domingo, 14 de septiembre de 2025

Evangelio de la Exaltación de la Santa Cruz

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».

Palabra del Señor

Ruge el León. Por Monseñor Jesús Sanz Montes O.F.M.

Hoy quiero hablar de la historia de un león. No me refiero a un inocente personaje del Libro de la Selva que haga las delicias de nuestros pequeños en sesiones de dibujos animados. Hace unos días el Papa León de modo impresionante abordó en sus catequesis el grito de Jesús en la cruz: “también hay esto en el grito: una esperanza que no se resigna. Se grita cuando se cree que alguien todavía puede escuchar. Se grita no por desesperación, sino por deseo. Jesús no gritó contra el Padre, sino hacia Él. Incluso en el silencio, estaba convencido de que el Padre estaba allí. Y así nos mostró que nuestra esperanza puede gritar, incluso cuando todo parece perdido”. Precioso apunte, pero aquí me voy a referir a otro tipo de “león”, que la Iglesia ha subido a los altares y del que vale la pena aprender como explicación viva de lo que decía el Papa.

Le llamaban el “león de Münster”, porque su garganta rugía al clamar la libertad ante la barbarie nazista de Hitler. Era el obispo de esta bella ciudad alemana que nos descubre sus encantos góticos y nos comparte su hondo legado cultural. Hasta allí llegó la zarpa del totalitarismo ideológico que, por excluir al verdadero Dios, terminó aniquilando al hombre. El miedo hizo que no pocos testigos de tamaña crueldad miraran para otro lado como si los ojos se quedasen en blanco o cautivos en alguna abstracta flor.

Pero estaba la mirada libre, los labios sin mordaza, y los brazos abiertos en par del cardenal Clemens A. von Galen (1878-1946). Con el evidente riesgo de su propia vida protegió a los judíos y a las personas más débiles, que el régimen consideraba como despojos que había que eliminar. Resulta ejemplar su testimonio cristiano en un momento en el que nuevamente se quiere reducir la fe a una cuestión intimista y clandestina, al margen de toda relevancia pública y social. Como recordaba el Papa Benedicto XVI, «la fe no puede reducirse a un sentimiento privado, que se esconde quizá cuando se convierte en algo incómodo, sino que implica la coherencia y el testimonio en el ámbito público a favor del hombre, de la justicia, de la verdad».

La fe se hace grito de libertad y abrazo solidario por amor a Cristo, cada vez que quedan en entredicho los derechos de Dios, los de la Iglesia y los de los hombres. Von Galen salió valedor del pueblo judío y de los que Hitler quería prescindir al condenarles a la eutanasia en su tribunal de la locura. La defensa de los débiles que hizo el Obispo, como quien reclama la verdad y la dignidad de las que Dios nos dotó a todos sus hijos, no adoptará como método la violencia revolucionaria, sino la inequívoca identidad católica que logra amar a Dios, al hombre y al propio pueblo al que se pertenece. Como se dijo en su beatificación, «frente a la ensordecedora música marcial y a las frases vacías de los megáfonos procedentes de las tribunas de los oradores, él opuso la veneración de la santa Eucaristía, la silenciosa adoración contemplativa del Señor, hecho pan».

Tenemos necesidad de testimonios así en nuestro momento actual, que nos ayuden a mirar con libertad las cosas, a abrazar la realidad con manos tiernas y decididas a la vez, a rugir como lo hicieron los profetas y los santos para contar la verdad de Dios y la del hombre. Hoy aquellos por los que luchó el cardenal Von Galen, tienen otros nombres. Y los que pretenden imponer su totalitarismo también. Es el reto apasionante que nos emplaza hoy a nosotros cuando la familia se hace vulnerable para debilitar una cultura y una sociedad, cuando la educación se manipula como instrumento de control de un pueblo, cuando la libertad queda en entredicho, cuando la verdad se abarata hasta la mentira como gobernanza y cuando los pobres de todas las pobrezas siguen estando sin cobijo ni oportunidad entre las vallas de cualquier valladar. El Papa León nos ha presentado el grito de Jesús, y el Obispo “león de Münster” dio la vida para que ese grito cristiano trajera libertad y paz. Todo un reto para nuestros días.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

''Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este domingo es especial, y es que nos tocaría estar viviendo el domingo XXIV del Tiempo Ordinario; sin embargo, al caer este año el 14 de septiembre en domingo, queda eclipsada la liturgia dominical por la de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. De esta forma la Iglesia nos invita en este día a poner nuestro ojos en el madero redentor, al que las gentes de nuestra tierra siempre han profesado tanta devoción, como demuestra el culto a las reliquias de la Pasión en nuestra Catedral y los Santuarios diseminados por toda la Diócesis, e incluso al tener a la Cruz como emblema de Asturias, de Oviedo y de tantos municipios que así la tienen en su escudo o bandera como Gijón, Caso, Allande, Gozón y tantos otros. 

¿Por qué celebramos siempre este día de septiembre la Cruz, el Cristo...? Porque fue un 14 de septiembre el día en que fue dedicada la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, en el año 335. Es por esto que en esta fiesta se no llama a sumergirnos en el misterio de la Cruz, que para unos es locura y y escándalo, y  para nosotros sabiduría de Dios

La primera lectura del Libro de los Números nos relata la escena del pueblo de Israel que se enfrenta a unos enemigos propios del desierto como son las serpientes; este es un símil muy claro de lo que hace el pecado en nuestra vida: sale a nuestro paso, nos muerde y nos deja heridos. Esta escena de Moisés elevando la serpiente de bronce en su estandarte para sanar a los enfermos víctimas de las mordeduras de los reptiles, es el paralelismo perfecto de lo que Dios hará con su Hijo qué, elevado en la Cruz, es hoy contemplado en incontables imágenes, iconos, cuadros y crucifijos en el mundo entero. La llevamos al cuello, nos signamos con ese gesto, la colocamos sobre nuestro féretros y sepulturas, y es que la cruz ya no es para nosotros un símbolo de condena, sino por el contrario de salvación. La Cruz tiene enemigos, ciertamente, personas que les molesta verla, que la quieren hacer desaparecer de todas partes, y ahí vemos un signo inequívoco del poder de la Cruz que hace que el mal se revuelva, que el demonio busque la forma para quitarla de todos los espacios que pueda, pero siempre perdiendo el tiempo, dado que si algo representa el leño redentor es precisamente el perdón, amor, misericordia y reconciliación. Por eso hoy más que nunca hemos de hacer gala de la cruz en nuestros hogares, en nuestros ambientes, en la vida pública... Sólo si amamos la cruz respondemos en verdad a la oración del salmista: ''no olvidéis las acciones del Señor''. 

En la segunda lectura de San Pablo a los Filipenses hemos escuchado ese himno precioso que con frecuencia rezamos en la liturgia de las horas: ''Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz''. Estas palabras que el Apóstol dirige a la comunidad de Filipos es una petición hoy para nosotros, para meditar sobre este misterio de la Kénosis, del abajamiento de nuestro Salvador que se despojó hasta de sí mismo, se vació de lo humano y lo divino por puro amor. Jesucristo acepta ser tratado de forma inhumana para tratarnos a nosotros con misericordia frente a nuestra miseria y pecado. Vivir la espiritualidad de la cruz implica también esto: aceptar también nosotros las humillaciones, los abajamientos y patíbulos que nos tocan cada día como crecimiento interior para estar más cerca del Señor y de su pasión y muerte. La invitación a tomar nuestra propia cruz y a seguir al Maestro sigue en pié, lo que ocurre es que con frecuencia queremos decir sí a seguir a Jesús, pero le queremos sin cruz. El Papa León XIV en su audiencia del pasado día 3 de septiembre nos decía: ''En la cruz, Jesús nos enseña que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos. La salvación no está en la autonomía, sino en reconocer con humildad la propia necesidad y saber expresarla libremente''.

