viernes, 30 de junio de 2017

Despedida a unos Ángeles de la Guarda


“…Aquí la más principal hazaña es obedecer y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son…”

Con este fragmento de unos versos de Calderón de la Barca (militar primero y sacerdote después) he querido iniciar este breve artículo como memoria y resumen de la estancia entre nosotros de las hermanas del Santo Ángel, Victoria y Dolores, que este mes, cumpliendo con la obediencia debida, cierran su página de Lugones y abren una nueva, en Palencia la primera, y en Oviedo la segunda.

Dolores no ha tenido una participación directa en los últimos años en la vida de la Parroquia, pues su encomienda pastoral estaba en la atención a unos niños en una guardería de Oviedo, si bien, querida y valorada, era asidua cuando podía a la misa vespertina y a todos los acontecimientos más relevantes de la misma. No se va lejos, con lo que posiblemente tenga más fácil venir a vernos alguna vez; esta seguirá siendo su casa cuando quiera, pues la simple presencia en el tiempo va generando vínculos y afectos imborrables.

Victoria llevaba poco tiempo entre nosotros pero su pastoral estuvo vinculada de hoz y de coz en la Parroquia. Profesora de Matemáticas, no dudó en colaborar en con clases de apoyo, en la catequesis y en la atención litúrgica de las celebraciones como lectora y ministra extraordinaria de la Comunión. También, junto con la incombustible hermana Bibiana y la hermana Socorro, acompañaba al Párroco cada sábado a las celebraciones de la eucaristía en las residencias de ancianos de nuestra demarcación. Como Superiora que era de la Comunidad, tiene el gran mérito de haber conseguido una fluidez y comunicación absoluta entre la Parroquia, el Párroco y su propia Comunidad, lo cual ha generado unos afectos y reconocimientos entrañables y sin parangón que nos hará recordarla siempre, particularmente yo como párroco, que le estoy profundamente agradecido. En mi corazón se queda no sólo la religiosa y la entrañable colaboradora, sino sobre todo la gran persona que es Victoria.
 Se va a una Comunidad de Palencia, también vinculada a una parroquia, cerca de donde tiene a una hermana, igualmente religiosa de la misma Congregación la cual se encuentra enferma, lo que le permitirá cuidarla.

Termino parafraseando para ambas los versos (que Victoria misma me dedicó en personal despedida) de José María Pemán, incluidos en “El Divino Impaciente”: Os emplazo para la gloria, que para los tres la espero, por la bondad del Señor, que no por méritos nuestros. Mientras tanto, hermanas mías, porque no nos separemos, llevadnos en vuestro corazón, que en el nuestro os llevaremos.

Joaquín, Párroco

jueves, 29 de junio de 2017

RECUERDA

HORARIOS DE VERANO
¡Felices vacaciones a todos!



Del Sábado 1 de Julio hasta el Domingo 17 de Septiembre

L U G O N E S:
Semana: Martes, Jueves y Sábados a las 18´00h.
Domingos y Festivos: 12´00h.
DESPACHO PARROQUIAL: EN JULIO NO HAY
EN AGOSTO (Martes y Jueves tras la misa -18´30h-)
*En la capilla del Carbayu se suspenden las misas en el mes de Julio.-Se reanudan en Agosto a las 20´00h.


V I E L L A: Sábados 17´00h y Domingos y Festivos 11´00h.
Atención: En el Despacho de Lugones en el horario indicado

CARTA SEMANAL DEL SR. ARZOBISPO



Estamos con las altas temperaturas propias de un verano ya comenzado, y rodeados de incendios que asolan nuestras tierras y abrasan nuestros predios, entre las fatalidades naturales de los fuegos que se declaran por sí mismos y los que se deben a la mano humana provocados con diversas intenciones. Así andamos en estas fechas con el curso escolar y pastoral ya terminado. Las calendas veraniegas traen el tiempo de descanso, o al menos un pequeño respiro que nos permite recobrar fuerzas para retomar el curso a la vuelta de agosto, con una ilusión y ganas que nos lanzan a escribir mes tras mes la vida con todos sus momentos.



Hay muchas maneras de enfocar el descanso, modos distintos de entender y vivir un breve tiempo de vacación. No me refiero al presupuesto para una evasión que dejaría boquiabierto al más fantasioso. Porque hay vacaciones que te dejan para el arrastre de cansancio y el bolsillo completamente esquilmado hasta con créditos bancarios impagables. Pero también hay vacaciones al alcance de todos, para sosiego de la gente sencilla y sin muchos recursos económicos pero con gran creatividad en su modo de descansar de veras, de enriquecerse en valores que no pasan, de gozar de las cosas cotidianas con las que la vida nos guiña y enamora.

Estando zambullidos a menudo en una realidad que dificulta el ser humanos y vivir como cristianos, las vacaciones pueden ser un buen momento para recuperarnos y fortalecernos en este sentido. Doy algunas sugerencias que sugieren este tipo de descanso:

1. La prisa, tan frecuente en nuestra sociedad, puede dificultar unas relaciones cálidas y de calidad entre nosotros. Es un aspecto hermoso a incluir en nuestro programa veraniego: cuidar las relaciones con los más nuestros, que no por el hecho de ser cercanos siempre les damos la debida atención. Compartir unos días con nuestra gente, con la familia y los amigos, en los que descubriremos perfiles nuevos que no hemos logrado hallar en el roce diario, especialmente si éste está condicionado por el vértigo que nos hace superficiales y distraídos.

2. También es un buen momento para realizar excursiones en las que gozar del espectáculo de la naturaleza, la obra buena del Buen Dios, en la que encontraremos el reflejo de su belleza, su armonía y su paz. Igualmente, es ocasión para visitar lugares en los que la mano artista del hombre ha sabido plasmar su creatividad y su fe, percibiendo el mensaje elocuente que las piedras, los lienzos y la música nos traen, sacándonos de la frivolidad banal que nos imponen las telebasuras. El arte es la expresión de la grandeza de corazón y también un camino que a ella nos acerca.

3. Dios supo descansar al séptimo día. Las vacaciones son también una ocasión extraordinaria para dedicarnos un poco más a Quien no deja de dedicársenos un solo instante a nosotros. Nos ayudará en este sentido la lectura de un buen libro de temática religiosa, un rato de oración más distendida, incluso retirarnos algunos días para hacer ejercicios espirituales, o realizar algún cursillo o encuentro que nos ayude a ahondar la vida cristiana encontrando razones para nuestra esperanza.

