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El celibato, la castidad y la virginidad como bofetadas proféticas. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Dicen que ya no se habla de sexo en las homilías. Será en algunas, porque este pasado domingo servidor se permitió el lujo de centrarse en la segunda lectura de la liturgia y hablar de sexo, abusos, celibato, castidad y virginidad. Rarezas de uno.

Vivimos en un mundo hiper sexualizado. No es solo que en nuestros colegios se empeñen en enseñar la teoría y la práctica de comportamientos del todo ajenos a la edad de los que lo reciben o en imponer la ideología de género, es que la cosa se ha ido a tal punto que hasta el gobierno quiere controlar el acceso de los menores a la pornografía.

Es igual. Todo es sexo hasta el punto de que ya no nos sorprenden noticias de violaciones en solitario o en manada, separaciones, divorcios, exaltación del culto al cuerpo, disfruta de ti mismo.

Decía yo a mis feligreses que en medio de este ambiente, ni se comprende si se tolera que haya personas que renuncien a su genitalidad libremente y por puro amor a Cristo y entrega radical al Reino de Dios. Y como no se entiende y como la castidad, el celibato y la virginidad son una bofetada de realidad ante un mundo de pura degeneración sexual y afectiva, ya no saben qué hacer para ridiculizar y pretender demostrar que la abstinencia es imposible, anti natural e hipócrita.

Es muy vieja la historieta de los monasterios de monjas llenos de tumbas de recien nacidos y fetos abortados, aunque los haya que sigan aferrados a ella por justificar su propia vida disoluta. Ahora es momento de tocar las trompetas de los abusos del clero para abundar más en lo mismo. El mantra es que todo esto sucede porque los sacerdotes no se casan, luego acabemos con el celibato, que no olvidemos es una bofetada de realidad ante este mundo tan fuertemente sexualizado. Este es el asunto.

En España incluso los datos tan poco fiables del defensor del pueblo, y digo poco fiables en contra de la Iglesia, afirman que en torno a un 10 % de los casos de abusos se cometieron en el entorno de la Iglesia, luego parece que un 90 % fueron en otros ámbitos, es decir, entre gente que se puede casar, tiene su pareja o puede tenerla. Más aún, datos tenemos de que entre los luteranos, casados por supuesto, se han dado miles de casos de abusos, luego el fin del celibato no acabaría con el problema.

También se afirma desde diversos foros, algunos de la propia Iglesia católica, que si se acabara con el celibato habría más vocaciones. Rotundamente falso. Anglicanos, evangélicos y católicos orientales que pueden contraer matrimonio tiene menos vocaciones que nosotros.

Insisto. En este mundo no se entienden el celibato ni la virginidad por el Reino de los cielos. Es verdad que hay sacerdotes y religiosos infieles a sus compromisos. Uno solo que haya es suficiente para sentir vergüenza y rechazo, y el que cometa delito especialmente contra niños pague con todas las consecuencias que marque la ley. Dicho esto, insisto que en este mundo, el celibato y la virginidad molestan mucho porque te dicen con la vida que es posible vivir de otra manera y entregar la existencia a fines más altos.

Por ahi fue la homilía, y es que también la gente tiene necesidad de que alguien aclare los mantras televisivos. El domingo, en este tema, me tocó a mí. Creo que había que hacerlo.

martes, 30 de enero de 2024

El demonio de la perversidad. Por Juan Manuel de Prada

(XL Semanal) Siempre me ha impresionado mucho cierto pasaje de El demonio de la perversidad, una de las 'narraciones extraordinarias' de Edgar Allan Poe que acaso no se cuente entre las más memorables literariamente hablando; pero que, desde luego, nos ofrece un diagnóstico escalofriante sobre la enfermedad que gangrena nuestra época, que no es otra sino el apetito autodestructivo. Permítaseme reproducir por extenso a Poe: "Nos hallamos al borde de un precipicio. Contemplamos el abismo. Sentimos vértigo y malestar. Nuestra primera intención es retroceder ante el riesgo. Pero, inexplicablemente, no nos movemos de allí. Paulatinamente, el malestar, el vértigo y el horror se confunden en un nebuloso e indefinible sentimiento. De forma gradual, [...] adquiere forma un sentimiento que hiela hasta la propia médula de nuestros huesos y les inculca la feroz delicia del horror. Nos asalta esta idea: ¿cuáles serán nuestras sensaciones durante el transcurso de una caída verificada desde tal altura? Y por la sencilla razón de que esta caída implica la más horrible, la más odiosa de cuantas odiosas y horribles imágenes de la muerte y del sufrimiento puede nuestra mente haber concebido, por esta sencilla razón, la deseamos con mayor intensidad. Y porque nuestro raciocinio nos aleja violentamente de la orilla, por esta misma razón nos acercamos a ella con mayor ímpetu. En la Naturaleza no hay pasión más diabólicamente impaciente que la del hombre que, temblando ante el borde de un precipicio, piensa arrojarse a él. Permitírselo, intentar pensarlo un solo momento, es, inevitablemente, perderse, porque la reflexión nos ordena que nos abstengamos de ellos, y por esto mismo, repito, no nos es posible".

Poe no está hablando de la pulsión suicida propia del desesperado, ni tampoco del trastorno propio de quien considera placentero o regocijante arrojarse al abismo. Se refiere a un impulso mucho más monstruoso que, sin interferencia de la angustia ni embotamiento alguno del discernimiento, nos impulsa a anhelar nuestro mal, a sabiendas del daño que nos va a ocasionar, a sabiendas del horror y la desdicha que traerá a nuestras vidas. Cuando se habla de posesiones demoníacas (no digamos cuando tales posesiones se representan en el cine) solemos recurrir a parafernalias de espumarajos, contorsiones y otros efectismos grimosos. Poe, mucho más lúcidamente, nos habla de la "delicia del horror" que paraliza nuestro raciocinio, nuestra voluntad, incluso nuestro instinto de supervivencia; y que finalmente nos empuja a arrojarnos al abismo. Creo que es ahí, exactamente ahí, donde nos hallamos, tanto a nivel personal como colectivo. Es como si la conciencia humana hubiese resuelto monstruosamente anhelar y codiciar el mal; pero no un mal que se confunde con el bien, sino un mal cuyas consecuencias asumimos con esa "pasión diabólicamente impaciente" a la que se refiere Poe. Sólo así se explican muchos de los fenómenos que se desenvuelven ante nuestros ojos: desde la paulatina 'normalización' de las drogas al belicismo frenético, desde la quimera 'trans' hasta la aceptación estólida de amnistías que ponen la supervivencia de la comunidad política en manos de sus más enconados enemigos, desde la adopción sumisa de religiones cientifistas que acabarán convirtiéndonos en esclavos hasta el harakiri insensato que se están haciendo urbi et orbi instituciones milenarias como la Iglesia católica.

Es como si una Humanidad descentrada, hastiada de vivir, devorada por un apetito nihilista, hubiese decidido adelantar el final de la Historia. Desde luego, en otras épocas se han repetido estos arrebatos autodestructivos; pero estaban causados por la angustia de situaciones extremas. Ahora nos hallamos ante la apoteosis de ese demonio de la perversidad que describía Poe: estamos tranquilos y somos conscientes del mal que nos aguarda si no nos detenemos; pero hemos decidido entregarnos a él, embriagados por el abismo de horror y muerte que se abre a nuestros pies, deseosos de saborear esa experiencia última de la aniquilación personal y colectiva, en volandas del demonio de la perversidad. "Bajo su influjo –volvemos a citar a Poe–, obramos sin una finalidad inteligible, por la simple razón de que no deberíamos hacerlo. Teóricamente, no puede existir una razón más irrazonable; pero, en realidad, no hay otra más poderosa. En condiciones determinadas, llega a ser absolutamente irresistible para ciertos espíritus. La seguridad del error que trae consigo un acto cualquiera es, frecuentemente, la única fuerza invencible que nos impulsa a ejecutarlo".

Estamos endemoniados. Y, si Dios no lo impide, vamos a consumar nuestra autodestrucción, a sabiendas de lo que nos aguarda.

La Conferencia Episcopal premia al periodista ovetense Manuel Garrido

(lne) La Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales entregó ayer en la sede de la Conferencia Episcopal los Premios "¡Bravo!" 2023 en un acto que presidió Monseñor José Manuel Lorca Planes. Los premios reconocen por parte de la Iglesia "la labor meritoria de todos aquellos profesionales de la comunicación en los diversos medios, que se hayan distinguido por el servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos". Y en la edición de este año uno de los galardonados ha sido el periodista ovetense Manuel Garrido, que pasó casi 40 años al frente de la comunicación institucional del Opus Dei. 

