sábado, 4 de mayo de 2024

Homilía en el Funeral de la Hermana Bibiana Flórez Tamargo, Religiosa del Santo Ángel


Queridos hermano sacerdote Don Serrano,
Religiosas de la Congregación de Hermanas del Santo Ángel, 
familiares y amigos de la Hermana Bibiana, 
feligreses y fieles todos.

''El Señor ha dado órdenes a sus ángeles para que te guarden en tus caminos'' (Sal 91). Estas palabras del salmista podrían resumir a la perfección la acción de gracias eucarística en la que nos encontramos para alabar al Señor por la vida larga y fructífera de Bibiana, vivida en su consagración concreta por medio del carisma particular que el Espíritu Santo suscitó a la Iglesia Universal por medio del Beato Luis Ormieres y la Madre San Pascual. El Señor ha guardado a Bibiana en su largos caminos, al tiempo que también ella se esforzó en querer guardar a los que encontraba en su camino como buena samaritana, y no sólo para alejarlos del mal, sino a la vez acercarlos a Dios.

La primera palabra de esta tarde es agradecimiento por esta historia de amor, dado que todo llamado es amado. Y he aquí que Bibiana, desde sus primeros pasos en su pueblo natal de Santullano de las Regueras, quiso caminar de la mano del Nazareno. Vivió sostenida por la fe en Cristo, la fe que recibió en su hogar, en su parroquia de San Julián mártir y entre en sus amistades, saliendo en los momentos de turbación de sus labios esa jaculatoria tan antigua como actual: "Sagrado Corazón de Jesús: en vos confío". Reconocer que nuestro Dios tiene corazón es lo mismo que afirmar con San Juan que nuestro ''Dios es amor'' (1Jn 4,8). Y esto es algo vital en lo que el P. Ormieres insistiría y que nuestra Hermana sabía perfectamente: "amar a Dios, y darlo a conocer", qué, adaptándolo a nosotros mismos sería: "¡nos ama, y amándonos unos a otros le damos a conocer como el Amor con mayúsculas!". Ese Amor es al que ha sido convocada Bibiana ayer, 3 de Mayo, día de la cruz.

Reunidos hoy en torno al altar de esta iglesia en la que tanto rezó, en la que ella a tantos despidió, y en la que sostuvo tantos diálogos ocultos y de los que fue testigo en sus ratos de oración ante el Sagrario, nos congregamos su familia de sangre, su familia religiosa y su familia parroquial de esta comunidad de San Félix que tanto le debe. Mi reflexión en estos momentos quiere girar entorno a las tres muertes de nuestra Hermana, que ojalá sirvan para iluminar este momento de dolor y a la vez de esperanza:

Primera: morir al pecado;

En esta celebración imploramos del Señor que perdone los fallos y flaquezas de nuestra Hermana. Las religiosas y los sacerdotes no somos seres celestiales; somos débiles, frágiles y de barro, y hemos de pedir misericordia para nuestras miserias. La hermana Bibiana tuvo conmigo una gran confianza, no sólo para confesarse o pedirme dirección espiritual, sino para desahogarnos como amigos y reconocer que a veces se le hacia cuesta arriba la convivencia y la vida de comunidad, cruz muy propia de religiosos y religiosas. He aquí a la vez la belleza de esta vida: aceptar vivir compartiendo todo con personas que no son de tu sangre, pero que se convierten en tu familia siendo cada cual "de su padre y de su madre" -como ella decía- por tener en común lo más grande como es a Jesucristo nuestra Pascua. 

Bibiana era una mujer de carácter, recia y enérgica que quiso servir al Señor en la docencia, formando a los pequeños "haciendo verdaderos discípulos" de Cristo. Tenía un fuerte temperamento, hasta el punto que a veces se enfadaba hasta consigo misma, pero lo que puede parecer un defecto, si le damos la vuelta, podemos encontrar lo positivo de quien busca la alta perfección. Personalmente estoy convencido de que ese genio, esa fuerza, esa fortaleza de Bibiana la ha mantenido firme en la fe, exigiéndose día a día a sí misma para no perder el ritmo de su entrega: ''Fémina inquieta y andariega, desobediente y contumaz''... Así definió el entonces Nuncio de su Santidad en España, Monseñor Felipe Sega a una tal Teresa de Jesús, hoy Santa Doctora de la Iglesia. Esta definición  reseña muy bien a Bibiana: inquieta y andariega como pocas, y también un tanto rebelde y amiga de no hacer mucho caso a la superiora -como hacemos muchos- pero incluso estos los pecadillos de Bibiana eran veniales; era parte de su forma de ser; de no haber sido así, no habría sido ella misma. Cada jornada de una religiosa es como la de toda vocación: encaminarse a la santidad, pero la consagrada lo hace por esa ''senda de la caridad perfecta'' (Perfectae Caritatis).  