El barbecho es un momento activo dentro de su aparente inactividad. Cuando de nuevo caiga en la tierra la semilla de la vida, la encontrará descansada no sólo para seguir dando el fruto esperado, sino más fruto todavía. Qué hermoso si al regresar de las vacaciones, no lo hacemos con morriña ni con cansera, sino con un cuerpo y un corazón preparados para acoger la simiente que en un tiempo de nueva sementera, nos ofrecerá quien es siempre el Sembrador. Felices vacaciones.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo


miércoles, 28 de junio de 2017

El libro de HO sobre las leyes LGTBI no incurre en delito de odio

El libro de HO sobre las leyes LGTBI no incurre en delito de odio

Así de contundente se pronuncia la Fiscalía y, en la misma línea, el Juzgado de Instrucción número 46 de Madrid ha archivado la denuncia interpuesta por la “Confederación de Colegas de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales” que entendió que el libro constituía un delito de odio agravado correspondiente a los artículos 510 y 22 del Código Penal.En concreto, el juzgado argumenta que «de lo actuado no parece debidamente justificada la perpetración del delito que ha dado lugar a la formación de la causa entendiéndose que los hechos denunciados (…) no son constitutivos del delito contemplado en el artículo 510 de Código Penal».
A juicio de Colegas, el libro de HazteOir.org que considera las leyes LGTB adoctrinamiento sexual «constituye un temerario desprecio a la verdad y una información injuriosa respecto del colectivo LGTBI de todo el Estado español». Colegas sostiene en la denuncia que la difusión del libro ‘¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio? Las leyes de adoctrinamiento sexual’ por un medio como ABC «supone un salto cualitativo en la difusión del discurso del odio».
En concreto, el juzgado argumenta que «de lo actuado no parece debidamente justificada la perpetración del delito que ha dado lugar a la formación de la causa entendiéndose que los hechos denunciados (…) no son constitutivos del delito contemplado en el artículo 510 de Código Penal».«De las ideas u opiniones vertidas por la Asociación denunciada no se desprende frases u opiniones ultrajantes u ofensivas», subraya el auto de archivo, sin perjuicio de que pudiera sustanciarse una sanción administrativa según las leyes LGT
Segunda sentencia que señala que no hay delito de odio
En el marco de la campaña de HazteOir.org emprendida para denunciar las leyes de adoctrinamiento sexual a través de las leyes LGTBI, que inluye la puesta en marcha de su autobús, ya se había producido un archivo al no apreciar delitos de odio.
A principios de marzo, con anterioridad a la denuncia presentada por Colegas, el Juzgado de Instrucción nº 42 de Madrid no advirtió delito de odio en el lema inicial de la campaña del autobús de HazteOir.org que decía: «Los niños tiene pene. Lasniñas tiene vulva. Que no te engañen». En concreto, el auto explicaba que «no se infiere racionalmente que se esté públicamente fomentando, promoviendo o incitando directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo por razón de la orientación o identidad sexual de sus componentes, no siendo dicha conducta subsumible en el tipo previsto en el apartado 1.a) del artículo 510 del Código Penal». Pese a ello, el Ayuntamiento de Madrid mantuvo el secuestro del autobús.

Ante todo, la Iglesia quiere ser acogedora

El Padre Ángel convertirá San Antón en el templo del Orgullo Gay en Madrid

EL PADRE ANGEL CONVERTIRÁ LA IGLESIA DE SAN ANTÓN EN EL TEMPLO DEL ORGULLO GAY EN MADRID
El mediático sacerdote conocido como el Padre Ángel ha anunciado que este próximo fin de semana estará en la iglesia de San Antón, en Chueca, para recibir «a las miles de personas que convertirán Madrid en la ciudad del Orgullo gay».
(InfoCatólica) «Hay que seguir sensibilizando a todas las personas y yo estaré presente en Chueca, ya que el Orgullo gay nos traerá a miles de personas que buscan también serenidad y acogida», señaló el Padre Ángel en Mieres (Asturias, España), donde fue a la presentación de un libro sobre su persona.El sacerdote indicó que la sociedad necesita «más ilusión, mucha compañía y escucharnos los unos a los otros. Lo dice el Papa Francisco, que una cosa es hablar y otra escuchar». Así, el Padre Ángel abrirá las puertas de la iglesia de San Antón a todos los participantes en la fiesta del «Orgullo gay».

martes, 27 de junio de 2017

Oración ante los hechos ocurridos en Villamayor (Asturias)

Letanías reparadoras al Inmaculado Corazón de María

¡Oh Madre nuestra dulcísima! Permite por piedad que nosotros tus devotos hijos, unidos en un solo pensamiento de veneración y amor, vengamos a reparar las horrendas ofensas que cometen contra Ti tantos desventurados que no conocen el paraíso de bondad y de misericordia de tu corazón maternal.

De la horribles ofensas que se cometen contra tu dulcísimo Jesús, te consolaremos oh María .

De la espada de dolor que hijos degenerados quieren nuevamente clavar en tu corazón maternal, te consolaremos oh María. 

De las blasfemias nefandas que se vomitan contra tu purísimo y santísimo nombre, te consolaremos oh María.

De las infames negaciones que se hacen de tus privilegios y de tus glorias más excelsas, te consolaremos oh María.

De los insultos que los protestantes y otros herejes lanzan contra tu culto dulcísimo, te consolaremos oh María.

De las sacrílegas afrentas que los impíos cometen contra tus carísimas imágenes, te consolaremos oh María.

De las profanaciones que se cometen en tus santuarios, te consolaremos oh María.

De las ofensas contra la virtud angelical que en Ti se personifica, te consolaremos oh María.

De los ultrajes que se cometen con las modas perversas, contra la dignidad de la mujer, por Ti reivindicada y santificada, te consolaremos oh María.

De los horrendos delitos con que se aparta a los inocentes de tu seno maternal, te consolaremos oh María.

De las incomprensiones de tus derechos divinamente maternales, por parte de tantas madres, te consolaremos oh María.

De las ingratitudes de tantos hijos a tus gracias bellas, te consolaremos oh María.

De la frialdad de tantos corazones frente a tus ternuras maternales, te consolaremos oh María.

Del desprecio de tus invitaciones de amor, te consolaremos oh María.

De la cruel indiferencia de tantos corazones, te consolaremos oh María.

De tus lágrimas maternales, te consolaremos oh María.

De las angustias de tu dulcísimo corazón, te consolaremos, oh María.

De las agonías de tu alma santísima en tantos Calvarios, te consolaremos oh María.

De tus suspiros de amor, te consolaremos oh María.

Del martirio que te ocasiona la pérdida de tantas almas redimidas por la sangre de tu Jesús y por tus lágrimas, te consolaremos oh María.

De los horrendos atentados que se cometen contra tu Jesús, que vive en su Vicario y en sus sacerdotes, te consolaremos oh María.

De la conjuración infernal contra la vida de tu Jesús en su Iglesia, te consolaremos oh María.

¡Oh Madre santa dulcísima, que en el heroísmo de tu amor maternal, al pie de la cruz, rogaste por aquellos crueles que martirizaban tan atrozmente a tu amado Hijo Jesús y desgarraban tu Corazón ternísimo! Ten piedad de todos los desventurados e indignos que te ofenden; haz que ellos también puedan ser acogidos en tu seno maternal, purificados por tus lágrimas benditas, y admitidos a gozar los frutos estupendos de tu maternal misericordia. Amén.

Historia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

(http://www.corazones.org) En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.

Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.

Cae la pintura en manos de una familia

Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen.

Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.

La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.

Accede la viuda a entregar la pintura

Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.

La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.

En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.

Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.

Hallazgo de un sacerdote Redentorista

Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su cede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.

Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.

Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.

Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.

El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.

El Corazón de Jesús en el Magisterio de la Iglesia


lunes, 26 de junio de 2017

Ni horóscopos ni adivinos, el cristiano no sabe dónde va pues «es guiado» por Dios, dice el Papa

(Rel.) 
Este lunes el Papa Francisco advirtió durante su homilía en la Casa Santa Marta que un cristiano “que está parado” no es un “verdadero cristiano” y avisó del peligro de “instalarse demasiado” en vez de “fiarse de Dios”.