Diagnosticado hace unos meses de ELA recibió un aplauso unánime por haber "dejado una huella indeleble con su buen hacer profesional. Estableció sólidas relaciones de comunicación con todas las personas, profesionales e instituciones con las que su labor le ponía en relación, apoyándose en la amistad sincera y en el servicio a la institución y a los medios de comunicación. Estos le tienen como referente y su profesionalidad se ha convertido en afecto y amistad con los profesionales de la comunicación actual, con los que comparte la vocación periodística y su misión en la Iglesia", señalaba el argumentario de los premios.

lunes, 29 de enero de 2024

«Desde siempre los peregrinos han deseado conocer las reliquias de la Catedral de Oviedo»

(Iglesia de Asturias) Muchos son los caminos que llevan a los peregrinos a Santiago de Compostela y la importancia de acercarse a la Catedral de Oviedo siempre ha estado presente, con un gran esfuerzo en los últimos años para darla aún más a conocer. El Camino de San Salvador es uno de ellos y cuenta además con una certificación propia, la Salvadorana firmada por el Deán de la Catedral de Oviedo, que reconoce a los peregrinos llegan a ella. La página web de la Asociación Camino de Santiago Ruta de San Salvador da buena cuenta de todo lo que este recorrido ofrece y para conocerlo con más detalle hemos tenido en el El Espejo al arqueólogo Juan Muñiz, gran conocedor del Camino.

¿Cómo nace el Camino de San Salvador?

Precisamente radica en la fuerza que tomó el camino francés, el de Castilla que pasa por el otro lado de la Cordillera Cantábrica: los peregrinos cuando llegaban a León tenían noticia de que en Oviedo estaba el Arca Santa, las reliquias… y se gestó ese ramal de pasar la Cordillera para venir a Oviedo y visitar San Salvador y ver esas reliquias. De ahí surge el nombre que está ligado al recorrido más transitado y que te tuvo más fuerza en la Edad Media que era el Camino Francés.

El Camino Francés en un tiempo era el más conocido y transitado.

Siempre va en épocas y modas, el Camino Francés tomó mucha fuerza primero porque es más fácil, al ser llano, y además generó una corriente artística muy importante, estaba lleno de monumentos, muy bien custodiado y con capacidad de hospitales y albergues. El Primitivo es el original, más el nuestro, y aunque tuvo momentos de decadencia, intentos como este del Camino de San Salvador de unir León con Oviedo demuestran que la gente no se olvidaba de pasar por el Salvador, como decía el dicho, y para cumplir con ese gesto se utilizó un camino que venía ya de antiguo de la época de los romanos.

¿Cuáles son las etapas de este camino?

Actualmente está dividido en seis etapas. Sale de León, pasa por La Robla y después a Pobladura de la Tercia y luego de allí a Pajares. En el camino está la colegiata de Arbás que es una iglesia de donación real, una demostración de románico que estaría aislada si no existiera ese camino. Nos extrañaría mucho ver allí esa iglesia, ese súper monumento si no hubiera un tránsito y ese caminar de los peregrinos. Después, se baja por Pajares por caminería que es realmente antigua, como San Miguel del Río con los arcángeles que ya dan el sello de antigüedad. Y de ahí a Santa Cristian de Lena que es la enseña religiosa del prerrománico más importante y allí tienes la villa romana de Mamorana en Lena, síntoma de que ese paso por Pajares venía de antiguo. Luego se baja la cuenca del Caudal hasta Mieres para llegar a Oviedo a visitar y hacer la reverencia de vida a todas las reliquias que hay en la Cámara Santa.

Porque su importancia es indudable.

Tanto porque fue el origen con Alfonso II como por ese proceso en el que fueron salvaguardando las reliquias desde el Sur: subiendo de Córdoba a Toledo, de Toledo a Oviedo y están todas guardadas en la Cámara Santa. Toda la cristiandad en aquella época tenía noticias de que en una labor de guardar en la retaguardia las reliquias estas estaban en una catedral señera, la de Oviedo, que como bien señala D. José María Hevia es muy singular porque de la época es la única que es de San Salvador porque todas las demás son de Santa María. En la Catedral está Santa Eulalia de Mérida y en la Cámara Santa las reliquias, las cruces, el Santo Sudario… La gente deseaba verlas y visitar la catedral para hacerlo. Nosotros vamos y venimos cuando queramos, pero antes solo hacías el Camino de Santiago una vez en tu vida y no podías perderte nada. Tienes noticias de estos tesoros y hay que ir a visitarlos y reverenciarlos. Estamos hablando de peregrinos que iban a Santiago no de forma deportiva, sino con un sentimiento religioso guiados por nuestra creencia cristiana y así no puedes dejarte atrás las reliquias.

El Camino te conecta así con peregrinos y vivencias de muchos siglos atrás, se recorren los mismos lugares.

Todos los que hicimos el Camino sabemos que te desconecta de este mundo de ahora y te lleva a estar con tus pensamientos, a la tranquilidad y al caminar. Tienes el sentimiento de que por aquí pasaron muchas personas haciendo el mismo tránsito y la misma experiencia porque el Camino no es solo caminar, no es deporte, no es la maratón, es el sentimiento y la experiencia personal que tiene: caminar por las veredas que llevan miles de años, contemplar los mismos lugares o guarecerte en las mismas capillas te ayuda a comprender a aquellos peregrinos y aquella forma de vivir.

Memoria de San Julián y San Serrano

San Julián de Toledo. Nació en Toledo en torno al año 644 y falleció en esta misma ciudad el día 6 de marzo del año 690. ​En el plano político, Julián defendió al rey Wamba en su escrito Historia del rey Wamba, que narra la unción real de este en 672 y la rebelión de la Narborense al año siguiente. También era cercano al rey Ervigio, al que dedicó dos de sus obras. Ervigio sucedió a Wamba en 680, tras su deposición motivada por la penitencia que había recibido siendo inconsciente. El papel exacto de Julián en esta ocasión no está claro, pero la participación en lo que aparenta ser un golpe de Estado del obispo de Toledo, responsable del sacramento de la penitencia como de la unción real, queda bastante evidente.

Las fuentes principales sobre su vida son las actas conciliares de época visigótica, la llamada Chronica Muzarabica anno 754 y la biografía elaborada por su sucesor, el llamado Félix de Toledo o de Sevilla (693-c. 702), la Vita sancti Iuliani, escrita en los últimos años del siglo vii. Julián, de antiguos antepasados judaicos ya cristianizados, recibió el bautismo en la principal iglesia de Toledo y se educó en su escuela catedralicia bajo el entonces obispo Eugenio II, reconocido poeta en latín; tuvo por compañero al diácono Gudila. Unidos por los gustos comunes tanto como por el afecto, estos amigos se retiraron para consagrarse a la oración y al estudio y su celo apostólico les hizo volver al mundo para intentar la conversión de los pecadores. Al no poder realizar su deseo de consagrarse a la vida monástica, Julián profundizó en el estado clerical sus conocimientos bíblicos, teológicos, filosóficos, históricos y poéticos y así fue ordenado diácono hacia 669-670, y hacia 674-675 presbítero. Sus amplios conocimientos de patrística latina y en especial griega (algo poco usual en Occidente) le valieron tal prestigio que el rey Wamba (672-680) lo nombró sucesor del obispo Quirico de Toledo (667-680) el 29 de enero de 680, esto es, obispo metropolitano de Toledo. ​

Ejerció durante una década su ministerio siguiendo el ejemplo de los grandes obispos Ildefonso de Toledo e Isidoro de Sevilla. Durante su gobierno diocesano aumentó notablemente el patrimonio de la biblioteca episcopal. Asistió a varios concilios de Toledo, concretamente el duodécimo en 681, el decimotercero en 683, el decimocuarto en 684 y el decimoquinto en 688, presidiendo los tres últimos y pronunciándose sin miedo en su Apologético sobre algunas conclusiones inaceptables que el Papa había asumido sobre la herejía monotelita una vez celebrado en 680 el concilio de Constantinopla. El XII Concilio de Toledo dio por válida la polémica penitencia administrada al rey Wamba y la unción del nuevo rey Ervigio. En el XV Concilio tuvo un papel destacado, ya que se confirmó la posición teológica de Julián sobre las dos voluntades de Cristo, tema al que se dedicaron 17 cánones. También obtuvo para su sede la primacía sobre todas las diócesis españolas. Por eso se le da el título de arzobispo de Toledo, aunque el término no se empleaba generalmente en aquella época.

