viernes, 31 de julio de 2020

El Tribunal de Cuentas analiza el sistema de cooperación económica del Estado con la Iglesia

(C.E.E.) El Tribunal de Cuentas ha hecho público el informe de fiscalización sobre las actuaciones desarrolladas por la Administración General del Estado en materia de cooperación económica con la Iglesia católica y con otras confesiones religiosas. En el texto, el Tribunal de Cuentas valora el trabajo que realiza la Iglesia en su Memoria de actividades de la Iglesia presentada y el Plan General Contable que la Iglesia ha implementado en los últimos años.

Al final del informe, el Tribunal de Cuentas recomienda a la Agencia Tributaria incluir en las sucesivas liquidaciones de la asignación tributaria en favor de la Iglesia Católica el importe estimado de las declaraciones extemporáneas que se fueran produciendo. Por lo que respecta a las liquidaciones de ejercicios anteriores, el Gobierno, sugiere el Tribunal de Cuentas, debería acordar con la Santa Sede el tratamiento de las declaraciones extemporáneas que no hayan sido objeto de liquidación a estos efectos.

En otro orden de cosas, el tribunal sugiere al Gobierno impulsar, de acuerdo con la Santa Sede, la aplicación de un mecanismo para resolución de dudas en las diversas materias relacionadas con la memoria, como son sus plazos y forma de presentación; el nivel de detalle de la información que debe proporcionar; o el tratamiento que debe darse a los eventuales superávits o déficits que resulten de la liquidación de la asignación.

La Conferencia Episcopal Española presenta anualmente y desde 1980 la memoria justificativa prevista en los acuerdos Iglesia-Estado. En estos 40 años ha atendido todas las peticiones de aclaración por parte del Estado, respondido puntualmente a todos los requerimientos de información solicitados por la administración.

En el año 2007, con la entrada en vigor del nuevo sistema de asignación tributaria, la Iglesia adaptó el formato de la memoria a los requerimientos verbales acordados con el Estado, poniendo de manifiesto la labor que realiza en favor de la sociedad. Dicha memoria se presenta públicamente y está a disposición de todos en el portal de transparencia y en la página web de la Conferencia Episcopal. En estos años, no se ha recibido ninguna petición adicional de información por parte de los distintos gobiernos de nuestro país.

El dinero asignado por los contribuyentes en el IRPF es destinado, según lo previsto en el acuerdo, al sostenimiento de la Iglesia y al cumplimiento de sus fines: mantenimiento del culto, sostenimiento del clero, ejercicio del apostolado y de la caridad. En este contexto, corresponde a la Iglesia decidir el destino concreto de sus recursos, siempre respetando los fines indicados y atendiendo al principio de libertad religiosa.

La actual memoria de actividades de la Iglesia, además de explicar el dinero recibido y el reparto concreto, realiza un repaso de los principales campos de actuación de la Iglesia: celebrativo, pastoral, misionero, educativo, cultural y asistencial, con una importante aportación a la sociedad.

Oración de San Ignacio de Loyola



Tomad, Señor y recibid
toda mi libertad
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad
Todo mi haber y mi poseer
vos me lo disteis
a vos Señor lo torno
Todo es vuestro
disponed a toda vuestra voluntad
Dadme vuestro amor y gracia
que ésta me basta

jueves, 30 de julio de 2020

Medidas de prevención en la fiesta religiosa del Carbayu 2020

PARA EL TRIDUO EN LA CAPILLA: 

Mantener las puertas abiertas “de par en par” para que nadie toque nada.

Limitar el acceso al 75% de aforo

Los fieles deben usar siempre mascarilla

Ocúpense los bancos de adelante hacia atrás 

Manténganse la distancia de metro y medio entre personas que no sean familia

Se desinfectara la capilla tras cada celebración

Hágase la salida de la capilla de forma ordenada evitando aglomeraciones. 

Ha de utilizarse el gel hidroalcohólico o algún desinfectante similar a la entrada y salida y de forma especial al acercarse a comulgar. 

El diálogo de donación se hará de forma comunitaria: “El cuerpo de Cristo” “Amén”.

ASÍ SERÁ LA MISA MAYOR 

El domingo 2 de Agosto a las 13:00 horas celebraremos la misa mayor en honor de Nuestra Señora del Buen Suceso. 

Será misa de campaña como todos los años, donde asistiremos guardando las distancias.

Los bancos de la capilla y las pocas sillas que se coloquen serán para las personas mayores, enfermas o impedidas. 

Es conveniente llevar gel hidroalcohólico propio. 

Para los fieles y devotos de Nuestra Señora que por ser personas de riesgo no puedan asistir se retransmitirá la Eucaristía en directo por la página Facebook de la Parroquia.

La Eucaristía será presidida y predicada por el Excmo. Y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Oviedo Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M. 

NO HABRÁ OFRENDA FLORAL NI PROCESIÓN.

Juntos viviremos este día tan extraño para los anales históricos de nuestra localidad, pues será la primera fiesta de Nuestra Señora del Buen Suceso sin romería desde la guerra civil.

Parroquia ejemplar en la pandemia. Por José Antonio Coppen

(Lne) Artículo del Cronista oficial de Lugones

Las buenas acciones de la Parroquia de San Félix y de su sacerdote, Joaquín Serrano

Somos partidarios de airear los aspectos positivos de los seres humanos especialmente en tiempos difíciles como los de la pandemia, como también ejercer el derecho a la crítica razonable. Por eso no nos duelen prendas dedicar esta crónica semanal al comportamiento ejemplar durante el confinamiento y la desescalada de nuestra parroquia de San Félix, así como del propio párroco, natural de Candás, Joaquín Serrano. 

Los integrantes directos, con Don Joaquín al frente, a pesar del confinamiento, han mantenido la parroquia viva retransmitiendo las eucaristías todos los días por Facebook y WhatsApp, catecismo virtual por Messenger, atención a los beneficiarios de Cáritas por teléfono, etc. Durante el confinamiento, la parroquia ayudó a numerosas familias en cuestión económica, sanitaria o alimenticia por medio de Cáritas. El párroco fue autorizado desde el primer día para salir de casa y así poder acompañar en el tanatorio y en los cementerios a las familias de numerosos difuntos. 

No hará falta recordar que la edad media en el clero es muy elevada y muchos sacerdotes mayores o enfermos no podían afrontar la situación derivada del COVID-19. Joaquín, desde el primer momento, se ofreció para colaborar en lo que hiciera falta en el arciprestazgo de Oviedo, por lo que muchos días tuvo que desplazarse al cementerio del Salvador a dar cristiana sepultura a personas desconocidas o sin familia. Se acercó a los centros para dar la comunión a las religiosas, acudiendo a casas de enfermos terminales para administrarles la unción.

En oro orden de cosas de las tareas parroquiales, cuando llegó la hora de abrir el templo fueron adquiridos una serie de productos de limpieza y desinfección para aplicar en el interior del templo, entre celebración y celebración. Se repartieron mascarillas realizadas por monjas de clausura para personas sin recursos, no faltó el gel hidroalcohólico  en la entrada del templo, así como alfombrillas con desinfectantes para los zapatos, pegatinas para marcar los lugares donde sentarse en los bancos...

En cuanto a la celebración de las misas, debemos indicar que, para evitar la aglomeración de fieles, durante los meses de mayo y junio se llegaron a celebrar cuatro eucaristías los domingos. 

Perlas de la sabiduría. ''Di que no haces las cosas para que te las agradezcan, pero trata de hacerlas para gente agradecida'' (Cipriano de Cartago, clérigo y escritor romano, Obispo de Cartago, fallecido en 258 a. C.)

miércoles, 29 de julio de 2020

Santoral del día: Santa Marta

(COPE) La vida siempre es un servicio. La Fe es dar esperanza y amar, por lo cual también es servir. El propio Cristo recuerda que Él no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Hoy celebramos a Santa Marta, que vivió siempre del servicio a los demás desde su obra de trabajo y su amor. Hermana de Lázaro y de María, forma parte de esta familia de Betania, donde el Señor se alojaba cuando quería descansar de su misión.

Tal y como cuenta el Evangelio, Cristo pasa la tarde en su casa y María se sienta a los pies del Señor, mientras Marta se multiplica en el servicio para dar abasto hasta que cansada le pide a Jesús que haga de juez para que mande a su hermana que le eche una mano. La respuesta del Maestro es que María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán.

Cuando Lázaro enferma gravemente, manda recado para que el Señor venga pronto a curarle. Sin embargo cuando llega cuatro días después, Marta se echa a sus pies, diciéndole que si hubiese estado no habría muerto su hermano. Aun así, hace un gesto de Fe al reconocer que todo lo que pida al Cielo, Dios se lo concederá. Cuando Cristo se presenta como la Resurrección y la Vida con el poder de resucitar al que crea en Él, la propia Santa vuelve a manifestar cómo cree en que resucitará en el último día, al final de los tiempos, al no saber lo que el Maestro iba a hacer minutos después.

Cuando se produce el milagro de resucitar a su hermano ella incrementa la Fe. También sirve en la cena que Lázaro le ofrece después de haber sido resucitado, a la que asisten también los discípulos. No faltan tradiciones que presentan a los tres hermanos extendiendo la Fe hasta morir mártires. Santa Marta es Patrona del gremio de hostelería.

