(lne) A sus 26 años, Jessica Lima habla con pasión de la vocación que le ha llevado a cruzar el Atlántico, superando todos sus miedos, para empezar una nueva vida en el monasterio de las Clarisas de Villaviciosa. La joven guatemalteca llegó hace un mes a la congregación maliayesa, donde, poco a poco, ha comenzado a adaptarse a un día a día dedicado al Señor.
Todo comenzó con un retiro. "Duró tres días, pero estuvieron llenos de alegría. Las palabras del padre Raúl Ruano me llegaron y empecé a querer saber más de las religiosas. Hablé con el obispo de allí, que me puso en contacto con Sor Toti y fue ella la que me enseñó mucho de esta vida. Me habló de Santa Clara y yo pensé: quiero ser cómo ella. Me sentí muy identificada", explica la joven guatemalteca.
Comenzó entonces la búsqueda de la congregación perfecta para la joven. "En mi país hay dos congregaciones dedicadas a Santa Clara, pero hay muchas vocaciones y no tenían sitio para mí, y a las carmelitas no quería unirme", afirma. El destino quiso que Lima estuviera presente una de las veces que la abadesa de Villaviciosa, María Luisa Picado, llamó a Sor Toti. Escuchó la conversación, que en Villaviciosa faltaban vocaciones y se ilusionó mucho. Sin embargo, las inseguridades y el miedo le pudieron en ese primer momento. "Me quiso dar su teléfono, pero le dije que no. A los días, volvió a llamar cuando yo estaba presente y ahí me decidí", rememora. "La vida que tenía ya no me llenaba, quería algo más íntimo con el Señor", apunta.
La joven inició una relación con la abadesa de Villaviciosa, tanto por mensajes como por conversación telefónica, en la que ambas se fueron conociendo, intercambiando opiniones y pensamientos. Es lo que se denomina, según explica Picado, "el aspirantado". "Es un año de experiencia que puede ser presencial o en sus casas, aunque lo normal es que entren y salgan del convento. Después de eso viene el postulantado, que dura otro año, y, luego, el noviciado", añade la abadesa.
Paralelamente a este proceso, Lima inició también los trámites para poder trasladarse a España. "Primero se necesita una carta de su obispo, que yo hago llegar aquí al Arzobispo. Si la aceptan, ya puede venir", indica la abadesa. El 11 de agosto le llegó la aceptación y el 12 de diciembre, coincidiendo con la festividad de la Virgen de Guadalupe, su visado. "No me esperaba que llegase tan pronto, nunca lo voy a olvidar", reconoce la joven. Apenas dos semanas después, aterrizó en Asturias. "Me siento muy a gusto aquí, estoy muy feliz", asegura. Se trata de un sentimiento que comparten las hermanas maliayesas. "Se está integrando muy bien. El otro día me acompañó a Oviedo y tendremos que llevarla a Covadonga para que pueda conocer dónde está", anuncia Picado con una sonrisa.
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