Julián de Toledo fue escritor muy fecundo, aunque poco de ello se haya conservado; según José Luis Moralejo, su obra teológica posee "una cierta tendencia profética y esotérica".​ Entre sus obras se cuenta un estudio del rito hispánico (la forma en que se celebraba la liturgia en territorio hispano antes del uso del rito romano), un libro contra los judíos y los tres volúmenes de los "Pronósticos", que tratan de las cuatro Postrimerías. El santo sostiene en esta obra que el amor y el deseo de ir a reunirse con Dios bastan para acabar con el temor natural a la muerte. También afirma que los bienaventurados piden por nosotros en el cielo, que desean nuestra felicidad y que ven nuestras acciones, ya sea en la misma esencia de Dios o por ministerio de los ángeles, que son los mensajeros de Dios en la tierra.

San Serrano. Asturio Anulino Serrano nació en Villaseca de la Sagra en el siglo IV y fallecido en Complutum en el año 412. Fue un obispo de Toletum del año 395 al 412, y primer obispo de la diócesis complutense. Es venerado como santo por varias confesiones cristianas.

En 412 le sería revelada mediante visión celestial la ubicación donde fueron enterrados los restos de los Santos Niños Justo y Pastor: el Campo Laudable. En el momento en que tuvo lugar el hallazgo de los restos, el propio Asturio decide que se deberá construir un templo en honor a los santos, al mismo tiempo que renuncia a su plaza en la sede toledana, para quedarse en Complutum y fundar una nueva diócesis complutense.

Fruto de la fuerte devoción del ya obispo complutense, el culto a los Santos Niños se extendería por España llegando incluso a Francia. Asturio de esta manera conseguiría que Complutum se convirtiera en un importante lugar de peregrinaje. Más de trescientos años después, San Urbicio mantendría la devoción de los Santos, protegiendo los restos de la persecución árabe.

domingo, 28 de enero de 2024

''Enseñaba... con autoridad''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

 

Continuamos en este Domingo IV del Tiempo Ordinario acompañando al Señor en los comienzos de su predicación. En concreto, el evangelio de este día nos presenta el que para el evangelista San Marcos constituye el primer milagro que obra el Señor a los ojos de todos, aunque San Juan, por su parte, nos dirá que el primero fue el de las Bodas de Canaá; no obstante, esto es secundario. El autor del texto nos describe dónde estaba Jesús: en la ciudad de Cafarnaúm, que era una población que podríamos comparar con Lugones: ¿Qué tenía de especial aquella población galilea? Pues que estaba muy bien situada, quedaba cerca de todo y se había convertido en un cruce de caminos, por lo que vivía allí gente de todas partes. Era también un pueblo pesquero donde aún hoy se conservan las ruinas de la casa de San Pedro, aunque había nacido en Betsaida. Y en concreto, este pasaje del capítulo 1 de San Marcos nos desvela cómo al llegar el sábado acuden a la sinagoga a cumplir con el precepto, y allí Jesús se pone a enseñar. Las palabras de Jesús no cayeron en saco roto; nos dice el evangelista que ''se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad''. Las personas que estaban presentes en la sinagoga de Cafarnaún se dieron cuenta al instante que no estaban ante un charlatán cualquiera ni ante ningún hipócrita, sino ante alguien auténtico que hablaba de lo que vivía, mostrando con transparencia que cuando el Espíritu Santo actúa no hay trampa ni cartón.

Y les hablaba no de cualquier manera, sino ''con autoridad'', algo que en nuestros días escasea en todos los ámbitos de la sociedad; falta autoridad en las familias, en las escuelas, en el trabajo, en la política... Y hasta en la misma Iglesia hemos perdido esa ''autoritas'' que en buena medida se nos ha ido por no imitar al Señor, logrando que nuestras palabras sean consecuentes con nuestras obras e instalándonos en una cierta mediocridad. Jesucristo desde su primera predicación ya logró trasmitir que sus promesas se habrían de cumplir, a diferencia de la conducta tan frecuente de los escribas que se dejaban la garganta denunciando cada detalle de la ley que no se cumplía, aunque luego sus vidas dejaban bastante que desear respecto a lo que Dios esperaba de ellos: decían lo que se tenía que hacer, pero ellos no lo hacían... Y nosotros hoy estamos como la gente de Cafarnaún y los discípulos, escuchando a Jesús que nos ha hablado a través de los textos de la Sagrada Escritura y, especialísimamente, del Evangelio. La antífona del salmo es un deseo para cada uno de nosotros: ''Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor''.

Pero en aquella predicación de Jesús ocurre algo muy concreto, y es que el mal se manifiesta por medio de un hombre que nos dice San Marcos que "tenía un espíritu inmundo". Lo primero que nos debería causar sorpresa es pensar qué hacía un endemoniado en la Sinagoga... Quizás vivía poseído por ese espíritu maligno, pero aún así llevaba más o menos su vida con cierta normalidad, hasta el punto de rezar como uno más cada sábado. Y, sin embargo, la voz de Cristo, su autoridad y enseñanzas, provocan su reacción y que ese mal oculto en aquella persona se manifieste con toda su violencia y agresividad. Cuántas veces somos nosotros "poseídos" por tantos males de los que nos volvemos adictos, y sólo la palabra de Jesús aquí en el templo tiene la fuerza suficiente para que reconozcamos nuestro error, muramos a la vida vieja y renazcamos a la nueva que Él nos ofrece en su Palabra. Siempre que se proclama este evangelio me gusta incidir en este mismo aspecto que ya me habéis escuchado: el demonio no es ateo como reconoce ese espíritu inmundo al afirmar: ''Sé quién eres: el Santo de Dios''. Y mirar si es listo el diablo, que sabe hasta de que pueblo es Jesucristo que le dice: ''¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?''... El maligno cree en Dios pero no le interesa convertirse, pues eso implicaría abandonar el lodo en el que ya se ha acostumbrado a vivir y al que nos llama, y esto es una tentación que Satanás nos susurra siempre al oído: ¡no vayas a misa, no te confieses, se ateo!... La mayoría de los que se dicen ateos no son realmente tal cosa, pero le pasa lo que al demonio, saben que hacerse amigos de Cristo implica renunciar al barro y al lodazal de sus vidas y que ellos han elegido por "religión". Pero incluso también en nuestros días se dan casos en los que el Señor toca con su gracia a los más alejados y les dice a su mal: «Cállate y sal de él».

Todos necesitamos a lo largo de la vida ser curados de estos espíritus inmundos que se manifiestan principalmente en nuestros apegos a lo mundano como el dinero, la fama, el poder, el tener, el placer... Y somos llamados también a imitar a Cristo que pasó por nuestro mundo "haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal": ¿Paso por la vida haciendo el bien? ¿Cómo podría curar a tanto herido en nuestro tiempo  por tanto mal?... Pronto empezaremos la Santa Cuaresma, y volveremos a interiorizar que los enemigos de nuestra salvación siguen siendo "el mundo, el demonio y la carne". El Papa incide con frecuencia en los pecados de la mundanidad y el ego, y es que la clave para afrontar esto es seguir a Jesús hasta el calvario, pues sólo dando muerte a nuestro ego, crucificando nuestras vanidades y egoísmos y muriendo ya en esta vida a nuestros bajos instintos, lograremos librarnos del espíritu maligno que trabaja en nuestro interior para que sintamos rechazo del Señor. Hubo un tiempo no muy lejano, en que los sacerdotes, las religiosas y los laicos se mortificaban hasta el punto de someter el cuerpo a penitencias durísimas. Jesús no nos pide sacar lo mundano de nosotros a base de golpes y torturas, sino con su autoridad y fuerza si le dejamos que Él viva en nosotros... 