Cuando Lázaro enferma gravemente, manda recado para que el Señor venga pronto a curarle. Sin embargo cuando llega cuatro días después, Marta se echa a sus pies, diciéndole que si hubiese estado no habría muerto su hermano. Aun así, hace un gesto de Fe al reconocer que todo lo que pida al Cielo, Dios se lo concederá. Cuando Cristo se presenta como la Resurrección y la Vida con el poder de resucitar al que crea en Él, la propia Santa vuelve a manifestar cómo cree en que resucitará en el último día, al final de los tiempos, al no saber lo que el Maestro iba a hacer minutos después.

Cuando se produce el milagro de resucitar a su hermano ella incrementa la Fe. También sirve en la cena que Lázaro le ofrece después de haber sido resucitado, a la que asisten también los discípulos. No faltan tradiciones que presentan a los tres hermanos extendiendo la Fe hasta morir mártires. Santa Marta es Patrona del gremio de hostelería.

El Carbayu 2020


martes, 28 de julio de 2020

“Todo cristiano tiene una misión y San Melchor es un ejemplo a seguir”

José Manuel Coviella, autor de un libro sobre el único santo asturiano, nos acerca a su figura.

San Melchor era un santo con gran vocación misionera.

Esta nace a partir de su estancia en Oviedo cuando estudia en la Universidad y ya con 24 años termina el Bachiller en Filosofía y Teología. Después de este tiempo, siendo preceptor del colegio de San José, tiene una visión amplia y una mirada centrada en el amor al prójimo. Solía visitar la iglesia de los Dominicos en Oviedo y descubre su vocación misionera. De esta forma, pudiendo seguir como profesor en la Universidad, decide irse al convento de Ocaña para vivir un ambiente más religioso y hacerse dominico. Dos años después se ordena de diácono y en mayo de 1847, sacerdote. En ese momento ya tiene una idea muy clara de marchar a misiones. Un año después, en marzo, con otros cinco dominicos toman en Cádiz la fragata victoria camino de Filipinas y en junio desembarca en Manila. A partir de ese momento su vida va a cambiar por completo.

¿Qué labor realizó en Manila?

Él era muy aplicado, ya de niño en Bárcena había aprendido latín y antes de ir a Oviedo tenía una gran formación. Lo curioso es que siendo una persona muy estudiosa y habiendo demostrado su capacidad para trabajar como profesor, su idea era ser misionero. En Manila le tenían dispuesta también una cátedra de Filosofía en la Universidad de San Tomás, pero la rechaza al igual que el trabajo de la Universidad de Oviedo y embarca hacia Tonkín, en Vietnam. En ese momento los cristianos eran perseguidos en esa zona y Melchor era conocedor de la situación que se vivía. Cambia su nombre por el de Xuyen, que significa río, y allí desempeña su labor como misionero.

¿Cómo se desarrolla su misión allí?

Con 34 años se convierte en obispo de Tricomía y coadjutor de Tonkín. En el año 1857 tiene lugar el martirio del obispo Díaz Sanjurjo y Melchor queda constituido automáticamente Vicario apostólico de Tonkín y toma la determinación de defensa de los cristianos. Viendo la situación de persecución, tiene presente el martirio y así lo demuestra en las cartas que escribe a su hermano Manuel. En una de ellas le dice: “Cuando tenga ocasión volveré a escribirte, si vivo, y si la Virgen de Alba me concede derramar la sangre por la religión”. La Virgen le dio esa fuerza para afrontar el martirio, se cree que antes de partir a Filipinas visitó con su madre el santuario de la Virgen de Alba, a la que profesaba gran devoción él y toda su familia. Un sentimiento que llevó siempre consigo.

Y es hoy por hoy el único santo asturiano.

Sí, fue beatificado en 1951 y canonizado por San Juan Pablo II en 1998. En esa fecha D. Jesús Porfirio, que era entonces Vicario, escribía con emoción que aquella mañana de la canonización con más de 1.500 asturianos jubilosos, muchos de Quirós, presentes en Roma, se pudieron escuchar estas palabras del Papa en español: “Asturias tiene ya su primer santo en la persona del obispo Melchor García Sampedro que ha sido propuesto como patrono de las misiones asturianas y la actividad misional”. Es un ejemplo para todo misionero.

D. Luis Legaspi, que entonces era Delegado de Misiones, contaba que en aquellas fechas él tuvo ocasión de saludar al Papa y le solicitó la bendición para todos los misioneros asturianos. Juan Pablo II le dijo entonces al bendecirle que San Melchor sería ejemplo y patrono para la Asturias misionera.

¿Cuál es el valor de la figura de San Melchor?

En un pueblo de lo más humilde en aquellos tiempos y retirado, Cortes, nace un niño de una familia cristiana, inicia ese peregrinar hasta llegar a Oviedo, estudiar, marcharse para Ocaña y decidir lanzarse a Filipinas, un país ajeno y desconocido y hacerse misionero. Ese peregrinar es una posibilidad y una llamada para todo cristiano, cumpliendo el “id y predicar el Evangelio”, que está llamado a la santidad y tiene una misión.

Podemos decir que la historia de la Iglesia no es otra cosa que la historia de la santidad realizándose en el tiempo. Lo importante de esa historia no están en las grandes gestas culturales ni tampoco en la construcción de las catedrales o la celebración de concilios, sino en la vida de sus santos, de sus santos misioneros, y todo cristiano es un misionero. Por eso la santidad es el rostro más bello de la Iglesia.

28 de Julio: San Melchor de Quirós

Martirologio Romano: En Nam Dinh, de Tonquín -hoy Vietnam-, san Melchor García Sampedro, obispo, de la Orden de Predicadores y mártir, encerrado primero por ser cristiano en una estrechísima cárcel, y después, por orden del emperador Tu Duc, materialmente despedazado (1858).

(Catolica.net) En una pequeña aldea, Cortes, del concejo asturiano de Quirós, el año 1821, nace Melchor García Sampedro. Un tío suyo sacerdote que regenta una parroquia cercana le instruye en las primeras letras. A los catorce años se desplaza a Oviedo. Estudia en la Universidad de esa ciudad Filosofía y Teología con vistas a ser sacerdote en aquella diócesis. Cuando estaba en los últimos años de teología decide incorporarse a la Orden Predicadores. Esto le obligó al terminar sus estudios e incluso tras ser durante algún tiempo profesor en la Universidad a desplazarse al único convento de dominicos que las leyes desamortizadoras habían tolerado e España, el de Ocaña.

Toma el hábito y empieza el noviciado en agosto de 1845. Un año después se compromete definitivamente con la Orden. El 29 de mayo de 1847 sería ordenado sacerdote. Sólo nueve meses después sería destinado a Manila. Embarcará un siete de marzo de 1848. Con él otros cuatro dominicos navegaron durante cinco meses y medio. El día de Santiago desembarcaron en la capital de las islas Filipinas.

Se le propone ser profesor en la reconocida universidad de Santo Tomás de Manila que los dominicos habían fundado y era, y es, el centro católico de más prestigio del Oriente. Manifiesta, sin embargo, su deseo de siempre de ser misionero y los superiores respetan esa decisión.

Las misiones a las que quería ser enviado eran las de Tung-King, como entonces se llamaba el Vietnam de ahora. Si por algo se significaban esas misiones era por el hecho de que el misionero se jugaba la vida, a causa de las oleadas de persecuciones que de vez en cuando desataban las autoridades políticas.

Llegado a Tung-King tuvo que enfrentarse antes de nada con el aprendizaje de la lengua anamita. No debió tardar mucho en hacerse más o menos con ella, porque a los pocos meses estaba ya ejerciendo el ministerio pastoral, es decir: oyendo confesiones, predicando. Pronto se le nombró Vicario General del Vicariato oriental.

La situación de persecución se agudizó y generalizo. Lo que hizo que la Iglesia quisiera que, junto al obispo titular, se consagrara también uno coadjutor. Así en el caso del martirio del obispo, la iglesia no quedaría nunca sin pastor. Mons. José María Díaz Sanjurjo fue delegado de la santa Sede para elegir y consagrar un obispo coadjutor. Y eligió al que todos esperaban que lo fuera, Fray Melchor García Sampedro.

San Melchor comenzó su actividad como obispo a los 34 años. Difícil fue su ministerio. Mons. Melchor, ahora un personaje, por su condición de obispo y por la admiración de sus fieles, encontraba realmente difícil no ser reconocido por los perseguidores. Sin embargo su ministerio le obligaba a desplazarse de comunidad cristiana en comunidad cristiana. El martirio estuvo siempre en sus deseos más profundos. De momento le tocó presenciar cómo fieles cristianos, sacerdotes, catequistas iban siendo martirizados. Él pudo contar el encarcelamiento, los sufrimientos y el martirio del obispo titular, hoy San José María Díaz Sanjurjo. Tuvo lugar e 20 de julio de 1957.

Fue un tiempo, lo relata el mismo San Melchor de desplazamientos camuflado, vestido como un hijo de aquella tierra, a pie descalzo, o en pequeñas barcas...; de catequesis durante las noches, de misa antes de amanecer. Todo ello viendo cómo la persecución se iba llevando a catequistas, sacerdotes fieles...Se sentía casi con mala conciencia por ver que el martirio no le llegaba a él, que tenía como misión alentar esa fe que a otros les había supuesto ser asesinados.

