguo Testamento, hasta Cristo como cumplimiento de la antigua ley, hasta el advenimiento de la Iglesia y el desarrollo de todo lo que nos ha sido dado desde Cristo. Esto es lo que somos como pueblo cristiano. Todo está radicalmente conectado. Somos un pueblo que vive en el contexto de aquello para lo que Dios nos creó, algo en lo que hemos ido profundizando a lo largo de los siglos, pero que siempre está conectado con la revelación de Cristo, que es el mismo ayer y hoy. Buscar la plenitud rebajando nuestras miras a nuestra experiencia, emociones o deseos es rechazar lo que somos como criaturas de Dios, dotadas de una sublime dignidad y creadas en última instancia para Él.

IV. El papa Benedicto XVI

Esto nos lleva al papa Benedicto XVI. Él también comprendió de primera mano los peligros del ateísmo, explícito o implícito. Su trabajo como teólogo, prefecto y papa hizo especial hincapié en la vida de fe en Europa, que trató de renovar. Comprendió que Occidente estaba siendo atacado por un ateísmo desde dentro de las culturas tradicionalmente cristianas de Europa.

Fue incluso más explícito que Juan Pablo II en su preocupación por la pérdida de fe dentro de la Iglesia. Como Papa dijo:

«En nuestro tiempo se ha verificado un fenómeno particularmente peligroso para la fe: existe una forma de ateísmo que definimos, precisamente, «práctico», en el cual no se niegan las verdades de la fe o los ritos religiosos, sino que simplemente se consideran irrelevantes para la existencia cotidiana, desgajados de la vida, inútiles. Con frecuencia, entonces, se cree en Dios de un modo superficial, y se vive «como si Dios no existiera» (etsi Deus non daretur). Al final, sin embargo, este modo de vivir resulta aún más destructivo, porque lleva a la indiferencia hacia la fe y hacia la cuestión de Dios.» (Audiencia General, 14 de noviembre de 2012).

En una conferencia de 1958, años antes del Concilio Vaticano II, que sugiere que nuestra situación actual tiene raíces mucho más profundas que la revolución cultural de los años 1960 y 1970, afirmó:

«Lo que llamamos la Europa cristiana se ha convertido desde hace casi cuatrocientos años en la cuna de un nuevo paganismo, que crece sin cesar en el corazón de la Iglesia y amenaza con socavarla desde dentro».

La Iglesia, continuaba, «ya no es, como era antes, una Iglesia compuesta de paganos que se han hecho cristianos, sino una Iglesia de paganos que siguen llamándose cristianos, pero que en realidad se han hecho paganos. El paganismo reside hoy en la Iglesia misma» (Los nuevos paganos en la Iglesia, 1958).

Es ésta una dura crítica a la Iglesia, y sin embargo se remonta a 1958, por lo que la crítica de que existe un ateísmo práctico en la Iglesia no es ninguna novedad de ahora. No obstante, es más evidente ahora que cuando Joseph Ratzinger hizo estas observaciones y se manifiesta en el debilitamiento y pérdida de vida cristiana, o de una cultura cristiana patente, y en forma de disidencia pública, a veces incluso por parte de altos cargos de la Iglesia o prominentes instituciones católicas.

¿Cuántos católicos asisten a misa semanalmente? ¿Cuántos están involucrados en la vida de la Iglesia local? ¿Cuántos viven como si Cristo existiera, o como si Cristo se hiciera presente en su prójimo, o con la firme creencia de que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo? ¿Cuántos sacerdotes celebran la Sagrada Eucaristía como si fueran realmente alter Christus y, más aún, como si fueran ipse Christus, Cristo mismo? ¿Cuántos creen en la Presencia Real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía? La respuesta es que demasiado pocos. Vivimos como si no necesitáramos la redención por la sangre de Cristo. Esa es la realidad práctica para demasiados en la Iglesia. La crisis no es tanto el mundo secular y sus males, sino la falta de fe dentro de la Iglesia.