Segunda: morir al mundo

Bibiana ingresó en la vida religiosa en años muy duros; la crudeza de la formación quedó clavada en su ser. Luego vinieron tiempos de cambios con el Concilio Vaticano II, pero ella nunca abandonó ese ascetismo que sus maestras de novicias le habían enseñado. Supo vivir en el mundo evitando la mundanidad... En mis años de párroco en Lugones, en contadas ocasiones la vi entrar en un bar o cafetería, a no ser por alguna fiesta de algún grupo parroquial. Era caminante y peregrina, pero poco amiga de escaparates o gastos suntuosos y vanidosos. Ahorradora en todo, hasta a la hora de hacer la compra cuando le tocaba, pues miraba por el último céntimo consciente de que administraba lo que no era suyo. Siempre quiso vivir ligera de equipaje, y aunque pasara bastantes años en sus destinos nunca se llenaba ni su armario ni su habitación. El aprecio por la pobreza le ayudaba a mirar bien de cerca a tantos necesitados de alimento, ropa o escucha, como a los que recibió en nuestra Cáritas Parroquial. La forma en que encarnó el voto de pobreza refleja la espiritualidad de la Madre Fundadora que tanto insistía en que una Hermana del Santo Ángel siempre ''confía en la Providencia''. Hoy que tanta confusión nos rodea, que el maligno busca convencernos de que la Iglesia debe aceptar la marcha del mundo, cuánto bien nos hace mirar la vida de nuestros predecesores que entendieron de nuestro Salvador que su su reino no es de aquí (Jn 18,36). Que los discursos ideológicos, finalmente vacíos, tienen poco recorrido y que sólo hay algo que aunque pasen el cielo y tierra permanecerá (Mt 24,35) como lo es su Palabra: ¡única verdad!

Su renuncia fue tan radical que aunque hubo quienes le dijeron: ¿Con el Panteón tan hermoso que tiene tu familia no te vas a enterrar con los tuyos? y ella tajante, a pesar de lo mucho que quería a los suyos, o de lo unida que estuvo a sus hermanos y padres respondía que no; que con las hermanas de Congregación debía de estar. Tenía muy claro lo que era "agarrar el arado y no mirar atrás" (Lc 9,62). La pertenencia a la Congregación la llevaba muy a gala y orgullo, y descubrió que cada renuncia que hacemos, pequeña o grande, nos ayuda a crecer a ejemplo de nuestro Salvador que "aprendió sufriendo a obedecer" (Heb 5,8).

Tercera, morir para vivir

Creo que Lugones fue el destino más especial para ella: llegó aquí recién jubilada con muchas ganas de seguir gastándose por el reino de Dios y su justicia. Empezó por lo que fue el alma de su vocación: la formación, con catequesis de primera comunión, clases de apoyo y refuerzo para familias sin recursos... Y a partir de ahí colaboró con su inseparable compañera de fatigas -también muy recordada y querida- la Hermana Amparo Alonso, en todos los apostolados y realidades parroquiales que se le ponían por delante: Caritas, liturgia, vida ascendente, consejo pastoral, pastoral de la salud... ¡cuántas visitas a hospitales, residencias o asilos del contorno! Ni qué decir, de cuántas casas y pisos de Lugones visitó llevando al Señor como consuelo del enfermo, del triste y el solitario. ¡Cuántos rosarios y oraciones en el tanatorio, y cuántos kilómetros pateados presta y ligera por pura caridad!... Ha sido una estampa inolvidable en nuestro pueblo y Parroquia ver a la hermana Bibiana pasar caminando ágil de un lado para otro. Se tomó al pie de la letra lo de ''ser ángel visible'', pues caminando parecía que tenía alas. Iba a prisa como María al ponerse en camino a casa de Isabel, fiesta grande que también celebramos en Lugones.

