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miércoles, 31 de enero de 2024
El celibato, la castidad y la virginidad como bofetadas proféticas. Por Jorge González Guadalix
martes, 30 de enero de 2024
El demonio de la perversidad. Por Juan Manuel de Prada
La Conferencia Episcopal premia al periodista ovetense Manuel Garrido
lunes, 29 de enero de 2024
«Desde siempre los peregrinos han deseado conocer las reliquias de la Catedral de Oviedo»
Memoria de San Julián y San Serrano
San Serrano. Asturio Anulino Serrano nació en Villaseca de la Sagra en el siglo IV y fallecido en Complutum en el año 412. Fue un obispo de Toletum del año 395 al 412, y primer obispo de la diócesis complutense. Es venerado como santo por varias confesiones cristianas.
domingo, 28 de enero de 2024
''Enseñaba... con autoridad''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila
Continuamos en este Domingo IV del Tiempo Ordinario acompañando al Señor en los comienzos de su predicación. En concreto, el evangelio de este día nos presenta el que para el evangelista San Marcos constituye el primer milagro que obra el Señor a los ojos de todos, aunque San Juan, por su parte, nos dirá que el primero fue el de las Bodas de Canaá; no obstante, esto es secundario. El autor del texto nos describe dónde estaba Jesús: en la ciudad de Cafarnaúm, que era una población que podríamos comparar con Lugones: ¿Qué tenía de especial aquella población galilea? Pues que estaba muy bien situada, quedaba cerca de todo y se había convertido en un cruce de caminos, por lo que vivía allí gente de todas partes. Era también un pueblo pesquero donde aún hoy se conservan las ruinas de la casa de San Pedro, aunque había nacido en Betsaida. Y en concreto, este pasaje del capítulo 1 de San Marcos nos desvela cómo al llegar el sábado acuden a la sinagoga a cumplir con el precepto, y allí Jesús se pone a enseñar. Las palabras de Jesús no cayeron en saco roto; nos dice el evangelista que ''se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad''. Las personas que estaban presentes en la sinagoga de Cafarnaún se dieron cuenta al instante que no estaban ante un charlatán cualquiera ni ante ningún hipócrita, sino ante alguien auténtico que hablaba de lo que vivía, mostrando con transparencia que cuando el Espíritu Santo actúa no hay trampa ni cartón.
Y les hablaba no de cualquier manera, sino ''con autoridad'', algo que en nuestros días escasea en todos los ámbitos de la sociedad; falta autoridad en las familias, en las escuelas, en el trabajo, en la política... Y hasta en la misma Iglesia hemos perdido esa ''autoritas'' que en buena medida se nos ha ido por no imitar al Señor, logrando que nuestras palabras sean consecuentes con nuestras obras e instalándonos en una cierta mediocridad. Jesucristo desde su primera predicación ya logró trasmitir que sus promesas se habrían de cumplir, a diferencia de la conducta tan frecuente de los escribas que se dejaban la garganta denunciando cada detalle de la ley que no se cumplía, aunque luego sus vidas dejaban bastante que desear respecto a lo que Dios esperaba de ellos: decían lo que se tenía que hacer, pero ellos no lo hacían... Y nosotros hoy estamos como la gente de Cafarnaún y los discípulos, escuchando a Jesús que nos ha hablado a través de los textos de la Sagrada Escritura y, especialísimamente, del Evangelio. La antífona del salmo es un deseo para cada uno de nosotros: ''Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor''.
Pero en aquella predicación de Jesús ocurre algo muy concreto, y es que el mal se manifiesta por medio de un hombre que nos dice San Marcos que "tenía un espíritu inmundo". Lo primero que nos debería causar sorpresa es pensar qué hacía un endemoniado en la Sinagoga... Quizás vivía poseído por ese espíritu maligno, pero aún así llevaba más o menos su vida con cierta normalidad, hasta el punto de rezar como uno más cada sábado. Y, sin embargo, la voz de Cristo, su autoridad y enseñanzas, provocan su reacción y que ese mal oculto en aquella persona se manifieste con toda su violencia y agresividad. Cuántas veces somos nosotros "poseídos" por tantos males de los que nos volvemos adictos, y sólo la palabra de Jesús aquí en el templo tiene la fuerza suficiente para que reconozcamos nuestro error, muramos a la vida vieja y renazcamos a la nueva que Él nos ofrece en su Palabra. Siempre que se proclama este evangelio me gusta incidir en este mismo aspecto que ya me habéis escuchado: el demonio no es ateo como reconoce ese espíritu inmundo al afirmar: ''Sé quién eres: el Santo de Dios''. Y mirar si es listo el diablo, que sabe hasta de que pueblo es Jesucristo que le dice: ''¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?''... El maligno cree en Dios pero no le interesa convertirse, pues eso implicaría abandonar el lodo en el que ya se ha acostumbrado a vivir y al que nos llama, y esto es una tentación que Satanás nos susurra siempre al oído: ¡no vayas a misa, no te confieses, se ateo!... La mayoría de los que se dicen ateos no son realmente tal cosa, pero le pasa lo que al demonio, saben que hacerse amigos de Cristo implica renunciar al barro y al lodazal de sus vidas y que ellos han elegido por "religión". Pero incluso también en nuestros días se dan casos en los que el Señor toca con su gracia a los más alejados y les dice a su mal: «Cállate y sal de él».