El Santo Padre habló del “estilo de vida cristiana” explicando la figura de Abraham y que consideró que se estructura en tres puntos: “despojarse”, “promesa” y “bendición”.

Tal y como recoge Arciprensa, Francisco indicó que “ser cristiano lleva siempre esta dimensión de despojarse que encuentra su plenitud en el despojarse de Jesús en la Cruz. Siempre hay un ‘ir’, ‘deja’, para dar el primer paso: ‘deja y vete de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre’. Si hacemos un poco de memoria veremos que en los evangelios la vocación de los discípulos es un ‘ve’, ‘deja’, ‘ven’”.

De este modo, agregó el Papa, los cristianos deben tener “la capacidad” de ser despojados porque si no se dejan “despojar y crucificar con Jesús”, no son cristianos auténticos.

"Caminamos hacia una promesa"
“El cristiano no tiene el horóscopo para ver el futuro; no va al adivino que tiene la bola de cristal, o a que le lean la mano. No, no. No sabe dónde va. Es guiado. Y esto es como una primera dimensión de nuestra vida cristiana: el despojarse”, añadió.

“¿Pero despojarse para qué? Para ir hacia una promesa. Y esta es la segunda. Somos hombres y mujeres que caminamos hacia una promesa, hacia un encuentro, hacia algo que debemos recibir en herencia”.

Por todo ello, Francisco recordó que Abraham se “fía de Dios”, y “siempre está en camino”. “El camino comienza todos los días desde la mañana; el camino de fiarse del Señor, el camino abierto a las sorpresas del Señor, muchas veces no son buenas, son feas. Pensemos en una enfermedad, en una muerte. Pero es un camino abierto porque yo sé que Tú me llevarás a un lugar seguro, a una tierra que has preparado para mí: el hombre en camino, el hombre que vive en una tienda, una tienda espiritual”.

El cristiano "bendice"

Del mismo modo, el Pontífice también aviso de que cuando el alma “se sistema demasiado, se instala demasiado, pierde esa dimensión de ir hacia la promesa y en lugar de caminar hacia la promesa, lleva la promesa y posee la promesa, y esto no funciona, no es cristiano”.

El tercer punto es la “bendición”. El cristiano “bendice”, es decir, “dice bien de Dios y dice bien de los otros” y “se hace bendecir por Dios y por los demás”. Y este es el esquema “de nuestra vida cristiana”, porque todos “debemos bendecir a los otros, ‘decir bien de los demás’ y ‘decir bien a Dios de los demás’.

Francisco también advirtió de que estamos acostumbrados “a no decir bien” del prójimo cuando “la lengua se mueve un poco como quiere”, en lugar de seguir a “nuestro Padre”.

Santo del Día

SAN PELAYO MÁRTIR

Cautivo a los diez años, empezó a mirar la vida en su realidad fuerte y grave. No reía fácilmente, dice de él su biógrafo. En otro tiempo había jugado a orillas del Miño, aturdiendo con sus gritos infantiles el pórtico de la basílica episcopal de Túy. Sobrino del obispo Hermogio, crecía junto al santuario, destinado también él a las altas dignidades eclesiásticas. Estudiaba la gramática y el salterio, cantaba en el coro las bellas melodías mozárabes, y en las grandes solemnidades presentaba el incienso delante del altar en cajas de marfil con incrustaciones de plata. Ahora todo estaba ya muy lejos: los grillos oprimían sus pies, la estrechez de la prisión acongojaba su espíritu; su destino era la esclavitud. Vivía con otros cautivos cerca de los palacios del califa. Un guardia entraba diariamente en la cárcel armado de un látigo, y, guiados por él, los presos se dirigían a su tarea: hoy trabajaban en los jardines reales, mañana en la mezquita, o en los baños, o en alguna de aquellas grandes construcciones con que el poderoso emir embellecía su capital. ¿Cómo iba a reír el pobre niño? No había esperanza para él en la tierra: los suyos habían sido con él como hombres sin entrañas. Llegó a Córdoba engañado. «Vamos a ver al tío», le dijeron seguramente; y él se dejó llevar, contento con la idea de ver mundo y de conocer aquella gran ciudad, famosa por sus opulencias y su poder. Allí estaba Hermogio, sepultado en un calabozo. Un año antes apresado en la batalla de Val de Junquera (920), había sido llevado a Córdoba y colocado bajo la vigilancia de la guardia real. En el silencio de su reclusión, pensaba en las fiestas brillantes de la corte leonesa, en las magnificencias catedralicias de Túy, en las tierras y en los siervos, y en el rescate inmediato. Y el rescate había llegado: era su sobrino.

Mientras el obispo pasaba el duero, el niño iba a ocupar su puesto en la prisión. Al principio creyó que aquello acabaría pronto. Al despedirse de él, Hermogio le había dado los más sanos consejos y las más bellas esperanzas. «Adiós, hijo mío—debió de decirle—; pronto nos veremos otra vez; voy allá para reunir el oro que exigen estos moros malditos.» Pero los días pasaban, y el niño no volvió a saber nada de su tierra. Sabía que allá en la frontera cristianos y musulmanes seguían combatiendo, y de cuando en cuando llegaban a la capital nuevos rebaños de prisioneros. Al principio lloró lágrimas abrasadoras, pero acabó por resignarse con su suerte. La fe le sostenía; rezaba los salmos que había aprendido en la escuela de Túy; descansaba de las fatigas del día buscando en su encierro el rayo de luz que se deslizaba por la estrecha ventana para descifrar la escritura de los códices visigóticos. Era un lector asiduo, y cuando no entendía la lectura, consultaba a los clérigos que estaban presos con él. Su fervor religioso le inspiraba santos atrevimientos: discutía con los musulmanes, y, dotado de una palabra fácil y de mucha gracia en el decir, llegó a confundirlos más de una vez.

Sin embargo, sus carceleros le miraban con simpatía y le trataban sin rigor. Jamás alborotó en la cárcel, ni les miró con odio, ni tuvo con ellos palabras o actitudes de rebelión. Además, veían en él una gracia que presagiaba el más halagüeño porvenir. En los tres o cuatro años que llevaba de cautiverio, Pelayo había crecido sin que el encierro le robase el color encendido de sus mejillas, ni la enfermedad afease su cuerpo. Si su conversación cautivaba, su presencia le ganaba el afecto de cuantos le trataban. La misma melancolía que su desgracia había dejado impresa en sus ojos, añadía un nuevo encanto a la belleza de su amable adolescencia. Muchas veces, en la confusión inmoral del ergástulo, tuvo necesidad de una energía heroica para guardar la pureza de su alma. «Y Dios quiera—pensaba él en sus meditaciones—que no me vea en apuros más terribles.» Aunque niño, se había dado cuenta de la corrupción que reinaba en aquella ciudad de los soberbios palacios, de los maravillosos jardines, de las tres mil mezquitas y de los novecientos baños; ciudad donde se rendía culto al amor en todas las formas, donde los poetas cantaban las gracias de los mancebos con versos apasionados, donde los eunucos y los libertos llegaban a comprar los más altos puestos del Estado con la prostitución de su conciencia. El antiguo estudiante de Túy podía ver en la cumbre de los honores a muchachos que en otro tiempo habían dormido, como él, en el suelo: eran generales, administraban las rentas del califa, tenían esclavos, tierras, casas, jardines; formaban bibliotecas, se rodeaban de literatos y clientes y miraban con desdén a la antigua aristocracia. Era la política de Abderramán III: todos los empleos los puso en manos de esclavos, cogidos en guerra, vendidos por los piratas en los puertos del Mediterráneo, o traídos por tratantes judíos de Francia y Alemania. Instrumentos dóciles y flexibles en sus manos, empezaban por abandonar su religión, y a cambio de la confianza con que se les honraba, prestábanse a los más infames servicios.