Sé muy bien que Bibiana no tenía miedo a la muerte, pero también que no tenía prisa por morirse. Una frase muy suya al conocer la muerte de algún conocido era: "que nos espere allá unos añinos"... Ella creía que le faltaba mucho por hacer, pues en palabras suyas deseaba "ir al cielo con las manos llenas". Llenas de buenas obras, de mucha siembra y a poder ser de un buen racimo de frutos. Dios la ha bendecido no sólo con una vida longeva sino, además, con una salud de hierro. Yo hubiera querido que Bibiana terminara sus días aquí entre nosotros, pero, convencida de lo correcto, fue una decisión suya y personal -como así me lo manifestó- solicitar el traslado a Oviedo para disfrutar de su Hermana Pilar María y de sus hermanas el tiempo que le quedara. Para unos aún podría haber esperado un tiempo aquí, para otros hacia años que una mujer de su edad debía llevar otro ritmo de vida... Nunca las cosas son al gusto de todos... Por mi parte como párroco sólo tengo palabras de cariño para las hermanas y para tantas personas que supieron descubrir en ella un signo de la presencia del Señor en medio de nosotros. Desde su marcha de la Parroquia, su ausencia no pasó desapercibida y su recuerdo continuó constante, como han comprobado las hermanas de la comunidad de Oviedo en tantas llamadas, visitas y saludos que desde Lugones llegaban hasta ese rincón del barrio ovetense del Otero. También yo recordaba a Bibiana cada vez que iba a las residencias, cuando celebro para propia Comunidad de Lugones, o visito a enfermos en sus casas.... Ya no vendrá contenta a traerme una pieza de fruta escondida en una servilleta, mientras me recordaba que para la pastoral "no se puede estar sin desayunar"... 

No es ningún secreto que cuando yo llegué a esta Parroquia, Bibiana estuvo -como algunos otros- por no pocos y torpes juicios y prejuicios en "la oposición", hablando en términos políticos. Duró poco: no llevaba yo un año aún en la Parroquia cuando vino a pedirme un segundo funeral para su hermano aquí, en ella. Yo le pregunté si se debía a que tenía familia fuera y que no pudo ir al de las Regueras, y me dijo que no, que sencillamente quería para su hermano un funeral de los que tu haces, como Dios manda. Supe que algo había cambiado... A partir de ahí fue confidente y amiga, siempre diciéndome que trabajaba mucho, lo guapa que tenía la Iglesia, y con frecuencia (hoy me siento libre para poder decirlo) hasta donativos. Unas veces me decía: ''esto para un pobre que tu sepas''; ''esto para esa obra que estás haciendo'', e incluso en no pocas ocasiones: "esto pa tí, pa que te des un caprichín".... 

Detrás de esa personalidad férrea y curtida, había también una sensibilidad muy humana y muy especial para cualquier situación donde pudiera aportar algo de luz. Singular mención quiero hacer de tres detalles en sus últimos años aquí: su defensa de la Cofradía de la Semana Santa (cuántas horas aquí en la vela ante Monumento del Jueves Santo, pidiendo que no lloviera al día siguiente, y a continuación, en el Monumento de su Comunidad). Su querer colaborar con el montaje del belén, y hasta buscando flores para las alfombras del domingo de Corpus... Vibraba con cualquier actividad de la Parroquia, pues la sentía muy suya, como así era. Lugones fue un antes y después en su vida. 

En estos últimos años el Señor le ha regalado a Bibiana algo que no estaba en sus planes, pero ella lo ha aceptado segura de que redundaría en su bien. Me refiero a la debilidad, la enfermedad y la postración. Ella que era todo ímpetu, alma libre y voladora, poco amiga de estar sentada o de comer lo que le dijeran, hacer o ir donde no le placía, ha supuesto asumir en sus propias carnes esas palabras del Señor a Pedro: "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras"(Jn 21,18). Ha sido evidente que lo aceptó configurándose a la Cruz, por eso los cristianos sentimos tanta paz cuando alguien que ha atravesado el patíbulo de la enfermedad entrega su último aliento. Familiarmente decimos: "descansó", pero en el fondo los católicos lo que pensamos es: No sabemos si ya está en el cielo o no, más seguro que no tendrá apenas purgatorio cuando se ha purificado tanto por medio de su enfermedad... Que os consuele esto; que te consuele a ti Hermana María Luisa (Pilar María), también al pie de la cruz hasta el final... Ella se ha ido porque estaba preparada, y en este tiempo de Pascua Jesucristo Resucitado la ha vuelto a llamar por su nombre, y no la encontró dormida y sin aceite, sino con la lámpara encendida cual virgen prudente. 