El proceso sinodal, especialmente en algunos países europeos, es un ejemplo de promoción de opiniones disidentes en el contexto de la Iglesia institucional. El cardenal Zen ya lo expuso claramente en su carta a los participantes en el Sínodo del año pasado, pero me gustaría añadir algunas reflexiones adicionales.

Se nos dice que el Sínodo sobre la sinodalidad es para poner en diálogo a toda la Iglesia. Quizá pueda ser un camino a través del cual el Espíritu Santo hable a la Iglesia. Eso sería una bendición. Pero preocupa, no obstante, que no sea una vía a través de la cual se ejerza el sensus fidelium.

Hay voces en el Sínodo que no hablan desde el sensus fidei. Que alguien se identifique como católico no significa que forme parte del sensus fidelium. Ser católico es más que una identificación cultural; es una profesión de fe. Tiene un contenido de fe preciso. Salirse de ese contenido, tanto en lo que se cree como en lo que se practica, es salirse fuera de la fe. Y es un grave peligro considerar legítimas todas las voces. Esto conduciría a una cacofonía de voces que equivaldría al ruido, que parece ser cada vez más fuerte en estos días. Como dijo el cardenal Ratzinger:

«Una fe que podemos decidir por nosotros mismos ya no es fe. Y ninguna minoría tiene razón alguna para permitir que una mayoría le prescriba lo que debe creer. O la fe y su práctica nos vienen del Señor por medio de la Iglesia y sus sacramentos, o no existe tal cosa» (Fe, Verdad y Tolerancia, Parte 2, Sección 1).

Esta manera de concebir la fe conduce a la confusión y a la inestabilidad. De nuevo, explica Ratzinger:

«Todo lo que hacen los hombres también puede ser deshecho por otros hombres... Todo lo que decide una mayoría puede ser revocado por otra mayoría. Una Iglesia basada en resoluciones humanas se convierte en una Iglesia meramente humana... La opinión sustituye a la fe» (Called to Communion, San Francisco, Ignatius Press, 1991, p139).

Esta actitud hacia una falsa libertad y un conformismo parece estar creciendo dentro de la Iglesia. Por ejemplo, algunos prominentes prelados han expresado su apertura a la posibilidad de la ordenación de mujeres, sugiriendo que la doctrina puede cambiar. Este es el tipo de cosas que los católicos deberían creer que son imposibles y, sin embargo, tenemos a altos cargos de la Iglesia que defienden una eclesiología que rechaza la estabilidad de la doctrina. La implicación de esto, por supuesto, es que somos libres de definir la fe como mejor nos parezca. Esto no es católico, y es una fuente de gran confusión que está dañando a la Iglesia y a los fieles. Afortunadamente, el Papa Francisco ha sido claro en que la ordenación de mujeres no es posible, pero la confusión crece en torno a estas cuestiones cuando el proceso sinodal global alienta tales consideraciones. El ejemplo de Alemania es bien conocido pero es importante recordarlo.

El cardenal Ratzinger identificó esta crisis de fe, este ateísmo práctico, como el fruto de una mala eclesiología. Así lo explicaba:

«La Iglesia de Cristo no es un partido, ni una asociación, ni un club. Su estructura profunda y permanente no es democrática, sino sacramental, y por consiguiente jerárquica. Pues la jerarquía basada en la sucesión apostólica es la condición indispensable para llegar a la potencia, a la realidad del sacramento. Su autoridad no se basa en la mayoría de los votos; se basa en la autoridad de Cristo mismo, que quiso que los hombres fueran sus representantes hasta su regreso definitivo» (Informe sobre la Fe).

Este es el meollo de la cuestión. La fe, la Iglesia, se basan en Cristo. Sin Cristo, no tenemos nada. Demasiados en la Iglesia encuentran el núcleo de la fe entre lo que opinan los cristianos. Sí, en cierto sentido formamos el cuerpo místico de Cristo, pero sólo en la medida en que vivimos en Cristo y nuestra fe se centra en Cristo.