Y sucedió que un día el carcelero se acercó a Pelayo y le dijo: «Muchacho, te felicito; el rey se ha acordado de ti y quiere honrarte.» Los que le rodeaban miráronle con envidia, pero él empezó a temblar. Luego vinieron unos servidores de palacio y se lo llevaron. Antes de entrar en el alcázar, rompieron sus cadenas, le despojaron del saco de los cautivos, bañaron su cuerpo con agua perfumada, rizaron y peinaron artísticamente sus cabellos, le vistieron una túnica de seda y le ciñeron un brillante cinturón. Era la hora del mediodía cuando Pelayo atravesaba los patios que había en torno de la mansión. No vio ni las fuentes de mármol, ni los espléndidos jardines, ni los áureos arte-sonados, ni los tapices orientales que colgaban de las paredes; ni oyó las recomendaciones que le hacía su introductor acerca del ceremonial de la visita. Una sola cosa absorbía todo su ser: la nueva orientación de su vida. Habíanle dicho que el rey le llamaba tal vez para hacerle su copero; pero aquel ambiente cortesano se le presentaba lleno de lazos para su fe y su virtud, y su pequeño corazón de catorce años temblaba. Su mismo azoramiento le hacía más amable todavía. A su paso, los guardias sudaneses inclinaban sus cabezas con respeto, como si pasase un príncipe. Un cortesano salió a su encuentro, le cogió de la mano y le introdujo en un amplio salón. Los aromas llenaban la estancia; rutilaban las líquidas espumas en los vasos de. cristal; temblaban los rayos del sol al caer sobre las joyas y las bandejas. En el fondo, arrellanado entre cojines, un hombre sonreía: cabello rubio, ojos azules, color blanco y sonrosado, rostro afable y hermoso y agradable mirar. Era el príncipe, el más poderoso de los sultanes cordobeses, el emir de los creyentes, Abderramán III el Victorioso. Los historiadores han alabado la bondad de su corazón, su ánimo virtuoso y la grandeza de su alma. Pero la sensualidad le dominaba; digno gobernante de un pueblo de afeminados, no tenía bastante con su harén; necesitaba un séquito numeroso de efebos, escogidos entre sus miles de esclavos.

El niño se acercó haciendo las tres postraciones de rúbrica, y besó la mano del emir. Abderramán le miró rápidamente, admirando su talle esbelto, sus carnes de color de rosa y de jazmín, su mirada temblorosa, su abundante cabellera, rubia tal vez, con ese rubio pálido que era el preferido de todos los omeyas cordobeses. Después dijo sonriente: «Niño, grandes honores te aguardan; ya ves mi riqueza y mi poder: pues una gran parte de todo ello será para ti. Tendrás oro, plata, vestidos, alhajas, caballos; tendrás un magnífico palacio junto al real alcázar, y en él tendrás esclavos, esclavas y cuanto puedas apetecer. Pero es preciso que te hagas musulmán como yo, porque he oído que eres cristiano y que empiezas ya a discutir en defensa de tu religión.» El califa se detuvo, observando la impresión que sus palabras hacían en el muchacho. Este, con serenidad, y al mismo tiempo con energía, contestó: «Sí, ¡oh rey!, soy cristiano; lo he sido y lo seré. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo, aunque no lo quieras.» Es posible que Abderramán no comprendiese toda la decisión que había en esta respuesta; la gracia del muchacho y el encanto de su voz le cegaban. Llevado de su instinto brutal, se adelantó hacia él y le tocó su túnica con las manos. Lleno de ira, el santo adolescente retrocedió, diciendo: «¡Atrás, perro! ¿Crees acaso que soy como esos jóvenes infames que te acompañan?» Y al mismo tiempo hizo añicos su túnica de seda. «Llevadle de aquí —dijo entonces el príncipe a sus cortesanos—; educadle mejor si podéis; de lo contrario, sabéis el castigo que merece.» Vinieron después los ruegos y las amenazas, pero nada pudo vencer el ánimo heroico del mártir. Pelayo repetía sin cesar: «Señor, libradme de las garras de mis enemigos.» Y ya no volvió a atravesar los umbrales de la cárcel; colocado en una máquina de guerra, fue lanzado desde un patio del alcázar hasta el lado opuesto del río, y como todavía diese muestras de vida, llegó un negro de la guardia y segó su cabeza. Caía la tarde cuando se presentaba en la mesa del reino celeste con la copa de su fe y de su amor.

domingo, 25 de junio de 2017

Evangelio Domingo XII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,26-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

Palabra del Señor

No tengáis miedo. Por Raniero Cantalamessa

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo de los hombres, pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición del alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre». 

¡No tengáis miedo!

¡Este domingo el tema dominante del Evangelio es que Cristo nos libera del miedo! Como las enfermedades, los miedos pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos son determinados por una situación de peligro extraordinario. Si estoy a punto de ser atropellado por un coche, o empiezo a notar que la tierra se mueve bajo mis pies por un terremoto, se trata de temores agudos. Como surgen de improviso y sin preaviso, así desaparecen con el cese del peligro, dejando si acaso sólo un mal recuerdo. No dependen de nosotros y son naturales. Más peligrosos son los miedos crónicos, los que viven con nosotros, que llevamos desde el nacimiento o de la infancia, que se convierten en parte de nuestro ser y a los cuales acabamos a veces hasta encariñándonos.

El miedo no es un mal en sí mismo. Frecuentemente es la ocasión para revelar un valor y una fuerza insospechados. Sólo quien conoce el temor sabe qué es el valor. Se transforma verdaderamente en un mal que consume y no deja vivir cuando, en vez de estímulo para reaccionar y resorte para la acción, pasa a ser excusa para la inacción, algo que paraliza. Cuando se transforma en ansia: Jesús dio un nombre a las ansias más comunes del hombre: «¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?» (Mt 6,31). El ansia se ha convertido en la enfermedad del siglo y es una de las causas principales de la multiplicación de los infartos.

Vivimos en el ansia, ¡y así es como no vivimos! La ansiedad es el miedo irracional de un objeto desconocido. Temer siempre, de todo, esperarse sistemáticamente lo peor y vivir siempre en una palpitación. Si el peligro no existe, el ansia lo inventa; si existe lo agiganta. La persona ansiosa sufre siempre los males dos veces: primero en la previsión y después en la realidad. Lo que Jesús en el Evangelio condena no es tanto el simple temor o la justa solicitud por el mañana, sino precisamente este ansia y esta inquietud. «No os preocupéis», dice, «del mañana. Cada día tiene bastante con su propio mal».

Pero dejemos de describir nuestros miedos de distinto tipo e intentemos en cambio ver cuál es el remedio que el Evangelio nos ofrece para vencer nuestros temores. El remedio se resume en una palabra: confianza en Dios, creer en la providencia y en el amor del Padre celeste. La verdadera raíz de todos los temores es el de encontrarse solo. Ese continuo miedo del niño a ser abandonado.