Se le busca ansiosamente para acabar con su vida. Tuvo que realizar un duro discernimiento, ofrecerse él a quienes lo buscaban o seguir ocultándose. El mismo refiere lo que llama el "purgatorio" de no saber qué hacer. Pero, sin necesidad de salir al encuentro de quienes le buscaban el 13 de mayo escribe a la autoridad de la Orden en España, despidiéndose con estas palabras "Si ésta es la última, hasta el cielo. Adiós”.

De acuerdo con la estrategia que, como hemos dicho se seguía, tuvo que proceder a elegir entre los sacerdotes uno que la Santa Sede nombrara obispo coadjutor. Eligió a Fray Valentín de Berriochoa, vasco de Elorrio. Un mes después San Melchor fue hecho prisionero. Se le acusaba de haber entrado en aquel país sin permiso y de ser el jefe de quienes atentaban contra el emperador Tu-Duc. Siendo cierta la primera razón, fray Melchor manifestó siempre un cuidado interés en quedar fuera de las decisiones puramente políticas y en respetar la autoridad política. En las numerosas cartas que se conservan nunca se encuentra alusión, y menos crítica, a asuntos puramente políticos.

Fue su sucesor Mons. Valentín, así como otros sacerdotes, quienes han contado con todo detalle su arresto, su traslado a la capital de la provincia y su terrible martirio. Pocos martirios podemos ver en actas de mártires que hayan alcanzado la crueldad del infligido a san Melchor. Extremidades descoyuntadas para atarlas a estacas que estaban a mayor distancia de lo que permitían sus brazos y piernas, para luego ser cortadas sus extremidades con un hacha sin filo. Los testigos relatan incluso el número de golpes que fue necesario dar a sus rodillas, a sus brazos para cortarlos. Le abrieron el vientre y finalmente le cortaron la cabeza. Era el 28 de julio de 1858. Tenía el santo 37 años

Será su sucesor, San Valentín de Berriochoa, comentará cómo se cumplió en aquellas tierras una vez más que la sangre de mártires es semilla de cristiana. "Por muchos años que hubiera vivido el santo obispo fray Melchor desarrollando su conocido celo apostólico difícilmente hubiera convertido al cristianismo más que los que convirtió con su martirio", dice el santo.

Cuando llegó a Asturias la noticia del martirio de san Melchor aún vivían sus padres. Sus restos llegarían años después. Hoy se veneran en la catedral de Oviedo.

Pío XII le beatificó junto a su predecesor, José María Díaz Sanjurjo el 29 de abril de 1951. El 19 de junio de 1988 fue canonizado por Juan Pablo II, junto con otros ciento dieciséis mártires de la Iglesia Vietnamita. El mismo papa los proclamó patronos de esa iglesia.

ORACIÓN
Sacerdote de Dios, misionero fervoroso, apóstol infatigable, mártir de la fe de Jesucristo, bienaventurado fray Melchor.
Me acerco a ti confiadamente impetrando tu ayuda en mi necesidad, tu consuelo en mi dolor, tu esfuerzo en mi desaliento. Tu que anduviste por caminos de humildad, quítame el espíritu de soberbia; tu que te entregaste a Dios tan generosamente, haz que desaparezca en mí el egoísmo. Haz que en Dios crea con la intensidad de tu fe y que a Dios sirva con el desinterés con que tu le serviste. Haz que arda en mí aquella caridad que te llevó a sufrir tan horrible y doloroso martirio. Si lo que te pido en esta novena es para gloria de Dios, alabanza tuya y bien de mi alma, concédemelo; de lo contrario, dame conformidad, energía y entereza para sobrellevar mis sufrimientos y para cumplir en todo y siempre la voluntad de Dios. Amén.

lunes, 27 de julio de 2020

Buena reflexión


Sanz Montes: "Es triste mercadear con los muertos solo por cálculo ante las urnas"

El Arzobispo muestra su apoyo a Barbón en la misa en memoria de los fallecidos por el virus, que llenó el "aforo covid" de la Catedral de Oviedo

(Lne) Unas 250 personas asistieron a la misa y casi agotaron la capacidad actual del templo, adaptado a los nuevos protocolos anticovid, con detalles como la ausencia de la "Schola Cantorum", sustituida por una soprano que dirigió los cantos. La celebración, con pantallas laterales para seguir la eucaristía, coincidió con la festividad de Santa Ana y San Joaquín, abuelos de Jesús, detalle que destacó el Arzobispo, quien resaltó el legado de los mayores en las familias.

"Los ancianos no pierden su dignidad por llegar a esa edad avanzada, aunque no puedan ya producir lo que a través de una vida han entregado a mansalva", dijo el prelado. La celebración, que se extendió al resto de parroquias de Asturias, tuvo como hilo conductor el Evangelio del día: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo".

En su homilía, Sanz Montes agradeció al presidente del Principado y a la Consejería de Salud su trabajo para controlar la pandemia en la región, justo cuando aparece un nuevo brote y crece la preocupación. Sanz Montes reiteró la colaboración de la Iglesia "en estos momentos complicados en la salud y en la economía". Al final de la celebración, el Arzobispo saludó al Presidente y le dio ánimos ante la tarea que tiene por delante.

"Llega ahora el trabajo de seguir construyendo cada día nuestra historia inacabada, poniendo lo mejor de nosotros mismos, siendo responsables en lo personal y en lo comunitario, para favorecer que se pueda superar cuanto antes esta difícil prueba que se empeña en rebrotar", señaló el Arzobispo ante los presentes, entre los que se encontraban también el secretario segundo de la Mesa de la Cámara de la Junta General, Armando Fernández Bartolomé; el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), Jesús María Chamorro; la fiscal superior del Principado, María Esther Fernández García; el presidente de la Audiencia Provincial, José Antonio Soto-Jove Fernández; la portavoz de Ciudadanos en la Junta General, Laura Pérez Macho; la portavoz adjunta del Grupo Socialista en la Junta General, Alba Álvarez Núñez; la diputada del PP en la Junta General, Beatriz Polledo, y Alfonso Ignacio Jáudenes Sánchez, teniente coronel jefe del Batallón de Infantería "San Quintín". Asimismo acudieron el coronel jefe de la Guardia Civil en Asturias, Francisco Javier Almiñana; el presidente en funciones de la Cámara de Comercio de Oviedo, José Manuel Ferreira; el presidente del Colegio de Médicos de Asturias, Alejandro Braña Vigil, y el decano de la Facultad Padre Ossó, José Antonio Prieto Saborit. La labor de los sanitarios, los farmacéuticos y los investigadores que trabajan en el desarrollo de las vacunas para el covid no faltaron en la ceremonia, así como los que han perdido su empleo por la pandemia, recordados durante las preces.

Sanz Montes también tuvo especial mención para todas las personas fallecidas durante la pandemia, especialmente los que han perdido la vida en residencias y hospitales. "Un dolor añadido que la pandemia nos ha impuesto con despecho: ver que nuestros seres más queridos por los lazos de familia y de amistad morían en una tremenda soledad, dejándonos a nosotros solitarios en medio de un adiós así de desgarrador y desgarrado. Las lágrimas que vertimos secretamente, los gestos que no pudimos compartir, nos sumieron en un dolor grande que nos laceró el alma", apuntó.



Tras la misa, que finalizó con un recuerdo a la Santina y el canto del "Tomad, Virgen pura", Sanz Montes, Barbón, Delia Losa y el deán de la Catedral, Benito Gallego, entre otros, departieron de forma amigable.

Homilía en la Misa por las víctimas de la pandemia

Sr. Vicario General, hermanos sacerdotes y diácono. Excmos. Sres.: Presidente del Principado de Asturias; Sra. Delegada del Gobierno; Sr. Alcalde de Oviedo. Representante del Presidente de la Junta General del Principado y Portavoces; Sr. Presidente del Tribunal Superior de Justicia. Sr. Presidente de la Audiencia Provincial. Sr. Presidente del Colegio de Médicos; Sr. Vicepresidente de la Cámara de Comercio; Sr. Decano de la Facultad Padre Ossó; Sr. Coronel Jefe de la Guardia Civil de la Zona de Asturias; Sr. Teniente Coronel del Regimiento Príncipe y Comandancia Militar de Asturias; Autoridades Culturales y Sociales. Miembros de la vida consagrada, seminaristas. Queridos hermanos todos: 
El Señor ponga Paz en vuestro corazón y acompañe vuestras vidas con el Bien. Agradezco con afecto la presencia de todos Vds. a esta celebración en la que ofreceremos la Santa Misa por las víctimas de la pandemia covid-19, que simultáneamente celebraremos en casi todas las catedrales de España a esta misma hora, y nosotros en Asturias en todas nuestras parroquias.

No pocas personas que directa e indirectamente han sufrido la pandemia que nos asola, han querido ver en el coronavirus una especie de maldición, como si de un castigo imprevisto se tratase tras el enojo de no sé qué dioses. El hombre religioso del que nos habla la Biblia, jamás ha hecho una lectura así de despiadada ante las circunstancias que ponen a prueba nuestras certezas y purifican nuestros valores. Ni siquiera el episodio del diluvio universal que narra el libro del Génesis, interpreta aquella catástrofe natural como una aniquilación calculada de la humanidad rebelde y descreída, con aquella tormenta que se llevó por delante tierras y cultivos, plantas y animales, casas y vidas humanas, sueños de una felicidad creíble y alcanzable.