Evangelio del Domingo IV del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor

sábado, 27 de enero de 2024

Homilía del Sr. Arzobispo de Oviedo en el Funeral del Rvdo. Sr. D. José Manuel Alonso García, Párroco de Vega, Huerces, Fano y Baldornón (Gijón)

Queridos familiares de D. José Manuel, hermanos sacerdotes, feligreses de estas comunidades parroquiales, Hermanos todos en el Señor:

Acaba de proclamar el Evangelio D. Avelino, compañero de curso de D. José Manuel, que en aquel 1957 junto a otros compañeros ya fallecidos recibieron el Orden Sacerdotal. Mirando las fechas, de forma inevitable en un momento como éste veo que D. José Manuel tenía la edad que hoy tendría mi padre, y es inevitable que uno repase tantas cosas de una biografía en la que los avatares del mundo, de la sociedad y de la propia Iglesia coincidían con sus vidas. Tantos me habéis dicho que el domingo pasado estuvisteis con él, y que no parecía, a pesar de la edad -sus 92 años- que el desenlace estuviera tan a la mano. Y es que como hemos cantado en el canto de entrada -''Hacia ti morada santa''- así la vida es una larga peregrinación cuya duración desconocemos completamente. Solamente Dios es quien lleva nuestra agenda, sabe la fecha, la circunstancia, y lo que a cada uno nos toca vivir. Y en el entre tanto, vamos aprendiendo cosas, viviéndolas con tropiezos y caídas, con sueños y con esperanzas. 

Desde que tras el momento de su ordenación sacerdotal iniciara su ministerio en San Félix de Lugones, hasta esta parroquia de San Emiliano de Vega aquí en Gijón, cuántas cosas podríamos decir de lo que ha desarrollado como cura nuestro querido D. José Manuel. De cómo los que le habéis tratado mucho más que yo le habéis conocido pudiendo percibir lo que en él Dios nos regalaba. Hay un denominador común, y así todos me habéis dicho, que era un hombre de profunda bondad. Y es que cada uno de nosotros ha recibido una palabra única, la nuestra; esa para la que hemos nacido... Y a través de nuestras manos Dios viene a repartir un regalo que ha querido confiárnoslo. Esa palabra, y ese regalo en D. José Manuel Alonso no es otro que el de la bondad. Y me vienen los versos del gran poeta gaditano José María Pemán: ''el que reparte a sus hermanos/ palabras bondadosas/ le queda siempre entre las manos/ algún perfume de rosas''. 

Cuando veo esta iglesia que es en la que mayormente ha desarrollado su ministerio como cura en unos años complejos en donde la circunstancia social y política hacían que no sólo los que se dedican a la labranza, sino aquí junto a La Camocha, a la minería, D. José Manuel podría dar ese testimonio que nos ha dejado de expresar su bondad en la cercanía concreta, con su preclara inteligencia y al mismo tiempo con su sencillez proverbial. Ser bondadosamente cercano a aquellos que le pudieran estar necesitando: un consejo, una acogida, una palabra; una cercanía sin más como padre y hermano de aquellos que se le confiaron: ¡cuántas cosas se lleva un cura en el corazón cuando es llamado por Dios!. En ese corazón se van nombres: ¡los nuestros! Se van escenas y circunstancias, esas que nos hacen llorar o esas que nos dibujan una sonrisa en el rostro; momentos de confusión y también de certeza caben como la vida misma. Y es lo que en el libro del corazón un cura que se hace confidente, amigo, hermano y padre de aquellos que se le confían, es lo que como bagaje en su maleta en el último viaje se lleva hacia el encuentro con el Señor. 

Estos días atrás estábamos celebrando -porque tenemos esa paradoja o manera de vivir las cosas los cristianos- el primer aniversario del fallecimiento de dos curas en el mismo día: un cura relativamente joven como José Manuel, también se llamaba, -''El Peque''- que murió de un cáncer muy acelerado, y otro cura joven de apenas 40 años que murió en el accidente de coche cuando acudía al funeral por este compañero y hermano. Edades distintas, situaciones bien diferentes, y esta tarde nosotros piadosamente despedimos a D. José Manuel, nuestro Párroco, nuestro querido y recordado hermano... Le pedimos al Buen Dios que no sea el rumor del mar que los mineros de La Camocha escuchaban cuando estaban en sus galerías, sino que sea el rumor de los Ángeles de ese Cielo en el que él entrará y en el que pedimos que nos aguarde, mientras nos sigue acompañando. Es lo que pedimos, y que esa bondad como perfume de rosas que nos dejan sus manos, no sean un recuerdo que se va desgastando en el olvido según vayan pasando los años, sino que sea un legado, como quien recibe una herencia; herencia moral de quien mirándole y tratándole nos hizo mejores personas. Y aquel que nos acompañó en dos mil avatares de nuestras vidas concretas, seamos quienes seamos, pueda contarle al Buen Dios nuestras cosas. A él se las confiamos como diciéndole: ''háblale de mí'', ''háblale de nosotros''... Que encendáis una luz que nadie apague, y que podamos compartir el pan tierno que nos quite las hambres del amor y la esperanza. Eso se lo confiamos a D. José Manuel, y yo como siempre que tengo que despedir a un querido sacerdote, le confío como última petición: el que no deje de mirar por nuestra Diócesis, esa Diócesis que D. José Manuel tanto quiso con respeto y cuidado de la liturgia; y por la entrega a los necesitados, que no son actitudes sacerdotales contradictorias. De qué nos serviría comernos los santos, si no damos de comer a los hermanos; de qué serviría entregarnos a los hermanos, si no es desde el secreto de nuestro amor por Dios y con Dios mientras que lo vamos haciendo. 

Pues le pedimos entonces que eche una mirada sobre nuestra Diócesis y nuestro presbiterio. Yo agradezco a este grupo de curas que en un día complicado -sábado por la tarde- hayan podido hacer el hueco para acompañarnos en este adiós que sentidamente en el Señor le estamos dando. Pedimos a María, nuestra Madre, que venga también a su encuentro, que como buena "Santina" que es, le arrope con su manto. Descanse en paz D. José Manuel, y que en sus manos en el cielo Dios nos siga bendiciendo. ¡Amén!

*Homilía grabada y trascrita. Predicación de Monseñor Fray Jesús Sanz Montes el 13/01/2024 en la iglesia de San Emiliano de Vega despidiendo al sacerdote local que llevaba en esa parroquia desde 1966.

Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal Española ante la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada

(C.E.E.) Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad La XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada nos recuerda un año más este don para la Iglesia y para el mundo en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario. En coordinación con las jornadas que celebran las demás formas de vida cristiana en la Iglesia, este año el lema incluye la plegaria evangélica «¡Hágase tu voluntad!». 

En el caso de la Vida Consagrada, ofrecemos esta oración con la actitud de quien se sabe llamado por Dios a vivir prolongando a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia la oblación de Jesucristo hasta la muerte en cruz, así como el fíat de María Virgen. De este modo, la entrega a Dios y a los hombres lleva a la persona consagrada a poder decir con plena conciencia y libertad: «¡Aquí estoy!».

Más aún, queremos señalar que el «¡Aquí estoy!», con toda su fuerza, se convierte en «¡Aquí estamos!». No solo porque donde un cristiano dice «yo» está diciendo «nosotros», sino porque el nosotros eclesial y de Vida Consagrada del momento que vivimos nos invita a ofrecernos y disponernos a buscar, procurar y hacer la voluntad divina como comunidad, dentro del pueblo de Dios en camino. 

La Iglesia hoy también necesita la profecía de la Vida Consagra- da y precisamente las jaculatorias «¡Aquí estoy!», «¡Aquí estamos!», «¡Hágase tu voluntad!» encierran un compromiso profético para «Una Iglesia sinodal en misión». 

Cada persona consagrada recibe el amor y la llamada del Señor y su respuesta de amor y disponibilidad es, a la vez, individual y comunitaria. En esa respuesta se busca hacer la voluntad de quien llama, huyendo de caprichos personales y rechazando el pecado y, por supuesto, todo delito. Somos conscientes de que se han dado entre nosotros faltas graves por las que no nos cansaremos de pedir perdón, reiterando al mismo tiempo nuestra voluntad de reparar integralmente a quien ha sido herido. En esto también se expresa el deseo de cumplirla voluntad de Dios.

Por consiguiente, la voluntad de Dios es siempre el horizonte de nuestro querer y nuestro ser personas y comunidades consagradas. A su cumplimiento deben dirigirse tanto nuestro estilo de vida como nuestros votos, nuestra fraternidad o sororidad y nuestra misión. Así lo afirma Benedicto XVI: «Existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser» (Benedicto XVI, La oración de Jesús en Getsemaní [1-2-2012]). 