Y Jesús nos asegura justamente esto: que no seremos abandonados. «Si mi madre y mi padre me abandonan, el Señor me acogerá», dice un Salmo (27,10). Aunque todos nos abandonaran, él no. Su amor es más fuerte que todo.

No podemos sin embargo dejar el tema del miedo en este punto. Resultaría poco próximo a la realidad. Jesús quiere liberarnos de los temores y nos libera siempre. Pero Él no tiene un solo modo para hacerlo; tiene dos: o nos quita el miedo del corazón o nos ayuda a vivirlo de manera nueva, más libremente, haciendo de ello una ocasión de gracia para nosotros y para los demás. Él mismo quiso hacer esa experiencia. En el Huerto de los Olivos está escrito que «comenzó a experimentar tristeza y angustia». El texto original sugiere hasta la idea de un terror solitario, como de quien se siente aislado del consorcio humano, en una soledad inmensa. Y la quiso experimentar precisamente para redimir también este aspecto de la condición humana. Desde aquel día, vivido en unión con Él, el miedo, especialmente el de la muerte, tienen el poder de levantarnos en vez de deprimirnos, de hacernos más atentos a los demás, más comprensivos; en una palabra, más humanos.

sábado, 24 de junio de 2017

Alejandro González Alonso, nuevo canónigo de la Colegiata de Covadonga

El cura de las parroquias de Amieva y Ponga sustituye al fallecido José Luis Sánchez

(lne) El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, confirmó ayer el nombramiento de Alejandro González Alonso, como nuevo canónigo para Covadonga. González, natural de Lugones y más conocido como "Jano", se ocupaba desde agosto de 2014 de las parroquias de Amieva y Ponga. En concreto de Santa María de San Juan de Beleño, San Lorenzo de Abiegos, San Martín de Argolibiu, San Esteban de Carangas, San Juan de Casielles, Santa María de las Nieves de Cazu, Santa María de Mian, San Ignacio de Ponga, San Juan de Amieva, San Román de Amieva, Santa María de Sebarga, San Pedro de Sobrefoz, Santa María de Taranes y Santa María de Viegu. Además "Jano" es vicario parroquial de Santa María de Cangas de Onís. El reverendo cubre el hueco dejado por el canónigo José Luis Sánchez, fallecido hace un par de meses.

El de González no es el único rostro nuevo del Santuario de Covadonga, donde la semana pasada se anunció el nombramiento del párroco de San José de Gijón, Adolfo Mariño Gutiérrez, como abad. Mariño, que nació en Avilés 1953 y fue ordenado sacerdote en mayo de 1979, sustituye en el cargo a Juan José Tuñón Escalada, que pasará a ocuparse de la parroquia ovetense de San Francisco de Asís y ejercerá como comisario para la reestructuración del Museo de Covadonga y la exposición temporal que allí tendrá lugar con motivo de varias efemérides que se celebran en 2018 como el centenario de la coronación canónica de la Virgen.

24 de Junio + Natividad de San Juan Bautista

(EWTN) Este es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día de su nacimiento.

San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis meses - el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro Redentor, Jesús).

El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era estéril. Siendo ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de pie a la derecha del altar.

Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios".

Pero Zacarías respondió al ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?".

El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla".

Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.

Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.

También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan.

De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su juventud dedicado nada más a la penitencia y a la oración.

Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de Dios.

Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán, conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.

Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien vieres que me poso en forma de paloma, Ese es".

Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles: Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos por padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer de estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego".

Y las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba: "El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga ninguna; y el que tenga alimentos que haga lo mismo"…

"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero el que ha de venir después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros en el Espíritu Santo…"

Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de venir después de mí…"

Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces Juan condescendió con El.

Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias".

Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".

Entonces Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de Dios".

Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano"; y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.

Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado por lo que le decía.

Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la despidiera siguiendo el consejo de Juan.

Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.

Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en la fe.

Llegando donde El estaba, le preguntaron diciendo: "Juan el Bautista nos ha enviado a Ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a otro".

En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo: "Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio…"

Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué salisteis a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que un profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por tanto os digo: Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista…"

Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los invitados y principalmente al propio Herodes.

Entonces el rey juró a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella salió fuera y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?" La adúltera, que vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó: "Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista".

Entonces se dio cuenta el rey de su error, y se pudo muy triste porque temía matar al Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y, llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que ella lo había solicitado.

Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como tú.

viernes, 23 de junio de 2017

Nombramientos Eclesiales

El Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, ha confiado las siguientes encomiendas pastorales a los sacerdotes:

D. Alejandro González Alonso: Canónigo del Cabildo Colegial de Covadonga

Vicaría Oviedo-Centro

Arciprestazgo de Oviedo

D. Luis Ricardo Fernández Sánchez: Administrador parroquial de Santa María de Limanes.

D. Jorge Fernández Cortés: Párroco de Nuestra Señora de La Merced (en Unidad Pastoral con San Pedro de los Arcos).

D. Alfonso Villabona Blanco: Adscrito a San Pedro de los Arcos y Nuestra Señora de La Merced (Unidad Pastoral).

D. Santiago Heras Cendón: Párroco de La Sagrada Familia (en Unidad Pastoral con La Natividad de Nuestra Señora).

D. José Manuel Rodríguez Fueyo: Vicario parroquial de San Lázaro del Camino (en Unidad Pastoral con San Esteban de las Cruces y Santiago de La Manjoya).

D. Abundio Martínez Malagón: Párroco de Santa María de San Claudio (en Unidad Pastoral con Santa María de Loriana, Santa Marina de Piedramuelle y San Esteban de Sograndio).

D. Jesús Porfirio Álvarez Rodríguez: Adscrito a San Julián de los Prados.

D. José Antonio Álvarez Álvarez: Párroco de San Antonio de Padua.

Arciprestazgo de Siero

D. Alejandro Díaz Noval: Párroco de San Martín de la Carrera (en Unidad Pastoral con San Félix de Hevia, Santa Marina de los Cuclillos y Santa María de Tiñana).

D. Juan Manuel Hevia Fisas:Párroco de Santa Cruz de Marcenado.

D. Luis González Fernández:Párroco de Santiago de Sariego (en Unidad Pastoral con Santo Tomás de Feleches, La Concepción de Narzana, San Román y San Esteban de Aramil), y Capellán del Monasterio de Santa María de Valdediós.

Arciprestazgo de El Caudal

D. José Luis Menéndez Rodríguez: Párroco Moderador in solidum de San Juan Bautista de Mieres (en Unidad Pastoral con San Pedro de Mieres, Santa Eugenia de Seana, San José de Ablaña, San Bartolomé de Baiña, San Pedro de Loredo, Santo Cristo de La Peña y Santa María Magdalena de La Rebollada).

D. Miguel del Campo Sánchez: Párroco in solidum de San Juan Bautista de Mieres (en Unidad Pastoral con San Pedro de Mieres, Santa Eugenia de Seana, San José de Ablaña, San Bartolomé de Baiña, San Pedro de Loredo, Santo Cristo de La Peña y Santa María Magdalena de La Rebollada).