V. Francisco

El Papa Francisco ha proseguido ese llamamiento contra el ateísmo. Lo hace de forma diferente a Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero tiene claro que la vida sin Dios es un camino hacia la destrucción. Ya en 2015 dijo:

«En una sociedad cada vez más marcada por el secularismo y amenazada por el ateísmo, corremos el riesgo de vivir como si Dios no existiera. A menudo, las personas son tentadas a ocupar el lugar de Dios, a considerarse el criterio de todas las cosas, a controlarlas, a utilizarlo todo según su propia voluntad. Sin embargo, es muy importante recordar que nuestra vida es un don de Dios, y que debemos depender de Él, confiar en Él y volvernos siempre hacia Él» (Encuentro con la delegación de la Conferencia de Rabinos Europeos).

El Santo Padre comprende que hay bolsas dentro de la Iglesia que no viven desde el corazón de Jesús. Exhorta a obispos y sacerdotes a llevar una vida coherente con el Evangelio. Ha dicho repetidamente que el eclipse de Dios lleva a la destrucción del hombre. Tomémonos en serio su llamada a recordar a Dios, especialmente quienes estamos en la Iglesia.
VI. Observaciones finales

¿Adónde vamos ahora? Permítanme responder a esta pregunta como obispo. Los obispos deben alzar la voz y convertirse en claros maestros de la fe, dando testimonio tanto con la palabra como con la santidad de vida. La unidad de la fe viene a través del oficio de obispo, que hoy debe ser reafirmado. Hay demasiada confusión en torno a la Iglesia, y a nosotros, los obispos, nos corresponde aportar claridad para que los fieles laicos puedan ser ellos mismos testigos de la verdad.

Como dijo el papa Juan Pablo II: «Al obispo le corresponde, en particular, la tarea de ser profeta, testigo y servidor de la esperanza… Basándose en la Palabra de Dios y aferrándose con fuerza a la esperanza, que es como ancla segura y firme que penetra en el cielo (cf. Hb 6, 18-20), el Obispo es en su Iglesia como centinela atento, profeta audaz, testigo creíble y fiel servidor de Cristo» (Pastores Gregis, #3).

Esto requiere estar dispuesto a ser un signo de contradicción (véase Lc 2:34) para el mundo contemporáneo y, sí, también para partes de la Iglesia contemporánea.

Esta responsabilidad se cumplirá a través de la correcta enseñanza y de la santidad, una santidad que está arraigada en una relación personal e íntima con Cristo. El Papa Francisco ha dicho: «¡No hay testimonio sin un estilo de vida coherente! Hoy no hay gran necesidad de maestros, sino de testigos valientes, convencidos y convincentes; testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz (Homilía a los nuevos arzobispos metropolitanos, 29 de junio de 2015).

Permítanme terminar volviendo al punto de partida. Estados Unidos no es como Europa. La fe es aquí todavía joven y está madurando. Esta joven vitalidad es un don para la Iglesia. Al igual que la Iglesia africana, que también es joven, ha dado un testimonio heroico de la fe a raíz de ese desorientador documento, Fiducia Supplicans, y así ha salvado a la Iglesia de un grave error, la Iglesia aquí en Estados Unidos también puede ser un testimonio para el resto del mundo.

El ateísmo cultural que se ha apoderado de Occidente no tiene por qué apoderarse de la Iglesia aquí. Tenéis buenos obispos, buenos sacerdotes jóvenes, comunidades con familias católicas jóvenes y vibrantes. Debéis fomentar el crecimiento de todo esto por el bien de vuestras familias, pero también por el bien de toda la Iglesia. El Napa Institute y el Catholic Information Center son parte integrante y vital de esta misión. Merecéis elogios por lo que estáis haciendo.

Estados Unidos es grande y poderoso política, económica y culturalmente. Esto conlleva una gran responsabilidad. Imaginemos lo que podría ocurrir si Estados Unidos tuviera comunidades católicas aún más vibrantes. La fe en Europa está moribunda o está ya muerta. La Iglesia necesita sacar vida de lugares como África y América, donde la fe no está muerta.