El hombre creyente, ante algo que supera nuestras expectativas y recursos, ante lo que nos deja perplejos y heridos, no reacciona jamás esperando simplemente a ver si escampa para volver a lo de antes, a lo de siempre, como si no hubiera sucedido nada reseñable. Lo ha dicho la primera lectura que acabamos de escuchar en el diálogo entre Dios y Salomón a propósito de la sabiduría. Porque es rara la sabiduría y escasea en nuestro tiempo en donde se confunde a los verdaderos sabios que en el mundo han sido, con los gurús listillos, los sabihondos que hacen alarde de una verdad de la que carecen por sus mentiras. La sabiduría supone ver las cosas en su intrínseca bondad y con toda su amable belleza. Así se alaba este don que supone ser verdaderamente sabios en la hermosa oración que nos acerca la primera lectura, cuando Salomón pide al Señor precisamente la sabiduría: “Da a tu siervo un corazón dócil para discernir el mal del bien” (1 Re 3, 9).

También a mí, se me ha hecho difícil en estos meses afrontar los inmensos retos que nos han desafiado por tantos flancos, y tener que hacerlo desde el confinamiento que parecía reducir el espacio vital, sin la posibilidad de distraernos, escaparnos, poniendo de tantos modos tierra por medio. Pero son otros los límites que en esta circunstancia están emergiendo, mientras se espera de nosotros una respuesta a la altura de lo que Dios escribe en nuestros renglones torcidos relatando rectamente nuestra historia inacabada. Como ha dicho San Pablo en la segunda lectura, “a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien” (Rom 8, 28). ¡Qué inmensa provocación son estas palabras del apóstol!

La vida es una casa encendida, decía Luis Rosales, donde somos siempre esperados tras las derivas de todos nuestros naufragios. La historia de la humanidad representa el viaje de vuelta desde que salimos de aquella casa con forma de jardín, en el edén de la primera mañana. Aquella belleza y bondad, con las que Dios pintó la creación salida de sus manos creadoras, quedaron trucadas y truncadas por un pecado de origen cuando el hombre porfió al mismo Dios queriendo ser colega que mercadea, en vez de hijo que agradece. Ante la belleza manchada y la bondad envilecida, Dios no se fue a otra galaxia para probar mejor suerte, sino que se quedó con nosotros reconstruyendo nuestra historia. Siglos de compañía, haciéndonos ver el sueño del inicio que se cambió en fatal pesadilla, rehaciendo lo que se desbarató por nuestras cuitas.

Como cristianos, fuimos invitados cada día a dos citas: a las doce de la mañana, la oración del ángelus mientras en nuestras iglesias sonaban las campanas. Desgranamos las tres avemarías pidiendo a la Santina que no nos dejara de su mano en estos momentos que tanto destrozo nos infligen, tantas lágrimas nos provocan, tantos interrogantes nos asaltan dejándonos pobres de certezas ante el hoy y el mañana, y cargados de melancolía por el tiempo pasado que se nos fue de las manos de esta manera. Hemos rezado por los enfermos contagiados en medio de una incertidumbre insegura, también por los que cayeron en la muerte de su ocaso en unas circunstancias de soledad y desarraigo, y por cuantos los han cuidado como médicos y sanitarios, por tanta gente buena que, desde su lugar y saberes, desde su responsabilidad política y social, han arrimado el hombro arriesgando sus vidas. No en último lugar la callada labor de sacerdotes y religiosas, y de tantos voluntarios de Cáritas dando rostro a la esperanza.

La segunda cita era al caer del día, cuando los relojes tañían las ocho de la tarde. Se abrían las ventanas y balcones, y la gente asomaba su gratitud dejando que desde el confinamiento en los hogares se elevase al cielo una ovación. Aquellas palmas llevaban los nombres de tantas personas con las que otros Ojos divinos nos miraban y con la ternura de sus manos nos cuidaban. Con gestos discretos y generosas entregas, fuimos consiguiendo ir ganando la partida a la pandemia entre las oraciones de nuestro rezo y las ovaciones de nuestro agradecimiento.

Al nacer somos esperados por quienes más nos quieren. Se asoman a ese trocito de vida vulnerable que comienza su vida llorando, para que sintamos el calor que hemos perdido al salir del cálido seno materno y la protección que ella nos brindaba dejándonos crecer en sus adentros. Ellos nos han visto crecer día tras día, levantándonos cuando caíamos, colmando nuestras ignorancias con su sabiduría, transmitiéndonos sus valores que guiasen nuestros pasos en la jungla de la vida, mostrándonos su afecto lleno de sentimiento veraz, su fe cristiana que nos permite ver otros horizontes en las coyunturas limitadas de la vida cotidiana. Con la gente que más queremos y nos quiere somos al final también despedidos. Hoy tenemos un recuerdo especial por las personas que durante este tiempo de pandemia han fallecido: por todos ellos. No entramos nosotros en la batalla de cifras de quienes censuran el número de fallecidos o de quienes hacen de este cómputo una trama arrojadiza. Es triste mercadear con los muertos, mirando sólo la rentabilidad interesada del poder o el cálculo ante unas urnas vacías. Nosotros hoy estamos para otra cosa, y en la casa de Dios no cabe otro homenaje ante la muerte de un ser querido que el que siempre hacemos los cristianos: rezar a Dios pidiendo la salvación eterna, poner unas flores que expresen la gratitud por tanto recibido de ellos durante la vida, y avivar el recuerdo de sus palabras y ejemplos que han sembrado en nosotros la sabiduría.

La pandemia nos ha arrebatado tantas cosas demasiado supuestas, pero se ha cobrado un precio costoso al tener que despedir a nuestros seres más amados, desde la distancia solitaria que nos imponía esta circunstancia. Cosas tan sencillas como una tierna caricia o un agradecido beso, la inocente mirada con la que contemplábamos una vida que ante nosotros se apagaba. Un dolor añadido que la covid-19 nos ha impuesto con despecho: ver que nuestros seres más queridos por los lazos de familia y de amistad, morían en una tremenda soledad, dejándonos a nosotros solitarios en medio de un adiós así de desgarrador y desgarrado. Las lágrimas que vertimos secretamente, los gestos que no pudimos compartir, nos sumieron en un dolor grande que nos laceró el alma.

Los cristianos no creemos en la vida larga como creen los que no tienen fe, mientras sus años irremediablemente caducan dando paso al vacío que termina en el olvido. Los cristianos no creemos en la vida longeva, sino en la vida eterna. Amamos la vida y la deseamos larga y serena, pero nos sabemos llamados a una eternidad que no acaba, junto a Dios y a cuantos aquí en la tierra Él nos puso cerca. Esta es la Buena Noticia que Jesús nos vino a traer venciendo su muerte y la nuestra. Y este es el tesoro escondido del que nos ha hablado el Evangelio de este domingo. En un mundo despiadado como el nuestro donde todo está tasado según el consumo calculado del poder sin pudor, del placer a toda costa y del tener que nos embota, puede resultar extraño ver a Dios que compara lo que nos quiere ofrecer como un tesoro escondido o una perla fina y preciosa.

Pero esta es la deriva final que deseamos para quienes han sufrido en esta pandemia la muerte sobrevenida en esta circunstancia. Los recordamos con la gratitud y en nuestro corazón quedan sus gestos y palabras. Los encomendamos en nuestras plegarias pidiendo para ellos lo que en el cielo les aguarda. Y ponemos en su memoria las flores que no se marchitan cuando las riegan nuestro afecto y la esperanza cristiana.

Llega ahora el trabajo de seguir construyendo cada día nuestra historia inacabada, poniendo lo mejor de nosotros mismos, siendo responsables en lo personal y en lo comunitario, para favorecer que se pueda superar cuanto antes esta difícil prueba que se empeña en rebrotar. A nuestro Presidente y la Consejería de salud, les agradecemos el bien hacer de una difícil gestión, y les brindamos nuevamente nuestra colaboración responsable como Iglesia en estos momentos complicados en la salud y en la economía.

Hoy 26 de julio coincide con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, los “abuelos” de Jesús. A las personas mayores dedico estas últimas palabras, como recuerdo emocionado hacia todas ellas que mayoritariamente han sufrido las consecuencias del zarpazo de la pandemia. Los ancianos no pierden su dignidad por llegar a esa edad avanzada, aunque no puedan ya producir lo que a través de una larga vida han entregado a mansalva. Con mucha alegría y gratitud miramos a los abuelos, que siguen sosteniendo en tantos sentidos aquello que permite que la familia siga unida, no pierda sus raíces humanas y cristianas, y representan la sabiduría de quien ha relativizado lo que es secundario, mientras que no renuncian a lo que de suyo es lo único importante cuando del amor, la vida, la fe, la paz, o la fidelidad se trata. Por tanta entrega generosa y gratuita, sincera y entera, por un amor que no ha caducado sino mejorado con el paso de los años, por todo ello: gracias. Amigos y hermanos, Dios escucha siempre nuestras oraciones, nuestras lágrimas son su propio llanto y nuestro brindis es el suyo cuando las alegrías celebramos.


El Señor os bendiga y que nuestra Madre la Santina os guarde.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo



26 julio de 2020

domingo, 26 de julio de 2020

Homilía en la Solemnidad de San Félix 26/07/2020





Queridos hermanos:

Congregados en torno a la Palabra de Dios y al Altar de la Eucaristía en el que recibimos al mismo Señor, celebramos a nuestro Santo Patrono San Félix de forma anticipada en este día 26 de julio, día elegido por la Conferencia Episcopal Española para recordar a todas las víctimas del COVID-19 por ser hoy -San Joaquín y Santa Ana- el día de los abuelos, pues como sabemos, esta franja de edad ha sido la más golpeada del total de defunciones de la pandemia. Con todo esto en el corazón nos disponemos a vivir ahora lo más importante que nos convoca, la Eucaristía dominical, donde recordamos que Cristo es el vencedor de la muerte que alentó la esperanza de San Félix en su patíbulo y que nos alienta también a nosotros y a los que han perdido en estos meses a sus seres queridos. 

