“…Aquí la más principal hazaña es obedecer y el modo
cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la
humildad y la obediencia, fama, honor y vida son…”
Con este fragmento de unos
versos de Calderón de la Barca (militar primero y sacerdote después) he
querido iniciar este breve artículo como memoria y resumen de la estancia entre
nosotros de las hermanas del Santo Ángel, Victoria
y Dolores, que este mes, cumpliendo con la obediencia debida, cierran su
página de Lugones y abren una nueva, en Palencia la primera, y en Oviedo la
segunda.
Dolores no ha tenido una participación directa en los últimos años en la vida
de la Parroquia, pues su encomienda pastoral estaba en la atención a unos niños
en una guardería de Oviedo, si bien, querida y valorada, era asidua cuando
podía a la misa vespertina y a todos los acontecimientos más relevantes de la
misma. No se va lejos, con lo que posiblemente tenga más fácil venir a vernos
alguna vez; esta seguirá siendo su casa cuando quiera, pues la simple presencia
en el tiempo va generando vínculos y afectos imborrables.
Victoria llevaba poco tiempo entre nosotros pero su pastoral estuvo vinculada de
hoz y de coz en la Parroquia. Profesora de Matemáticas, no dudó en colaborar en
con clases de apoyo, en la catequesis y en la atención litúrgica de las
celebraciones como lectora y ministra extraordinaria de la Comunión. También,
junto con la incombustible hermana Bibiana y la hermana Socorro, acompañaba al
Párroco cada sábado a las celebraciones de la eucaristía en las residencias de
ancianos de nuestra demarcación. Como Superiora que era de la Comunidad, tiene
el gran mérito de haber conseguido una fluidez y comunicación absoluta entre la
Parroquia, el Párroco y su propia Comunidad, lo cual ha generado unos afectos y
reconocimientos entrañables y sin parangón que nos hará recordarla siempre,
particularmente yo como párroco, que le estoy profundamente agradecido. En mi
corazón se queda no sólo la religiosa y la entrañable colaboradora, sino sobre
todo la gran persona que es Victoria.
Se va a una Comunidad de Palencia, también
vinculada a una parroquia, cerca de donde tiene a una hermana, igualmente
religiosa de la misma Congregación la cual se encuentra enferma, lo que le
permitirá cuidarla.
Termino parafraseando para
ambas los versos (que Victoria misma me dedicó en personal despedida) de José
María Pemán, incluidos en “El Divino Impaciente”: Os emplazo para la gloria, que para los
tres la espero, por la bondad del Señor, que no por méritos nuestros. Mientras
tanto, hermanas mías, porque no nos separemos, llevadnos en vuestro corazón,
que en el nuestro os llevaremos.
Joaquín, Párroco
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