El evangelio de esta festividad tomado del capítulo 3 de San Juan, nos presenta el diálogo de Jesús con Nicodemo. En primer lugar, hay que dedicar una palabra a este personaje: una persona bien posicionada de su tiempo que sigue al Señor, pero lo hace de forma clandestina; acude a verle de noche para no levantar sospechas. También hoy se vive mucho esto, personas que pasan por ateas o indiferentes por temores propios en sus hogares, trabajos o ambientes, y luego, sin embargo, acuden a hurtadillas al templo, se acercan a Jesucristo en visitas furtivas o se prendan de su Evangelio. Todos en buena medida somos un poco como Nicodemo, con nuestros temores y vergüenzas a la hora de testimoniar nuestra fe y amistad con Jesús, como el amigo que nunca nos falla. Sólo en Él y en su Cruz encontramos paz, verdad, salvación... Las palabras de Cristo a Nicodemo son en paralelismo exegético la actualización de la primera lectura del Libro de los Números: ''Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna''. Hoy ya no miramos a una serpiente de broce, sino a Jesús mismo crucificado, quien se ha entregado por amor por nuestra salvación. Ahora bien, no basta con creer que Jesucristo me ha salvado con su cruz y ya puedo hacer lo que quiera, sino que he de aceptar ese proyecto salvífico que Dios tiene pensado para mí: vivir conforme al Evangelio y honrando con mis actos la cruz del Señor. Pero como los cristianos no vivimos de forma aislada ni autónoma, sino en comunidad, otra dimensión fundamental para encarnar la espiritualidad de la Cruz pasa por saber reconocer las cruces y los crucificados de hoy que sufren y padecen a mi alrededor. Esta fiesta es muy querida, pues no se queda en la Cruz, sino que desde esta miramos al cielo; el evangelio de hoy nos habla del final, pero este entendido como examen de amor. Jesús crucificado es el emblema del amor de Dios a un mundo que lo rechaza. Con frecuencia se nos olvida que por nosotros mismos ''Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único''...

sábado, 13 de septiembre de 2025

Peregrinación a la Perdonanza 2025

 

Monseñor Martínez Camino «En los años 30 se buscó suprimir la Iglesia para implantar una república socialista totalitaria»

 

10 cosas que hacer al peregrinar al Cristo de Candás


1° Hacer la novena y peregrinar: Los nueve días previos, las personas que puedan, acudan a diario para vivir el novenario del Santo Cristo de Candás. Las personas enfermas o que están lejos la pueden rezar en casa desde el día 5 al 13 de septiembre. La novena al Santo Cristo fue compuesta por un devoto anónimo en el siglo XIX. Son unas oraciones que recorren de forma teológica toda una catequesis de la pasión y muerte del Señor. 

2° Venerar el Santo Lignum Crucis. El día 13 de Septiembre, para concluir de forma solemne el novenario del Santísimo Cristo, se da a venerar la reliquia del Santo "Lignum Crucis". Se tratan de dos pequeñísimas astillas de la verdadera cruz en la que murió nuestro Redentor y que se conserva en este Santuario, tan vinculado al madero redentor. Concluida la eucaristía de las 20'00 horas se da a venerar el "Lignum Crucis" a los fieles. 

3° Llevar rosas y claveles. Siguiendo una tradición popular, las flores que se le llevan al Cristo son rosas y claveles, pero no de cualquier color, sino rojas; dado que es el color litúrgico propio de la festividad de la Exaltación de la Cruz que nos recuerda a la sangre que por nosotros derramó el Señor en pago de nuestros pecados. Muchas personas que viene a cumplir una promesa y darle gracias al Santo Cristo por una gracia concedida, suelen traerle centros o ramos de rosas y claveles rojos que le depositan a sus pies. 

4° Confesarse. A lo largo del mes de septiembre, mes de la Cruz, son muchas las personas que se acercan a venerar la imagen del Santo Cristo de Candás. El esfuerzo de subir hasta el Santuario por las escaleras, además de las cuestas empinadas de la villa candasina, son un símil de la propia vida cargada de dificultades, la propia subida del Señor al Calvario y su viacrucis: ¡Cuántas veces nos sentimos como el Señor subiendo a Jerusalén! La mejor forma de irnos tras haber peregrinado a los pies de Jesús Crucificado es acercándonos al sacramento de la confesión, dejando ahí tanto de lo que llevamos a cuestas, lo que nos pesa y nos hace vivir lejos de Dios y de los hermanos. son muchas las personas se van en paz sabiéndose reconfortadas y abrazadas en el confesionario por este Cristo que siempre tiene los brazos abiertos esperando nuestro regreso a casa. 

5º Participar de una de las eucaristías y comulgar. Una vez que hemos confesado no podemos irnos de Candás sin recibir a Cristo mismo. La talla del Santo Cristo es una imagen muy bella, pero no podemos olvidar que arriba en el Santuario o en la procesión sólo vemos un reflejo de cómo es el Señor; sin embargo, donde en realidad está es en el altar; en el Sagrario, ahí sí está Cristo mismo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Peregrinar a Candás y visitar únicamente al Cristo o sólo acompañarle en la procesión es como quien va a un concierto y en la puerta compra una postal del cantante y se vuelve a casa directamente: ni ha visto al cantante ni ha disfrutado del concierto, y se conforma con una postal cuando podía haber entrado y conocerle en persona. Esto es parecido: algunos se quedan tan sólo en lo externo perdiéndose todo lo interior, que es lo que realmente enriquece el alma. Para facilitar que todos los fieles puedan participar de la eucaristía hay cinco celebraciones a lo largo del día, la más concurrida es la del mediodía, llamada "misa de peregrinos" tras la procesión, aunque para no quieren sufrir la aglomeración de éstos se celebran las otras misas. El horario es: 08'00 h. - 10'30 h. - 12'00 h. - 18'00 h. y 20'00 h. 

6º Subir al Camarín del Cristo a pié o de rodillas. Un acto de piedad especial es la subida al Camarín, según se entra en la nave central a la izquierda del presbiterio; se encuentra señalado con la palabra "Santuario". En su inicio están las escaleras que nos lleva ante la imagen del Santísimo Cristo de Candás. Esta escalera se sube en silencio, con recogimiento, como la "Scala Santa" de Roma qué, según la tradición, fue la que subió Jesús el viernes santo para ser juzgado y por la que después bajó camino del monte Gólgota -de La Calavera-. Muchas personas suben de rodillas en cumplimiento de una promesa, o para implorar una petición especial al Santo Cristo. Originalmente se utilizaban para los penitentes las escaleras de caracol anexas a la parte posterior del templo, por la que subían de rodillas los peregrinos y romeros hasta llegar a las plantas de su amado Cristo. Aún hoy, los peregrinos que piden cumplir alguna promesa y que quieren subir de rodillas por alguna de las escaleras antiguas lo pueden hacer. 

7º Encargar tres misas por tus difuntos más recientes. Celebrar la Eucaristía es volver al Calvario, revivir el misterio de la Cruz, pues es en la santa misa donde recibimos al mismo Cristo que se entregó por nosotros en su cuerpo partido y su sangre derramada por muchos: ¿Cuál es el mayor regalo que podemos hacer a nuestros difuntos; qué nos pedirían ellos si pudieran ponerse en contacto con nosotros?.. Nos pedirían que aplicásemos misas por ellos para pasar cuanto antes del purgatorio al cielo. Por eso durante el mes de septiembre muchas personas encargan misas por sus difuntos para que se celebren a lo largo del año en el altar de la parroquia de Candás, a los pies de su Santo Cristo. Hay personas que lo hacen de forma anónima dejando en un sobre, dinero y los nombres en el cepillo de "Misas" -junto al retablo de la Virgen del Rosario- y otros las encargan directamente en la sacristía. Cada cuál encarga el número de misas que desea según el número de difuntos y lo que va a tardar en volver al Santuario... Un bonito gesto que algunos tienen es el de encargar al menos tres misas por los tres últimos familiares fallecidos: tres por cada uno de los clavos del Señor. Así le pedimos al Cristo de Candás lo que canta la liturgia: que nuestros seres queridos que han compartido una muerte como la suya, gocen algún día una victoria sobre el sepulcro igual a la suya

8º Acompañar al Santo Cristo en la Procesión. El día 14 a las 11'30 horas saldrá en procesión la imagen del Santísimo Cristo por las calles de la villa de Candás. Desde la plaza de la iglesia se baja por la calle de Bernardo Alfageme hasta la plaza de la Baragaña; se atraviesa toda la calle Valdés Pumarino en dirección a la plazuela del barrio del Cueto y se sigue por la calle de Santa Olaya atravesando este barrio hacia el ayuntamiento viejo. De la calle la Estrecha se sube por la calle doctor Braulio Busto y se gira en la plaza de la Baragaña volviendo por la subida de la calle Bernardo Alfageme, hasta el templo. ¿Cómo acompañar al Santo Cristo en la procesión?... En silencio, con recogimiento, evitando hablar y distraerse... Una práctica buena para el recorrido de la procesión es rezar el santo rosario, por ejemplo los misterios dolorosos; aunque no sean los del día, pueden ayudarnos a orar mirando a Jesús crucificado.

9º Poner dos velas. Hay personas que acuden con velas de cera para la procesión, aunque para proteger la imagen del Santo Cristo y su retablo barroco hace muchos años que se ha instalado en el Santuario lampadarios de velas electrónicas, para evitar incendios. 

