Ha sido un honor recoger el galardón que la Sociedad Civil Oviedo 21 ha concedido a Mons. Rolando Álvarez Lagos. Me he comunicado con él y está muy agradecido por este Premio Libertas Internacional. Su celebridad, objeto principal de este premio, se deriva de la persecución que ha sufrido a partir de 2022 hasta verse encarcelado en un acoso creciente por parte del gobierno sandinista del dictador Daniel Ortega.
Lo advirtió con severidad el Maestro Jesús: si me han perseguido a mí, vosotros también seréis perseguidos (cf. Jn 15, 20). La historia bimilenaria cristiana da buena cuenta de ello. Cambian los paredones donde nos lapidan o fusilan, son otras las hogueras donde nos queman y diferentes las cámaras de gas donde nos asfixian, distintas las playas donde nos degüellan o los mentideros donde nos denigran y calumnian. Pero aquella advertencia de Jesucristo, se ha venido cumpliendo en los distintos ámbitos cuando los cristianos han sido molestos, incómodos y candidatos a la persecución de tantas formas.
El “delito” de este obispo nicaragüense, Mons. Rolando Álvarez, ha sido su libertad para denunciar los abusos del poder de turno, señalando los desmanes, las mentiras, los enjuagues, las manipulaciones y el secuestro de los derechos fundamentales por parte de los mandamases contra aquellos que les contradicen en sus pretensiones torticeras y deshumanizadoras. Por eso algunos nos resistimos a que se nos censure socialmente a los cristianos negándonos la palabra dicha en la historia que debemos seguir pronunciando. Escrutan nuestras palabras o silencios, nuestras presencias o ausencias cuando los cristianos bajamos a la plaza común sin encaramarnos en los púlpitos habituales.
Nos dicen que las cosas públicas no nos pertenecen, empujándonos al ostracismo que sella nuestros labios censurando la palabra o emparedando nuestra presencia en el rincón de lo sacral. El mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario cotidiano de la presencia cristiana en toda la trama social: en el mundo de la cultura, las artes varias, la opinión, los debates éticos, los retos y desafíos sociales. Pero tenemos el derecho y el deber de acercar nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas ponderadas o nuestra crítica constructiva en la edificación de la ciudad secular de la que formamos parte. No aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos nos imponen empujándonos a la inanidad.
Especialmente cuando hablamos de la verdad frente a quienes usan de la mentira como herramienta política de gobernanza, o cuando defendemos la vida en todos sus tramos, o cuando abogamos por la libertad ante quienes la cercenan manipulando a su antojo la división de poderes y el Estado de derecho, o cuando cuidamos la convivencia dentro de una sociedad plural en una historia no reescrita engañosamente, o cuando apostamos por la paz sin las treguas de usar y tirar para distraer la atención en las causas que señalan sus vergüenzas y corrupciones. Podría parecer una crónica de nuestros lares, pero es que las derivas amorales de cualquier intento de dictadura, se asemejan enormemente, y cualquier parecido es impura coincidencia.
Felicito a este querido hermano Mons. Rolando Álvarez, por el justo galardón que le brinda la Sociedad Civil Oviedo 21 con sus Premios Libertas. Porque de libertad va la cosa, cuando en medio de un ambiente mediocre y crispado aparecen gigantes que nos señalan el camino a seguir y nos afean los senderos traicionados. Esa referencia no es reaccionaria, sino que muestra el alto testimonio de la vieja sabiduría bíblica, el ejemplo bondadoso de Jesús de Nazaret y la larga tradición cristiana forjadora de una cosmovisión reconocible en los santos y en tantas buenas personas que han pagado con la propia vida el precio de su libertad.
(Rel./ José María Carrera) El próximo mes de julio, el santuario mariano de Covadona (Asturias) acogerá dos grandes eventos que esperan reunir a miles de jóvenes movidos por la centralidad de la fe en sus vidas. Nuestra Señora de la Cristiandad, una peregrinación y la JEMJ, una jornada eucarística, parecen reflejar una juventud que contradice estereotipos y encuestas: son la cara visible de una Iglesia joven y evangelizadora, que busca "que otros jóvenes puedan conocer a Dios" y que no renuncia a aspirar a la "reconquista espiritual de España".
Quienes así hablan son sus propios organizadores y voluntarios. Conversan con Religión en Libertad sobre ambos eventos, para los que ya se encuentran ultimando detalles: la JEJM tendrá lugar del 5 al 7 de julio, de viernes a sábado, y solo tres semanas después partirán de Oviedo a Covadonga los peregrinos de Nuestra Señora de la Cristiandad, del 27 al 29. A falta de poco más de un mes para el primero de los eventos, ambas organizaciones apremian a los peregrinos para la inscripción.
Restaurar el "orden social cristiano" desde la liturgia tradicional
En el caso de Nuestra Señora de la Cristiandad, será la cuarta edición de una peregrinación que no ha hecho más que crecer desde 2021. Aquel año no había más de 600 plazas para pasar las noches en los campamentos y todo da a entender que en esta IV edición se superarán los 1.200 inscritos de 2023.
Julen Erro tiene 28 años y es técnico jurídico de la Administración. Como uno de los principales organizadores, cifra entre los objetivos de la peregrinación "la santificación de las almas mediante la oración y la penitencia", que se ofrecen "por la Iglesia, por el Papa y por España". Habla también de "contribuir a la restauración del orden social cristiano" en España. "Pero no por nuestras fuerzas, sino a través de las gracias obtenidas en el Santo Sacrificio de la Misa", agrega.
Esta es la gran protagonista de la peregrinación, pues todas las celebraciones públicas y privadas siguen el misal de 1962, lo que comúnmente se conoce como "misa tradicional" y que es "el principal rasgo distintivo" de Nuestra Señora de la Cristiandad.