La voluntad de Dios acrisola todos los ámbitos de vida de los consagrados a la luz de la oblación de Cristo hasta la cruz. Después de la última cena, Jesús va a orar a Getsemaní, pero no lo hace en soledad: como observa magistralmente Benedicto XVI, Cristo se prepara para orar personalmente al lado de los suyos. Muchas otras veces lo vemos retirarse a orar en solitario, mientras que aquel momento en Getsemaní pide que se queden con él los discípulos que había llevado al Tabor. Aunque Jesús reza solo al Padre en aquella noche crucial, quiere que tres de sus discípulos estén cerca en la angustia de Getsemaní. Es una cercanía muy significativa en la oración en el momento en el que va a cumplir la voluntad del Padre hasta las últimas consecuencias. 

Esta oblación de Jesús para cumplir totalmente la voluntad del Padre es luz para los consagrados. Desde Getsemaní, se nos invita a seguir a Jesús hasta la cruz, como todo discípulo. Igualmente, allí recibimos la consigna de vivir unidos a los hermanos en la oración y en la entrega de la propia vida para cumplir la voluntad de Dios hasta el final. «¡Aquí estoy! ¡Aquí estamos!». 

Que nuestro querer y nuestro ser personal y comunitario respondan al «¡Hágase tu voluntad!» profundiza nuestra consagración y nos une fraternalmente en el ser y en la misión. Todo ello bajo el prisma de nuestro carisma particular al servicio de la Iglesia y del mundo, a cuya riqueza debemos contribuir con nuestras pobrezas. Singularmente, hoy caminamos ahondando en el «¡Hágase!» sinodal en cada comunidad de Vida Consagrada para contribuir a edificar la comunión de todo el pueblo de Dios. 

Contemplemos ahora por un momento la fortaleza de la Virgen del fiat. También María de Nazaret, como su Hijo, nos ayuda a comprender y vivir como personas consagradas la plena disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. Lo dice el papa Francisco en la exhortación Christus vivit (43- 48): la fuerza del «hágase» de María radica en que es mucho más que un «sí» complaciente o superficial. Ella decide siendo consciente de lo que tiene por delante, de lo que arriesga y del compromiso que todo ello supone. Dice «sí» apostándolo todo con la única seguridad de ser «portadora de una promesa». 

El papa pregunta a los jóvenes si se sienten portadores de una pro- mesa, más allá de las dificultades que puedan llegar a tener, como también tuvo la Virgen María. Es una reflexión que bien podemos acoger las personas consagradas en medio de las dificultades del momento presente: «¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante?». 

¿Qué promesa tenemos como comunidad para ofrecer, trabajar y poner en marcha? 

Siguiendo a Cristo hasta la cruz y sabiéndose íntimamente acompañados por la Virgen del fiat, nuestros fundadores y fundadoras también nos brindan inspiración para discernir el contenido de la «promesa» que hemos de llevar adelante personal y comunitariamente. Ellos experimentaron, como nosotros podemos hacer hoy, que la Vida Con- sagrada es lugar que alberga y debe suscitar «promesa» en quienes abrazamos esta vocación y en cada uno de nuestros discernimientos personales y comunitarios. Promesa fundada en la voluntad de Dios y continuamente recreada a la luz del carisma y de la fe la Iglesia. Promesa que recoge los gritos de la humanidad, la necesidad de comunión y sinodalidad eclesiales y la carencia de fraternidad y amistad social de un mundo dividido y en guerra. Para la Vida Consagrada, como para María, el «sí» entregado y las ganas de vivir y anunciar la promesa de Dios han de ser más fuertes que las dudas y las dificultades. 

Ofrezcamos generosamente la «promesa» que hemos recibido: «¡Aquí estamos, Señor! ¡Hágase tu voluntad!». 

Comisión Episcopal para la Vida Consagrada

viernes, 26 de enero de 2024

“En el ámbito rural los curas llevamos a cabo una gran labor de acompañamiento”

(Iglesia de Asturias) Constantino Bada, párroco de la Unidad Pastoral de Los Campos-Trasona ha impartido, este pasado miércoles, 10 de enero en el RIDEA, una conferencia que llevaba por título “La Iglesia en el ámbito” rural.

En el ámbito rural parroquia y pueblo están muy unidos, no se entiende el uno sin el otro.

Los que hemos nacido en parroquias rurales tenemos una gran suerte porque hemos estado siempre muy cerquita de nuestras raíces y si hemos sido cristianos en estos ámbitos hemos recibido esa fe de un modo especia. De una manera entrañable y uniendo fuerzas con la tradición de cada pueblo y con esas costumbres, que se van perdiendo, pero fueron parte de la esencia de lo que sería la cultura popular de Asturias.

De hecho cuando el párroco, por razones prácticas, ya no puede vivir en el pueblo se le echa de menos.

Es el problema que tenemos hoy en día, porque de las más de novecientas parroquias que tenemos hoy en día en Asturias la mayoría son eminentemente rurales y están dispersas, es que ahora ya es muy difícil encontrar un sacerdote en cada parroquia. Hoy tenemos las llamadas unidades pastorales que atendemos un sacerdote y a lo mejor tenemos siete, trece o veintiocho, dependiendo del caso. Son muchas parroquias y mantener la presencia en el pueblo con tus feligreses pues es muy difícil. También es verdad que los pueblos tienen menos feligreses. En mi caso cuando estuve en la zona de Salceo he visto como se cerraban quintanas enteras.

La Iglesia ha procurado siempre mantener su presencia a pesar de las dificultades.

En esta conferencia se me pidió mi testimonio como cura rural, pero también de la presencia que la Iglesia ha tenido y tiene en el mundo rural, por lo tanto somos testigos privilegiados del cambio que está teniendo, que es de un gran declive en muy pocos años. Estos pueblos han ido cambiando de modo dramático porque hemos visto que su cultura y tradiciones tan arraigadas en aquellos que son mayores pues se puede ir perdiendo. Recuerdo que en algunos pueblos me llegaban a decir “mire señor cura si no viene el mes de enero y febrero con lo que nieva aquí arriba pues tampoco pasa nada”, siempre les decía que en vez de ir a la iglesia que hacía muchos frío yo iba a sus casas a verles y darles la comunión, pero en cambio veías que se mantenía la cultura tan propia de esos lugares y los curas tenemos una gran labor de acompañamiento y también de fomentar que no se pierdan esos valores que se recibieron de ese contexto específico y especial que es el rural.

¿Cómo es la pastoral rural?

Mi contexto era un poco peculiar porque venía de haber sido enviado a Roma a estudiar Teología Bíblica y luego desde allí a Israel a estudiar Arqueología Bíblica y luego aterricé de golpe en esos treces pueblos de la zona de Salcedo. Era un choque porque tu cabeza estaba preparada con una teología que luego tenías que digerir y sobre todo uno viene a veces creyéndose superior en fe y las lecciones que me dieron tantos abuelitos y abuelitas con una fe inmensa de ese modo sencillo que esa gente tiene y que me hicieron ser el sacerdote que soy hoy en día. Venía como a enseñar y al final acabé aprendiendo.

Es una pastoral distinta, pero fácil y muy agradecida. Una llega después de tanta alta teología y de pronto trece pueblos y a veces estás un poco desfondado, hace frío, con el coche en el hielo… y un día después de una celebración llega un hombre que se quita la boina por respeto y te dice: “No sé cómo puede decir coses tan guapes sin leeles”; y otro: “Mire gente como usted no tenía que morir nunca” y yo bajaba llorando esas montañas porque son los mejores piropos que me hicieron en mi vida sacerdotal. Creo que lo de “pisar cucho” que me dicen a veces, yo que he estado en muchos sitios y he sido como muy internacional me encanta porque te acerca mucho a esas personas que a base de pisar tanto cucho como pisaron tienen un sabiduría que no se aprende en ninguna universidad por eso los feligreses nos enseñan en el mundo rural a los sacerdotes también.

Hay también un gran compromiso por la conservación del patrimonio.

Hay pueblos que tienen muy poca gente, pero tienen un gran patrimonio artístico y muchas veces ves cómo la respuesta es desproporcionada al número de habitantes y la cantidad con la que te ayudan. Cuando volví de mis estudios o ahora que estoy en las parroquias de la unidad pastoral de Los Campos-Trasona he notado cómo hay un gran apego por lo suyo. Empiezas una obra dudando de si va a salir adelante y lo hace, y son personas con pensiones pequeñas no con grande ingresos. Eso habla del gran apego que tienen a lo que ha formado siempre parte de su vida. Y también las fiestas, hay un señor que siempre me dice ¡hay que hacer San Antonio! y yo lo hago todo porque lo merecen.