Como Parroquia que vive su ser Iglesia-Católica e Iglesia en comunión nos adherimos a este llamado de la Iglesia Española para orar por los difuntos de la pandemia, y de forma concreta nos unimos a nuestro Pastor diocesano que a esta misma hora celebra el solemne funeral por todas las víctimas del coronavirus en Asturias en la Santa Iglesia Catedral de Oviedo. El Sr. Arzobispo nos ha pedido a los sacerdotes que aunque el acto oficial se realice en la Catedral, se extienda a todas las parroquias, por ello y aunque nuestra eucaristía tenga sabor de fiesta,  también tendrá matiz de sufragio por tantos que han partido de forma precipitada este año. 

Como cristianos y creyentes hemos de sentirnos orgullosos del trabajo realizado; la Iglesia Católica en España, en Asturias y en Lugones no ha estado de brazos cruzados ni indiferentes ante esta catástrofe; desde el minuto cero hemos salido al paso de las circunstancias más complejas e inimaginables, hemos tenido que agudizar el ingenio y aglutinar medios para seguir cerca de los fieles y de los que nos necesitaban. Hemos dado todo lo que teníamos: dinero, comida, ropa, edificios, personas… y sobre todo a Jesucristo haciendo nuestras las palabras del apóstol Pedro: ‘’no tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy’’ . Ha sido asombrosa la entrega de los capellanes de hospitales, de tanatorios y cementerios; las disposiciones de nuestros obispos para entregar parte de los sueldos a Cáritas, las monjas de clausura confeccionando mascarillas… sólo los necios cegados por la necedad podrían decir que la Iglesia no hizo nada o preguntarse dónde estábamos. Donde había un creyente, fuera seglar, religiosa o sacerdote, ahí estaba la Iglesia tendiendo su mano. En Asturias algunas personas movidas por su fobia enfermiza cuestionaron la labor de la Iglesia, hasta que como respuesta inapelable vecinos del centro de la ciudad empezaron a subir imágenes y vídeos de las colas que las Hijas de la Caridad o las Siervas de Jesús tenían a las puertas de sus comedores todos los días. Hasta políticos de distintos signos y partidos, e incluso la Casa Real, felicitaron y agradecieron de forma oficial la labor encomiable e impagable que la Iglesia había prestado a España en estos malos momentos, tan complejos. 

Las consecuencias del COVID 19 tampoco nos son ajenas; más de cien sacerdotes y religiosas han perdido su vida en hospitales y residencias, muchos de ellos sirviendo a los demás. Pedimos de forma especial hoy a San Félix que interceda por los difuntos de nuestra Parroquia y por todos los que han sido víctimas de esta enfermedad. Que el Señor les conceda la salud del alma en la Patria de los elegidos. 

Y también en este domingo XVII del Tiempo Ordinario que celebramos como Parroquia a nuestro querido -y durante tanto tiempo olvidado- San Félix, como titular de nuestra Comunidad y patrono de esta localidad sabemos que el patrono es siempre un guía y un referente, aquel en quién tener los ojos puestos. Y nosotros hemos de fijarnos en él no sólo una vez al año sino todos los días. Hemos de quererle, conocer su historia, hacerlo muy nuestro; que esté entre nuestras devociones más queridas y personales, pues nuestros antepasados al elegirlo como Santo Patrono nos estaban diciendo lo mucho que San Félix nos puede ayudar en nuestro camino de la vida y en nuestra vida de fe 

-San Félix supo discernir. En la primera lectura del Libro de los Reyes vemos la petición de Salomón: “Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien’’; y al Señor le agrada la súplica que le hace, dado que no le pide larga vida ni riquezas o acabar con sus enemigos, sino que le pide -y así le premia- con un corazón sabio e inteligente. 

-San Félix amó a Dios. San Pablo en su carta a los cristianos de Roma nos recuerda que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien. Por ello San Félix hizo el bien a todos, incluso a los que le denunciaron, persiguieron, torturaron y martirizaron. Fue testigo del Señor en nuestra tierra en un momento en que ser cristiano no sólo estaba mal visto sino que suponía sentencia de muerte. Los años de su apostolado y predicación coinciden con la última gran persecución del Imperio Romano contra los seguidores del Nazareno, y en concreto su evangelización en tierras levantinas y catalanas tuvo lugar bajo el poder del sangriento Pretor Daciano. 

Dios lo llamó, y él respondió con generosidad dejando su tierra natal en el norte de África para ponerse en camino -como Abrahán- movido por su fe, la cual estaba por encima de cualquier plan o proyecto. En su vida y en su muerte se cumplen las palabras del Apóstol: ‘’A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó’’. 

-San Félix encontró el tesoro escondido. El evangelio de este domingo nos presenta tres bellas parábolas: el tesoro escondido en el campo, el comerciante de perlas finas y la red de pesca. Y las tres nos dicen lo mismo, que hay que quedarse sólo y únicamente con lo bueno, con lo imperecedero y con lo único que no pasa. Ese es Cristo, el tesoro escondido, la perla fina, la pesca soñada… 

San Félix entendió a la perfección estas parábolas, por eso cuando le ofrecieron apostatar no lo hizo a sabiendas que le costaría la vida, cuando le ofrecieron vivir a cambio de renunciar a Cristo prefirió las duras torturas y la más terrible agonía y muerte antes que desprenderse de lo único que tenía valor en su vida y que hacía ésta eterna: Jesucristo. 

Nuestro Patrono es todo un ejemplo para nosotros, el modelo de creyente y de fiel testigo del Señor que con su propia vida evangeliza incansablemente. A su protección nos acogemos pidiéndole que nos enseñe a imitar su docilidad a la llamada de Dios, su increblantable fe y su inteligencia a la hora de renunciar a lo superfluo, incluso a la propia vida antes que separarnos de Cristo. 

San Félix glorioso, apóstol y mártir de Gerona, ruega por tu parroquia de Lugones ahora y siempre. Amén.

Evangelio Domingo XVII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-52):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: 

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»

Ellos le contestaron: «Sí.»

Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

Palabra del Señor

sábado, 25 de julio de 2020

Astro brillante de España, Apóstol Santiago. Por Monseñor Demetrio Fernández

(www.diocesisdecordoba.com) El 25 de julio celebramos la fiesta grande de Santiago Apóstol, patrono de España. Santiago es uno de los Doce, llamados por su nombre para formar parte del grupo de los apóstoles sobre los que Jesucristo ha fundado su Iglesia y los ha enviado a predicar el Evangelio por todo el mundo. Santiago es del círculo más íntimo de los amigos de Jesús, los tres –Pedro, Santiago y Juan- que le acompañan en los momentos más delicados de su vida, como fue la transfiguración en el monte Tabor, de la que ellos –sólo ellos- fueron testigos o la oración en el huerto de Getsemaní, viviendo más cerca de Jesús aquellos momentos de angustia y hechos partícipes de su pasión. 

Santiago y su hermano Juan son los hijos de Zebedeo, que piden a Jesús ocupar los primeros puestos en su reino, recurriendo a la intercesión de su propia madre. Y Jesús les asegura que beberán el cáliz, el trago del martirio que los asemejará a Jesús, pero que esos puestos primeros los asigna el Padre y que el discipulado de Jesús consiste en el servicio y en dar la vida. Santiago fue el primero en derramar su sangre en la persecución de Herodes. 

En la tradición de la Iglesia, el apóstol Santiago ha sido el predicador del Evangelio en las tierras de España. A orillas del Ebro recibió el consuelo de la visita de María santísima, que vino en carne mortal a Zaragoza. Y su sepulcro apareció en Compostela, convirtiéndose en lugar de peregrinaciones desde la edad media hasta nuestros días. Cuando los reyes cristianos fueron recuperando las tierras cristianas, que los musulmanes habían ocupado, y fueron cristianizando a sus gentes, atribuyeron a la intercesión del apóstol Santiago esa reconquista. Y cuando en siglos posteriores se ha afrontado la gran tarea evangelizadora de los pueblos de América, el apóstol Santiago ha estado presente en esa gran gesta histórica. El apóstol Santiago forma parte de la identidad española desde sus orígenes evangelizadores hasta nuestros días, pasando por las épocas gloriosas de una reconquista fatigosa y la evangelización del nuevo mundo. 

Hoy vivimos en otro contexto cultural, social y político, pero el Evangelio que nos trajeron los apóstoles sigue siendo el mismo. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hbr. 13,8) y también hoy se nos invita a no avergonzarnos del Evangelio (cf. Rm 1,16). También hoy necesitamos el vigor del apóstol Santiago para evangelizar nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra vida. En un Estado aconfesional, que muchos confunden con un estado laico, e incluso laicista, la confesión de la fe está protegida y promovida, según el libre ejercicio de los ciudadanos. ¿Por qué para honrar a las víctimas del covid-19 tenemos que silenciar a Dios? Cuando la casi totalidad de los muertos son creyentes, y la inmensa mayoría de los asistentes también lo son. ¿Es zona neutral la asepsia de todo sentimiento religioso para vivir la convivencia de todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes? ¿Por qué el respeto a los demás no creyentes debe expresarse en actitudes no confesionales, mientras que actitudes contrarias a la religión y ofensivas a los sentimientos religiosos deben ser aceptadas en la convivencia como expresión de libertad de expresión? 

