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viernes, 30 de junio de 2017

Despedida a unos Ángeles de la Guarda


“…Aquí la más principal hazaña es obedecer y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son…”

Con este fragmento de unos versos de Calderón de la Barca (militar primero y sacerdote después) he querido iniciar este breve artículo como memoria y resumen de la estancia entre nosotros de las hermanas del Santo Ángel, Victoria y Dolores, que este mes, cumpliendo con la obediencia debida, cierran su página de Lugones y abren una nueva, en Palencia la primera, y en Oviedo la segunda.

Dolores no ha tenido una participación directa en los últimos años en la vida de la Parroquia, pues su encomienda pastoral estaba en la atención a unos niños en una guardería de Oviedo, si bien, querida y valorada, era asidua cuando podía a la misa vespertina y a todos los acontecimientos más relevantes de la misma. No se va lejos, con lo que posiblemente tenga más fácil venir a vernos alguna vez; esta seguirá siendo su casa cuando quiera, pues la simple presencia en el tiempo va generando vínculos y afectos imborrables.

Victoria llevaba poco tiempo entre nosotros pero su pastoral estuvo vinculada de hoz y de coz en la Parroquia. Profesora de Matemáticas, no dudó en colaborar en con clases de apoyo, en la catequesis y en la atención litúrgica de las celebraciones como lectora y ministra extraordinaria de la Comunión. También, junto con la incombustible hermana Bibiana y la hermana Socorro, acompañaba al Párroco cada sábado a las celebraciones de la eucaristía en las residencias de ancianos de nuestra demarcación. Como Superiora que era de la Comunidad, tiene el gran mérito de haber conseguido una fluidez y comunicación absoluta entre la Parroquia, el Párroco y su propia Comunidad, lo cual ha generado unos afectos y reconocimientos entrañables y sin parangón que nos hará recordarla siempre, particularmente yo como párroco, que le estoy profundamente agradecido. En mi corazón se queda no sólo la religiosa y la entrañable colaboradora, sino sobre todo la gran persona que es Victoria.
 Se va a una Comunidad de Palencia, también vinculada a una parroquia, cerca de donde tiene a una hermana, igualmente religiosa de la misma Congregación la cual se encuentra enferma, lo que le permitirá cuidarla.

Termino parafraseando para ambas los versos (que Victoria misma me dedicó en personal despedida) de José María Pemán, incluidos en “El Divino Impaciente”: Os emplazo para la gloria, que para los tres la espero, por la bondad del Señor, que no por méritos nuestros. Mientras tanto, hermanas mías, porque no nos separemos, llevadnos en vuestro corazón, que en el nuestro os llevaremos.

Joaquín, Párroco

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