¿Cómo ve el futuro?

El futuro va a ser diferente, ni bueno ni malo. Si que hay un parte que se puede perder y eso es lo que me da miedo porque hay que conservarlo. Hay asociaciones culturales que están en ello y los párrocos siempre estamos muy implicados en este tipo de cosas. Por ejemplo en mi concejo está Fumañeda que es una asociación que está dedicada a reivindicar las costumbres del pasado, entre ellas y sobre todo las propias de la iglesia las sacramentales, las procesiones y las romerías. El futuro en cuanto a la pastoral es más exiguo porque esas aldeas se van cerrando y si están abiertas es por personas que no son del mundo rural que no entienden que el gallo canta de madrugada que el olor como yo digo a eau de cucharel es una cosa continua. Porque no conocen la dureza, los esfuerzos se quedan con una imagen de pinterest que queda muy bonita, pero no es la realidad. Por eso debemos, seguir creyendo en Cristo en esos pueblos pequeños, que la gente vuelva a los lugares donde allí también aprendieron esa fe que esperemos que conserven y la memoria de sus antepasados. Porque ser agradecidos dicen que es muy importante y debemos serlo con aquellos que nos trasmitieron tantos valores y enseñanzas que forma parte del alma de Asturias.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Un puente sobre aguas turbulentas

Los hay cantos que marcan tu camino, de tantas veces como los has tatareado. Quizás te han llegado en momentos tan precisos como inciertos, arrojando esa luz que te faltaba, esa paz que no llegaba, ese abrazo que te hiciera saberte sostenido y acompañado. Así me sucedió a mí ya en mis años más mozos cuando escuché y canté uno de los temas más populares de Simon y Garfunkel: Puente sobre aguas turbulentas. Así dice su primera estrofa: «Cuando estés cansado sintiéndote pequeño. Cuando las lágrimas estén en tus ojos, las secaré todas. Estoy a tu lado cuando los tiempos se ponen difíciles y los amigos simplemente no pueden ser encontrados. Como un puente sobre aguas turbulentas…». 

Sí, ¡cuántas veces se experimentan en carne viva estos sentimientos que nos sobrecogen por su dureza, por su incertidumbre, por el masivo peso de algo que tal vez nos abruma demasiadamente! Sabemos que las tormentas pasan cuando descargan sus enconos, que la noche disuelve sus penumbras con los primeros rayos de un sol que amanece, y que todo vuelve a su ser tras el zarandeo que pone a prueba nuestra confianza. 

En la vertiente francesa de la frontera pirenaica con España, hay un célebre puente: el Pont d’Espagne: recio y muy anclado en aquellas rocas en los bosques centenarios, que te permiten asomarte al espectáculo de sus aguas bravías, a su potencial sonoro que te ensordece. En aquel precioso valle de Gavarnie, se levanta enhiesto ese puente bajo cuyos arcos bajan revueltas las aguas turbulentas desde el deshielo de sus glaciares. 

La vida real no es distinta a este escenario. Y la historia de la humanidad, la historia de la misma Iglesia, también nos asegura que hay un final bondadoso que siempre se reserva la divina Providencia, la que pertenece en exclusiva a un Dios que se concedió eternamente la última Palabras sobre las cosas. No por saberlo dejan de doler las pruebas que desafían tu esperanza. Pero hemos de acertar a recordarnos el final del verso de la vida, cuando el Señor declama la última estrofa en nuestro poema. Me vienen estos pensamientos y recuerdos cuando veo tantas revueltas agitadas en el mundo y en la misma Iglesia. Es como si estuviésemos ante un final de ciclo, en un cambio de escenario, en una inevitable mutación de derivas tras haber tocado techo en no pocas pretensiones altaneras o haber llegado al fondo de nuestros abismos estériles. 

Andamos muy revueltos, sí. A guisa de algo tan bello y necesario como unas bendiciones, nos hemos enredado de una forma insospechada cuando no hacía falta para nada. Porque hemos nacido para una bendición, para ser bendecidos y bendecir, sin maldición ninguna (Romanos 12,14). Pero ese bien-decir que pedimos a Dios no puede tener la secreta o patente intencionalidad de legitimar lo que Dios mismo no bendice. El propio papa Francisco lo ha subrayado en plena polémica: el Señor bendice a las personas, nunca los pecados. Por eso bendecimos solamente a las personas, no sus uniones, sus relaciones, sus derroteros, sus aventuras. La bendición nos regala la cercanía de Dios que ofrece su luz para ver las cosas como las contemplan sus ojos, nos acerca su gracia para convertir lo que se nos tuerce o pervierte. De esa bendición divina, todos somos mendigos. 

Otra cosa es que hagamos de la bendición un derecho que Dios no nos otorga para intentar justificar lo que Él no aprueba forzándolo tramposamente. Por eso la Santa Sede, hace tan sólo dos años y con la anuencia del mismo papa, llegó a la conclusión serena y respetuosa de que no son objeto de bendición las parejas homosexuales o los divorciados vueltos a casar. Sí cada una de sus personas, no la resulta de sus uniones. Decir ahora lo contrario ha introducido mucha confusión, y una innecesaria y dañina perturbación en la comunidad cristiana. Quiera Dios y el testimonio de los santos pastores de la gran tradición cristiana, ser para nosotros ese puente sólido que nos permite vivir en paz en medio de las aguas turbulentas que desafían nuestra confianza. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

jueves, 25 de enero de 2024

De Guatemala a Villaviciosa tras los pasos de Santa Clara: la pasión religiosa de Jessica Lima

(lne) A sus 26 años, Jessica Lima habla con pasión de la vocación que le ha llevado a cruzar el Atlántico, superando todos sus miedos, para empezar una nueva vida en el monasterio de las Clarisas de Villaviciosa. La joven guatemalteca llegó hace un mes a la congregación maliayesa, donde, poco a poco, ha comenzado a adaptarse a un día a día dedicado al Señor.

Todo comenzó con un retiro. "Duró tres días, pero estuvieron llenos de alegría. Las palabras del padre Raúl Ruano me llegaron y empecé a querer saber más de las religiosas. Hablé con el obispo de allí, que me puso en contacto con Sor Toti y fue ella la que me enseñó mucho de esta vida. Me habló de Santa Clara y yo pensé: quiero ser cómo ella. Me sentí muy identificada", explica la joven guatemalteca.

Comenzó entonces la búsqueda de la congregación perfecta para la joven. "En mi país hay dos congregaciones dedicadas a Santa Clara, pero hay muchas vocaciones y no tenían sitio para mí, y a las carmelitas no quería unirme", afirma. El destino quiso que Lima estuviera presente una de las veces que la abadesa de Villaviciosa, María Luisa Picado, llamó a Sor Toti. Escuchó la conversación, que en Villaviciosa faltaban vocaciones y se ilusionó mucho. Sin embargo, las inseguridades y el miedo le pudieron en ese primer momento. "Me quiso dar su teléfono, pero le dije que no. A los días, volvió a llamar cuando yo estaba presente y ahí me decidí", rememora. "La vida que tenía ya no me llenaba, quería algo más íntimo con el Señor", apunta.

La joven inició una relación con la abadesa de Villaviciosa, tanto por mensajes como por conversación telefónica, en la que ambas se fueron conociendo, intercambiando opiniones y pensamientos. Es lo que se denomina, según explica Picado, "el aspirantado". "Es un año de experiencia que puede ser presencial o en sus casas, aunque lo normal es que entren y salgan del convento. Después de eso viene el postulantado, que dura otro año, y, luego, el noviciado", añade la abadesa.

Paralelamente a este proceso, Lima inició también los trámites para poder trasladarse a España. "Primero se necesita una carta de su obispo, que yo hago llegar aquí al Arzobispo. Si la aceptan, ya puede venir", indica la abadesa. El 11 de agosto le llegó la aceptación y el 12 de diciembre, coincidiendo con la festividad de la Virgen de Guadalupe, su visado. "No me esperaba que llegase tan pronto, nunca lo voy a olvidar", reconoce la joven. Apenas dos semanas después, aterrizó en Asturias. "Me siento muy a gusto aquí, estoy muy feliz", asegura. Se trata de un sentimiento que comparten las hermanas maliayesas. "Se está integrando muy bien. El otro día me acompañó a Oviedo y tendremos que llevarla a Covadonga para que pueda conocer dónde está", anuncia Picado con una sonrisa.