Quizás resulte sorprendente para algunos que Estados Unidos pueda ser un lugar de renovación espiritual, pero yo creo que es así. Si los católicos de este país pueden ser un signo de contradicción para su cultura, el Espíritu Santo hará grandes cosas a través de ustedes.

De nuevo, gracias, Sr. Busch, el Napa Institute y el Catholic Information Center por esta oportunidad de hablar con ustedes hoy en el Capitolio de su país y en el campus de la Universidad Católica de América. Que la fe de su pueblo crezca para que la luz de Cristo brille más. Muchas gracias.


(Discurso en la Universidad Católica de América el que instó a los obispos a hablar con valentía y a la Iglesia a aferrarse a la centralidad de Jesús).

El Gobierno pone fecha al comité de expulsión de los monjes del Valle: «No deben estar ahí»

(Rel.) Tal y como ha anunciado recientemente el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, la presencia de los monjes que se dedican a rezar en el Valle de los Caídos parece tener las horas contadas: el próximo 2 de julio es la fecha prevista por el Gobierno para constituir la comisión interministerial que ordenará la exclaustración de la congregación de monjes.

Tal y como informa Andrés Bartolomé en La Razón, durante una comparecencia en el Senado a petición propia, Torres reiteró su intención de que los benedictinos abandonen el Valle porque así lo establece la Ley de Memoria Democrática.

"No pueden estar en ese emplazamiento y así lo haremos", subrayó, haciendo hincapié además en que la identificación del Estado con una determinada confesión religiosa "ha quedado superada".

Tras iniciarse las actuaciones contra la Fundación Francisco Franco, el ministerio de Ángel Víctor Torres hará lo propio con la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, de quien depende el Valle.

Para ello será necesaria la elaboración de un real decreto para regular la organización, funcionamiento y régimen patrimonial del enclave, en aplicación del artículo 54 de la Ley de Memoria Democrática, con la intención de convertirlo en un centro de interpretación.

"Queremos que se vayan"

A finales de mayo, Torres ya se pronunció claramente sobre sus intenciones para con los monjes: "Queremos que se vayan. Debe ser un centro laico que sirva para explicar la guerra y lo que vino después. No cabe que se queden", reiteró.

En lo relativo a la "resignificación", adelantó que el Gobierno abrirá posibilidades para un estudio en el que haya propuestas de expertos.

Acerca del traslado de los religiosos que incluirá el nuevo estatus, aseguró que la posición de la Iglesia Católica respecto al Estado y a la sociedad "se verá reforzada" con la "cooperación" para reubicar a los benedictinos.

Las intenciones de Torres, sin embargo, no podrían llevarse a término de la forma que anuncia si desea hacerlo conforme a los vigentes acuerdos entre España y la Santa Sede: como apunta la Fundación Francisco Franco, en virtud de estos acuerdos, existe "un convenio que no puede romperse de forma unilateral".

El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática informó asimismo de que se han identificado los restos de una víctima del Valle de los Caídos procedente de Borja (Zaragoza).

"He comunicado a la familia la identificación de los restos de una víctima del municipio de Borja, la primera víctima de la comunidad de Aragón [identificada en el Valle]", apuntó.

En total, ya son doce víctimas identificadas en el Valle de los Caídos desde que comenzaron los trabajos de exhumación hace más de un año, el 12 de junio de 2023, después de seis meses de obras preparatorias.

Si quieres apoyar a los benedictinos, no dejes de entrar y firmar en este enlace.

Ángel Víctor Torres detalló que recientemente se han trasladado 70 muestras del Valle al Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, dependiente del Ministerio de Justicia, para su identificación genética.

Ante la oposición de algunas familias, Torres considera que nadie que tenga un familiar enterrado "en cualquier otro punto de la cripta" puede reclamar que se paralice una exhumación en otro lugar "que no le atañe".