10º Los objetos de piedad que te lleves se pasan por el faldón del Santo Cristo. Otra tradición es llevarse un recuerdo del Santísimo Cristo: una estampa, un rosario, un imán para el coche, el librillo de la novena, una pulsera con su rostro, un llavero, una cinta del Santo Cristo para colocar en el espejo del coche... En la tienda de recuerdos, a la entrada del templo, a la izquierda, se ha instalado ahora uno de los faldones más antiguos del Santísimo Cristo que se conservan, de forma que se puedan pasar por el faldón del Cristo los objetos de piedad y recuerdos que se compren.

viernes, 12 de septiembre de 2025

La Iglesia honra a más de 1.600 testigos asesinados por la fe en lo que va de siglo














(ACN/INfoCatólica) Como homenaje a estos testigos de la fe del siglo XXI, el papa León XIV ha invitado a representantes de todas las confesiones cristianas a participar en una celebración ecuménica en la basílica de San Pablo Extramuros de Roma este domingo 14 de septiembre, día en que la Iglesia católica conmemora la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz.

En todos los continentes

En un año y medio de trabajo se han identificado y confirmado 1.624 casos de cristianos de todas las confesiones cristianas asesinados a causa de su fe entre el año 2000 y 2025. De ellos, 643 murieron en el África subsahariana, 357 en Asia y Oceanía, 304 en el continente americano, 277 en Oriente Medio y el Magreb, y 43 en Europa.

La cifra de fallecidos en Asia y Oceanía incluye a los más de 200 que murieron el domingo de Pascua de 2019 en los atentados contra iglesias católicas y protestantes en Sri Lanka y que los testigos de la fe en África «fallecieron sobre todo en manos de yihadistas o por su papel en conflictos de base étnico-política».

La presidenta ejecutiva de ACN, Regina Lynch, destacó la importancia de estos datos y dijo que «corroboran la experiencia de nuestro trabajo con las Iglesias locales, donde ACN ayuda a las comunidades que enfrentan constantes amenazas contra su propia vida. ACN está muy orgullosa de apoyar a estos cristianos, pero sobre todo estamos agradecidos de aprender de su testimonio, que fortalece nuestra fe y la de nuestros benefactores todos los días».

Ecumenismo de la sangre

La comisión prefiere no publicar los nombres «hasta que sea prudente», pero mencionó a algunos de ellos: el sacerdote caldeo iraquí Ragheed Ganni que se negó a cerrar su parroquia en Mosul y fue asesinado por terroristas del Estado Islámico el 3 de junio de 2007; Abish Masih, un niño de 10 años fallecido en 2015 durante el atentado contra una iglesia en Yohannabad (Pakistán); los 21 mártires coptos asesinados en febrero de 2015 en las costas de Libia y que el papa Francisco incluyó en el «martirologio romano» o las cuatro misioneras de la Caridad que fallecieron en 2016 en su convento en Adén (Yemen) a manos de encapuchados que asaltaron el asilo en el que trabajaban.

Tesoro a custodiar

La «Comisión de los Nuevos Mártires – Testigos de la fe» inició su trabajo en julio de 2023, cuando el papa Francisco le solicitó «recoger los testimonios de vida, hasta el derramamiento de sangre, de estas hermanas y hermanos nuestros para que su memoria sobresalga como un tesoro que custodia la comunidad cristiana». Ya entonces aclaró que la búsqueda no solo involucraría «a la Iglesia católica, sino que se extenderá a todas las confesiones cristianas». «Con todos ellos tenemos una gran deuda y no podemos olvidarlos», escribió.

El presidente de este grupo de trabajo, el arzobispo Fabio Fabene, ha constatado al presentar los resultados cómo «el martirio ha existido en todas las épocas de la Iglesia, pero quizá ahora más numerosos que en el pasado, muchos renuncian a la vida para no traicionar el mensaje de Cristo». «Se trata de un trabajo para recordarlos y que no se diluya su memoria», apunta el número dos de la comisión, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio.

Esperanza para el futuro

Cuando Francisco instituyó la comisión en 2023, adelantó que «los cristianos siguen mostrando, en contextos de gran riesgo, la vitalidad del Bautismo que nos une. No son pocos, en efecto, los que, a pesar de ser conscientes de los peligros que corren, manifiestan su fe o participan en la eucaristía dominical. Otros son asesinados en sus esfuerzos por ayudar en la caridad a la vida de los pobres, por cuidar de los descartados por la sociedad, por valorar y promover el don de la paz y el poder del perdón. Otros son víctimas silenciosas, individuales o colectivas, de los avatares de la historia».

Según Riccardi, «el trabajo de esta comisión y la ceremonia ecuménica del domingo 14 de septiembre muestran que nuestra Iglesia es una iglesia mártir y que tienen mucho que enseñarnos. Somos contemporáneos de estas personas que podríamos haber encontrado y conocido personalmente en nuestra vida». En el marco del Jubileo de la Esperanza, reconoce que son «hombres y mujeres que han creído en un Dios que les era fiel también en circunstancias adversas. La Iglesia vive la memoria de los mártires no como momento de dolor, sino como esperanza para el futuro».

«El nombre de María es sello de eternidad». Por Mons. Alberto José González Chaves

(Infovaticana) Hoy, fiesta del Dulce Nombre de María, podemos detenernos en una experiencia sencilla y a la vez profunda: pensar cómo ese Nombre bendito de María ha estado en nuestros labios desde niños, cómo lo hemos recibido de nuestros padres y abuelos como la herencia más preciosa, y cómo deseamos conservarlo hasta el último aliento de nuestra vida.

Dice el libro del Eclesiástico: «Como perfume derramado es Tu Nombre» (Eclo 24,20). Si hay un nombre que perfuma y embellece el alma, que endulza los labios y fortalece el corazón, ese es el Nombre de María. No es un nombre cualquiera: en él resuena la historia de nuestra salvación, la ternura de Dios hecha rostro femenino, la cercanía de una Madre que nos acompaña.

Hoy recordamos con emoción cómo aprendimos a pronunciar este Nombre en la catequesis primera, de la mano de nuestros padres y abuelos. Quizá nuestra madre nos enseñó a juntar las manos y decir despacito: «Dios te salve, María…». Tal vez nuestro abuelo nos bendijo antes de dormir con el signo de la cruz, susurrando: «Que la Virgen María te me cuide». Aquellos gestos sencillos han marcado nuestra vida más que mil discursos.

María estuvo unida a nuestras primeras oraciones, a nuestras alegrías infantiles y a nuestros miedos de niño. Cuando algo nos asustaba, repetíamos casi instintivamente: «Virgencita, María, ayúdame». El Nombre de María se convertía en nuestro refugio, en un escudo invisible que nos daba paz.

Y así, con el paso de los años, hemos experimentado que este Nombre no envejece. Acompaña todas las etapas de nuestra existencia. En la juventud, cuando las pasiones se agitan y la vida se abre como un horizonte incierto, invocar a María es hallar pureza, orientación y consuelo. En la madurez, cuando pesan las responsabilidades, repetir Su Nombre nos devuelve serenidad y confianza. Y en la vejez, cuando el tiempo parece agotarse, pronunciar «María» es saborear ya un anticipo del cielo.

Los santos lo han entendido bien. San Alfonso María de Ligorio decía: «Quien ama a María, tiene asegurada la perseverancia final». Y san Bernardo, en una célebre homilía, nos dejó aquellas palabras inmortales: «En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. Que nunca se aparte de tus labios ni de tu corazón».

El nombre de María es sello de eternidad. Pensemos en la última hora de nuestra vida: ¿qué palabra querríamos pronunciar al entregar el alma a Dios? Qué dicha si fuera esta: «María». Sí, que Su Nombre sea el sello final de nuestros labios, la llave que abra la puerta de la eternidad, la melodía que nos conduzca suavemente al encuentro con su Hijo.

San Buenaventura afirmaba: «Jamás perecerá quien invoca a María con amor». Y la experiencia de tantos cristianos moribundos lo confirma: ¡qué paz y qué confianza brota en el corazón cuando se susurra ese nombre en la hora postrera!

