(Rel.) Juan Antonio Martínez Camino (Marcenao, Siero 1953), obispo auxiliar de Madrid y uno de los grandes especialistas del episcopado español en la historia y la teología del martirio, acaba de publicar Los 39 mártires de 1934 en España, con los Santos de Turón a la cabeza (Encuentro), un acercamiento a la persecución religiosa desatada durante la llamada Revolución de 1934, un intento de golpe de Estado contra el gobierno de la Segunda República encabezado por el PSOE en cuanto la izquierda perdió el poder.
-¿Cómo ilumina la fe la comprensión de la historia, especialmente en el contexto de los mártires de 1934, y qué implica esto para la "memoria histórica"?
-La Iglesia siempre ha sido y seguirá siendo una comunidad de mártires, de testigos del Crucificado, incluso hasta la sangre. Él nos dice: si a mi me han perseguido, también a vosotros os perseguirán (cf. Jn 15, 20).
»Pero el siglo XX ha sido el siglo de los mártires, porque ha sido el siglo de las víctimas. Nunca antes tantos cristianos tuvieron que pagar con su vida el precio de la fe. Nunca antes los seres humanos se habían matado tanto unos a otros como en esta fase dramática de la historia. Fue el siglo en el que totalitarismos ateos de diversos signos políticos, desde el poder o desde la lucha por el poder, pretendieron imponer soluciones “totales” a los problemas humanos, pensando ilusamente que iban a traer un paraíso terreno de factura humana.
»Los mártires de 1934 en España forman parte de la legión de los mártires del siglo XX que, firmes en la fe, mantuvieron su libertad cristiana frente al gran ídolo moderno llamado “Progreso”.
-¿Qué tópicos o enfoques son problemáticos en la "memoria histórica", y cómo se aparta su libro de ellos?
-Mi pequeño libro no tiene nada que ver con la “memoria histórica”. La “memoria histórica” es una arma ideológica y política de reciente creación. Mi libro, en cambio, se inscribe en la milenaria tradición del culto a los mártires, que la Iglesia practica desde siempre.
»Por desgracia, la “memoria histórica” se enmarca en una cultura que sigue sometida al ídolo “Progreso”. Por el contrario, el culto que la Iglesia tributa a los mártires forma parte del amor que profesamos al Dios crucificado, que nos libera de las falsas promesas de una salvación fruto del empoderamiento facilitado por el progreso de la ciencia empírica y de la técnica. Ésta es una ilusión peligrosa que pone a nuestra cultura en manos de un ídolo sediento de sangre.
-¿Qué importancia cree tiene la preservación de la memoria histórica para la Iglesia y la sociedad en general?
-Como acabo de decir, creo que la memoria de los mártires que cultiva la Iglesia no tiene nada que ver con la “memoria histórica”. La Iglesia hace memoria de sus mártires para dar gloria al Dios crucificado, que muestra su poder convirtiendo la debilidad humana en instrumento de su victoria, de su salvación. En cambio la “memoria histórica”, tal como se entiende hoy en España y se utiliza en la batalla política, está más bien al servicio de un soberbio poder mundano que se niega a reconocer la sabiduría de Dios y agradecer su salvación.
»Esa “memoria histórica” no puede traer paz ni reconciliación; al revés que la memoria eclesial de los mártires, centrada en el perdón de Dios transmitido por sus testigos, que dieron la vida perdonando a sus verdugos.
-¿Qué papel juega la teología en la comprensión del martirio y la persecución religiosa?
-La teología es fundamental para entender el martirio cristiano y, más en concreto, el martirio del siglo XX. Los mártires de Cristo no son héroes mundanos, son más bien “superhéroes” de la gracia, es decir, del poder salvador del amor de Dios. El siglo XX es, como he apuntado, un siglo de sangre y fuego, de campos de muerte y de las guerras más devastadoras. Podemos decir que fue un siglo inmisericorde. Pero incluso en medio de esa tragedia fueron posibles el perdón y la misericordia.
»Si los mártires son los santos más característicos de este tiempo, es porque el Dios de la misericordia tenía que seguir mostrando su poder salvador a través de ellos, los crucificados y resucitados con Cristo. La teología es la ciencia de la fe en el Dios crucificado y de su gracia salvadora.
-La memoria de los mártires de 1934 ¿puede ser un estímulo para la reconciliación y la esperanza? ¿Qué mensaje transmite a las generaciones futuras?
-Creo que el mensaje de los mártires de 1934 y de todos los del siglo XX es doble: denuncia profética y anuncio de esperanza.
»Los mártires son profetas que denuncian la moderna idolatría del dios “Progreso”. La cultura moderna hoy dominante se ha apartado del Dios vivo y verdadero, el Dios crucificado, y se ha entregado a ese ídolo sanguinario. Como consecuencia, se ha dañado mucho la paz tanto con el entorno natural como con la naturaleza de la persona humana. ¡Qué saludable advertencia profética!
»Pero además, los mártires son portadores de la esperanza que no defrauda: la esperanza del Cielo. Ellos morían despidiéndose de sus familias y amigos con un “¡Hasta el Cielo!” en los labios. Creían que el anhelo de amor infinito del corazón humano sólo se sacia en Dios, no en ningún paraíso terrestre de hechura técnica y de supuesto “progreso moral”.
-¿Qué desafíos enfrenta la Iglesia para preservar la memoria de los mártires y transmitir su legado?
-El desafío fundamental al que hoy se enfrenta la Iglesia, en mi humilde opinión, sigue siendo el mismo de los dos o tres últimos siglos. La cultura occidental se ha ido volviendo pagana. Hoy el paganismo de “Progreso” es dominante en España y en Europa. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que la Iglesia, evangelizadora secular de culturas y pueblos se viene mostrando incapaz de evangelizar la cultura moderna? ¿Cómo es que la devoción y el culto al ídolo moderno se ha introducido incluso en las estructuras vitales de la misma Iglesia?
»Para abordar de forma efectiva este gran desafío, lo primero es reconocerlo con claridad y sin miedo. Lo segundo es fortalecer y, si es necesario, recuperar la confianza en el poder de la cruz y la resurrección de Jesucristo, el único que salva de verdad del pecado, de los odios, de la muerte.
-¿Qué importancia adquiere la figura de los mártires en la construcción de la identidad cristiana y en la comprensión de la misión de la Iglesia en el mundo, la pastoral y la evangelización?
-El amor y el culto a los mártires del siglo XX es clave para la misión de la Iglesia en nuestros tiempos. Se trata de evangelizar un mundo que se ha vuelto pagano, que ha renunciado a la cruz del Señor y, por tanto, a la salvación que todo ser humano anhela en el fondo del alma.
»Los mártires son los “ciudadanos del Cielo” por excelencia. Su profecía y su mensaje de esperanza iluminan nuestro camino y fortalecen nuestra fe. Pero no sólo eso. Ellos están con nosotros, junto con todos los santos y, en especial, la Santa entre los santos, la Madre de la Iglesia, como protagonistas de la evangelización.