Santoral del día: La conversión de San Pablo

(COPE) Siempre recordamos que la sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos. Hoy celebramos la Conversión de San Pablo. Hace un mes en el contexto de Navidad se celebraba San Esteban y Saulo presente, y sin duda, Esteban oró por él en el Cielo, consiguiendo que el Espiritu le enviase la Luz y se convirtiese. En los Hechos de los Apóstoles, aparece Saulo, como decíamos custodiando las ropas de los que se pusieron a lapidar al Diácono San Esteban y aprobando su muerte.

Durante la violenta persecución a la Iglesia, este judío celoso de la ley mosaica, estaba dispuesto a perseguir a muerte a cuantos siguiesen al Hombre de Nazareth. Pero un día, cuando marchaba por el camino hacia Damasco, con una gran lista de cristianos a los que detener, se encuentra con el Señor Jesús, como él mismo también alegará ante el Sanedrín, preguntándole: “Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues?”.

Al preguntarle Pablo quién eres, le contestará: “Yo soy Jesús Nazareno a quien tú persigues”. Desde ese momento, siguiendo la recomendación del Señor, se hace bautizar por un sacerdote anciano llamado Ananías, que le incorpora para la causa del Reino de los Cielos. Pero durante tres días estuvo sin comer ni beber, para acercarse después a los discípulos. Él mismo recalcará cómo vio solamente a Santiago, el pariente del Señor.

Al tiempo que dirá que no es digno de llamarse Apóstol porque persiguió a la Iglesia de Dios. No obstante le basta la Gracia de Dios ante las dificultades. Una vez más, la Providencia escribe recta con renglones torcidos, cambiando a Saulo perseguidor por Pablo, Apóstol de los gentiles. Este mismo día culmina cada año el Octavario por la unidad de los Cristianos. Es la mejor froam de pedir a Dios que una a todos sus hijos dispersos sobre la faz de la tierra.

Mensaje del Papa para la 58ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

La Santa Sede hace público hoy, 24 de enero, en la festividad de San Francisco de Sales, el Mensaje del papa Francisco para la 58º Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales. «Inteligencia artificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone el Santo Padre para la Jornada de este año, que se celebrará el domingo 12 de mayo de 2024, solemnidad de la Ascensión del Señor.

Inteligencia artificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana

Queridos hermanos y hermanas:

La evolución de los sistemas de la así llamada «inteligencia artificial», sobre la que ya reflexioné en mi reciente Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, también está modificando radicalmente la información y la comunicación y, a través de ellas, algunos de los fundamentos de la convivencia civil. Es un cambio que afecta a todos, no sólo a los profesionales. La difusión acelerada de sorprendentes inventos, cuyo funcionamiento y potencial son indescifrables para la mayoría de nosotros, suscita un asombro que oscila entre el entusiasmo y la desorientación y nos coloca inevitablemente frente a preguntas fundamentales: ¿qué es pues el hombre? ¿cuál es su especificidad y cuál será el futuro de esta especie nuestra llamada homo sapiens, en la era de las inteligencias artificiales? ¿Cómo podemos seguir siendo plenamente humanos y orientar hacia el bien el cambio cultural en curso?

Comenzando desde el corazón

Ante todo, conviene despejar el terreno de lecturas catastrofistas y de sus efectos paralizantes. Hace un siglo, Romano Guardini, reflexionando sobre la tecnología y el hombre, instaba a no ponerse rígidos ante lo “nuevo” intentando «conservar un mundo de infinita belleza que está a punto de desaparecer». Sin embargo, al mismo tiempo de manera encarecida advertía proféticamente: «Nuestro puesto está en el porvenir. Todos han de buscar posiciones allí donde corresponde a cada uno […], podremos realizar este objetivo si cooperamos noblemente en esta empresa; y a la vez, permaneciendo, en el fondo de nuestro corazón incorruptible, sensibles al dolor que produce la destrucción y el proceder inhumano que se contiene en este mundo nuevo». Y concluía: «Es cierto que se trata, de problemas técnicos, científicos y políticos; pero es preciso resolverlos planteándolos desde el punto de vista humano. Es preciso que brote una nueva humanidad de profunda espiritualidad, de una libertad y una vida interior nuevas».[1]

En esta época que corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en humanidad, nuestra reflexión sólo puede partir del corazón humano.[2] Sólo dotándonos de una mirada espiritual, sólo recuperando una sabiduría del corazón, podremos leer e interpretar la novedad de nuestro tiempo y redescubrir el camino de una comunicación plenamente humana. El corazón, bíblicamente entendido como la sede de la libertad y de las decisiones más importantes de la vida, es símbolo de integridad, de unidad, a la vez que evoca afectos, deseos, sueños, y es sobre todo el lugar interior del encuentro con Dios. La sabiduría del corazón es, pues, esa virtud que nos permite entrelazar el todo y las partes, las decisiones y sus consecuencias, las capacidades y las fragilidades, el pasado y el futuro, el yo y el nosotros.

Esta sabiduría del corazón se deja encontrar por quien la busca y se deja ver por quien la ama; se anticipa a quien la desea y va en busca de quien es digno de ella (cf. Sab 6,12-16). Está con los que se dejan aconsejar (cf. Prov 13,10), con los que tienen el corazón dócil y escuchan (cf. 1 Re 3,9). Es un don del Espíritu Santo, que permite ver las cosas con los ojos de Dios, comprender los vínculos, las situaciones, los acontecimientos y descubrir su sentido. Sin esta sabiduría, la existencia se vuelve insípida, porque es precisamente la sabiduría —cuya raíz latina sapere se relaciona con el sabor— la que da gusto a la vida.

Oportunidad y peligro

No podemos esperar esta sabiduría de las máquinas. Aunque el término inteligencia artificial ha suplantado al más correcto utilizado en la literatura científica, machine learning, el uso mismo de la palabra “inteligencia” es engañoso. Sin duda, las máquinas poseen una capacidad inconmensurablemente mayor que los humanos para almacenar datos y correlacionarlos entre sí, pero corresponde al hombre, y sólo a él, descifrar su significado. No se trata, pues, de exigir que las máquinas parezcan humanas; sino más bien de despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad.

En efecto, el hombre siempre ha experimentado que no puede bastarse a sí mismo e intenta superar su vulnerabilidad utilizando cualquier medio. Empezando por los primeros artefactos prehistóricos, utilizados como prolongación de los brazos, pasando por los medios de comunicación empleados como prolongación de la palabra, hemos llegado hoy a las máquinas más sofisticadas que actúan como ayuda del pensamiento. Sin embargo, cada una de estas realidades puede estar contaminada por la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios (cf. Gn 3), es decir, de querer conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería acogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás.

Según la orientación del corazón, todo lo que está en manos del hombre se convierte en una oportunidad o en un peligro. Su propio cuerpo, creado para ser un lugar de comunicación y comunión, puede convertirse en un medio de agresión. Del mismo modo, toda extensión técnica del hombre puede ser un instrumento de servicio amoroso o de dominación hostil. Los sistemas de inteligencia artificial pueden contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar el intercambio de información entre pueblos y generaciones diferentes. Pueden, por ejemplo, hacer accesible y comprensible una enorme riqueza de conocimientos escritos en épocas pasadas o hacer que las personas se comuniquen en lenguas que no conocen. Pero al mismo tiempo pueden ser instrumentos de “contaminación cognitiva”, de alteración de la realidad a través de narrativas parcial o totalmente falsas que se creen —y se comparten— como si fueran verdaderas. Baste pensar en el problema de la desinformación al que nos enfrentamos desde hace años en forma de fake news[3] y que hoy se sirve de deepfakes, es decir, de la creación y difusión de imágenes que parecen perfectamente verosímiles pero que son falsas (también yo he sido objeto de ello), o de mensajes de audio que utilizan la voz de una persona para decir cosas que nunca ha dicho. La simulación, que está a la base de estos programas, puede ser útil en algunos campos específicos, pero se vuelve perversa cuando distorsiona la relación con los demás y la realidad.