Pero no solo en la vida personal: también en la vida de la Iglesia el Mombre de María ha sido siempre dulzura y fortaleza. Se le ha cantado en letanías, himnos y oraciones. Se ha grabado en ermitas, capillas y catedrales. Se ha repetido en procesiones y peregrinaciones. Se ha convertido en la melodía de la fe transmitida de generación en generación. No permitamos que este tesoro se pierda. En un mundo que tantas veces envenena el corazón con palabras duras, con nombres que dividen o hieren, volvamos a este Nombre que sana, que une, que endulza. Enseñemos a nuestros niños a pronunciarlo. Recordemos a nuestros jóvenes que es una brújula segura. Y mantengámoslo en nuestros mayores como prenda de esperanza. Hoy, fiesta del Dulce Nombre de María, renovemos un propósito muy sencillo y a la vez muy grande: que el Nombre de María esté siempre en nuestros labios. Al despertar y al acostarnos, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, que María sea nuestra compañía. Y cuando llegue el momento de cruzar el umbral hacia la eternidad, pidamos la gracia de entregar el alma diciendo, como un niño que llama a su madre: «María», como La llamaba Su Jesús, Quien, Palabra eterna de Dios, aprendió en Nazaret a balbucear palabras humanas. Y entre las primeras que brotarían de sus labios de niño estuvo, con toda certeza, el nombre de su Madre: «María».

Qué hondura inalcanzable tiene este misterio: el Hijo eterno de Dios llamando a su propia Madre por Su Nombre. Cada vez que Jesús pronunciaba «María», ese Nombre era acariciado por la voz divina y elevado a una dignidad indescriptible.

Imaginemos a Jesús niño, corriendo por la casa de Nazaret, llamando con alegría: «¡María!». Imaginemos al jovencito que, fatigado del trabajo en el taller, descansaba en pronunciar suavemente el nombre de su Madre. Para Jesús, decir «María» era pronunciar la ternura de Dios hecha carne, la fidelidad de la Alianza, la presencia humana más pura de Su vida terrena.

También José, el varón justo, saboreaba ese Nombre con una dulzura única. Para él, «María» era el nombre de la esposa virginal confiada a su cuidado. ¡Cuántas veces, en las horas de bochorno en el trabajo, se reconfortaría recordando ese Nombre! ¡Cuánto gozo sentiría al llamarla cada mañana, al trabajar juntos, al dialogar en la intimidad sencilla de la casita nazaretana!

José descubría en ese Nombre la fidelidad de Dios a las promesas de Israel. Y aprendía, en el silencio orante de su corazón, que pronunciar «María» era invocar a la criatura en Quien el mismo Dios había puesto Sus delicias.

Y Juan Evangelista, el discípulo amado, al recibir a la Señora como Madre en el Calvario, pronunció ese Nombre desde entonces con veneración y ternura indescriptibles. En Jerusalén primero, y luego en Éfeso, cada vez que decía «María» era como abrir una puerta al misterio de Dios.

¿Quién podrá barruntar lo que sentía Juan al llamar por su Nombre a la Madre del Señor? Aquel que había reclinado la cabeza sobre el pecho de su Maestro ahora podía recostar su vida entera en la Madre de Cristo. Y cada vez que la llamaba «María», un estremecimiento de cielo corría por sus venas.

De Jesús, José y Juan podemos aprender nosotros a pronunciar este Nombre con dulzura entrañable. El Nombre de María no debe estar en nuestros labios como algo rutinario, sino como un acto de amor filial. Cada vez que decimos «María», imitamos a Jesús niño llamando a su Madre; cada vez que decimos «María», imitamos a José esposo pronunciando el nombre más bello de la tierra; cada vez que decimos «María», imitamos a Juan discípulo que saboreaba ya el cielo en la tierra.

El Señor nos conceda la gracia de pronunciar siempre este Nombre con amor, con respeto y con ilimitada confianza. Que cuando digamos «María», resuene en nosotros la voz de Jesús, de José, de Juan. Y que un día, en la eternidad, podamos unir nuestra voz al coro de los ángeles, que no se cansan de repetir: «¡María!»

Porque el Nombre de María es fortaleza y victoria contra el demonio. Desde el principio de la Sagrada Escritura una promesa sostiene nuestra esperanza: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el Suyo: Ella te aplastará la cabeza» (Gn 3,15). Esa mujer es María. Y el Nombre de María, unido al de Jesús, ha sido siempre terror para los demonios y estandarte de victoria para los cristianos.

El demonio tiembla ante este Nombre, porque sabe que en María se encierra su derrota. Cada cristiano experimenta que cuando la tentación aprieta, basta invocar a la Virgen para encontrar fuerza. San Alfonso María de Ligorio asegura: «El que persevera en invocar a María, se salvará». Y san Bernardo afirma, en du hermosa oración _Memorare_ : «Nunca se oyó decir que ninguno de los que han acudido a Ti haya sido abandonado».

El Nombre de María es la llave que abre el corazón de Dios y cierra las puertas al enemigo. Es un escudo poderoso en la lucha espiritual: la historia de los pueblos cristianos lo confirma.

El 12 de septiembre de 1683, en la batalla de Viena, los ejércitos de la cristiandad, amenazados por la invasión otomana, obtuvieron la victoria no solo con armas humanas, sino invocando el Nombre de María. El beato capuchino Marco de Aviano animaba a las tropas a gritar «¡María!», y el papa beato Inocencio XI atribuyó la victoria a la protección de la Virgen. Desde entonces, la Iglesia quiso instituir la fiesta del Dulce Nombre de María como memoria viva de esta victoria. Y lo hizo para que los cristianos de todos los tiempos supiéramos que en las batallas de la historia, como en las del alma, el Nombre de María es siempre bandera de triunfo.

Cada hombre libra también una batalla interior. El mundo, el demonio y la carne se alían contra nosotros. Pero tenemos un arma invencible: invocar a María. Cuando repetimos Su Nombre en la prueba, cuando lo decimos en medio de la tentación, cuando lo susurramos en el dolor, una paz misteriosa nos envuelve y nos hace fuertes.

No olvidemos que María no es solo dulzura: es también fortaleza. Su Nombre no es solo consuelo: es escudo. Su Nombre no es solo melodía: es espada. Y por eso la Iglesia, al celebrar esta fiesta, quiere que renovemos nuestra confianza en Su protección.

Grabemos en el corazón una certeza: quien invoca este Dulce Nombre de María con fe jamás será derrotado. Aprendamos a repetirlo con ternura en la paz y con fuerza en la lucha, con gratitud en la alegría y con confianza en la tribulación.

Y cuando llegue nuestra última batalla, la del tránsito a la eternidad, que podamos despedirnos de este mundo con el Nombre de María en los labios. Será la mejor defensa, la más suave música y la llave de nuestro cielo.

jueves, 11 de septiembre de 2025

El domingo 14, Exaltación de la Santa Cruz, comienza en la Catedral la «Perdonanza»

(Iglesia de Asturias) Este próximo domingo, 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, dará comienzo en la Catedral de Oviedo, como cada año, el Jubileo de la Santa Cruz, también conocido como la «Perdonanza». Finaliza el 21 de septiembre, día de San Mateo, y a lo largo de toda esta semana será posible ganar la indulgencia plenaria en la Catedral con las condiciones que establece la Iglesia: confesión, comunión y rezo por las intenciones del Papa, el Padrenuestro y el Credo.

En esta ocasión, el lema del Jubileo es “La cruz, fuente de esperanza”, aludiendo a este Año Jubilar de la Esperanza 2025 convocado por el Papa Francisco.

Las eucaristías jubilares tendrán lugar a las 18,30 h en la nave central de la Catedral y se expondrá en todas ellas la Cruz de los Ángeles (siglo IX), que se custodia en la Cámara Santa. Una hora antes, a partir de las 17,30 h, se podrá recibir el Sacramento de la Penitencia. El día 21, fiesta de San Mateo, el Deán presidirá, además, la eucaristía solemne a las 12 del mediodía.

Al finalizar las celebraciones de los días 14 y 21, como es tradicional, se mostrará el Santo Sudario frente al altar mayor para la veneración de los fieles. Además, durante todo el Jubileo, el Santo Sudario permanecerá descubierto en la Cámara Santa.

Tal y como ha venido haciéndose en los últimos años, las banderas de la Perdonanza volverán a ondear en la torre de la Catedral. El encargado de su colocación será el ovetense Joaquín Álvarez Sánchez, Guía de Montaña, mañana viernes, 12 de septiembre, a partir de las 9,30 h.