Todos necesitamos a lo largo de la vida ser curados de estos espíritus inmundos que se manifiestan principalmente en nuestros apegos a lo mundano como el dinero, la fama, el poder, el tener, el placer... Y somos llamados también a imitar a Cristo que pasó por nuestro mundo "haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal": ¿Paso por la vida haciendo el bien? ¿Cómo podría curar a tanto herido en nuestro tiempo por tanto mal?... Pronto empezaremos la Santa Cuaresma, y volveremos a interiorizar que los enemigos de nuestra salvación siguen siendo "el mundo, el demonio y la carne". El Papa incide con frecuencia en los pecados de la mundanidad y el ego, y es que la clave para afrontar esto es seguir a Jesús hasta el calvario, pues sólo dando muerte a nuestro ego, crucificando nuestras vanidades y egoísmos y muriendo ya en esta vida a nuestros bajos instintos, lograremos librarnos del espíritu maligno que trabaja en nuestro interior para que sintamos rechazo del Señor. Hubo un tiempo no muy lejano, en que los sacerdotes, las religiosas y los laicos se mortificaban hasta el punto de someter el cuerpo a penitencias durísimas. Jesús no nos pide sacar lo mundano de nosotros a base de golpes y torturas, sino con su autoridad y fuerza si le dejamos que Él viva en nosotros...
Evangelio del Domingo IV del Tiempo Ordinario
sábado, 27 de enero de 2024
Homilía del Sr. Arzobispo de Oviedo en el Funeral del Rvdo. Sr. D. José Manuel Alonso García, Párroco de Vega, Huerces, Fano y Baldornón (Gijón)
Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal Española ante la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada
viernes, 26 de enero de 2024
“En el ámbito rural los curas llevamos a cabo una gran labor de acompañamiento”
Carta semanal del Sr. Arzobispo
jueves, 25 de enero de 2024
De Guatemala a Villaviciosa tras los pasos de Santa Clara: la pasión religiosa de Jessica Lima
Santoral del día: La conversión de San Pablo
miércoles, 24 de enero de 2024
Mensaje del Papa para la 58ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
martes, 23 de enero de 2024
Necrológica
San Ildefonso y la descensión de Nuestra Señora. Por Rodrigo Huerta Migoya
Sobre el traslado de las reliquias del Monsacro, encontramos en una vieja publicación titulada "Las Glorias Nacionales de 1853" -una versión bastante desconocida- que dice: ''Y estando el rey de Oviedo visitando las santas reliquias, deseó ver las que estaban en una muy antigua arca, que hoy día no saben que se haya abierto, y dicen que es la que trajeron de Toledo llena de reliquias, y que está en ella la casulla que la Madre de Dios dio al glorioso san Ildefonso, y la pusieron en Luco, lugar áspero cerca do Oviedo''. Es decir, que del Monsacro habrían ido primero a Lugo -Lucus Asturum- (¿Lugones; Lugo de Llanera?...) y finalmente a Oviedo. No es baladí este relato, pues no olvidemos que el que manda sacar las reliquias del Monsacro es Alfonso II, y esta decisión la toma parece ser en la misma época que nace la diócesis de Oviedo o, según otros, cuando se traslada de "Lugo" a Oviedo. Según este libro la sede de Lugo estaba a dos leguas de Oviedo. De nuevo reaparece la siempre discutida "Lucus Asturum"...
Tras el inventario del siglo XI parece que se empezó a extender el culto tanto a San Ildefonso como al milagro que tuvo con la Santísima Virgen, hasta el punto que dos siglos después el prelado ovetense Gutierre de Toledo, primer Conde de Noreña, mandó edificar dentro de la Catedral de San Salvador una capilla al Santo de su ciudad natal para reivindicar que Oviedo custodiaba su casulla, como así recordará en su obra sobre la historia de Oviedo Fermín Canella.
Entresacamos de "La España Sagrada" del P. Florez unas notas poco precisas en fechas, que parecen referirse al siglo XII, donde se habla del Arzobispo de Oviedo Don Rodrigo. Al no dar más detalles pensamos que es el llamado Rodrigo I, monje benedictino que fue obispo de Oviedo entre el 1175 y el 1188, aunque también podrían tratarse de Rodrigo II (1207-1209) o Rodrigo Díaz (1240 - 1248). En todo caso relata el P. Flórez: ''La casulla se depositó en la Catedral de Oviedo; y esto es lo que se creía en tiempo del Arzobispo Don Rodrigo, que en el cap. 8 del libro 4 escribe: Et in cadem Ecclesia dicitur esse vestis illa gloriosissima, quam Beata Virgo contulit glorioso Pontifici Ildefonso''.
En el siglo XIII, Fray Juan Gil de Zamora -también llamado Fray Egidio''- en su obra histórica dice al respecto: ''vestem illam sacratissimam, qua Dei mater B. Ildepbonsum decoraverat, in urbem ovetum Asturiarum caput detulerunt''.
En el siglo XVI dos jesuitas se intercambian correspondencia sobre el tema de esta preciada reliquia, quizás por el interés creciente que desde Toledo había de recuperar dicho tesoro para la Iglesia Primada. El P. Sebastián Sarmiento le cuenta al P. Francisco Portocarrero que vió la casulla dentro del Arca el día de la consagración del nuevo obispo de Oviedo, el llanisco Don Pedro Junco de Posada, el cual recibió la consagración episcopal de manos de Don Diego de Quiñones. El Padre Sarmiento nos da a entender que el arca sólo se abría en días muy señalados, como era este caso la ordenación y posesión del nuevo pastor de la Diócesis.