Campaña de Peticiones Católicas en defensa de los benedictinos

Con motivo de este ataque a los benedictinos y a la basílica más larga del mundo coronada por la cruz más grande del globo, el portal Peticiones Católicas acaba de iniciar una campaña de recogida de firmas buscando impedir que el Gobierno lleve a término sus intenciones.

"Por este motivo tan grave, te invito a apoyar a la comunidad de monjes benedictinos del Valle de los Caídos sumándote a esta campaña", reza el texto de la campaña, seguido de una invitación para firmar y apoyar al prior Santiago Cantera y a todos sus hermanos.

"Los monjes del Valle no son las únicas víctimas del fanatismo de una izquierda sedienta de odio a la fe. La pregunta es, ¿dónde queda la libertad religiosa y de culto en España? ¿No tienen derecho los españoles a participar de la Eucaristía allí donde la Iglesia lo lleve disponiendo desde hace décadas? ¿No tiene derecho la comunidad de monjes benedictinos a dedicar su vida a rezar por la paz y la reconciliación de todos los españoles? El Gobierno no puede expulsar a una comunidad de monjes indefensos por el simple motivo de que se dediquen a rezar", agrega la campaña de Peticiones Católicas.

lunes, 24 de junio de 2024

LECTURAS RECOMENDADAS 2024. Por Monseñor José Ignacio Munilla



BIOGRAFÍAS
ARTURO JOSÉ OTERO GARCÍA, Pier Giorgio Frassati. Una vida seglar según la bienaventuranzas (Edibesa)
JULIA MORENO – JAVIER SEGURA, Ignacio Echeverría. El héroe del monopatín (Palabra)
EVELYN WAUGH, Edmun Campion: Jesuita y Mártir (Didaskalos)
SANTIAGO CALVO VALENCIA, Don Marcelo (Homo Legens)
CORRIE TEN BOOM, El refugio secreto (Astor 3a edición)
ELISABETH NGUYEN THI THU HONG, Tras los pasos del cardenal Van Thuan (Testimonio inédito de su hermana) (Ciudad Nueva)
ÁLVARO SÁNCHEZ LEÓN, Emérito. Rebobinando a Ratzinger (Palabra)

FAMILIA

MARÍA CALVO, Orgullo de Madre (Rialp)
JASON EVERT, Teología del cuerpo en una hora (Eunsa)
MAR DORRIO, Adolescencia en clave de Dios (Nueva Eva)
MIGUEL ÁNGEL MARTIN, Por qué otros van a fracasar en el amor pero tú no (Rialp)
DANIEL ARASA, El amor de mi vida has sido tú (Caren)

BIBLIA
BLAISE ARMINJON, La cantata del amor. Lectura seguida del Cantar de los Cantares (Didaskalos)
BRAND PITRE, Jesús, el novio: la mayor historia de amor jamás contada (Rialp)

FORMACIÓN CRISTIANA

PABLO CERVERA BARRANCO (ED.), Los santos maestros de oración (Monte Carmelo)
RALPH WEIMANN, Guía para cristianos que buscan la verdad (Didaskalos)
RANIERO CANTALAMESSA, Fe, Esperanza y Caridad (Encuentro)
ERIK VARDEN, Castidad. La reconciliación de los sentidos (Encuentro)
FABIO ROSINI, El Arte del Buen Combate (Cristiandad)

TEOLOGÍA
SCOTT HAHN, La esperanza de morir (Rialp)
ALEXANDER SCHMEMANN, El bautismo (Sígueme)

ENSAYO Y PENSAMIENTO
RÉMI BRAGUE, Tras el humanismo (Rialp)
VLADIMIR SOLOVIEV, El significado del amor (Didaskalos)
GUSTAVE THIBON, Los hombres de lo eterno (Rialp)
ALEX DEL ROSAL, Despierta y combate a los bárbaros que arruinan tu vida (Libros Libres)
MARTA RODRÍGUEZ, Género, jóvenes e Iglesia (Encuentro)
JULIO BORGES JUNYENT Y JAVIER ORMAZABAL ECHEVERRÍA, La posmodernidad en jaque (Libros Libres)