D. Celestino Riesgo Iglesias: Párroco de San Martín de Moreda (en Unidad Pastoral con Nuestra Señora de las Nieves de Caborana, San Juan de Boo, Santa María de Murias y San Juan de Santibáñez).

Vicaría Gijón-Oriente

Arciprestazgo de Gijón

D. Eduardo Zulaiba Cordero:Párroco de Nuestra Señora de Fátima.

D. Nicanor López Brugos: Vicario parroquial de San Pedro.

D. Francisco Donate López: Adscrito a San Miguel de Pumarín.

Arciprestazgo de Llanes

D. Ángel María Vilaboa Pérez: Diácono adscrito a la Unidad Pastoral de San Vicente Abad de Panes.

Vicaría Avilés-Occidente
Arciprestazgo de Avilés

D. Vicente Pañeda Requejo: Párroco de San Martín de Laspra-Piedras Blancas

Francisco Alejandro del ReyMenéndez: Párroco del Sagrado Corazón de Villalegre (en Unidad Pastoral con San Pablo de La Luz).

Arciprestazgo de Pravia

D. Miguel Ángel García Bueno: Párroco de Santa María de Pravia (en Unidad Pastoral con San Cosme de Corias, San Donato de Sandamías y San Juan Evangelista de Santianes).

Arciprestazgo de Villaoril

D. Adán Fernández García: Párroco Moderador in solidum de Santiago de Boal (en Unidad Pastoral con Santa Leocadia de Illano, San Pedro de Cedemonio, Nuestra Señora de Pastur, San Juan Bautista de Ronda y San Blas de Vega de Ouria).

D. José Vicente Iglesias Bango: Párroco in solidum de Santiago deBoal (en Unidad Pastoral con Santa Leocadia de Illano, San Pedro de Cedemonio, Nuestra Señora de Pastur, San Juan Bautista de Ronda y San Blas de Vega de Ouria.

D. Juan Luis Monzón Viera: Párroco de Santa María de Cartavio y Santiago de Folgueras.

D. Emmanuel González Ortiz:Diácono adscrito a la Unidad Pastoral de Santa Eulalia de Luarca.

Arciprestazgo de El Acebo

D. Julián de Hoyos González: Párroco de la Unidad Pastoral de San Pedro de Tineo.

Allan Eduardo Cerdas Gamboa: Diácono adscrito a la Unidad Pastoral de San Pedro de Tineo.

D. David Cueto Rodríguez: Párroco de la Unidad Pastoral de Santiago de Degaña.

D. Gonzalo Mazarrasa Martín: Párroco de la Unidad Pastoral de San Antolín de Ibias.

NOTA:

Una Unidad Pastoral es la agrupación de dos o más parroquias, que, bajo la responsabilidad de uno o varios sacerdotes, desarrollan la actividad pastoral conjuntamente.

Párroco in solidum esa quel que comparte con otro párroco la atención pastoral de una o varias comunidades cristianas.

Orar con el Salmo del Día


Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.10

R/. La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

jueves, 22 de junio de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Tiempo de cambios y nombramientos

Tiempo de cambios. Un escenario habitual de todo fin de curso con los nombramientos de sacerdotes tras su ordenación sacerdotal o tras un periodo de ministerio en las parroquias y encomiendas que les habían sido asignadas. El diálogo que precede a un nuevo destino sacerdotal, es no sólo cordial y acogedor, sino incluso agradecido, con una comprensión hacia la realidad de nuestra Diócesis, que marca la verdadera estatura humana y cristiana de nuestros curas.

La disponibilidad es la actitud de quien se sabe peregrino en el éxodo de la historia por valles frondosos o áridos desiertos junto a los hermanos que se confían para ayudarse recíprocamente. Es la travesía que culmina en la otra orilla en la que Alguien nos espera con unas brasas encendidas para acogernos y celebrar eternamente una comida pascual que no acaba. Tal disponibilidad la prometemos los sacerdotes en el momento de nuestra ordenación, y somos sinceros al aceptar los designios del Señor que a través de la mediación de la Iglesia nos acerca a un lugar u otro sin una geografía previa, con esta u otra encomienda que no responde a pretensiones extrañas, con estos hermanos que nos quieren y queremos o con otros que aprenderemos a servir y amar. Qué hermoso cuando te encuentras con sacerdotes que tienen esta actitud por encima de sus gustos, sus deseos o preferencias… Todo lo cual es legítimo, pero no lo prioritario en quien se sabe discípulo del Maestro y enviado a su misma misión.

Quien se aferra a un lugar o quien pretendiese conquistar otro apetecible sin más horizonte que el propio interés al margen de las necesidades de la Iglesia que le ha dado tanto, o todo, para ser lo que son y estar donde están, no han entendido lo que en verdad significa ser ministros, servidores de Dios en los hermanos. Alguno puede haber con años mozos que anda de tantos modos haciendo valer sus valores para ver si le toca su lotería. Algún otro también con muchos años vividos que lamenta haber sido apartado a una segunda línea dando rienda a sus fantasías, y afirmar en un lapsus cuál es su pena: que le han quitado el poder. Pero estos poquísimos casos son tan pocos, que no ensombrecen ni leve ni fugazmente el precioso testimonio de esa mayoría que representa la casi totalidad de nuestros sacerdotes.

Es un homenaje sencillo y fraterno a estos hermanos que hasta el último momento, mientras Dios disponga, están al servicio de la comunidad eclesial allí donde se les requiera sin nostalgias dolidas y sin aspiraciones pretenciosas: en primera línea con una juventud que puede durar años, o en la digna retaguardia cuando las fuerzas faltan o la prudencia lo aconseja; a pleno sol en las horas agostadoras, o en la humilde sombra sabiendo envejecer sin llorar sus poderíos y retirándose sin resistencias.

Y junto al buen ejemplo de nuestros curas en este tiempo de cambios, está también el de las mismas parroquias y sus parroquianos. Es noble que les duela despedir a un sacerdote que se hizo querer y que no se le retenga como si fueran ellos los propietarios. También aquí hay un brindis por la madurez cristiana que nuestras parroquias ofrecen. La recogida de firmas, los malos modales y los despechos, no cambian ni suplen el trabajo lento y respetuoso de quienes debemos realizar este proceso: nos tomamos tiempo para orar, pensar, dialogar viendo el conjunto de todas nuestras necesidades pastorales que pasan por las personas y las instituciones. A esto nos atenemos poniendo en manos de Dios y la Santina las fatigas y el descanso, los sinsabores y los encantos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Sentido de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús


miércoles, 21 de junio de 2017

Predicación de nuestro Párroco en el Novenario de San Juan

Basílica de San Juan el Real
’Del derroche y el consumismo
a la austeridad’’

Estimado Sr. Rector, religiosas y fieles todos:

En esta recta final para celebrar la Natividad de San Juan el próximo día 24, nos reunimos en torno a la mesa del altar para celebrar el misterio de nuestra fe. Quiere ayudarnos este novenario y predisponernos para vivir con mayor intensidad la fiesta patronal de la Parroquia, a la vez que nos adentramos con mayor entusiasmo en ciertos aspectos de la vida de Juan dignos de ser contemplados.