Los temas y los sacerdotes que predicarán cada día del Jubileo serán los siguientes:

14 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuente de redención y perdón”, 
por D. Jorge Juan Fernández Sangrador

15 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuente de luz en medio del sufrimiento”, 
por D. José Luis González Vázquez

16 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuente de unidad y reconciliación”, 
por D. Manuel Ángel Acebal

17 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuente de entrega y generosidad”, 
por D. Adolfo Mariño Gutiérrez

18 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuerza en la debilidad”, 
por D. Jorge Juan Fernández Sangrador

19 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuente de esperanza más allá de la muerte”, 
por D. José Ramón Garcés Martínez

20 de septiembre: 18,30 h “La cruz, camino de renovación personal”, 
por D. Sergio Martínez Mendaro

21 de septiembre: 18,30 h “La cruz, fuerza para transformar el mundo”, 
por D. José Ramón Garcés Martínez

21 de septiembre, festividad de San Mateo, 12 h,
 a cargo de D. Benito Gallego Casado

Nuevo libro de Monseñor Martínez Camino sobre los Mártires de 1934

Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, Obispo auxiliar de Madrid y asturiano nacido en Marcenado (Siero) acaba de publicar su último libro ''Los 39 mártires de 1934 en España, con los Santos de Turón a la cabeza''. Este libro ofrece el primer panorama completo de esos testigos de Jesucristo, los primeros 39 mártires del siglo XX en España que causó la revolución de 1934. Los más conocidos son los santos Mártires de Turón y los beatos Seminaristas mártires de Oviedo. Murieron perdonando. Fueron víctimas ese ídolo moderno llamado Progreso, que sigue desorientando tantas vidas y amenazando la convivencia. 

Su memoria estimula la reconciliación y nutre la esperanza que no defrauda. Uno de los mártires de 1934 tenía sobre su mesa el crucifijo que ilustra la cubierta. Había grabado al dorso las palabras del Maestro: «amad a vuestros enemigos; haced bien y prestad sin esperanza de recibir nada por ello; y será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno aun para los ingratos y malos».

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Palabras del Presidente de la C. E. E. sobre los coros

 

Covadonga: la voz que incomoda y la ausencia que divide. Por Joaquín Santiago

(Mioviedo.com) Sanz Montes, con la franqueza que lo caracteriza, se atreve a poner sobre la mesa lo que tantos prefieren barrer bajo la alfombra: la inmigración ilegal de base islámica y su escasa o nula adaptación al país que los acoge

Covadonga es mucho más que un santuario en la montaña. Es espejo y termómetro de Asturias, y en su día grande siempre se cuelan, junto a la fe y la emoción, las cuentas pendientes de la política. Este año no fue distinto. Allí estaba Antonio María Rouco Varela, cardenal emérito de Madrid, acompañando a Jesús Sanz Montes. Y allí no estaba Adrián Barbón. La fotografía es tan clara que no necesita pie: presencia frente a ausencia, apoyo frente a vacío.

Sanz Montes, con la franqueza que lo caracteriza, se atreve a poner sobre la mesa lo que tantos prefieren barrer bajo la alfombra: la inmigración ilegal de base islámica y su escasa o nula adaptación al país que los acoge. Un tema espinoso, sin duda, pero ¿acaso menos real por incomodar? El arzobispo habla de lo que ve y lo dice sin tapujos, a riesgo de que lo acusen de “incendiario”. Paradójicamente, esa acusación suele llegar de quienes prefieren que el incendio siga avanzando en silencio, sin que nadie alce la voz.

Barbón, en cambio, opta por la estrategia del sillón vacío. No es solo que se ausente de la misa; es que con ello transmite la sensación de que Covadonga no es asunto suyo. Pero lo es. Porque Covadonga no es un acto piadoso para iniciados, sino un símbolo que atraviesa a todo un pueblo. La ausencia del Gobierno regional no es neutral: divide. Y divide justo en el lugar que nació como mito de unión.

Mientras tanto, Rouco Varela, tan vilipendiado en algunos círculos extremistas, demuestra que su figura sigue pesando. Su presencia junto a Sanz Montes no es casual ni protocolaria: es un respaldo explícito. El contraste con Barbón resulta tan evidente como incómodo. Un cardenal de 88 años aguanta el tipo en la montaña, y un presidente en plenitud política decide borrarse de la foto. Que cada cual saque sus conclusiones.

El problema es de fondo: ¿puede Asturias seguir ignorando el debate sobre inmigración ilegal sin pagar factura social? Europa entera está enfrentada a la misma cuestión. Aquí, el arzobispo lo plantea a su modo, con crudeza y sin cosméticos. Y el Gobierno regional responde con silencio administrativo, como si las cosas dejaran de existir por no nombrarlas. La ironía es que, en esta partida, el que queda como político es el obispo, y el que parece predicador en el desierto es el presidente.

Y quizá haya que recordar la génesis del entuerto: cuando se decidió que la festividad religiosa de la Santina coincidiera con el Día de Asturias. Se buscaba sumar símbolos, pero se ha logrado restar concordia. Ahora, la ceremonia religiosa y la política compiten en un ring que nunca pidió existir. ¿Quién gana? Nadie. ¿Quién pierde? Todos.

Covadonga sigue devolviendo la imagen sin maquillaje: una Iglesia que dice las verdades del barquero y un Gobierno que se ausenta para no escucharlas. A lo mejor es hora de admitir que aquella concurrencia en el calendario no fue una buena idea. Porque la Santina seguirá ahí, pero la política, si se empeña en dividir, acabará siendo un ruido de fondo.

martes, 9 de septiembre de 2025

El Cardenal Arzobispo emérito de Madrid, Antonio Mª Rouco clausura la Novena de Covadonga

(Iglesia de Asturias) El último día de la Novena a Nuestra Señora de Covadonga se caracterizó por un cambio de última hora, ante la presencia en el Santuario del Cardenal Arzobispo emérito de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela. Él fue quien presidió la última eucaristía del novenario, una invitación que agradeció en su homilía al señor Arzobispo Mons. Jesús Sanz, que concelebraba, y que definió como «un detalle de gran finura humana y espiritual».

Mons. Rouco Varela, que quiso estar presente en el último día de la Novena y también en la festividad de la Virgen de Covadonga, se centró en su homilía en la «esperanza» y el «amor», y para ello citó las encíclicas del Papa Benedicto XVI Spe Salvi y Deus Caritas est. «El hombre quiere poder amar eternamente, pero no es capaz por sí solo. Para ello tiene que encontrarse con Dios, su creador», afirmó. Y recordó que, desde el principio, «el hombre ha querido ser Dios, y eso ha marcado la historia de la humanidad», dijo, y recordó que el último siglo vino marcado por este hecho y provocó grandes guerras y conflictos. «Este tiempo que vivimos –afirmó– anima al hombre a repetir aquel pecado original, creyéndose que es Dios, otra vez».»Es curioso que también en el siglo pasado la Virgen se apareciera a unos pastorcillos y les animó a abrirse al amor de Dios». «María nos dice que hay un hogar, hay Madre, hay Cristo, hay Dios. Poned la esperanza en lo que significan estas palabras. ¿Hemos aprendido algo del siglo XX? ¿La Iglesia ha aprendido a acercar a sus hijos a la Madre, a la confesión, a la eucaristía? Hay que hablar de nuevo de la santidad. Como esta mañana, que han sido canonizados dos jóvenes en Roma. Solo hay esperanza firme para todos si nos acogemos a Ella, que es Madre y hogar a la vez. No hay hogar sin Madre y no hay Madre sin hogar».

Y es que «si queremos tener esperanza, si queremos saber y poder amar, tenemos que dirigirnos a la Madre del Hijo de Dios. Y así podremos amar eternamente y ser felices eternamente. Y pedirle a Ella que nos reúna siempre en torno a la eucaristía, alimento que es camino del amor verdadero para esta vida y la eterna».

El Cardenal se refirió también al Año Jubilar de la Esperanza, convocado por el Papa Francisco. «Se dice que este tiempo es tiempo de desesperanza, y por eso el Papa quiso centrar este Año Jubilar precisamente en la esperanza que no defrauda, que lleva al amor y a la gracia».

Finalmente tuvo unas palabras para valorar de manera especial el Santuario de Covadonga y lo que supone este lugar para la historia: «¿Qué hubiera sido de España si en aquel momento histórico en el siglo VIII no se hubiera acogido a la Virgen de Covadonga? ¿Y qué hubiera sido de Europa?», de la misma manera que trajo al recuerdo la visita de san Juan Pablo II a Covadonga en el año 1989, cuando relacionó, en su discurso, Santiago y Covadonga, y lo que significaba Covadonga para la historia de España y de Europa. «No sé si los europeos son conscientes de ello pero, sin aquel acontecimiento histórico del siglo VIII, no estaríamos hoy aquí hablando de la Virgen para todos. Que podamos seguir siendo testigos suyos».