CORAZÓN DE CRISTO

EDOUARD GLOTIN, Me amó. El corazón misericordioso de Jesús (Monte Carmelo)
JAVIER BURRIEZA, En vos confío. Historia de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús (Mensajero)

HISTORIA
ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, La Europa de Dante (El Buey Mudo)
SANTIAGO MATA, Mártires de Japón. Historia de la expansión cristiana durante los siglos XVI y XVII (Sekotia)
JOSÉ RAMÓN AYLLÓN, Breve historia de occidente (Rialp)

NOVELA
RAFAEL SÁNCHEZ MAZAS, Rosa Krüger (Encuentro)
JACINTO FORMENT COSTA, Tras las huellas de David (San Pablo)
MEREDITH HALL, Benevolencia (Palabra)
MICHAEL D. OBRIEN, El faro (Rialp)

Palabra y belleza. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Dominique Ponnau, historiador del arte, director de l’École du Louvre y firme defensor de la naturaleza cultual de las iglesias que componen el patrimonio histórico y cultural religioso de Francia, falleció el pasado mes de abril en París. En 2004 publicó un libro con el título «La beauté pour sacerdoce» (La belleza como sacerdocio).

Durante un viaje que realicé a la capital de Francia, lo vi expuesto, como novedad bibliográfica, en los anaqueles de Galignani y lo compré, no sólo por el contenido, sino por lo significativo que me resultó el título.

El libro caía en mis manos justamente en el período de mi vida en el que estuve plenamente incorporado a la Universidad Pontificia de Salamanca ejerciendo de profesor en la Facultad de Teología.

E hice una trasposición del título del libro a mi situación personal en la Academia salmantina: la universidad como sacerdocio. Porque hay quienes lo ejercen en una parroquia, o en una capellanía o en una misión.

Y los hay que desempeñan su ministerio sacerdotal en la universidad. Algunos de éstos han sido grandes figuras del pensamiento, de las humanidades, de la teología y de la docencia, pues también esa actividad es de carácter pastoral, y sus libros son aún hoy referentes irreemplazables de la cultura cristiana en su intento de acercamiento a la sociedad contemporánea.

El vínculo existente entre las universidades y la fe católica es patente si se tiene en cuenta quiénes fundaron las que son consideradas, por su antigüedad, históricas, quiénes velaron por su inicial andadura y quiénes les dieron identidad, renombre y futuro. Y fueron, en todas esas etapas, personalidades eclesiásticas.

Hoy, al ir desmarcándose de sus orígenes religiosos, las universidades estatales españolas proponen las asignaturas referentes al hecho cristiano como opcionales. Sucede así en la Universidad de Oviedo, en la que se imparten aún cursos de ese campo del saber y del espíritu, al igual que en las más prestigiosas de Alemania, en las que las «Geisteswissenschaften», las ciencias del espíritu, gozan de gran prestigio. Y en ellas entra naturalmente la Teología.

He tenido el privilegio de ser profesor de esta materia en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad de Oviedo, en donde, llamada en otro tiempo Escuela Normal, se formaron los maestros de mi infancia. Ha sido una experiencia magnífica y la ocasión para conocer a personas extraordinariamente interesantes, tanto de los cargos directivos y del personal administrativo y de servicios, como de los profesores y de los alumnos.

Acabo de jubilarme y puedo decir de estos últimos, de los alumnos, lo mismo que manifestó Jacques-Bénigne Bossuet, obispo y célebre orador en Francia, respecto al Delfín, al que el rey Luis XIV le confió para que fuese el preceptor. Habiendo aceptado de no muy buena gana el encargo real, Bossuet reconoció que, al cabo de los años, había descubierto cuánto se puede aprender de las preguntas formuladas por un joven. Así también yo con mis alumnos de la Universidad ovetense, que han elegido libremente cursar la asignatura de «Mensaje cristiano» para completar su formación humanista y cristiana.