Antes de centrar la atenión en el tema que nos ocupa, no quisiera omitir a otro Santo, hoy por derecho propio: San Luis Gonzaga, al que la Iglesia celebra en la liturgia propia del día. San Luis, por sus virtudes, recibió una gracia muy especial: conocer el día de su muerte, la cual tuvo lugar la semana después del Corpus, en vísperas del Corazón de Jesús. Por lo que “el pleno” del aniversario de esta santidad nos puede ayudar también a reflexionar y reconocer en el espejo y reflejo de los santos las gracias que Dios tiene con nosotros y que nos han de ayudar a seguir fieles en su camino, ahora y en la hora de nuestra muerte.

En cuanto a la propuesta de reflexión para este día de la Novena, sin ser especialmente perspicaces observaremos que en los medios, tertulias y sobremesas, hay últimamente un tema recurrente: “la crisis”. Pero a mí hay algo que no me acaba de cuadrar en esta ecuación. Es cierto que los últimos años en general han sido muy duros en la economía de muchas familias: el Paro, la inestabilidad y la precariedad laboral, han empobrecido a una sociedad que, resignada y enfadada viendo al tiempo las corruptelas de políticos y gobernantes de toda pátina, pelaje y color, trata de sobrellevar el momento agarrándose a lo que puede.

Retrotrayéndome a mi infancia y adolescencia, no puedo olvidar los malabarismos de mi madre para llegar a fin de mes, la cual pasó toda la vida desde niña trabajando y, pese a ello, la vida entera “en crisis”. Si hoy en día no todos los sueldos son buenos (según los casos y empleos) antes eran más bien ridículos, y, además, se estaba también a las arbitrariedades del jefecillo de turno y a las “cacicadas” de los de arriba, de los de en medio y de los de al lado. A día de hoy, yo no sé si esto lo han resuelto ya los omnipresentes sindicatos, o creo que incluso a pesar de ellos, se repite la historia como en un maléfico círculo vicioso de recorrido cíclico.

En aquellos tiempos hasta los calcetines y la mismísima ropa interior pasaban de generación en generación, y mucha gente no sabía lo que era un coche en la familia. Hoy los niños eligen sus marcas de ropa y deportivos consultándolo por internet desde su “Smartphone” -¡y diles tú que no!-. No existían las prestaciones por desempleo ni las pensiones no contributivas; no había ayudas familiares ni asistencias sociales o prestaciones por minusvalías. Tampoco subvenciones o incentivos por determinadas precariedades familiares, personales o sociales…. de esta historia y su implicación en ella bien podrían hablar algunos curas y monjas de esa época y la misma Iglesia en general.

A la fecha (todavía de forma insuficiente) hay de todo, y, sin embargo, todo el mundo se queja de “la crisis”. Una crisis que yo no acabo de entender muy bien, y en la que como decíamos anteriormente, falla algo. Todos vemos cómo en todas las grandes superficies comerciales como es casi imposible aparcar o caminar, no ya en Navidad o fechas señaladas, sino cualquier fin de semana o “puente”. Todas las tiendas y restaurantes están llenos e incluso haciendo colas; las agencias de viaje no dan abasto y a la menor oportunidad los hoteles, casas rurales y restaurantes, rondan la ocupación total: ¿Dónde está pues, la crisis?; ¿seguirá siendo sólo mi madre?...

Los bancos ya no dan créditos como antes, y hasta se desmoronan por muy “populares” que sean; las hipotecas siguen estando ahí, y, pese a todo, nadie se queda en casa sin su fiesta. Y, particularmente en los meses de Mayo y Junio no habrá mucho que añadir -porque todo está dicho ya- sobre el montaje que apareja las “Primeras Comuniones”… Algo falla pues o alguien miente, o tal vez falla todo y muchos mienten… Quizá en una búsqueda honesta de respuestas al respecto, podríamos encontrarlas en otra crisis mucho más profunda, origen y “madre” de todas las crisis familiares, sociales y económicas: La Crisis de valores humanos, morales y cristianos. Cuando los cimientos y principios básicos de nuestra cultura cristiana occidental se contaminan de un mundo materialista y “sin corazón”, los valores humanos y morales también se tambalean al parapetarnos tras un relativismo que hace que vivamos en un constante “sálvese quien pueda” y en una huída hacia delante instalada en un hedonismo ramplón y de vuelo gallináceo.

En contraposición a este triste panorama, la enseñanza que vuestro Santo Patrón nos presenta hoy es la de austeridad cómo modelo de vida cristiana ante las tentaciones que la sociedad actual nos presenta.

El Papa Francisco define el consumismo como una intoxicación y una esclavitud, cuyo impulso al derroche nos lleva a vivir de forma incoherente nuestro compromiso con el Evangelio. En su encíclica “Laudato Si” -por algunos considerada como la última gran aportación y actualización a la doctrina social de la Iglesia- el Santo Padre nos ha regalado valiosas enseñanzas sobre la actualidad del consumismo y cómo ha de ser la postura cristiana frente a ella.

San Juan salió de sí mismo y se retiró al desierto, convirtiéndose ya entonces para los primeros eremitas y anacoretas en el modelo del perfecto ascetismo. Algunos aspectos clave de su vida nos han de interpelar al respecto:

Vestía con Piel de camello, y por lo visto era suficiente. Se alimentaba de miel silvestre y saltamontes, y, sobre todo, el concepto que tenía de sí mismo, a pesar de haberse dicho de él que era el mayor hombre nacido de mujer y ser confundido incluso con el Mesías. Su respuesta es clara: Yo no soy quien pensáis; yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia…

Hoy nadie nos pide vestir con piel de camello, comer saltamontes ni vociferar por las plazas; nuestro modelo de fe ha de estar sustentado en el equilibrio entre nuestro vivir y nuestro creer.

San Juan Pablo II, en una catequesis del jubileo del año 2000 aludía a esta realidad proponiendo la imitación de nuestro Santo al que definió así: ‘’¿Quién es Juan Bautista?: Es, ante todo, un creyente comprometido personalmente en un exigente camino espiritual, fundado en la escucha atenta y constante de la palabra de salvación. Además, testimonia un estilo de vida desprendido y pobre; demuestra gran valentía al proclamar a todos la voluntad de Dios hasta sus últimas consecuencias. No cede a la tentación fácil de desempeñar un papel destacado, sino que, con humildad, se abaja a sí mismo’’.

Agradezco a D. Javier que me haya invitado hoy a celebrar aquí, donde vengo con mucho gusto, pues ya en mis años de seminarista vine a dar testimonio con motivo de la campaña del Seminario, pero sobre todo recuerdo una anécdota de esas que circulan poniendo etiquetas, la cual, al poco de llegar a mi Parroquia de Lugones, vine aquí a concelebrar el funeral del hermano de una de las religiosas que colaboraba entonces en mi parroquia. Conmigo en el coche vinieron varios feligreses. Aparcamos y cuando estábamos llegando a la entrada del templo uno de ellos le dijo socarrón al otro: ¿traes la visa? A lo que el otro respondió: ¿la visa, no, por qué? contestándole éste: es que aquí no se pasa la cesta sino datáfono…

Lo que quiero traer a colación es que a veces todos tenemos que cargar con nuestros ‘’Sambenitos’’ que finalmente tampoco se corresponden mucho con la realidad, pero particularmente para los feligreses de esta Parroquia San Juan es el modelo y referente que invita a la coherencia de vida cristiana desde la austeridad.