Necrológica

Ha fallecido en Oviedo el sacerdote diocesano Rvdo. Sr. D. José Ramón García García

Nació en San Bartolomé de Valdepares (El Franco) en el año 1939.

Ingresó en el Seminario de Tapia de Casariego, pasando después por los de Covadonga y Oviedo. Concluidos los estudios de filosofía y teología recibió la ordenación sacerdotal en 1964

Sus encomiendas pastorales fueron las siguientes:

Coadjutor de San Pablo de La Luz - Avilés (1964-1968)

Regente de San Luis de La Nueva - Langreo (1968-1970)

Capellán del Apostolado del Mar - Avilés (1970-1079)

Miembro de la Comisión Económica Diocesana (1976-1978)

Ecónomo de Nuestra Señora del Carmen de San Juan de Nieva - Avilés (1979-1990)

Párroco del Sagrado Corazón de Villalegre - Avilés (1990-1994)

Capellán del Hospital de San Agustín - Avilés (1994-2020)

Persona cariñosa, humana y sensible, siempre tuvo una especial sensibilidad hacia los enfermos y las personas que sufren, por ello desarrolló una pastoral siempre de aliento, esperanza y apoyo. Ejerció también la docencia el Instituto Virgen de la Luz y en el Colegio Paula Frasinetti de las Religiosas Doroteas de Avilés. La mayor parte de su vida ministerial está vinculada a la villa avilesina, donde desarrolló también una hermosa labor en la capellanía del puerto atendiendo espiritualmente desde el Apostolado del Mar a las gestes de este gremio. En el año 2020 pasó a la situación de jubilado fijando su domicilio en Avilés. Al empeorar su salud se trasladó en 2022 a la Casa Sacerdotal de Oviedo donde ha vivido estos últimos años junto a su hermano sacerdote. Al agravarse su salud fue ingresado en el Hospital Monte Naranco de Oviedo donde falleció en el día de ayer, solemnidad de la Santina. Tenía 86 años de edad, y 61 de ministerio sacerdotal. 

D.E.P.

Su funeral tendrá lugar este miércoles, 10 de septiembre, a las cinco de la tarde en la parroquia de San Bartolomé de Valdepares. Estará presidido por el Vicario General, D. Adolfo Mariño. A continuación recibirá cristiana sepultura en el cementerio municipal. La capilla ardiente ha quedado instalado en la Capilla de Altares de la Casa Sacerdotal de Oviedo. 

«Porque yo confío en tu misericordia:
mi alma gozará con tu salvación» (Sal 12)

lunes, 8 de septiembre de 2025

Homilía en la Solemnidad de Nuestra Señora de Covadonga

Queridos hermanos en el episcopado: Sr. Arzobispo emérito de Madrid, Cardenal Antonio Mª Rouco; Sr. Obispo emérito de Santa Cruz de la Sierra, Mons. Braulio Sáez. Sr. Vicario General, Sr. Abad de Covadonga, hermanos sacerdotes y diáconos. Excmo. Sr. Alcalde de Cangas de Onís y corporación municipal, Excmo. Sr. Presidente de la Junta General de Asturias, Parlamentarios autonómicos y nacionales. Sr. Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias y demás autoridades Judiciales, Civiles, Militares, Académicas, Culturales y Sociales. Miembros de la vida consagrada, seminaristas, fieles cristianos laicos. Hermanos que nos seguís a través de los medios de comunicación: El Señor llene de Paz vuestro corazón y acompañe con Bondad vuestros pasos.

Las campanas de la Basílica rompieron esta mañana el silencio de la noche llenando el valle del Auseva con su llamada que nos convoca a un día de fiesta. Es la cita que nos reúne cada año en este día memorable en el que celebramos la Santina de Covadonga, en un lugar y una fecha que nos congrega a tanta gente de bien que sabe reconocer el significado que tiene este marco de belleza natural entre las montañas de nuestros Picos de Europa, igualmente la historia imborrable de un pueblo cristiano que aquí nace, y un lugar, también, de identidad religiosa y asturiana donde venimos a rendir el sentido homenaje a Nuestra Señora.

Durante la novena hemos peregrinado desde toda Asturias, desde otros sitios de España y desde otros países, cada uno con el fardel de preguntas que nos cuestionan y con las heridas de nuestros pesares, pero también con la certeza de ser esperados por quien tiene las respuestas y el bálsamo que aminora las dolencias. Este año se enmarca en un año santo jubilar, en el que todos los cristianos celebramos los 2025 años del nacimiento de Jesucristo. La esperanza nos está guiando en esta andadura. La esperanza no coincide con la buena fortuna donde aparentemente nunca pasa nada y todo resulta grato y sin problemas, sino con la mirada distinta a cuanto acontece cuando lo vemos y vivimos desde los ojos de Dios y con su gracia. La esperanza es un don que nos evita ser rehenes de cuanto nos duele o acorrala, y más bien nos hace testigos de la discreta y fiel compañía de Dios que nos sostiene y nos levanta. Él hace de nuestras lágrimas su propio llanto y brinda con nuestros gozos la alegría de su fiesta eternamente inacabada.

Hoy aquí en Covadonga, en esta fiesta grande y con gozo celebrada nos encontramos este buen número de cristianos, y a través del canal de televisión de 13TV estamos en toda Asturias y en toda España, llegando incluso a la América hermana con la retransmisión de MaríaVisión, y con el canal del Santuario en YouTube en toda Europa. Dios sea bendito por esta posibilidad que dilata con altura y anchura la fiesta de Covadonga donde la Santina preside desde hace tantos años y seguirá presidiendo el día de Asturias en la Basílica y la Santa Cueva de su montaña.

La palabra de Dios nos ha vuelto a acercar escenas entrañables, como hemos escuchado en el salmo tomado del Cantar de los Cantares con su preciosa cadencia literaria y belleza musical. La roca dura se dejó abrir con una hendidura en su piedra para adentrarnos con nuestras cuitas y cuestiones que nos hacen vulnerables. Pero en la aparente dureza infranqueable de una montaña se hizo sitio la oquedad que se nos brindó como refugio en medio de las tempestades, como lugar seguro cuando por doquier surgen las hostilidades que pretenden acallar nuestra voz y censurar nuestro mensaje. Esta es la experiencia que desde hace tantos siglos se repite una y otra vez en medio de este paisaje que alarga en la historia aquella primera victoria sobre los que intentaron someter a un pueblo, borrar su pretérito e imponer un presente ajeno a cuanto había representado su sentimiento, sus creencias y sus venideros desenlaces.

Es el salmo que pondrá siempre la letra a la música de nuestros momentos claroscuros y agridulces, cuando parece que lo sórdido, lo zafio, lo injusto, lo violento, lo corrupto y ceniciento han ganado la batalla a la verdad, a la bondad y la belleza, introduciendo una maldición de la que no es posible salir. Hay maldiciones de las que se sale, y por eso la tradición cristiana sabe resistir con paciencia y valor, nutriendo a diario lo que sabemos que es fuente de nuestra esperanza que no defrauda ni engaña.

Pero si esto nos decía el salmo cuya hermosura hemos gustado, el Evangelio nos ha traído una escena que tiene como protagonista a la Virgen, a nuestra Señora. Un largo viaje entre Nazaret y Aim Karem para verificar un milagro. María está encinta milagrosamente siendo núbil prometida esposa. Isabel, su prima, está también esperando en su edad avanzada para tan buena esperanza. Es el milagro de la vida, cuando la vida no tocaba todavía en la mocedad intacta o cuando la vida jamás pasó por la puerta de la espera soñada. Pero la vida convocó sorpresivamente y surgió con brío la esperanza verdadera que anida siempre en las entrañas. Dos madres de un milagro levantando acta de cómo los avatares de una historia pueden ser saludados sin el miedo que nos hostiga, sin la impostura que nos aplasta, sin la maldición que nos condena a caminos que no tienen salida en donde parece que no es posible la esperanza. Un relato que puede tener la fecha de nuestros días.

Así fue el testimonio de ese feliz encuentro entre dos mujeres, con parentesco de primas y maternidad compartida ante el asombro que se deja sorprender por un Dios que nunca aburre y que siempre cumple sus promesas sin repetirse jamás. María fue saludada como bendita e Isabel será testigo de cómo lo mejor que tenía en sus entrañas saltará de alegría como un canto de algazara con la más agradecida cantata. Es un requiebro que nos invita a remedar tamaño regalo, siendo portadores de Jesús desde el corazón, como hizo María, y siendo cronistas de una alegría que salta abriendo la esperanza en la vida, como hizo Isabel.

