(De profesión cura) Dicen que ya no se habla de sexo en las homilías. Será en algunas, porque este pasado domingo servidor se permitió el lujo de centrarse en la segunda lectura de la liturgia y hablar de sexo, abusos, celibato, castidad y virginidad. Rarezas de uno.
Vivimos en un mundo hiper sexualizado. No es solo que en nuestros colegios se empeñen en enseñar la teoría y la práctica de comportamientos del todo ajenos a la edad de los que lo reciben o en imponer la ideología de género, es que la cosa se ha ido a tal punto que hasta el gobierno quiere controlar el acceso de los menores a la pornografía.
Es igual. Todo es sexo hasta el punto de que ya no nos sorprenden noticias de violaciones en solitario o en manada, separaciones, divorcios, exaltación del culto al cuerpo, disfruta de ti mismo.
Decía yo a mis feligreses que en medio de este ambiente, ni se comprende si se tolera que haya personas que renuncien a su genitalidad libremente y por puro amor a Cristo y entrega radical al Reino de Dios. Y como no se entiende y como la castidad, el celibato y la virginidad son una bofetada de realidad ante un mundo de pura degeneración sexual y afectiva, ya no saben qué hacer para ridiculizar y pretender demostrar que la abstinencia es imposible, anti natural e hipócrita.
Es muy vieja la historieta de los monasterios de monjas llenos de tumbas de recien nacidos y fetos abortados, aunque los haya que sigan aferrados a ella por justificar su propia vida disoluta. Ahora es momento de tocar las trompetas de los abusos del clero para abundar más en lo mismo. El mantra es que todo esto sucede porque los sacerdotes no se casan, luego acabemos con el celibato, que no olvidemos es una bofetada de realidad ante este mundo tan fuertemente sexualizado. Este es el asunto.
En España incluso los datos tan poco fiables del defensor del pueblo, y digo poco fiables en contra de la Iglesia, afirman que en torno a un 10 % de los casos de abusos se cometieron en el entorno de la Iglesia, luego parece que un 90 % fueron en otros ámbitos, es decir, entre gente que se puede casar, tiene su pareja o puede tenerla. Más aún, datos tenemos de que entre los luteranos, casados por supuesto, se han dado miles de casos de abusos, luego el fin del celibato no acabaría con el problema.
También se afirma desde diversos foros, algunos de la propia Iglesia católica, que si se acabara con el celibato habría más vocaciones. Rotundamente falso. Anglicanos, evangélicos y católicos orientales que pueden contraer matrimonio tiene menos vocaciones que nosotros.
Insisto. En este mundo no se entienden el celibato ni la virginidad por el Reino de los cielos. Es verdad que hay sacerdotes y religiosos infieles a sus compromisos. Uno solo que haya es suficiente para sentir vergüenza y rechazo, y el que cometa delito especialmente contra niños pague con todas las consecuencias que marque la ley. Dicho esto, insisto que en este mundo, el celibato y la virginidad molestan mucho porque te dicen con la vida que es posible vivir de otra manera y entregar la existencia a fines más altos.
Por ahi fue la homilía, y es que también la gente tiene necesidad de que alguien aclare los mantras televisivos. El domingo, en este tema, me tocó a mí. Creo que había que hacerlo.
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