Termino felicitando a toda esta Comunidad Parroquial que en pocos días celebraréis la Fiesta grande de esta querida Basílica, la cual luce más que nunca por las múltiples y evidentes obras de mejora llevadas a cabo desde que D. Javier como Pastor eficaz se hizo cargo de la misma como evidencian las hermosas y recientes pinturas de la Capilla de San José. De todo corazón mi enhorabuena y felicitación.

Que el Santo del Jordán siga intercediendo por esta su familia desde el Cielo, en especial por los enfermos que se hacen presentes en esta fiesta y Novena y por vuestros difuntos a través de la comunión de los Santos.

Que por intercesión de San Juan Bautista el Señor os bendiga, os guarde de todo mal y os lleve a la vida eterna.

Del Oficio del Día

De una Carta de san Luis Gonzaga, dirigida a su madre
(Acta Sanctorum Iunii 5, 878)

CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR

Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo. Al llegar tu carta, me encuentro todavía en esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven. Yo esperaba poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad consiste, como dice san Pablo, en alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás.

Te he de confesar, ilustre señora, que al sumergir mi pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.

Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo. Esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin. Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos.

Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla en donde tengo puestas todas mis esperanzas. Así te escribo, porque estoy convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo.

RESPONSORIO Sal 40, 13; 83, 11

R. Has conservado mi inocencia, Señor, * tú me mantienes siempre en tu presencia.
V. Prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.
R. Tú me mantienes siempre en tu presencia.

ORACIÓN.
Dios nuestro, fuente y origen de todos los dones celestiales, tú que uniste en San Luis Gonzaga una admirable pureza de vida con la práctica de la penitencia, concédenos, por sus méritos e intercesión, que los que no hemos podido imitarlo en la inocencia de su vida lo imitemos en su espíritu de penitencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

San Luis Gonzaga, novicio jesuita.

(Rel.) Hay que decir que cuando se lee algo de su vida, se entiende por qué no es un santo popular. Si santidad es difícilmente aceptable, su estilo de vida parece de otros siglos, de otro mundo.

Luis nació en 1568, en Lombardía, en una familia prominente y muy influyente en la corte Felipe II. Desde niño vivió en ambientes militares, cuarteles, cuadras y sus juguetes fueron las armas. Y a esto quería destinarle su padre, hacerlo un buen soldado y que alcanzara honor y fama como soldado. Su primer encuentro con la pureza sucedió ahí: repetía las palabrotas y frases de los soldados, sin entenderlas del todo. Bastó que su tutor le reprendiera severamente, para que Luis se avergonzara, y tanto, que durante toda su vida lloró amargamente aquel “pecado horrible”. A los siete años ya comenzó una vida muy seria de piedad: Recitaba a diario el Oficio Parvo, y otras devociones, siempre de rodillas. A los nueve años, en Florencia, donde estudiaba con sus hermanos, hizo voto de virginidad ante una imagen de la Virgen María. A los trece años recibió la Primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo (4 de noviembre). En medio de la corte, era una referencia constante al buen ejemplo, a la vida cristiana y la caridad. Y esto, por sus rigurosas disciplinas, como ayunar tres días a la semana, flagelarse con una correa de perros, rezar siempre de rodillas, no encender jamás el fuego, por frío que hubiera. De sus penitencias, por la que es más conocido haciéndolo un santo poco amable, fue jamás mirar a una mujer, ni su madre; solo a la Virgen María en sus imágenes.

Durante una dolorosa enfermedad renal, de la que sanó tarde y mal, se aficionó a leer libros de Vidas de Santos (como Santa Teresa o San Ignacio) y el famoso “Las cartas de Indias”, que narraban la vida misionera de los jesuitas. Y se despertó su vocación al sacerdocio, en la Compañía de Jesús y su primera acción fue dedicarse a enseñar el catecismo a los niños pobres. Trasladado con su hermano a Madrid, como pajes del Príncipe de Asturias, continuó su vida de piedad, mortificación y caridad. Allí, el 15 de agosto de 1583, en la iglesia de los jesuitas, oyó claramente una voz que le decía: “Luis, ingresa en la Compañía de Jesús”. Su madre apoyó enseguida su vocación, pero su padre… mandó le azotaran hasta que desistiera de su idea. Después de mucha batalla que no voy a contar aquí, intercesión de nobles, parientes, clérigos, etc., su padre dio el consentimiento y escribió al General Jesuita, Claudio Aqquaviva. “Os envío lo que más amo en el mundo, un hijo en el cual toda la familia tenía puestas sus esperanzas”.

En 1585, ingresó al noviciado, pero sus penitencias y ayunos le habían estropeado la salud para siempre. Su vida de penitencia se moderó al punto justo, según la época, así como sus horas de oración. En Roma ocupó como celda un hueco bajo una escalera, sin más ventana que una claraboya. Servía en la cocina, fregaba los suelos y era el último de todos. En ocasiones se le vio en éxtasis durante varias horas, con el rostro resplandeciente mientras meditaba en la misericordia y justicia de Dios, su tema favorito de oración.

En 1591 la peste asoló Roma y los jesuitas abrieron un hospital improvisado, donde los religiosos asistían a los enfermos. Luis tomó la tarea de limosnero y luego la de asistir y consolar a los moribundos, limpiando sus llagas, y preparándoles a bien morir. Contrajo la enfermedad luego de cargar sobre sus espaldas a un enfermo que había encontrado solo en la calle. Quedó a las puertas de la muerte, pero sanó, aunque no del todo y, tres meses más tarde, las fiebres le redujeron a la agonía. Cuando podía, se levantaba a besar el crucifijo. Su confesor fue San Roberto Bellarmino (17 de septiembre), que le alentaba a confiar en Dios y a que no pasaría el purgatorio. El 20 de junio de 1591, recibió la extremaunción, besó el crucifijo, y, a medianoche, dijo “Jesús” y falleció. Sus reliquias están en la bellísima iglesia de San Ignacio de Roma.

San Luis Gonzaga fue beatificado en 1605 y en 1726 fue canonizado por Benedicto XIII, que lo nombró protector de estudiantes y novicios jesuitas. Pío XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana. En 1991, por las celebraciones por el IV centenario de la muerte de Luis, Juan Pablo II lo proclamó patrón de los enfermos de VIH, “la peste moderna”. ¿Y esto, por qué? Pues las palabras del papa fueron claras: “por su gran misericordia se dedicó a los enfermos de peste en Roma, en aquel tiempo. Fue así como se contagió y murió tan joven”. O sea, es su caridad, la asistencia a los enfermos, el motivo principal. Ahora, también está la figura de Luis, como santo amante de la pureza y la castidad, lo que también ha sido valorado a la hora de elegir el patronato. Conocido es que el VIH se trasmite, principalmente, por las relaciones sexuales, aunque existan otras vías. Y dentro de la vía sexual, son claros factores de riesgo la promiscuidad, la no protección, y el no tener pareja estable. Es ahí donde surge la figura de Luis, como ejemplo de joven casto y que lucha contra el mundo que le rodea. Es el mensaje de la Iglesia frente al contagio de la enfermedad: castidad, compromiso, verdadera educación sexual basada no tanto en la información, sino en la formación afectiva. Y, por supuesto que el patronato de San Luis, como los demás patronatos, está por encima de la forma de vida, o la causa de la enfermedad. Es protección, consuelo y ejemplo.