La fiesta del apóstol Santiago, patrono de España, es una llamada al seguimiento de Cristo en todas las situaciones: en el gozo, en el dolor, en el servicio y hasta en el martirio. El patrono de España no nos incita hoy a una lucha sin cuartel entre moros y cristianos, pero nos recuerda las palabras de Jesús: “el que se avergüence ante los hombres de mí, también yo me avergonzaré de él ante mi Padre” (Mc 8,38). Que el apóstol Santiago nos dé lucidez para saber estar como creyentes en una sociedad que prescinde de Dios y que impone su ley de la ausencia de Dios como el mejor de los consensos. España, Europa y todo el mundo occidental tienen profundas raíces cristianas y de tales raíces se han producido excelentes frutos en la historia. Olvidar o prescindir de lo que somos sería la peor de las represiones, la peor de las catástrofes.

viernes, 24 de julio de 2020

Pío XII pidió amor y perdón a los españoles en 1939. Por Vicente Cárcel Ortí

(www.revistaecclesia.com)
Siguiendo la conducta adoptada por Pío XI (12 de febrero de 1922 / 10 de febrero de 1939), desde el comienzo de la guerra civil española, Pío XII (12 de marzo de 1939 / 9 de octubre de 1958) promovió una intensa campaña en favor de la reconciliación a través del amor y el perdón. Ya en la alocución que dirigió en Castelgandolfo, el 14 de septiembre de 1936, a 500 prófugos españoles recibidos en audiencia, Pío XI se refirió a «los otros». «¿Qué decir —se preguntó el Papa— de todos aquellos otros que también son y permanecen siendo hijos Nuestros, no obstante que Nos han tratado no como hijos a un Padre, sino como enemigos a un enemigo particularmente odiado?». E invitó a «amarles, y amarles con un amor particular de compasión y de misericordia, amarles y, no pudiendo hacer otra cosa, orar por ellos; orar para que vuelvan al Padre que con grandes deseos les espera, y se hará una fiesta de grande alegría a su retorno».

Esta parte del discurso pontificio no fue publicada por la prensa de la España llamada nacional, pues la censuró el gobierno, y tampoco apareció en los boletines eclesiásticos, hasta el punto de que Antonio Montero lo reprodujo mutilado en su Historia de la persecución religiosa (Madrid, BAC, 1961, pp. 741-742), al haberlo tomado del Boletín Oficial del Obispado de Pamplona (1936, 366-367).

Expresiones y sentimientos semejantes a los de Pío XI los encontramos en la célebre Carta colectiva de los Obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la Guerra de España, del 1 de julio de 1937, en la que trataron de exponer unos hechos y de responder a tergiversaciones y falsedades, afirmando que la Iglesia acató el régimen establecido en 1931 y respondió a los vejámenes con sumisión, en las materias en que esto era lícito, con la protesta y con la oración Y, tras documentar la larga relación de excesos en el período republicano, destrucción de templos y matanza de sacerdotes, la Iglesia se mostró dispuesta al perdón. Por ello, los obispos españoles pidieron a los de todo el mundo que les ayudaran a difundir la verdad, y a rezar para que se extinguieran los odios y supieran practicar el perdón.

El cardenal Pacelli intervino tanto en la redacción del discurso de Pío XI como en las numerosas iniciativas tomadas por la Santa Sede durante la guerra en favor de los detenidos políticos y condenados a muerte. Poco antes de ser elegido Papa, cuando era inminente el final de la guerra, pidió expresamente al nuncio Cicognani que hiciera todas las gestiones posibles y oportunas para que Franco recomendara a las autoridades militares y civiles subalternas que fueran moderadas y magnánimas con los vencidos, pues no debían repetirse las violencias cometidos en el País Vasco en 1936, cuando fueron ejecutados 14 sacerdotes de la diócesis de Vitoria; también pidió que no se tomaran en consideración posibles denuncias apasionadas e infundadas contra sacerdotes y jóvenes de Acción Católica que con celo se habían dedicado a practicar el bien mediante obras de beneficencia y caridad, lo que forzosamente les había exigido contactos con personas que ejercían autoridad en la zona republicana, y que los obispos y superiores de órdenes y congregaciones religiosas prohibieran a sus respectivos súbditos la presentación de denuncias a las autoridades civiles contra sacerdotes y religiosos, como también el concurrir y afiliarse a centros y asociaciones de política partidista.

«El problema de los prisioneros políticos ha sido siempre uno de los más graves» 
(Nuncio Cicognani)

Pero el texto más elocuente del nuevo Papa fue el radiomensaje que dirigió «a los fieles de España», el 19 de abril de 1939, para expresar su congratulación por «el don de la paz y de la victoria». Tras reconocer el «deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la Religión», el Papa no ocultó «la amarga pena que le causaba el recuerdo de aquellos otros, que como hijos pródigos tratan de volver a la casa del Padre, y no dudamos que serán acogidos con benevolencia y amor».

Se refería Pío XII a los vencidos, a los que dedicó estas palabras, que hoy debemos entender en su contexto histórico. «Nuestra solicitud, también de Padre, no puede olvidar a estos engañados, a quienes logró seducir con halagos y promesas una propaganda mentirosa y perversa. A ellos particularmente se ha de encaminar con paciencia y mansedumbre Vuestra solicitud Pastoral —dijo el Papa a los obispos—: orad por ellos, buscadlos, conducidlos de nuevo al seno regenerador de la Iglesia y al tierno regazo de la Patria, y llevadlos al Padre misericordioso, que los espera con los brazos abiertos».

Y también en este contexto hay que situar las constantes intervenciones papales en favor de los detenidos políticos y condenados a muerte, ampliamente registradas en los documentos hasta ahora inéditos de su pontificado, que me ha sido posible consultar desde el pasado 2 de marzo, y cuya publicación preparo para una monografía dedicada a Pío XII y España.

Sin embargo, los enérgicos e insistentes llamamientos del Papa —unas veces en cartas personales a Franco y otras a través del nuncio Cicognani—, no siempre fueron escuchados, pues en los despachos del representante pontificio quedan recogidos los casos de miles de víctimas de la represión en los años cuarenta y hasta bien entrados los cincuenta. «Por desgracia —decía Cicognani en 1945— el problema de los prisioneros políticos ha sido siempre uno de los más graves y de los más discutidos por el modo en que se ha llevado y por las desagradables consecuencias que ha tenido para el régimen tanto desde el punto de vista interior como internacional».

A las intervenciones del Papa se unieron las de muchos obispos que pidieron expresamente a Franco clemencia para los vencidos. Destaca entre ellos el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, que intercedió en favor de más de dos mil detenidos y condenados a muerte en el Castillo de San Cristóbal de Pamplona, diciéndole a Franco: «Hay presos buenos; hay centenares de hombres que ni tienen manos manchadas en sangre, ni han envenenado al pueblo; centenares de hombres que tienen revisada favorablemente su causa y esperan la ratificación del fallo para salir a la vida y al amor de los suyos».

El número de prisioneros políticos, que al acabar la guerra ascendía a cerca de 300.000, fue disminuyendo con el paso de los años gracias a continuos indultos. El nuncio Cicognani intervino siempre en nombre del Papa para atenuar la rigidez de las sentencias, especialmente de los condenados a muerte, y consiguió salvar muchas vidas y reducir muchas penas.

Fiesta Patronal 2020


jueves, 23 de julio de 2020

Sebastián de Aparicio, muy rico empresario en las Américas del siglo XVI... hasta que se hizo fraile

(Rel.) Un irracional odio se ceba en las últimas semanas sobre figuras históricas de la talla de Cristóbal Colón o de San Junípero Serra. Se cuestiona la civilización cristiana en su conjunto alimentando la Leyenda Negra contra la conquista y evangelización de América, pero al mismo tiempo eso sirve para rescatar para el recuerdo personajes de magnitud no menor a los anteriores, transmisores de cultura no menos que de fe. 

No hace mucho Francisco firmaba el decreto de virtudes heroicas del Padre Kino, célebre jesuita evangelizador de Arizona. Y un reciente libro de Pedro Fernández Barbadillo, Eso no estaba en mi libro de Historia del Imperio Español (que incluye un apasionante análisis de la ''diplomacia inmaculista'' de la Corona) pone en valor una personalidad singular y característica de la obra de España en América en el siglo XVI: el beato Sebastián de Aparicio (1502-1600).

De Sebastián de Aparicio se llegaron a contabilizar en 1608, en la primera investigación abierta tras su muerte, nada menos que 590 milagros y favores. Y en el proceso apostólico llevado a cabo entre 1628 y 1630, que desembocaría en su beatificación por Pío VI en 1789, esa cifra supera ya los mil doscientos.  

Muchas cosas se pedían al cielo por su intercesión, porque se le había conocido como lo que fue: un empresario carretero inmensamente rico -puro olfato comercial en una persona que fue siempre analfabeto, lo que le impediría ser ordenado sacerdote- que acabaría como limosnero y otras humildes tareas en un convento franciscano, tras donar su fortuna e ingresar como fraile, ya anciano, tras enviudar dos veces. Es el santo protector de los conductores de cualquier tipo de vehículo por tierra, mar y aire.