Erro es solo uno de esos jóvenes que están siendo "testigos privilegiados" de la "plena aptitud" de la Misa Tradicional, ya sea "para expresar la doctrina católica" o "para hablar y atraer al hombre de hoy".
Las cifras hablan por sí solas y parecen confirmar lo dicho por el organizador: desde hace más de 40 años tiene lugar en Francia la peregrinación anual París-Chartres, alma mater de la que se realiza en España, y que hace solo unas semanas acogió a más de 18.000 peregrinos.
Para este año, en Covadonga ya hay inscritos capítulos provenientes de Portugal, Francia, Holanda, Estados Unidos o México, entre otros.
Los peregrinos recorren cada día una media de 30 kilómetros, siendo cerca de 100 los que separan su inicio en Oviedo de la Santina. Lo hacen bajo el paraguas de la asociación Nuestra Señora de la Cristiandad-España, compuesta enteramente por laicos, sometida a la autoridad eclesiástica y sin vinculación formal con movimientos o institutos. Junto con la misa tradicional, la elevada participación de jóvenes, la existencia de un cierto número de privaciones (en lo referente a la comida, cama, etc.), la exigencia física de las etapas o la abundante participación del clero, en su mayoría joven, son otros aspectos que caracterizan esta iniciativa.
"Reconquista espiritual"
La peregrinación tiene un importante afán evangelizador, que pone en práctica mediante la "oración, la catequesis y los sacramentos" vividos en comunidad dentro de cada capítulo, los grupos naturales de peregrinos que conforman cada columna y se organizan por procedencia e incluso dedicación -los hay de estudiantes, de militares, de fieles de parroquias concretas…-.
"Por otro lado, la misma presencia física de la peregrinación tiene un potencial evangelizador, sirviendo de recordatorio de las realidades trascendentes en medio de esta sociedad secularizada", agrega Erro, que destaca la "reacción positiva" de los vecinos que ven pasar a los peregrinos.
Los objetivos mencionados explican que el destino escogido sea Covadonga, especialmente "por su carácter de santuario mariano y por la relevancia que tiene en la Historia de España". Se trata de un emplazamiento que infunde en los peregrinos "la esperanza de que, mediante la intercesión de la Santísima Virgen, la peregrinación contribuya a una reconquista espiritual de España, actualmente invadida por ideas relativistas y secularistas".
Vidas cambiadas
Tras cuatro años de andadura, Nuestra Señora de la Cristiandad comienza a ver frutos que cambian las vidas de los peregrinos.
"Conocemos bastantes casos de conversiones, surgimiento o afianzamiento de la vocación sacerdotal o religiosa... También parejas que se han conocido en la peregrinación, algunas de las cuales ya se han casado e incluso están esperando su primer hijo. A título de ejemplo, en un mismo capítulo surgieron en la primera edición dos parejas que se casaron el año pasado. También el curso pasado entró en un seminario español un chico que descubrió su vocación durante la peregrinación", enumera.
Entre sus expectativas a corto plazo, Erro destaca la consolidación de la peregrinación en su IV edición y un ligero aumento de peregrinos. Pero no esconde que la organización tiene las miras puestas en el largo plazo. "Esperamos que esto contribuya a que en España se pueda vivir cada vez con más normalidad la adhesión al Rito Romano Tradicional en plena comunión con el Sucesor de Pedro y con los obispos en comunión con él", subraya.
Las tarifas de la inscripción de adultos oscilan entre los 45 euros (hasta 25 años) y 55 para mayores de 25. La inscripción de menores de 16 años es de 25 euros y, en caso de que vaya una familia completa (de primer grado o abuelos y nietos), el máximo importe es de 180 euros.
El plazo de inscripción como peregrino concluye el 30 de junio. También es posible acudir como voluntario o como "ángel de la guarda" desde la página web de Nuestra Señora de la Cristiandad. Este año, la peregrinación debe hacer frente a gastos extraordinarios para carpas, coro, ornamentos litúrgicos, sotanas y corporales, para lo que han comenzado una campaña de donativos a través del código de bizum 05269.
JEMJ, nacida para recuperar la fe en la presencia eucarística
Unos días antes de esta peregrinación, el santuario de Covadonga acogerá la celebración de la Jornada Eucarística Mariana Juvenil, JEMJ, por sus siglas. En este caso, no se trata de una peregrinación, sino de tres días marcados por "la oración, el encuentro con otros jóvenes, la formación y la Eucaristía". La organización convocante, En Marcha, espera reunir a 2000 jóvenes entre el 5 y el 7 de julio, además de voluntarios.
Beatriz Fra, enfermera de 25 años y voluntaria, cuenta que el sentido de esta jornada encuentra su origen en la toma de conciencia por parte de varios jóvenes de cómo a la Eucaristía "se le da cada vez menos importancia" o incluso ni se cree en ella. Un fenómeno que justifica aludiendo a encuestas y estudios que recogen que, en algunos lugares, cerca del 80% de los católicos no creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
Contará con el apoyo y presencia del obispo Sanz Montes
Ante este dato, explica, "quisimos juntarnos para organizar esta jornada por medio de la creación de la asociación En Marcha cuyo único fin es la organización. Somos jóvenes de distintas diócesis que queremos ponernos al servicio de la Iglesia. Y gracias a Dios desde el Arzobispado de Oviedo, así como el Santuario de Covadonga, han acogido la idea y el evento como algo propio desde el principio", explica.
Mons. Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo y anfitrión de la JEMJ, ha confirmado que estará todo el fin de semana en Covadonga y presidirá la Misa de clausura el domingo 7 de julio. "De inmediato acepté la propuesta y la consideré como un regalo venido del cielo, porque este tipo de encuentros no suple el trabajo cotidiano con los jóvenes, pero sí puede suponer un momento fuerte de gracia que en muchos casos representa un punto de partida de una nueva vida desde Jesucristo, desde María", declaró Sanz a la Revista HM, del Hogar de la Madre.