Gracias a todos ellos por su saber estar, por su interés intelectual y por su participación empática. Me han surtido, con sus comentarios y confidencias, de relatos biográficos sumamente interesantes e impactantes, que no olvidaré jamás.

Estos años en la Universidad han sido para mí de incalculable riqueza: en aprendizajes, en relaciones y en prodigalidad. Y eso que la materia que impartí podía ser considerada por algunos como inapropiada en aquel contexto de métodos pedagógicos y de implementos tecnológicos.

Digo esto porque lo mío era la Biblia, a la que el poeta, pintor y grabador inglés William Blake calificó de «gran código del arte». Basándose en esta sentencia, el profesor canadiense Northrop Frye publicó, en 1982, su conocida obra «The Great Code. The Bible and Literature», en la que trató de mostrar cómo la Sagrada Escritura es el gran código, la clave de interpretación, de la cultura occidental.

He ido viendo con el paso del tiempo que lo que confiere actualidad a un curso sobre Biblia es el adentramiento, con ánimo de filólogo, amante de la narración y de la poesía, en su léxico hebreo, arameo y griego para rescatar lo que en él se contiene de permanente, nuclear, existencial y humano. «So all my best is dressing old words new» (Revestir de novedad las palabras antiguas es lo que mejor sé hacer), escribió Shakespeare en uno de sus sonetos. Y eso es precisamente lo que intenté hacer en mis clases de Biblia en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación: revestir de novedad palabras antiguas.

Y que no faltasen, además, las referencias a la belleza: «Lo que hayáis de decir, enseñar o hacer en el aula, que sea siempre expresado con belleza», les insistí. Esto resulta muy fácil de llevarlo a efecto en un curso sobre la Biblia, dada la correlación existente entre ésta y la historia del arte ¡Ha sido tan inspiradora la Biblia y ha generado, como decía Blake, tanta hermosura pictórica, escultórica, arquitectónica y literaria a lo largo de los siglos! De hecho, todas y cada una de sus perícopas pueden ser explicadas e ilustradas por medio de una obra de arte, como apreciará el lector si tiene un poco de tiempo para asomarse al sitio web “Christian Art”.

Me pregunto a menudo qué habrá sido de aquellos alumnos que Dios puso en mi vida y si les habrá sido de utilidad algo de lo que les expliqué con el apasionamiento de quien cree en lo que enseña, y le pido a Él que los sostenga siempre con la fuerza todopoderosa de su amor, a ellos y a los miembros que componen la gran familia de la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad de Oviedo, así como la de la Universidad Pontificia de Salamanca.

domingo, 23 de junio de 2024

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Entrando en verano, la palabra de Dios en este Domingo XII del Tiempo Ordinario nos invita a reflexionar sobre la realidad de las tormentas, no sólo las que hemos vivido con este clima revuelto, sino especialmente las que experimentamos en nuestra existencia cotidiana y afectan directamente a nuestra vida interior. Quizá un problema que tenemos hoy en día en que todo está a nuestro alcance es que cuando algo no sale como nosotros habíamos calculado el mundo se nos viene encima y terminamos abatidos, metidos en la cama o necesitando de medicación para superar el revés que ha dejado mi vida trastocada...