Si venimos ahora a nuestro inmediato recuerdo no podemos dejar de pensar en lo que ha ensombrecido nuestro camino con los incendios que por doquier nos han asolado. Un incendio devastador siempre se lleva por delante el pasado que guardaba la memoria de lo que somos. Cuando hemos visto arder no sólo bosques, sino casas en las que guardábamos tanto que nos recordaba quiénes somos y de dónde venimos, pero hemos visto el pasado reducido a cenizas. Igualmente, el presente ha sido alcanzado por unas llamas que abrasaron a personas cercanas hasta su muerte sumiéndonos en tanto dolor. Un presente donde el fuego nos ha impedido cambiarnos de ropa y ducharnos, compartir una mesa con los que amamos, abrir nuestra casa a los amigos, pero también nos impidió seguir sembrando semillas que darían frutos en las campiñas o los ganados que nos alimentaban: todo ha quedado reducido a tierra quemada de la que no sacaremos nada. Un presente que queda hipotecado ante nuestra incertidumbre más asustada.

Pero hay un espacio y un tiempo a los que las llamas no llegan. Es el futuro de nuestro inmediato mañana. Podemos y debemos lamentar con lágrimas lo perdido por los incendios que han quemado parte de nuestro pasado y nuestro presente, pero tenemos por delante un futuro al que los pirómanos o las inclemencias jamás llegarán con sus fechorías calculadas o fortuitas. No podemos dejar de mirar al futuro con esperanza.

Yo he visto ese futuro como la bendición que recibió María, como el salto alegre en el seno de Isabel, como una hendidura en la dureza de la realidad abriendo caminos de esperanza cuando el túnel sin salida muestra su puerta de entrada a un horizonte infinito. Lo he visto precisamente en los jóvenes que nos han visitado este verano aquí en Covadonga. Fueron más de 400 los que acompañé subiendo al Santuario de la Santina adentrándonos por los bosques el primer sábado de mayo. O los casi 2000 que llenaron de alegría este bendito lugar a primeros de julio en unas jornadas inolvidables. O aquellos más de 2000 que desde Oviedo peregrinaron a Covadonga a fines de julio viniendo de tantos lugares del mundo.

Es la misma esperanza llena de futuro al que las llamas no alcanzan, lo que pudimos compartir con el Papa León en el jubileo de los jóvenes a comienzos de agosto con aquel millón de chavales que dijeron sí a las propuestas cristianas del evangelio de Cristo. Creen en la verdad y saben distinguir a los que a mansalva mienten, creen en la justicia y reconocen a los que la usan torticeramente, creen en la honestidad y se distancian de los que de tantos modos se corrompen, creen en la belleza y evitan a los que la manchan con sus perversiones inmorales, creen en la bondad y se protegen de los que la envilecen en la insidia que divide y enfrenta. Esta juventud tiene otra mirada y se separa de los dioses falsos que denunciaba Th.S. Eliot cuando señalaba los tres ídolos que adoran los que se alejan del verdadero Dios: el dinero, el poder y la lujuria. Esta juventud nos asoma a una Iglesia joven y a una sociedad fresca como recordaba Benedicto XVI, que nos permite pasar página de tantos incendios de diverso tipo ideológico que se llevan nuestro pasado, complican nuestro presente y difuminan nuestro futuro, pero que no destruirán el mañana de la esperanza, aunque lo chamusquen. La esperanza de los jóvenes como los que ayer fueron canonizados en Roma: Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que fueron capaces de escribir otra historia desde la bondad, la verdad y la belleza que nutre la esperanza.

Rafael Narbona, en su ensayo titulado “Elogio del amor”, trae a colación un texto precioso de Antoine de St.Exupery cuando éste pedía respeto por el hombre: “La fraternidad es la casa común de todos los que anhelan calentarse con el calor de otro corazón humano. En esa hoguera, los hombres intercambian ideas y sentimientos sin renunciar a sus convicciones. El que piensa de otro modo es como un viajero que nos relata sus aventuras enriqueciendo nuestras vidas con aspectos desconocidos”. Algo que contrasta con las guerras declaradas en este momento crucial de la historia. Por eso pedimos por la paz como nos repite el Papa León XIV cuando pensando especialmente en los escenarios de Gaza, Ucrania y Sudán, nos dice que “la guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado”. Es la paz que nace de la esperanza cristiana.

Día de la Virgen de Covadonga, día de Asturias, en esta fecha y en este lugar, con un abrazo a toda esa España que nos contempla y a todo ese mundo al que queremos de verdad. Amigos y hermanos, gracias por haber venido a esta celebración que tiene las puertas abiertas para quien se quiere acercar. Feliz día de la Virgen de Covadonga, nuestra patrona. Feliz día de Asturias nuestra patria chica y querida. El Señor nos guarde y nos bendiga siempre, y que María nuestra Santina nos siga cuidando. Amén.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Santuario de Covadonga (Asturias)
8 septiembre de 2025

8 de Septiembre. Lecturas en la Solemnidad de Nuestra Señora de Covadonga


Lectura del libro de Miqueas 5, 1-4a

Esto dice el Señor:
«Y tú, Belén de Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales.

Por eso los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá junto con los hijos de Israel.

Se mantendrá firme, pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios; se instalarán, ya que el Señor se hará grande hasta el confín de la tierra.

Él mismo será la paz».

Palabra de Dios

Salmo 12, 6ab. 6cd 
R/. Desbordo de gozo con el Señor.

Porque yo confío en tu misericordia:
mi alma gozará con tu salvación. R/.

Y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30


Hermanos:
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.ç

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 1-16.18-23

La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».

Palabra del Señor

Retransmisión en directo de la Misa Mayor de la Solemnidad de Nuestra Señora de Covadonga desde el Real Sitio

 

domingo, 7 de septiembre de 2025

De vuelta al cole, entre incendios y polémicas. Por Monseñor Jesús Sanz Montes O.F.M.

Estamos de vuelta al cole, como nuestros más pequeños que se disponen a llenar sus mochilas y carteras con los nuevos libros recién forrados. Es regresar a lo cotidiano tras la holganza veraniega. El descanso estival fue perturbado por los incendios que, fortuitos o provocados, han asolado tantas cosas poniendo un desconsolado llanto ante lo perdido personal o materialmente. No comienza el cole de la misma manera para los que han sufrido pérdidas de seres queridos, pérdidas también de casas, campiñas y ganados con los que sostenían sus vidas. Un escenario difícil de mirar y duro de asimilar. No levantaremos nosotros la voz a otros debida, para prevenir, controlar y en la media de lo posible evitar estos desastres que exigen una gestión inteligente, solidaria y generosa, sin caer en banderías aprovechonas en las que acusar a otros de la culpa propia.

Han sido muchos los incendios y de muchos tipos de llamas. Yo he vuelto a sufrir algunos chispazos políticos y mediáticos ante algo que expresé brevemente al hilo de una cuestión lejana como era el uso o no de un polideportivo para un ritual musulmán de sacrificios de corderos. No entré en la cuestión. Simplemente dije que el buenismo que hacía ponerse a algunos estupendos esgrimiendo el respeto por un ritual musulmán y un espacio público donde ejecutarlo, a mí me recordaba que no es el mismo trato que nos brindan a los cristianos cuando pacíficamente tratamos de vivir y expresar (con enorme censura o incluso con hostil persecución) nuestra fe en los lares donde hay gobernanzas de la media luna que se rigen por el Corán. Dentro de un diálogo interreligioso viable y deseable, yo entiendo que es posible la convivencia respetuosa entre las distintas religiones. De hecho, tengo la experiencia en mis visitas a África donde estaban nuestros misioneros, de una relación cordial y respetuosa entre nuestra comunidad cristiana con la parroquia católica y los responsables y fieles islámicos con su mezquita musulmana.

Pero, lamentablemente, no siempre es así. Y también se da una versión violenta y excluyente de los postulados islámicos. Se llega incluso a la acción terrorista cuando se practican los secuestros de cristianos, las violaciones de nuestras mujeres, los asesinatos por degollación y las explosiones de bomba en nuestras iglesias católicas. Además de la casi imposibilidad de expresar la fe cristiana más allá de la clandestinidad a la que nos obligan en sus lares. Entonces pedí simplemente la reciprocidad: bienvenidos los musulmanes que con respeto a nuestra historia y tradiciones se integran entre nosotros, pudiendo libremente expresar su fe, pero que los cristianos seamos igualmente bienvenidos con idénticas actitudes de benevolencia en sus países.