Entre sus principales objetivos destaca el de motivar que los peregrinos "tengan una experiencia real de Cristo vivo y presente en la Eucaristía, que puedan conocerle, descubrirle". Por eso, se dirigen a los jóvenes "para que abran su corazón y estén dispuestos a acoger lo que el Señor quiera regalarles por medio de la oración, del encuentro con otros jóvenes y de la formación, de la mano de María".
De los cristianos perseguidos a la reconquista: los talleres
Evangelización y eucaristía se darán la mano en estos tres días para, según Fra, poder "aprender a vivir la fe en plenitud", apasionarse "por la verdad revelada por Jesucristo a su Iglesia" y descubrir que "merece la pena vivir una fe eucarística, auténtica, el regalo que los católicos tenemos en la Eucaristía".
Este ideal evangelizador se materializará en diferentes espacios, destacando un festival, una catequesis impartida por el obispo Antonio Prieto, testimonios, una mesa redonda con un doctor en teología, un rosario de antorchas, la misa, y por supuesto tiempo de oración.
Junto con los momentos de oración y comunidad, los talleres serán otro de los platos fuertes de la jornada, habiendo hasta 2.000 plazas entre los cinco previstos: Valiván, sobre cómo acercar a los más pequeños a Dios; Wake نp, sobre la Iglesia perseguida y la Eucaristía; Reconquista, sobre la evangelización a través de los medios audiovisuales; Preguntas a un experto, con respuestas a las grandes preguntas de los participantes; Eucaristía y Pasión, sobre la Última Cena y el misterio de la Redención.
El límite de reserva del taller es el 31 de mayo y cada inscrito puede reservar uno de los cinco disponibles.
El destino elegido tiene mucho que ver con otro de los objetivos y temáticas de la JEMJ, que la voluntaria resume en "la nueva reconquista católica" de España: "Igual que hace más de 20 siglos, en Covadonga, al amparo de la Virgen María, comenzó la reconquista y la lucha por la España Católica, queremos que los jóvenes allí presentes nos enamoremos de Cristo y con Su fuerza nos lancemos a la conquista de los corazones de otros jóvenes para Jesús y María".
Inscripción gratuita y expansión internacional... antes de empezar
Los organizadores esperan la asistencia de 2000 inscritos. Buscando que la jornada esté marcada por la sencillez, la inscripción a la JEMJ será totalmente gratuita.
"La felicidad y la autenticidad no siempre se encuentra en la comodidad que tantas veces el mundo nos ofrece. Queríamos que la jornada fuera accesible para todos los jóvenes, independientemente de su situación económica", explica.
Pese a ser la primera convocatoria, la JEMJ también está cobrando un cariz internacional y varios países se han unido a la iniciativa y buscan promover unas jornadas similares, como ya han comunicado desde Italia e Irlanda.
Preguntada por la convocatoria a una segunda edición en 2025, responde que "solo Dios lo sabe. En principio nos lanzamos a esta jornada, pero es el Espíritu Santo el que nos irá dando luz y abriendo los caminos si así lo desea". Fra se despide llamando a la oración "para que realmente seamos dóciles al Señor y pueda ser una jornada con grandes frutos en los jóvenes y en la Iglesia".
Si al margen de acudir a la JEMJ como inscrito se tiene intención de colaborar, puede hacerse como voluntarios, desde la difusión del evento o a través de donativos desde su página web.
"Me duele España. Me duele tanto. Pertenecemos a un pueblo que tiene 500 años de convivencia, con sus altibajos, sus contradicciones y sus revueltas. Somos un pueblo rico en regiones y paisajes, cultura y lenguas. Un pueblo que ha sabido convivir en unidad, sin ninguna extraña partición mal avenida. Me duele España porque esta mañana se ha aprobado en el Parlamento Español una amnistía enormemente nociva para el orden que nos hemos dado, para un Estado de Derecho sin que queden conculcadas las diferentes realidades que equilibran una razonable gobernanza. Me preocupa la patria y “pido luz para los que tienen en su mano la gobernanza desde la política. Quiero pedir para que no hagan daño, para que no priven o potencien por intereses suyos privados que pueden ser tan extraños como bastardos en maleficio de la entera comunidad. Por España, roguemos al Señor”.
El sacerdote diocesano Rvdo. Sr. D. Manuel Mesonero Santos ha fallecido en la madrugada de este miércoles, 29 de mayo, en la residencia diocesana de Salamanca a los 92 años.
Natural de Arcediano (Salamanca), donde nació el 10 de septiembre de 1931, realizó sus estudios teológicos en Comillas y en el Instituto San Pío X.
Fue ordenado presbítero en Comillas (Santander) el 1 de abril de 1956. Inicialmente incardinado en la Archidiócesis de Oviedo, su último destino pastoral en Asturias fue en la parroquia de Santa María de Cadavedo.
El 17 de octubre de 1972, se incardinó en la Diócesis de Salamanca. Dos años después, el obispo Mauro Rubio le encomendó las parroquias de Carbajosa de Armuña y Monterrubio de Armuña. En 1976, fue nombrado Encargado de Aldeaseca de Armuña donde sirvió hasta su jubilación en el año 2000.
Según la Diócesis de Salamanca, ejerció su ministerio pastoral también en las parroquias de Castellanos de Villiquera y Calzada de Valdunciel. También fue miembro del Consejo Presbiteral y profesor de Religión católica en el Colegio Montessori y en el IES Lucía de Medrano.
Actualmente, vivía en la Residencia diocesana, donde ha fallecido. La misa exequial tendrá lugar este jueves, 30 de mayo, a las 10:00 horas en la Casa de la Iglesia.
(Mientras el mundo gira) Este jueves es el Corpus Christi, la solemnidad del Cuerpo de Cristo, uno de los tres jueves que relucen más que el sol junto con el Jueves Santo y el día de la Ascensión. Este año, además, el Corpus cae un día después del 150 aniversario del nacimiento de Chesterton, una buena excusa (si es que necesitáramos alguna) para hablar de Chesterton y la Eucaristía.
Chesterton, como otros conversos, por ejemplo Newman, tenía una gran devoción a la presencia real de Cristo en la Eucaristía, un tesoro al que habían accedido gracias a abrazar la fe católica. En el caso de Chesterton, este amor a la Eucaristía se desarrolló especialmente durante el periodo en el que estaba preparando su biografía de Santo Tomás de Aquino.
Quedó Chesterton fascinado por los himnos eucarísticos compuestos por Santo Tomás. Uno de ellos, Lauda Sion Salvatorem, concluye con dos estrofas que los amigos de Chesterton testimoniaban que éste se había aprendido de memoria y recitaba habitualmente, de modo especial los últimos años de su vida, cuando acompañaba la recitación con golpes de su puño contra el brazo de su sillón:
Bone pastor, panis vere,
Jesu, nostri miserére:
Tu nos pasce, nos tuére:
Tu nos bona fac vidére
In terra vivéntium.
¡Oh Buen Pastor, Pan verdadero,
oh Jesús nuestro, ten misericordia de nosotros!:
apaciéntanos y cuídanos;
y haznos contemplar los bienes verdaderos
en la tierra de los vivientes
Tu, qui cuncta scis et vales:
Qui nos pascis hic mortáles:
Tuos ibi commensáles,
Cohærédes et sodáles,
Fac sanctórum cívium.
Amen. Allelúja.
¡Tú que sabes todo, y todo lo puedes,
tú quien a los mortales nos apacientas,
haznos tus invitados,
herederos y compañeros
con los Santos del cielo!.
Amen, aleluya.
Otro de los himnos de santo Tomás de Aquino que cautivaron a Chesterton es O Salutaris Hostia, escrito también para la fiesta del Corpus Christi. Destacaba sus palabras finales: in patria, que según él “lo dice todo… el cielo es nuestra tierra natal”.
Pero las referencias eucarísticas de Chesterton no son sólo glosas a los himnos de santo Tomás. Dirigiéndose al Congreso Eucarístico de Dublín en 1932, escribió Chesterton:
“La palabra Eucaristía es un símbolo verbal, podríamos decir una vaga máscara verbal, de algo tan tremendo que tanto su afirmación como su negación han parecido como una blasfemia; una blasfemia que ha sacudido al mundo con un terremoto que dura dos mil años”.
Para Chesterton la creencia en la presencia real en el Santísimo Sacramento es la piedra de toque de la verdad que había encontrado: “En cuanto a la Transubstanciación, sugeriría educadamente que, para la mayoría de quienes tienen algo de sentido común, hay una considerable diferencia práctica entre un Jehová presente en todo el universo y Jesucristo entrando en una habitación”. Y es que la Eucaristía, a la que muchos nos podemos haber acostumbrado, es un misterio muy grande, tanto que Chesterton confesó estar “asustado ante esta tremenda Realidad”.
Y cuando le preguntaron a Chesterton qué haría Cristo si volviera hoy a la tierra, respondió:
“La respuesta está muy clara; y para los que comparten mi fe sólo hay una respuesta. Cristo está ya en la tierra hoy, vivo en mil altares, y Él resuelve los problemas de la gente exactamente como lo hizo cuando estaba en la tierra en el sentido más ordinario. Es decir, resuelve los problemas del número limitado de personas que deciden, por su propia voluntad, escucharle”.
Ojalá, siguiendo el ejemplo de Chesterton, renovemos nuestra devoción por la Eucaristía, nos admiremos y estremezcamos ante un misterio tan enorme y tan potente.
ALLÍ DONDE NOS NECESITAS. ABRIMOS CAMINO A LA ESPERANZA
Hacerse caridad, pan que se parte.
“El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51)
La fiesta del Corpus Christi, Día de la Caridad, nos sitúa en el centro de la vida cristiana y “nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana”[1]. No hemos de olvidar que comulgar con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto entregado totalmente por los demás. Su cuerpo es un cuerpo entregado y su sangre es una sangre derramada por la salvación de todos.
Los obispos invitamos a todos los cristianos, y de manera especial a cuantos trabajan en la acción caritativa y social, a actualizar este gesto en la vida diaria, haciéndonos caridad, pan que se parte y reparte entre nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más pobres y vulnerables, hambrientos de pan, justicia y dignidad. “En verdad la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo” (SCa 88).
Hoy la dignidad humana está en crisis
La fiesta del Corpus Christi nos recuerda que “El Señor Jesús, Pan de vida eterna, nos apremia y nos hace estar atentos a las situaciones de pobreza en que se halla todavía gran parte de la humanidad” (SCa 89).
Nuestro mundo está herido, lleno de sombras que obstaculizan el desarrollo de una fraternidad universal y dejan a muchas personas al lado del camino, generando un clima de desesperanza social, como señala Fratelli tutti. Los conflictos y guerras acechan la condición humana y su dignidad. El drama de las migraciones nos interpela y pone en evidencia las falacias de una globalización que genera desigualdades. Muchas mujeres son “doblemente pobres”, pues sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia y, frecuentemente, se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos. El descuido de la casa común nos somete a todos a los grandes impactos de la crisis ecológica y el cambio climático (cf. FT 9- 28)[2].
La pobreza y la exclusión en nuestro país son un fenómeno estructural que persisten más allá de la coyuntura económica general. En nuestros entornos más cercanos, los informes de Cáritas y la Fundación Foessa dibujan la realidad que viven miles de personas:Situaciones de exclusión mucho más severas, personas con mayor deterioro especialmente psicoemocional.Una precariedad laboral que obstaculiza a muchas personas a vivir con estabilidad e iniciar proyectos vitales nuevos.Una problemática de la vivienda que se va agudizando y aumenta las situaciones de sinhogarismo en hombres, mujeres y familias.Más personas en situación de irregularidad administrativa fruto de las olas migratorias.Una población infantil y juvenil en situación de desventaja social tan profunda que con toda probabilidad arrastrarán toda la vida.
“Quien participa en la Eucaristía ha de empeñarse en construir la paz y denunciar las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando así el valor tan alto de cada persona” (SCa 89-90). Uno de los fenómenos que más contribuye a negar la dignidad de tantos seres humanos es precisamente la pobreza extrema, ligada a la desigual distribución de la riqueza, como indica la Declaración Dignitas infinita (cf. DI, 36)[3].
Nuestro lugar, donde nos necesitan los últimos
No hay Eucaristía sin encarnación. Porque el Hijo de Dios entró en la historia y asumió una carne semejante a la nuestra, es posible la Eucaristía. Sólo a la luz del abajamiento del amor se comprende bien la mística eucarística, que se expresa en el servicio desde el último lugar. Él se despojó de su manto y sirvió como el último de los esclavos (cf. Jn 13, 1ss).
Celebrar la Eucaristía es comulgar con Jesús y su proyecto del Reino para vivir cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo más humano. Por ello, ante esta realidad, “enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo” (FT 69).
Nuestro compromiso es vivir y estar en el mundo desde el amor, allí donde nos necesiten. Los cristianos estamos llamados a ser la comunidad fraterna y samaritana, que, como Jesús, delante de las innumerables personas que le seguían, “sintió compasión” (Mt 9,36).
Caminos de fraternidad y esperanza
Un año más, la celebración del día de la Caridad, nos compromete a transitar caminos de fraternidad, a animar y promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad en general, con la defensa de la dignidad de las personas y sus derechos. “Una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre” (DI, 1).
Consideramos en estos tiempos tres vías prioritarias:
1. Salir al encuentro de las personas más empobrecidas. No hay que esperar a que nos llamen a nuestra puerta, sino llegar a las personas, allí donde estén, logrando, ante todo, “reconocerlos realmente”, para hacerlos “parte de nuestra vida.”[4].
Cada encuentro, cada relación de ayuda significativa, cada diálogo sanador es sacramento de esperanza, especialmente para la persona más vulnerable. Se trata, pues, de salir al encuentro para acompañar la vida, su proceso de sanación y recuperación, su proceso de desarrollo en busca de una vida mejor, estableciendo vínculos con la persona.
2. Comprometerse con el bien común.
No basta con sanar y cuidar. “La sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes” (FT 179).
Hace falta favorecer aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección para vivir la dignidad en plenitud (Cf. Gaudium et spes, 26). Para ello, es necesario crear instituciones más sanas, regulaciones más justas y estructuras más solidarias, que permitan modificar las condiciones sociales que provocan sufrimiento.
El papa Francisco nos hace dos propuestas para abrir camino a la esperanza pública, bien común de todos: impulsar y animar la cultura del encuentro y la cultura del cuidado “para erradicar la indiferencia, el rechazo y la confrontación, que suele prevalecer hoy día”[5].
3. Tejer comunidad fraterna
Nadie puede pelear la vida aisladamente. Necesitamos una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que ayudemos unos a otros a mirar hacia adelante, una comunidad de pertenencia y solidaridad a la cual podamos destinar tiempo, esfuerzos y bienes (cf. FT 8, 36).
La realidad de una sociedad tan desvinculada y fragmentada por el individualismo imperante y la polarización creciente, nos convoca a los cristianos a encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de acciones individuales, pues mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad y el bien de todos (cf. FT n. 78).
Estamos llamados a ser comunidad de vida, de bienes y acción, en la que el amor recíproco, que se alimenta en la Eucaristía, nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido, porque “allí donde se haga presente la Iglesia, los pobres han de sentirse en su casa, en ella han de tener un lugar privilegiado, pues en el banquete sagrado se celebra ya la esperanza de los pobres que cantan con Maria las maravillas de Dios en la historia.”[6].
Semillas del bien.
“La mística del Sacramento tiene un carácter social. Hay que explicitar la relación entre Misterio eucarístico y compromiso social” (SCa, 89).
El amor al prójimo, la gratuidad y el servicio que vertebran la acción caritativa y social de tantas personas voluntarias son semillas del bien común para la sociedad, y sus brotes se concretan y se hacen visibles en las vidas de las personas que vuelven a sentirse dignas porque son miradas y escuchadas desde el amor y el cuidado. ¡Gracias por tanta entrega y testimonio!
Que la celebración y la adoración eucarísticas nos ayuden a comprometernos para construir juntos caminos de fraternidad, de manera que seamos esperanza de tantas personas.
Obispos de la Subcomisión para la Acción Caritativa y Social
[1] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Sacramentum caritatis. En adelante lo citaremos SCa y el número correspondiente.
[2] FRANCISCO, Carta Encíclica Fratelli tutti. En adelante lo citaremos FT y el número correspondiente.
[3] DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Dignitas infinita, sobre la dignidad humana. En adelante lo citaremos DI y el número correspondiente.
[4] FRANCISCO, A los pobres los tienen siempre con ustedes (Mc 14,7). V Jornada Mundial de los Pobres, 2021, 9.
[5] FRANCISCO, Mensaje para la 54 Jornada Mundial de la Paz, 2021, 1.
[6] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La Caridad de Cristo nos apremia. LXXXIII Asamblea Plenaria, 2005, 9.
El lunes pasado, 13 de mayo, fue inaugurada, en la iglesia romana de San Marcello al Corso, una nueva exposición, organizada por el sacerdote friulano Alessio Geretti, del ciclo “El Jubileo es cultura”, preparatorio del Gran Jubileo de 2025. Es la segunda. La anterior, en la iglesia de Sant’Agnese in Agone, en Plaza Navona, estuvo dedicada al Greco. En poco más de un mes, período en el que permaneció abierta al público, la vieron casi trescientas mil personas.
La de ahora se ha centrado en un solo cuadro: «El Cristo de san Juan de la Cruz», de Salvador Dalí. Delante de esta obra maestra está expuesto el dibujo, el original, que hizo san Juan de la Cruz, entre 1574 y 1577, tras un éxtasis. En él figura Cristo crucificado visto desde la perspectiva de Dios Padre.
El obispo de Ávila y las monjas carmelitas del monasterio abulense de la Encarnación, que es en donde se custodia esa reliquia fabulosa, la han cedido con plena generosidad para que pudiera ser contemplada en Roma junto al cuadro de Dalí, puesto que en ella se inspiró el genio de Figueras cuando se la enseñaron durante una visita a Ávila. Captó de inmediato que lo que había visto san Juan en su éxtasis era una realidad muy superior a aquella que intentaban plasmar los surrealistas en sus obras.
Después de ese viaje a la ciudad castellana, Dalí frecuentó en París al autor de una importante biografía de san Juan de la Cruz, a saber, el padre carmelita Bruno de Jésus-Marie, quien inició al pintor de Figueras en las sucesivas etapas de la vía sanjuanista para llegar a la amorosa y perfecta unión del alma con Dios. A él dirigió estas palabras en una dedicatoria: «A mi amigo en san Juan de la Cruz, el reverendo padre Bruno, y a José-María Sert; la comunión espiritual con ellos estuvo en el origen de mi Cristo de san Juan de la Cruz».
El viaje de Salvador Dalí a Ávila se inscribe dentro del proceso de su regreso a la fe católica en los años cuarenta del siglo pasado. El artista, que la había recibido de su religiosa madre, la abandonó en cierta manera, entre otros factores, por inducción de un maestro, que todos los días lo machacaba en la escuela con el martilleo de la sentencia «Dios no existe».
Una reproducción del Cristo de Velázquez, muy querida por Dalí, porque acompañaba a un retrato de su hermano fallecido prematuramente, mantuvo abierta en la sensible alma del pintor, durante los años de apagamiento religioso, la posibilidad del retorno a la fe, que dio comienzo cuando se encendió en él una irresistible fascinación por la física cuántica, en la que, cuanto más se adentraba en su conocimiento, más patente se le mostraba la naturaleza espiritual de la sustancia de la realidad. De hecho, llegó a confesar que, si bien no lograba establecer una relación con él, creía en la existencia de Dios.
Y en 1951, año en el que publicó su «Manifiesto místico», Dalí pintó el cuadro de Cristo que hoy conocemos como «de san Juan de la Cruz». La institución británica «Kelvingrove Art Gallery and Museum» de Glasgow, a la que pertenece la obra, la ha cedido para que pueda ser contemplada en la iglesia romana de san Marcello, en la que se custodia una muy venerada imagen de Cristo crucificado, del siglo XV, que se salvó milagrosamente del incendio que devastó por completo el templo en 1519, que libró, también milagrosamente, a la ciudad de Roma de la peste en 1522 y que todo el mundo vio en la pantalla de su televisor en la impresionante celebración nocturna que el Papa presidió, el 27 de marzo de 2020, en el «sagrato» de la Plaza de San Pedro cuando los contagios por coronavirus se hallaban en el punto más alto y letal de la pandemia.
Ese Cristo de Dalí es conmovedor. He visto a la gente contemplándolo absorta en la iglesia de San Marcello. Y admirarse del dibujo de san Juan de la Cruz, poco conocido fuera de España. El contraste de oscuridad y luz en el de Dalí, en el que no se le ve el rostro a Cristo, ni muestra señales de la pasión, porque nadie le ha quitado la vida, sino que ha sido él mismo quien la ha entregado por nosotros voluntariamente; la serenidad de la bahía de Port Lligat, el perfil del pintor en lontananza contemplando al Crucificado; la unión, en Jesús, del cielo y la tierra, de lo divino y lo humano, de la redención y la miseria, de la eternidad y la finitud, del pasado y el presente hacen que este cuadro del pintor español merezca con toda justicia ser tenido por una de las más representativas muestras de arte religioso de todos los tiempos.
(Iglesia de Asturias) Con motivo del Desfile del Día de las Fuerzas Armadas, este sábado 25 de mayo en Oviedo, nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz Montes ha podido saludar al Rey Felipe VI, y ha calificado la jornada como un «día grande». «Su Majestad, el Rey –ha manifestado– tan cercano como siempre, y un ejemplo fundamental en estos momentos, como referencia y garante de la unidad de España en la diversidad de sus pueblos. Además de defensor de nuestros valores culturales y cristianos».
El pasado Domingo con la Solemnidad de Pentecostés no sólo clausuramos el tiempo de Pascua, sino que nos adentramos ya en el Tiempo Ordinario; sin embargo, este domingo y el próximo los dedicaremos a celebrar dos misterios muy importantes de nuestra fe. Celebramos con gozo en este día a la Santísima Trinidad, corazón de todo el misterio de la revelación al cual nos asomamos con reverencia, temor y asombro, conscientes de que jamás nuestras capacidades serán suficientes para poder comprender tal misterio infinito.
Quizá una primera intención en esta jornada sería la del "reconocimiento", acorde al mensaje de la primera lectura del libro del Deuteronomio: ''Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro''. Con humildad de corazón hemos de aceptar que a pesar de todos los avances el hombre sigue sin tener respuesta para todo, seguimos siendo desconocedores de muchas cosas y, sin embargo, la gracia del Señor nos empuja a buscarlo, nos ayuda a sentirlo y experimentar por medio de sencillas intuiciones del día a día que Él es el Amor y nos ama. Es así porque pese a nuestras lejanías y arrogancias no se desentiende de nuestras miserias, y así el Padre por medio del Espíritu nos envía a su Hijo para anunciarnos las salvación tras sufrir, morir y resucitar por nosotros. Qué dicha supone sabernos bautizados, miembros de esta viña elegida que con el salmista se gloría en afirmar: ''Dichoso el pueblo que el Señor se escogió con heredad''.
Afirmamos, pues, que Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, siendo tres personas y un solo Dios. Esto significa que el Dios cristiano es comunidad tres personas de una única naturaleza divina. Por ello en este día celebra la Iglesia también la "Jornada Pro-Orantibus", pues si hay algunos especialistas en la Trinidad más aún que los teólogos estos son nuestras monjas y monjes de vida contemplativa, que dedican toda su vida y la consagran a buscar a Dios adentrándose día a día en este misterio en el silencio y la soledad de sus clausuras. También está el matiz comunitario y el amor fraterno, que son reflejo de ese amor que El Padre, el Hijo y el Espíritu tienen entre sí. Los religiosos de clausura no son personas que desconozcan lo que es el amor; al contrario, lo saben mejor que nadie, al igual que nuestro Dios que no es solitario, sino comunión y comunicación. Esto no sólo interesa a la vida consagrada; la Santísima Trinidad es un misterio que nos interpela a todos los creyentes para interiorizar de nuevo que si hemos sido creados a su imagen y semejanza, llegados a este punto debemos preguntarnos cuánto hemos de restaurar en nosotros mismos para asemejarnos lo más posible a nuestro original estado de gracia... Estamos llamados a amarnos unos a otros como lo hace la Trinidad Santísima.
Otro aspecto a meditar este domingo sería el concepto de la libertad, tristemente ideologizado y manipulado durante décadas, pues la liberación del hombre no pasa por ideologías o pseudo-teologías que pretenden vendernos nuevas esclavitudes bajo el concepto libertario. San Pablo nos habla de esto en la epístola de esta celebración con esa firme predicación que dirige a los cristianos de Roma: ''Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos''. Los cristianos entendemos la libertad dentro de las enseñanzas y mandamientos de la Iglesia que no nos ahogan ni aprisionan, sino que nos permiten ser más libres que nadie al huir de las ataduras y los criterios del mundo: la libertad de los hijos de Dios.
Abramos los ojos, redescubramos la belleza que nos ha regalado el Señor con la dicha de sabernos bautizados, algo que ha de ser nuestro orgullo y nuestro compromiso continuo y constante para cuidar el tesoro de la fe que hemos recibido con la obligación de anunciarlo y darlo a conocer para que sean cada vez más los que se bauticen ''en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo''. La clave de que nuestro mundo esté tan herido, con tanta soledad, guerras y conflictos es precisamente por la falta de Dios en nuestra sociedad, pues sólo Él en el corazón del hombre es bálsamo, compañía, misericordia, amor y concordia.
Ojalá podamos experimentar sentirlo tan cerca como lo sienten los orante contemplativos a los que bien definió Santa Teresa: ''Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta''...
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les habla indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
(C.E.E.) El papa Francisco ha nombrado obispo de Tuy - Vigo al sacerdote Antonio José Valín Valdés, en la actualidad vicario general de la diócesis de Mondoñedo - Ferrol. El nombramiento se hace público a las 12.00 horas de hoy, sábado 25 de mayo, y así lo ha comunicado la Nunciatura Apostólica a la Conferencia Episcopal Española.
Desde 2010 era obispo de Tui-Vigo Mons. Luis Quinteiro Fiuza, que seguirá al frente de la diócesis como administrador apostólico hasta la toma de posesión del nuevo obispo, el próximo 20 de julio.
Antonio José Valín Valdés, vicario general de Mondoñedo-Ferrol desde 2021
El obispo electo de Tui-Vigo nació en Ribadeo (Lugo) el 24 de febrero de 1968. En octubre de 1986 ingresó en el Teologado diocesano en Santiago de Compostela, realizando sus estudios en el Instituto Teológico Compostelano de 1986 a 1992. Fue ordenado sacerdote en la catedral de Mondoñedo el 14 de marzo de 1993. Es Bachiller en Teología y Máster en Comunicación Cristiana.
Su ministerio sacerdotal lo ha desarrollado en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol donde ha desempeñado distintos cargos: formador y profesor del seminario de Mondoñedo (1992-1999); subdelegado de Pastoral Juvenil, Vicaría Ferrol (1999); director de la residencia universitaria de la Domus Ecclesiae de Ferrol (2000); rector del seminario menor de Mondoñedo (2001); delegado diocesano de Pastoral Vocacional (2002); director espiritual del seminario mayor (2006); arcipreste de Terra Chá (2006/2009); delegado episcopal de Pastoral de Infancia y Juventud (2007); director espiritual del seminario mayor y menor (2011); arcipreste de Mondoñedo (2012/2016/2019); secretario de Pastoral (2015/2016); delegado Año Jubilar de la Misericordia (2015); formador de seminaristas menores diocesanos (2019); y vicario episcopal para la Evangelización (2017). También ha sido profesor de la Escuela Superior de Ciencias Religiosas «San Agustín» y de la Escuela Diocesana de Teología.
Su actividad pastoral comenzó en la parroquia de Santa María a Maior de San Sadurniño, donde ejerció como párroco entre 1999 y 2001. Posteriormente, entre 2007 y 2012, fue miembro del equipo sacerdotal de Vilalba-Abadín-Xermade. A continuación fue nombrado párroco de Santiago de Foz y otras parroquias de la zona, de 2012 a 2019.
Ha sido miembro de la delegación de Pastoral Vocacional y del COV de Viveiro; del Consejo Presbiteral; del Colegio de Consultores; del Consejo Diocesano de Gobierno; y del Consejo de Pastoral.
Fue administrador diocesano de Mondoñedo-Ferrol desde el 21 de diciembre de 2020 hasta el 4 de septiembre de 2021, cuando tomó posesión Mons. Fernando García Cadiñanos como obispo de esta diócesis.
En la actualidad es párroco in solidum y moderador de la UPA de Foz, desde 2019, y vicario general y moderador de la Curia, desde 2021. Es canónigo de la catedral de Mondoñedo desde 2018.
Mons. Luis Quinteiro Fiuza, obispo de Tui-Vigo desde 2010
Mons. Quinteiro Fiuza nació el 26 de junio de 1947 en Villa de Cruces (Pontevedra). Realizó los estudios eclesiásticos en el seminario diocesano de Santiago de Compostela. Es Licenciado en Sagrada Teología por la Universidad Pontificia de Comillas (1970). Fue ordenado sacerdote el 27 de junio de 1971 en Madrid, incardinándose en la archidiócesis de Santiago de Compostela. En 1981 asistió a cursos de la Hoschschule für Philosophie de Munich. Obtuvo el Doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma (1986).
Fue nombrado obispo auxiliar de Santiago de Compostela el 23 de abril de 1999 y recibió la ordenación episcopal el 19 de junio de ese año. El 3 de agosto de 2002 se hace público su nombramiento como obispo de Orense, sede de la que tomó posesión el 22 de septiembre. El 28 de enero de 2010 el papa Benedicto XVI lo nombra obispo de la diócesis de Tui- Vigo. Tomó posesión el 24 de abril del mismo año.
En la Conferencia Episcopal Española es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe y de la Comisión Episcopal para la Pastoral social y Promoción.
Iban llegando de todas partes de Asturias. Poco a poco se fue llenando la catedral de Oviedo como en un día especial de fiesta con la afluencia de tanta buena gente que no se quería perder el momento. Viene siendo una cita habitual desde hace años, al final de la pascua: una celebración que convoca una multitud de testigos y acompañantes en un hecho de nuestros días que sería impensable hace tan sólo unos lustros en nuestra época.
Como contraste cada año recibo el disgusto de quienes deciden salir de la Iglesia Católica. Vienen con el impreso de su apostasía excitada por grupos políticos o colectivos marginales que inspiran y jalean esa salida en nombre del rechazo a lo cristiano, con un triste resentimiento en nombre de su militante animadversión hacia la Iglesia. Lo hacen motivados por la inquina diabólica ante la postura cristiana frente a los postulados que ellos enarbolan en las ideologías variadas, de identidad sexual y de género no binario con orgullo de serlo. También proviene del mal ejemplo que los cristianos podemos dar por nuestra mediocridad o incoherencia creyente. Pero que haya anualmente un pequeño grupo de diez, quince o veinte casos que deciden marchar de la Iglesia, es una noticia triste que nos llena de pesar. Si bien es verdad que para salirse de un sitio, hay que haber entrado antes, y no sólo por la formalidad de estar inscrito en un registro, sino por una pertenencia que se traduce en un modo de vivir las cosas, de verlas y abrazarlas como hemos aprendido de Jesús y de su Evangelio, como nos lo enseña la Iglesia.
Por eso, frente a este dato enojoso, ver la Catedral llena de gente hasta rebosar sus bancos y sillas, sus naves y capillas, nos alegra y devuelve la paz más esperanzada. Este año han sido trescientos catecúmenos adultos que han pedido entrar en la comunidad cristiana con el sacramento del bautismo, o tomar su primera comunión con el sacramento de la Eucaristía, o recibir el Espíritu Santo con el sacramento de la confirmación. Son los tres sacramentos de la iniciación cristiana que estos adultos de más de 18 años han decidido pedir a la Iglesia, y para los cuales se ha preparado una catequesis especial a fin de poder acompañarlos en tiempo y forma debidamente.
No han llegado tarde a la cita con Dios, sino que por diferentes motivos no los recibieron antes en el momento de nacer, o en su niñez o en su juventud. El Señor los ha esperado y no hay reproche por la tardanza, sino mucho gozo por el momento en el que se ha vivido la entrada entrañable y el crecimiento maduro de estos hermanos y hermanas que quieren así vivir su fe, seguir alimentándola y dar un testimonio allí donde sus vidas están en el ámbito de la familia, del trabajo y de la política, de la parroquia y de las asociaciones cristianas. Una razón para dar las gracias y llenarnos de santa esperanza por el paso dado, incrementando tan positivamente nuestra realidad eclesial.
Hace años, el entonces joven profesor de teología Joseph Ratzinger, hablaba de que llegarían estos momentos en los que a diferencia de otros escenarios de una masiva cristiandad, pasaríamos a los de pequeñas comunidades más escasas en cuanto al número de los cristianos, pero más vivas y coherentes con los postulados de su fe y más audaces e incisivas en su testimonio público en medio de una sociedad secularizada. Vamos caminando de este modo tratando de entender el momento que vivimos en estos lares y en esta época, sin ser nostálgicos de tiempos pasados ni ansiosos precipitadores de los tiempos por venir, sino que agradeciendo lo que tenemos en el ayer de tantos siglos, y esperanzados ante lo que irá llegado poco a poco, podamos vivir apasionadamente el presen-te que Dios pone en nuestras manos. Esto es conjugar la vida en sus tres tiempos verbales: el pasado con gratitud, el futuro con confianza y el presente con verdadera pasión (Juan Pablo II). Gracias por estos nuevos hermanos que se nos han regalado.