La Hermana Bibiana tenía un gran amor a la Madre de Dios: cuántas veces le rezaría en la capilla del rosario del Palacio de Viado, allá en su pueblo natal, en todos sus destinos en que estuvo, y cuántos rosarios aquí a los pies de Nuestra Señora de la Visitación, o paseando hasta la Capilla del Buen Suceso en El Carbayu. A buen seguro que la Santina intercederá ahora por ella ante el trono del Altísimo. A Ella, Reina de Ángeles y Madre de amor, al Beato Luis Antonio Ormieres y al Ángel Custodio, les pedimos en esta tarde que salgan a su encuentro y la conduzcan a la patria eterna.

Cuando en las ultimas veces iba a Oviedo a verla, alguna hermana ya en la entrada me decía: "ya no conoce ni a los sobrinos"... Y recuerdo muy bien que en cuanto me veía le cambiaba el rostro, y ante mi pregunta: ¿sabes quien soy? Ella respondía ya frágil de voz: "claro, Joaquín"...

Querida Bibiana, ha venido el Esposo y has salido a su encuentro. Que nos encontremos allá en la mesa pascual donde seguro me estarás esperando con una fruta cuidadosamente envuelta en una servilleta para mi desayuno. Allí muchos son ya los que te esperan ahora a ti, atentos a la voz del Señor y que los de Lugones estamos seguros que te llamará por tu nombre diciéndote: "Ven bendita de mi padre, pues estuve enfermo, y me visitaste" (Mt 25,36). 

Descansa en paz, Bibiana; que los ángeles te reciban en su ciudad. Amén 


                                                                                                                       Lugones 04 de Mayo de 2024 

Joaquín Manuel Serrano Vila,
Párroco de San Félix de Lugones


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Agradecimientos antes de la bendición:
Antes de concluir quiero dar las gracias, a la Hermana María Luisa -Pilar María- hermana de sangre y de vocación de Bibiana, la cual la ha cuidado con mimo estos últimos años desviviéndose en su atención. Gracias a la Superiora General y a la Provincial, que siempre han buscado y buscan lo mejor para cada hija del P. Ormieres, gracias a la hermana Carmen Trejo -Superiora de la comunidad Madre Serafina de Oviedo- que siempre me ha recibido con los brazos abiertos cuando acudía a ver a Bibiana y me tenía informado de su evolución, y nos permitió celebrar aquí en Lugones su funeral. Gracias a la Comunidad de Oviedo y al personal de la Casa que la han atendido primorosamente en estos años de altibajos y flaqueza de sus fuerzas; a la Comunidad de Hermanas de Lugones que junto a ella peregrinaron tantos años y que en estos días viven también de cerca la experiencia de la enfermedad, así como a las hermanas de Gijón y la Tenderina, que han querido acompañarnos. Gracias a sus sobrinos y amistades, antiguas alumnas y vecinos, así como a los que de un modo u otro se sintieron bendecidos con su trabajo, pues quiso el Señor decir mucho bien en Lugones por medio de estos "ángeles visibles" que son un regalo para nuestra Parroquia, como lo fue la Hermana Bibiana y lo fueron igualmente las Hermanas Otilia, Carolina, Carmen Pérez, Amparo, Dolores, Regina, Mª Claret, y todas las demás hermanas difuntas y vivas en otros destinos, que siguen presentes hoy en la memoria agradecida de esta parroquia de San Félix de Lugones. Y muy especialmente gracias a Juan Manuel nuestro organista, y a Rodrigo que nos ha ayudado con los cantos, y que a mí me recordó con mucho acierto varias cosas que se reflejaron en la homilía, pues también él le tenía especial cariño a Bibiana y a su Congregación.

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