Así nos lo presenta Fernández Barbadillo, de cuyo libro reproducimos algunos párrafos.

Sebastián de Aparicio, un multimillonario franciscano

(...) Nació en Gudiña, y era el tercer hijo de Juan Aparicio y Teresa del Prado y el primer varón. No fue a la escuela, sino que aprendió los oficios del campo y el catecismo.

Adolescente, emigró al sur para ganarse la vida. Primero a Salamanca, al servicio de una viuda joven y rica, que le requirió de amores. Luego, a Zafra, donde sirvió a Pedro de Figueroa, pariente del duque de Feria. Allí, una hija de su señor también se le insinuó. Aparicio rechazó a ambas. Como ya sabía gobernar una casa y tenía grandes virtudes, pasó entonces a servir en una de las familias principales de Sanlúcar de Barrameda. En los siete años siguientes ganó tanto dinero que pudo pagar las dotes de sus hermanas mayores.

Comenzada la treintena, en 1531, el año de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, Aparicio se embarcó para la Nueva España y se avecindó en la recién fundada Puebla de los Ángeles. Allí, en vez de buscar trabajo como criado o mayordomo de alguno de sus compatriotas más poderosos, se convirtió en empresario.

Él y un carpintero paisano suyo montaron una de las primeras empresas de transporte de América, si no la primera. (...) Dirigía los convoyes, buscaba arrieros y hasta diseñaba los caminos.

En 1542, Aparicio se marchó solo a México. Solamente cuatro años más tarde, se descubrieron las enormes minas de plata de Zacatecas, a seiscientos kilómetros al norte de la capital. La ciudad que se empezó a levantar necesitaba de todo y allí estaba el empresario gallego. Su flota de carretas circulaba entre Zacatecas y México transportando viajeros, alimentos, herramientas y mineral de plata. Incluso hizo de diplomático para persuadir a los chichimecas de que no atacasen sus convoyes. Su bondad y su honor le ganaron la amistad de estos indios tan belicosos.

(...) A los cincuenta años de edad, a nuestro personaje se llamaba «Aparicio, el Rico». De criado, a empresario; y de empresario, a rentista. Sebastián vendió su negocio y compró una hacienda ganadera en Tlanepantla, cerca de México.

Pero en vez de dar fiestas y derrochar, atendía a todos los pobres y viajeros que se le acercaban. Vestía con modestia, comía lo mismo que sus criados y dormía sobre un petate; además, rezaba el rosario a diario. (...)

Después de pasar una enfermedad tan grave que recibió los últimos sacramentos, a los sesenta años, por fin contrajo matrimonio con la hija de un vecino de Chapultepec. La joven murió en el primer año de matrimonio. Aparicio devolvió los dos mil pesos de la dote a sus padres.

En 1567, realizó nuevas nupcias con María Esteban, «una indita noble y virtuosa», hija de otro amigo. Pero la joven también murió pronto al caerse un árbol mientras recogía fruta. Igualmente, devolvió la dote a sus padres.

De ellas, dijo el casto viudo que «había criado dos palomitas para el cielo, blancas como la leche.»

Con setenta años, «Aparicio, el Rico» descubrió su verdadera vocación: la de consagrado. Su confesor le propuso que ayudara a las clarisas recién instaladas en México y Sebastián no solo les dio dinero, sino que además se puso a su servicio como donado, portero y mandadero. A finales de 1573, donó a las clarisas ante notario toda su fortuna, cuyo valor rondaba los veinte mil pesos, y él solo se reservó mil pesos por consejo de su confesor por si no perseveraba.

En junio de 1574, tomó el hábito franciscano en el convento de la orden en México y se dedicó a los trabajos más humildes, como barrer y cocinar. (...) El noviciado no fue agradable, pues los franciscanos dudaban de si podría aguantar a su edad la dureza de la regla. (...)
El 13 de junio de 1575, Sebastián de Aparicio ingresó en la orden franciscana. Y otro fraile firmó el acta por él, pues seguía siendo analfabeto. Su primer destino fue el convento de Santiago de Tecali, a unos treinta kilómetros de Puebla, al que fue andando. Poco después, sus superiores le mandaron regresar a Puebla y le encargaron la misión de recorrer la región con una carreta para pedir y recoger donativos, con los que mantener el convento de las Llagas de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, donde había más de un centenar de frailes, más los alumnos del colegio, los enfermos y los hermanos de paso.

De esta manera, «Aparicio, el Rico» se convirtió en el «Fraile Carretero.» Ejerció de limosnero los últimos veintitrés años de su vida y tuvo que dormir al raso, viajar con lluvia, frío y calor… y nunca se quejó, entre otros motivos porque decía que recibía favores del Cielo. En una ocasión, un ángel le había sacado la carreta del barro.

Este era su modo de vida: «Lo que yo hago es hacer lo que me manda la obediencia: duermo donde puedo, como lo que Dios me envía, visto lo que me da el convento; pero lo mejor es no perder a Dios de vista, que con eso vivo seguro.»

Falleció a los noventa y ocho años, en febrero de 1600 y su cuerpo encuentra depositado en una urna de cristal en el convento franciscano de Puebla. Era tan grande su fama de santidad que, como señala el padre José María Iraburu, en 1603 Felipe III encargó al obispo de Tlaxcala que se escribiese su vida y al año siguiente, el rey recibió la biografía redactada por fray Juan de Torquemada. En el proceso que la Iglesia abrió sobre él al poco de morir, declararon quinientas sesenta y ocho personas, varones y mujeres, españoles, indios y esclavos. Se le declaró beato en 1789.

La Iglesia en Asturias se une, este domingo, a la Jornada por las víctimas del coronavirus

La Archidiócesis de Oviedo se unirá este domingo, 26 de julio, a la Jornada por las víctimas de la pandemia propuesta desde la Conferencia Episcopal Española, coincidiendo con el día de la memoria de los santos Joaquín y Ana, el día de los “abuelos”.

Esta jornada incluirá una eucaristía presidida por el Arzobispo, Mons. D. Jesús Sanz Montes, que se celebrará a las 12 del mediodía en la Catedral de Oviedo, por el eterno descanso de todos los difuntos y el consuelo y esperanza de sus familiares. A estas intenciones se unirán, en su eucaristía dominical, todas las parroquias y comunidades religiosas de la diócesis, para que todos los fieles asturianos que lo deseen puedan participar.

En la eucaristía se dará gracias, asimismo, por todo el trabajo y el sacrificio realizado por tantas personas durante el tiempo de la pandemia, y habrá un recuerdo especial hacia los mayores y las residencias de ancianos. Una celebración en la que se pedirá luz, comunión y entrega fraterna ante la crisis social y económica provocada por la pandemia y el confinamiento.

miércoles, 22 de julio de 2020

Las cien velas de sor María Saladina

Sus compañeras de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados destacan de ella su amabilidad y alegría al servicio de los ancianos.

(Lne) La residencia Santa Teresa de Jornet (el asilo de San Cristóbal) esta de fiesta. Muchas veces celebran cumpleaños de sus residentes, pero esta vez es Sor María Saladina Rodríguez Rúa la que cumple años y no pocos, apagará cien velas. Sus compañeras de congregación le agradecen su dedicación durante toda una vida al prójimo.

Sor María, como habitualmente la llaman, pertenece a la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, institución religiosa en la que su fundadora, Santa Teresa Jornet (1843-1897), proyectó su tarea evangélica al cuidado de los ancianos más pobres y vulnerables sin recursos humanos ni económicos. En Avilés la presencia de las Hermanitas data del año 1880. Comenzaron en el convento de la Merced, trasladándose sucesivamente a la calle Río San Martín y en 1990 a La Sablera, San Cristóbal.

«Desde 1972, hace ya 48 años, Sor María ha dedicado lo mejor de sí misma con amabilidad y alegría, al servicio de incontables ancianos y personas vinculadas a esta residencia, a Avilés y su comarca», recuerdan sus compañeras en un escrito con el que hoy quieren homenajearla de una forma muy especial.

María Saladina Rodríguez Rúa nació en Freijo (Orense) en 1920. «Cien años son testigos de la grandeza de su alma, de la ilusión e interés que pone en las tareas sencillas de la vida diaria. Pequeña de estatura y aspecto frágil, no lo es, sin embargo, en su carácter decidido a la hora de ayudar y controlar que todo esté bien, que todo salga perfecto, que los ancianos tengan todo lo necesario y que se les dé atención de calidad», destacan.

Afirman que su puesto en recepción «ha sido como un 'faro de mar', esa 'torre luminosa', referencia, guía, aviso para todos los avilesinos que en estos casi diez lustros hemos tenido la suerte de tenerla entre nosotros».

Santoral del día: Santa María Magdalena

(COPE) La Sagrada Escritura canta y elogia la figura de la mujer hacendosa que vale mucho más que las perlas. Además presenta su capacidad de servir y ayudar a los otros, además de la fidelidad a la Fe. Hoy celebramos a Santa María Magdalena, que fue fiel discípula como destaca el Papa Francisco. Tal y como relatan los Evangelios, formaba parte del grupo de mujeres que seguían a Cristo. De ella habían salido siete demonios.