A algunos les resultó insufrible el término “moritos” con el que me referí a los musulmanes. La palabra “moro” viene del griego “máuros” que significa literalmente “oscuro”. Y así se denominó a los habitantes de Mauritania por estar poblada de personas con la tez oscura, “mora”. Luego se extendió a todo el Magreb y finalmente al África en la que se expandió la religión musulmana. Decir moro era como decir musulmán. Nada despectivo, hiriente o insultante. Véase el desarrollo del uso popular y nuestro refranero. Y “moritos”, como españolitos o asturianinos, no deja de ser un apelativo cariñoso. ¿Dónde está el problema?

La reacción que produjo mi breve deseo ha sido desproporcionada: por una parte, las diatribas sincronizadas de quienes necesitaban construir un “casus belli” para atacarme o justificar mi improcedencia y mi exclusión, pero por otra, mucho más (inmensamente mucho más) el apoyo agradecido que he recibido desde EEUU, México, Alemania, Austria, Italia, Marruecos y de toda España. No hubo intención por mi parte más que de pedir reciprocidad a los moritos para con los cristianitos. No es una escaramuza de moros y cristianos siguiendo el manual de Don Pelayo, sino justamente todo lo contrario: entrar en un diálogo que fomenta la convivencia desde el respeto a la vida y la sana tolerancia fraterna. Como pide el Papa y pedimos los obispos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

''No puede ser discípulo mío''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


De hoz y coz ya en el mes de septiembre, que en nuestra diócesis es un mes muy de María y muy de la Cruz, nos reunimos como comunidad para celebrar el día del Señor en este domingo XXIII del Tiempo Ordinario. La palabra de Dios de este día nos llama a enfocar nuestra vida según lo que espera el Señor de nosotros, más que lo que nosotros esperamos de Él. A veces nuestro yo, nuestro ego, nuestro criterio, es nuestro mayor enemigo, pues nos desborda; nos ciega y anula de modo que nos es imposible poder vivir la vida cristiana con coherencia. Una persona orgullosa, altanera... que sólo se siente Iglesia cuando va en la dirección que le gusta, cuando en su parroquia se hacen las cosas de una determinada manera, o que sólo está a bien con Dios cuando todo le sale a pedir de boca, será alguien que se dirá cristiano, pero que realmente no ha conocido a Jesucristo ni su mensaje. Ante esto el Señor pone delante de nosotros hoy la necesidad de integrar y aceptar las frustraciones, fracasos y dolores. Y qué mejor mes para interiorizar esto que estas fechas en que tantos nos acercamos a santuarios de la Cruz. Y es que de nada me sirve hacer una procesión tras Jesús cargando la Cruz, si no soy capaz de ver que me está llamando a mí a abrazarla, besarla y llevarla.

¡Tantas veces nos sentimos autosuficientes! Creemos que todo lo podemos con nuestras fuerzas, hasta el punto que sacamos a Dios de nuestra vida convirtiéndonos nosotros en nuestros propios dioses, o buscando y descansando en nuestros becerros de oro particulares a los que adorar. Así nos advierte Libro de la Sabiduría en la primera lectura que hemos escuchado: ''Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa''. Es evidente que el hombre no tiene respuestas para todo, especialmente en lo que se refiere al campo de la fe, pero lo preocupante no es no encontrar la respuesta más clara, sino cuando sencillamente dejamos de hacernos preguntas. Necesitamos invocar al Espíritu Santo para que nos de luz, para que seamos capaces de descifrar no lo que me conviene hacer en este momento, sino lo que espera el Señor de mí; es decir, qué camino es el que me va ayudar más a creer en mi seguimiento del Maestro. Y esto no es una decisión puntual de un día, sino que cada vez que tomo una decisión, aunque sólo sea para ver qué hago con las monedas del cambio al salir del supermercado -si guardármelo para darme un capricho o dar una limosna al de la puerta- ya es un cruce de caminos en mi vida de fe. Este texto sapiencial nos lleva a reflexionar sobre nuestra fragilidad humana, que es tal, que cuanto mejores creyentes nos creemos, ya estamos siendo mediocres y actuando en corto. Por eso ante nuestras flaquezas nos viene la respuesta del salmista: ''Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación''. Por mal que lo hagamos, por mucho que nos equivoquemos, siempre estará  el Señor esperandonos para acogernos como refugio y descanso del alma. 

La epístola de San Pablo a Filemón es muy breve pero muy sentida y elocuente. Hoy no es tanto una catequesis, sino una carta más bien privada que nos revela el corazón del Apóstol. Nos presenta a Onésimo, al que llama hijo, y nos dice que lo ha "engendrado" en la cárcel... Este hombre era un prisionero, un esclavo, que fue compañero de prisión con Pablo, el cual se convierte y pide el bautismo en la cárcel al conocer el evangelio por boca del Apóstol. Onésimo ya es libre a pesar de estar en la cárcel, y es que ha renacido por las aguas del bautismo, goza ya de la libertad de los Hijos de Dios. San Pablo siente un gran cariño por este muchacho, pero es consciente de que cuando salga de prisión y regrese a casa de su amo recibirá un gran castigo como era costumbre. Es esto es lo que motivó al apóstol a escribir al "amo" de Onésimo que se llamaba Filemón, para pedirle que le conceda la libertad social ya que es libre del pecado original. San Pablo es claro: ''que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor''. Nos vemos por tanto ante otra característica del orgullo: considerar inferior, peor y no a mi altura, a quien debería ver como lo que en verdad es: ¡un hermano! 

Adentrándonos en el evangelio nos situamos ante un texto tomado del capítulo 14 del evangelio de San Lucas: Jesús sigue preparando a sus discípulos y a la gente que le seguía en el camino a Jerusalén, que es en definitiva el camino al Calvario, por eso el tema de la cruz es tan importante. Pero lo que se aborda implícitamente es el de la humildad como ya apuntamos, lo cual es fundamental para poder vivir en nuestras vidas el evangelio y para que Cristo pueda morar en nuestros corazones. Jesús nos habla de tres renuncias para seguirle en verdad: posponer a la familia y a uno mismo, cargar con la cruz y renunciar a todos los bienes. Y a estas tres premisas les pone la misma sentencia para el que no lo acepte así: ''no puede ser discípulo mío''... ¿Es que Jesús no quiere que amemos a la familia, que no tengamos autoestima - amor propio? ¿Quiere Jesús que lo pasemos mal y vivamos en la miseria?... Hay que entender las cosas en su contexto: lógicamente el Señor no quiere que demos la espalda a la familia o que no tengamos autoestima o vivamos en calamidad; lo que quiere Jesús de nosotros es que nuestra fe no esté por debajo de lo nuestro ni de nuestro yo. Esto es difícil, evidentemente, pero es una propuesta para crecer en la humildad. Y es que ya decía Santa Teresa: ''la humildad es la madre de todas las virtudes''; ''quien anda en humildad anda en verdad''. O, ''La humildad, por profunda que sea, ni inquieta ni perturba el alma; va acompañada de paz, alegría y tranquilidad''. Somos llamados a vivir en sencillez, en la pobreza evangélica, que no es sinónimo de miseria. 

Pero sobre todo, hoy somos invitados a cargar con la cruz, que ciertamente no nos gusta, y porque nos cuesta una parte de nosotros se revela, y es que el Reino de Dios no es de este mundo, por eso los criterios mundanos siempre chocan con su Palabra. Mientras este mundo nos invita a vivir la vida (lo cual es un sinsentido, pues no existe vida sin sufrimiento) Jesús nos dice: ''toma tu cruz y sígueme''... Si Jesús cargó su cruz que era mil veces más pesada que la nuestra, cómo voy yo a quejarme de nada cuando puedo hacer que el sufrimiento de la propia vida me ayude a crecer, me acerque más al Señor y pueda ofrecerlo por tantas intenciones piadosas. 

También hemos de tener cuidado cómo interpretamos la palabra de Dios: seguir a Cristo implica discernir de la misma forma que el que calcula antes de una obra o batalla, si estamos dispuestos a renunciar a todo lo que se oponga a Él. Este compromiso exige una lucha interior, pero conduce a la amistad con Jesús y a la paz del cielo. 

La fe disuelve barreras y renueva actitudes construyendo comunidades basadas en el respeto y la igualdad. El discipulado se compara con una torre y una batalla. Construir implica perseverancia y renuncia; luchar supone enfrentar y superar egoísmos, miedos y tentaciones. La victoria no sigue criterios mundanos: puede implicar perder bienes o la vida, pero está asegurada en el Resucitado. La gloria del discípulo es participar de la vida y misión de Cristo, en sus momentos de luz y de cruz, con la certeza de que la victoria final, la vida eterna, ya nos ha sido dada por adelantado en Él.

Evangelio Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?

No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor