Si hacemos un repaso por la vida de todo cristiano devoto del
Corazón de Jesús, nos encontramos con múltiples rincones de la vida diaria dónde
su imagen está presente: en el coche, en la pulsera, en el calendario del
garaje, en la estampita de la cartera, en la imagen que tengo en el “hall”, en
el taco de la cocina, en el detente que guardo en la chaqueta, en el
escapulario que llevo encima … Y es que el amor de Dios quiere estar presente
en nuestras vidas, pero no siempre nosotros le dejamos entrar hasta el salón,
sino que, casi como a su propia imagen, lo aparcamos junto al felpudo del
recibidor.
La medalla. ¿Quién no tuvo, lleva o conserva aún con cariño su
primera medalla? Esa que abuelas y madrinas nos lucían al cuello teniendo en un
reverso el corazón de Jesús y al otro la Virgen del Carmen para los niños
(futuros marineros de comunión) y la Virgen niña para las chicas. Es una
piadosa costumbre que según las zonas cambia, pero que a Dios gracias aún no se
ha perdido del todo como nos lo demuestran cada año nuestros niños de Lugones.
Qué hermoso pues sentir el peso sobre el pecho del relieve del corazón de
Cristo como si nos dijera: No me quites, llévame contigo, pues mi yugo es
llevadero y mi carga ligera (Mt 11,30). Jesús nos muestra su pecho traspasado
por nosotros, nos muestra la inmensidad de su amor. No podemos pues, permanecer
impasibles ante algo tan grande; no es una devoción sin más, sino aquella que
nos habla y recuerda que no hablamos de un justiciero o vengador, sino del que
en sí es todo amor.
Mi puerta: Yo soy la puerta, el que pase por mí se salvará (Jn
10,9). Hoy la variedad de puertas es muy amplia en Lugones, pero hubo un tiempo
no muy lejano en que en todas y cada una de ellas estaba custodiada por una
chapita con la imagen del Corazón de Jesús. En unas salía como rey, en otras de
medio cuerpo o sentado; otras además rezaban: bendeciré; Dios bendiga este hogar; reinaré en España, etc.
Han pasado los años, por lo que hemos comprado nuevas y buenas puertas, algunas
hasta blindadas, más sin darnos cuenta, hemos quitado al mejor portero o nos
hemos olvidado de cambiarle para la nueva siendo su destino el vertedero. Nuevamente
volvemos a escupirle, zarandearle y jugamos a aquello de: Haz de profeta Mesías ,adivina quién te ha pegado. Cada vez que nos
dejamos arrastrar, que pasamos de ser ovejas astutas a borregos torpes, golpeamos
sin darnos cuenta al Señor.
Del amor que yo te hablo hoy se que no está de moda,
suena a rollo … no es un amor que salga en las conversaciones de la sidrería,
ni en los “deluxe” y, dentro de poco, ya ni en los periódicos. Pero, ¿acaso
salía el corazón de Jesús en prensa pretenderlo? Pues sí, por supuesto. Quedan
aún periódicos locales y comarcales dónde en las últimas páginas uno se podía
encontrar una estampita pequeña del corazón de Jesús con un texto anónimo dónde
un devoto agradecía públicamente una gracia o favor recibido. Es un Amor sin
fronteras, aunque desde hace unos años en adelante parece que este amor da
sarpullido y hay que quitarlo de la vista pública. Sin embargo Él nunca podrá
salir de nuestra sociedad y cultura ya que está íntimamente ligado a ella. No
son pocos los lugoninos que suben desde el Puente Vieyu hasta lo alto del Picu
Paisanu para contemplar extasiados como Jesús, con sus brazos y su corazón
abierto, corona y bendice nuestra tierra desde allí.
Lapida y epitafio. Finalmente, si hasta aquí su
acompañamiento en la vida, no son pocos los que se van de ésta orgullosos de
haber podido tener el privilegio de descubrir lo que es sentirse amado y haber
amado a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como uno mismo. Prueba de ello son las esquelas dónde aún hay
valientes que piden poner bajo su nombre, por ejemplo: Cofrade del Corazón de Jesús de Riaño–Langreo. Otros piden ser
enterrados con la medalla, el escapulario o algo de esta querida devoción.
También lo vemos en nuestro cementerio, dónde no faltan relieves, grabados e
imágenes del Corazón de Cristo en las lápidas de los nichos. Ese Corazón que
hace que el nuestro, aunque parado y frío muchas veces, no deje nunca de latir.
Sagrado Corazón de
Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Rodrigo Huerta Migoya