Juliana Josefa María Lavrilioux nació en Josselín -cabeza de partido del cantón de Morbihan- el 4 de enero de 1809. El deseo de no vivir la gracia de Dios en vano impulsó a Juliana Mª, Madre San Pascual, a salir camino de Quillán. Junto con el Padre Ormières, en este pueblecito del sur de Francia, comienza una pequeña escuela para niños pobres.a)
Desde muy joven consagra su vida al Señor en la Instrucción Cristiana de Saint Gildas de Bois -La Bretaña-, para pasar, junto con Ormières, a ser Fundadora de la Congregación de Soeurs de l’ Ange Gardien o Hermanas del Ángel de la GuardaLa bondad era la clave de todo el modelo educativo. En torno a ella giraba toda relación con las alumnas. Siempre repetía: Dulzura y firmeza. Nunca se da la verdad sin el amor, ni el amor sin la verdad. Había que educar para la sociedad.
Respetando las cualidades de las alumnas, las escuela debía preparar para que desempeñaran el papel que la Providencia les hubiera deparado en el mundo. En tiempos de intolerancia, se proponía a las hermanas asumir su misión educadora, definida como -escuela de respeto- a Dios y a sus semejantes. Su presencia entre las Hermanas fue un don. El P. Ormières la consideraba “Ángel visible” de los ángeles visibles que eran sus hermanas.
Fue una mujer paciente, atenta, que siempre se mostraba disponible a la voluntad de Dios, valiente y arriesgada que dejó su congregación para ayudar al Padre Ormieres a fundar la nuestra y enseñar a los más necesitados.
El beato Luis Ormières y Juliana M.ª Lavrilloux –Madre San Pascual- nacieron el mismo año, 1809, separados por los 850 kilómetros que hay entre Quillan y Josselin (Francia). Ambos coincidieron en un momento crucial. Luis, sacerdote, tenía un proyecto y buscaba personas que le ayudasen a realizarlo. Para él, enseñar era más que instruir, era educar a la persona y evangelizar. Ensayó métodos nuevos para atraer la atención de los niños y jóvenes del campo y para captar su atención con una enseñanza práctica, más que teórica. En un momento en que las niñas estaban excluidas del sistema educativo, no en teoría, pero sí ‘de hecho’, Luis Ormières comenzó a fundar escuelas en muchos de los pequeños pueblos del sur francés, en el entorno de Toulouse.
Nada hubiera sido posible sin la Madre San Pascual, una mujer apasionada por hacer la voluntad de Dios que fue capaz de arriesgar y dejar su Congregación, las personas y el lugar que amaba para acudir y trabajar en este nuevo proyecto, convirtiéndose, ambos, en los Fundadores de la comunidad de Hermanas del Ángel de la Guarda. Juntos, lucharon por ofrecer espacios donde la igualdad de oportunidades y el encuentro cercano con Dios fueran, sencillamente, posibles. ‘Espacios verdes’ de ternura, cuidado, orientación, crecimiento... para niños y jóvenes, ancianos y enfermos, familias y pobres necesitados de ayuda.
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