San Lucas nos cuenta cómo cuando el Maestro se fue a comer a casa de Simón el fariseo, llega allí una mujer pecadora que puesta detrás del Señor le empieza a besar los pies, a regárselos con sus lágrimas y a secárselos con sus cabellos, ante el escándalo del propio anfitrión de la casa y los otros escribas, que se plantean el motivo de por qué el Maestro, siendo un Profeta, no se da cuenta de que se trataba de una pecadora. Entonces el Señor le recordará que si a aquella mujer se le perdonan sus muchos pecados es porque ha mostrado mucho amor ante el débito que tenía con Dios.

Ella va muy de mañana, al amanecer del Domingo de Pascua, al Sepulcro con idea de arreglar el Cuerpo de Cristo, porque lo hicieron rápido el día de la Muerte del Señor. San Juan, por su parte, la presenta como la que va a ver a los discípulos y, al encontrarse con Pedro y el otro discípulo Amado, les comunica el hallazgo del Sepulcro Vacío.

Cuando llora en el huerto porque cree que han quitado de allí el Cuerpo del Señor, al ver al propio Cristo le toma por el hortelano, hasta que le reconoce al oír su voz, cumpliendo el encargo de ir a anunciarlo a los otros. También ha habido quienes han identificado a esta Santa con la hermana de Marta y Lázaro, al que el Señor resucitó de entre los muertos. La misma que rompió el perfume de alabastro y lo derramó sobre la cabellera del Maestro.

martes, 21 de julio de 2020

Las Dominicas de la Anunciata de la Casa Sacerdotal, adiós a unas monjas de libro. Por Rodrigo Huerta Migoya

Todo adiós es amargo, pero más si cabe al finalizar una preciosa misión que con tanto acierto y amor habéis desempeñado desde hace cuarenta y siete años: ¡casi medio siglo!

Fuisteis las primeras en llegar, antes que los sacerdotes, que los empleados y que los obispos; vosotras cogisteis esa casa vacía y la convertisteis en un hogar para los que habrían de llegar.

Vuestra Congregación como la gran mayoría de la Iglesia en España, está experimentando la realidad social de este cambio de época que tanto afecta a las vocaciones. Fuisteis bendecidas en esta tierra con numerosísimas vocaciones asturianas, jóvenes que llamadas por el Señor entregaron su vida en vuestra familia religiosa. Habéis sido una bendición para la Iglesia de Asturias, y tanta fue la gracia que lo que empezó con una tímida comunidad en Sama de Langreo para educar a las hijas de los mineros terminó en una Provincia propia con sede en Oviedo que ha durado casi ocho décadas.

Por desgracia el tiempo de abundancia terminó hace ya mucho, y hace ya años que la Congregación más que vivir sobrevivía gracias a lo que fue y a la generosidad de las hermanas que con muchos años a sus espaldas trabajaban como cuando eran jóvenes. Han sido ya muchas comunidades y casas las que ha habido que cerrar, y hasta la Provincia se ha fusionado con otra. Es la dura y cruda realidad que viven tantos carismas religiosos ante la falta de vocaciones.

Era evidente, desde hace tiempo, que la Comunidad de la Casa Sacerdotal tocaba a su fin, pues las hermanas ya no estaban para cuidar a nadie sino más bien para empezar a cuidarse ellas. Es doloroso el adiós, pues vosotras dabais a esa Casa el toque maternal y femenino que sólo las consagradas sabéis aportar con vuestro buen hacer silencioso en un hogar donde todo habla de Dios.

Para vosotras, que os toca hacer la maleta, es un duro trance a una edad en la que lo último que apetece es volver a empezar de cero. El Señor que conoce vuestra generosidad seguro os bendecirá como premio a la meritoria entrega.

La diócesis ha sentido vuestra marcha cuando en el mes de enero así entendió y aceptó. Me consta lo bien cuidado que ha estado Don Gabino por vosotras, así como todos los auxiliares y arzobispos residenciales que aquí han morado. Sé también lo mucho que el Prelado actual siente vuestra marcha por lo atentas que desde el primer día fuisteis con él y lo unidas que habéis estado a su ministerio episcopal. Siempre se dijo que dominicos y franciscanos son como gallegos y asturianos, primos hermanos; aquí ciertamente hemos vuelto a ver ese abrazo de San Francisco a Santo Domingo en la unión de las hermanas a su Arzobispo. Vuestra predicación como dominicas fue el buen hacer callado de cada día como el que faena no para un salario terrenal, sino para merecer el reino prometido.

Todos los que de algún modo u otro frecuentamos y queremos la Casa Sacerdotal os vamos a echar en falta. A la hermana Ascensión, caminando veloz por los pasillos pendiente de que todo esté apunto, a la hermana Angelita, decorando los rincones del edificio en función del tiempo litúrgico o la estación del año, a la hermana Conchita en la portería... Habéis sido una bendición para la Casa y sus moradores. Tengo en la retina una escena que no olvidaré: una hermana sacando del bolso una servilleta para con delicadeza limpiar la boca de un sacerdote anciano y enfermo...

Eso es lo que habéis sido, dulce caricia. Fuisteis amigas para Don Jesús Jardón, camino para D. Antonio Rodríguez Francos, palabra para Don Arturo Poo, luz para Don Miguel Ángel Vigil, oxígeno para Don Bernardino García, alimento para Don Ignacio Olaizola, apoyo para Don Fidel Ibáñez, calor para Don Luis Villaverde, compañía para Don Rafael Somoano, sonrisa para Don Alfredo Cortina, esperanza para Don Emilio Fuertes, piernas para Don Luis Piñera, mano para Don Jesús Jomezana, andador para Don Luis Marcos, vida para D. José Ignacio Monte Cabañas, confianza para Don Amalio Bayón, consejeras para Don Gumersindo Moro, pilar para Don José María Rodríguez, tranquilidad para Don Julio Villanueva, canto para D. Manuel Antonio Barrera, bastón para Don Custodio, guía para Don César Ferrero...

Fuisteis hasta inspiración, como reflejan los numerosos poemas de Gerardo Prieto. Ahí están algunos de ellos: Anunciata, Padre Coll, Canta temprano Angelita; Casa Sacerdotal, nuestra familia y hogar; Hermanas Dominicas, invitadas al banquete del reino; Día gozoso la fiesta del fundador; En las bodas de oro de la hermana Angelita Suarez Acebal 2006; Gran Santo Padre Coll 2009; A la hermana María Jesús -provincial-; A la hermana María teresa: ¿cuál es tu horizonte?; A la hermana Manuela: servicios de sacristía; A la hermana Margarita; A las hermanas Teresa y Margarita 2010; La Anunciata; La maceta de hermana Delia; Padre Coll 2006 (escrito en Lourdes); Presentación -poema a la Congregación-; A la visita de la Madre Provincial; Quiero Señor darte gracias -poema a la dominicas de La Casa (Octubre 2004); Santo nuestro Padre Coll; Gloria al Santo Padre Coll 2009; Solo para ti cantaré...¡Señor!; Bodas de oro de la hermana; Un canto nuevo de vida -a la hermana Angelita 2007; Una vida consagrada 2005... He aquí una prueba del cariño del clero secular a las hermanas dominicas.

Habéis gastado generosamente la vida en este lugar tantas hermanas que vuestro paso y vuestra aportación no será fácilmente olvidado. Ahí está una cifra más grande que los años de servicio, y es la de los más de quinientos sacerdotes han partido de este mundo al padre en esta Institución Diocesana que cumple uno de los cometidos más nobles y hermosos de la Iglesia en Asturias: recoger, acoger y cuidar a los que todo lo dieron y entregaron por amor a Dios y a las almas, y que vosotras habéis atendido.

Si la Casa Sacerdotal se llama de San José recordando cómo el Santo Patriarca ayudaba al Eterno y Sumo Sacerdote a dar sus primeros pasos, al igual aquí se ayuda a seguir dando pasos a los sacerdotes cuando ya no tienen fuerza para ello; la enfermería debería llamarse San Francisco de Coll, pues en ella las dominicas se dieron sin reservas al cuidado y desvelo de los más frágiles y vulnerables, siendo en ocasión ellas la única familia que tenían.

Entre mis lecturas de este verano, tengo la novela de ficción ambientada en Oviedo: ''Lo que callan los muertos'', de Ana Lena Rivera. Novela de misterio en la que su protagonista Gracia San Sebastián, renuncia a un prometedor futuro laboral en New York para mudarse con su marido a su Oviedo natal. Aquí, en Vetusta, se dedicará a investigar fraudes a la seguridad social, pero al final terminará investigando el asesinato de una vecina de su madre. Uno de los escenarios de esta novela de misterio es la Casa Sacerdotal de Oviedo a donde la protagonista acude con frecuencia a pedir ayuda y consejo a la religiosa dominica Sor Florencia. Ciertamente, las dominicas han sido tal Institución entre nosotros que ya son incluso monjas de novela... Nos costará imaginar y ver la Casa Sacerdotal sin ellas, pues se han ganado el respeto, la admiración y el aprecio de todos en "el pan nuestro de cada día".

Llegó la despedida no esperada
de esta Casa que tanto habéis amado,
Pues media vida en ella habéis gastado
Cumpliendo la misión encomendada.

Hogar de la edad y la esperanza
Junto a los que ven ya la nueva Pascua.
Ardor que fue fuego y hoy es ascua
los que de Dios vivieron su semblanza

Para ellos habéis sido pura gracia
Apoyo, caricia, luz, consuelo
último aliento de esperanza

Sólo queda decir un pobre: Gracias
Por tanto bueno que ahí habéis dejado
con la vida vivida en La Anunciata.

                                          Rodrigo Huerta Migoya