La primera lectura con el profeta Job, nos remite a alguien supo lo que fue superar pruebas y vivir resignadamente esperando momentos de mayor luz y superación de tentaciones, por algo en el refranero popular decimos: ''tiene más paciencia que el santo Job''. También él tenía ideas, proyectos y metas como tenemos todos, pero llega un momento en que como anuncia en su profecía y como a lo largo de la historia de la salvación tantos otros experimentaron al igual que nosotros en que experimentamos: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?... El ser humano lleva a lo largo de toda la historia constatando que su soberbia, que creerse superior a Dios o negándole le lleva al cataclismo, y aún así, muchas veces seguimos empecinados en continuar por esa senda. Hoy que el evangelio nos hablará del mar bravo y una barca en peligro; pensemos lo que ocurrió en 1912 cuando la prensa mundial hablaba del viaje inaugural del mayor barco de pasajeros del mundo, un super transatlántico "insumergible": "El Titanic''. Algunos arrogantes de la técnica y la ciencia llegaron a decir que "ni Dios podía hundirlo". Sabemos que permaneció a flote apenas cinco días y de sus consecuencias. Nada nos engrandece más que reconocernos pequeños, así como nada nos empequeñece tanto como creernos por encima de los demás. Job vive su confianza en Dios valorando las pequeñas y grandes realidades que le rodean como la naturaleza, la magnificencia de Dios que se nos hace visible reconociendo la grandeza de su creación.

Y San Pablo en su epístola segunda a los cristianos de Corinto, nos propone la mejor salida de tempestad: ser de Cristo; darnos por entero a Él y vivir cada jornada tratando de seguir sus huellas, configurándonos según los sentimientos de su corazón, haciendo nuestra su Palabra... Suena casi imposible en los momentos que nos toca vivir, pero no lo veamos como algo inalcanzable, pues es el demonio quiere que pensemos así para que tiremos cuanto antes la toalla rindiéndonos en nuestro peregrinar siguiendo al Maestro por la senda de los bienaventurados: ''Nos apremia el amor de Cristo''... Esta verdad debe resonar de forma especial en nuestras vidas, y más aún, en este mes del Corazón de Jesús: nos urge redescubrir su amor, llevarlo al que no tiene y dejarnos también amar en primera persona. Cuando vienen mal dadas, si nuestro corazón estuviera unido al suyo lo veríamos todo con otros ojos, e incluso iríamos con más decisión en la ayuda propia y de los necesitados. El Señor nos envía a los pobres, pero, ¿Quiénes son los pobres? Madre Teresa de Calcuta decía que era todo aquel carente de amor; a esos tenemos que llevarles el Evangelio, a los de toda clase y condición que aún no han descubierto ni quién es Dios ni lo que es el Amor.

En el evangelio de este día contemplamos esa tempestad en medio del Lago que es una escena entrañable y hermosa, y perfectamente imaginable. Vemos a los apóstoles que hacen lo que Jesús les indica: «Vamos a la otra orilla», y atravesando aquel mar de Tiberíades les sorprende una tormenta que les llena de temor. El mar siempre ha sido -y en el tiempo de Jesús más aún- muy temido, pero especialísimamente por los que trabajan y vivían de él como era el caso de discípulos como Pedro y Andrés; sabían que el mar les daba la vida, como tan pronto podía darles la muerte. El miedo de los apóstoles se hace aún mayor, pues el Maestro que es el que siempre les aporta tranquilidad en su desconcierto dormía en medio de las acometidas de las olas. No deja de ser una catequesis sobre la confianza: ¡la fe! El pánico les hace despertar a Jesús increpándole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Cristo escuchó su ruego, ciertamente, cesando al viento y calmando las aguas a su orden, pero a continuación reprendió a sus discípulos por su cobardía. También de algún modo hoy nos reprende a nosotros haciéndonos ver que a menudo nos pasa como aquellos hombres: pedimos auxilio porque creemos que Él va dejar que nos hundamos, porque pensamos que está dormido ante lo que me ocurre, o no le preocupa nuestra tragedia: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Necesitamos renovar y cuidar nuestra fe; creer sin ver, confiar en que cuando peor vienen las olas y el viento en nuestra vida Él está a nuestro lado para traer la calma. Pero por desgracia, desconfiamos y manifestamos nuestra falta de fe. Y una vez rescatados casi incrédulos nos sentimos mal por haber dudado de su Palabra olvidando que ''¡Hasta el viento y el mar le obedecen!''

Evangelio Domingo XII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal.

Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!».

Palabra del Señor