Ya desde la primera ola de la inteligencia artificial, la de los medios sociales, hemos comprendido su ambivalencia, dándonos cuenta tanto de sus potencialidades como de sus riesgos y patologías. El segundo nivel de inteligencia artificial generativa marca un salto cualitativo indiscutible. Por lo tanto, es importante tener la capacidad de entender, comprender y regular herramientas que en manos equivocadas podrían abrir escenarios adversos. Como todo lo que ha salido de la mente y de las manos del hombre, los algoritmos. Por ello, es necesario actuar preventivamente, proponiendo modelos de regulación ética para frenar las implicaciones nocivas y discriminatorias, socialmente injustas, de los sistemas de inteligencia artificial y contrarrestar su uso en la reducción del pluralismo, la polarización de la opinión pública o la construcción de un pensamiento único. Así pues, renuevo mi llamamiento exhortando a «la comunidad de las naciones a trabajar unida para adoptar un tratado internacional vinculante, que regule el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial en sus múltiples formas».[4] Sin embargo, como en cualquier ámbito humano, la sola reglamentación no es suficiente.

Crecer en humanidad

Estamos llamados a crecer juntos, en humanidad y como humanidad. El reto que tenemos ante nosotros es dar un salto cualitativo para estar a la altura de una sociedad compleja, multiétnica, pluralista, multirreligiosa y multicultural. Nos corresponde cuestionarnos sobre el desarrollo teórico y el uso práctico de estos nuevos instrumentos de comunicación y conocimiento. Grandes posibilidades de bien acompañan al riesgo de que todo se transforme en un cálculo abstracto, que reduzca las personas a meros datos, el pensamiento a un esquema, la experiencia a un caso, el bien a un beneficio, y sobre todo que acabemos negando la unicidad de cada persona y de su historia, disolviendo la concreción de la realidad en una serie de estadísticas.

La revolución digital puede hacernos más libres, pero no ciertamente si nos dejamos atrapar por los fenómenos mediáticos hoy conocidos como cámara de eco. En tales casos, en lugar de aumentar el pluralismo de la información, corremos el riesgo de perdernos en un pantano desconocido, al servicio de los intereses del mercado o del poder. Es inaceptable que el uso de la inteligencia artificial conduzca a un pensamiento anónimo, a un ensamblaje de datos no certificados, a una negligencia colectiva de responsabilidad editorial. La representación de la realidad en macrodatos, por muy funcional que sea para la gestión de las máquinas, implica de hecho una pérdida sustancial de la verdad de las cosas, que dificulta la comunicación interpersonal y amenaza con dañar nuestra propia humanidad. La información no puede separarse de la relación existencial: implica el cuerpo, el estar en la realidad; exige poner en relación no sólo datos, sino también las experiencias; exige el rostro, la mirada y la compasión más que el intercambio.

Pienso en los reportajes de las guerras y en la “guerra paralela” que se hace mediante campañas de desinformación. Y pienso en cuántos reporteros resultan heridos o mueren sobre el terreno para permitirnos ver lo que han visto sus ojos. Porque sólo tocando el sufrimiento de niños, mujeres y hombres podemos comprender lo absurdo de las guerras.

El uso de la inteligencia artificial podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno, sino que, por el contrario, lo respalda; si aumenta la profesionalidad de la comunicación, responsabilizando a cada comunicador; si devuelve a cada ser humano el papel de sujeto, con capacidad crítica, respecto de la misma comunicación.

Interrogantes para el hoy y para el mañana

Así pues, surgen espontáneamente algunas preguntas: ¿cómo proteger la profesionalidad y la dignidad de los trabajadores del ámbito de la comunicación y la información, junto con la de los usuarios de todo el mundo? ¿Cómo garantizar la interoperabilidad de las plataformas? ¿Cómo garantizar que las empresas que desarrollan plataformas digitales asuman la responsabilidad de lo que difunden y de lo cual obtienen beneficios, del mismo modo que los editores de los medios de comunicación tradicionales? ¿Cómo hacer más transparentes los criterios en los que se basan los algoritmos de indexación y desindexación y los motores de búsqueda, capaces de exaltar o cancelar personas y opiniones, historias y culturas? ¿Cómo garantizar la transparencia de los procesos de información? ¿Cómo hacer evidente la autoría de los escritos y rastreables las fuentes, evitando el manto del anonimato? ¿Cómo poner de manifiesto si una imagen o un vídeo retratan un acontecimiento o lo simulan? ¿Cómo evitar que las fuentes se reduzcan a un pensamiento único, elaborado algorítmicamente? ¿Y cómo fomentar, en cambio, un entorno que preserve el pluralismo y represente la complejidad de la realidad? ¿Cómo hacer sostenible esta herramienta potente, costosa y de alto consumo energético? ¿Cómo hacerla accesible también a los países en desarrollo?

A partir de las respuestas a estas y otras preguntas, comprenderemos si la inteligencia artificial acabará construyendo nuevas castas basadas en el dominio de la información, generando nuevas formas de explotación y desigualdad; o si, por el contrario, traerá más igualdad, promoviendo una información correcta y una mayor conciencia del cambio de época que estamos viviendo, favoreciendo la escucha de las múltiples necesidades de las personas y de los pueblos, en un sistema de información articulado y pluralista. Por una parte, se cierne el espectro de una nueva esclavitud, por la otra, una conquista de la libertad; por un lado, la posibilidad de que unos pocos condicionen el pensamiento de todos, por otro, la posibilidad de que todos participen en la elaboración del pensamiento.

La respuesta no está escrita, depende de nosotros. Corresponde al hombre decidir si se convierte en alimento de algoritmos o en cambio sí alimenta su corazón con la libertad, ese corazón sin el cual no creceríamos en sabiduría. Esta sabiduría madura sacando provecho del tiempo y comprendiendo las debilidades. Crece en la alianza entre generaciones, entre quienes tienen memoria del pasado y quienes tienen visión de futuro. Sólo juntos crece la capacidad de discernir, de vigilar, de ver las cosas a partir de su cumplimiento. Para no perder nuestra humanidad, busquemos la Sabiduría que es anterior a todas las cosas (cf. Si 1,4), la que pasando por los corazones puros hace amigos de Dios profetas (cf. Sab 7,27). Ella nos ayudará también a orientar los sistemas de inteligencia artificial a una comunicación plenamente humana.

Roma, en San Juan de Letrán, 24 de enero de 2024

FRANCISCO

[1] Cartas del Lago de Como, Pamplona 2013, 101-104.

[2] En continuidad con los Mensajes de las anteriores Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales, dedicadas a encontrar a las personas donde están y como son (2021), escuchar con los oídos del corazón (2022) y hablar con el corazón (2023).

[3] “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Fake news y periodismo de paz. Mensaje de la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2018.

[4] Mensaje para la Celebración de la 57 Jornada Mundial de la Paz (1 enero 2024), 8.

martes, 23 de enero de 2024

Necrológica

Falleció el P. José Díez Borges C.M.F. 

Nació el 7 de mayo de 1934 en Fermoselle, Provincia y Diócesis de Zamora. De familia profundamente religiosa -además de su hermano Manuel religioso claretiano su hermana Micaela Mª Inmaculada se consagra a Dios en las Hermanitas de los pobres. 

Ingresó en el postulantado de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María en Segovia en agosto de 1946. De ahí pasa a Santo Domingo de la Calzada y Valmaseda donde completa las Humanidades. El 16 de agosto de 1951 comienza el noviciado en Salvatierra bajo la guía del P. Manuel Garde y profesa un año después el día de la Fundación.

 Cursa los estudios de Teología en Santo Domingo de la Calzada (1955-1959) donde es ordenado el 25 de julio por Mons. Jesús Serrano, vicario apostólico del Darién (Panamá). Desde su primera profesión hasta 1968 pertenece a la provincia de Cantabria y de 1968 a 1985 a Euskal Herria. Pasa entonces a la provincia de León. 

Estudia teología pastoral en la universidad de Deusto (Bilbao) concluyendo estos estudios en junio de 1976. Tras su ordenación vive su año de pastoral en Madrid. Sus destinos a partir de entonces nos muestran la disponibilidad y diversidad de servicios que lleva a cabo José en diversas provincias, lugares y responsabilidades: 

Castro Urdiales -Auxiliar de postulantes, 1960/1962

Bilbao -director espiritual en el colegio, 1962/1968

Salvatierra -prefecto de postulantado, 1968/1969

San Sebastián, donde hace de superior al tiempo que es Prefecto Provincial de Apostolado en la recién creada provincia de Euskal Herria, 1969/1972

Bilbao -superior, 1972/1974

Bilbao, Ugasko -prefecto de teólogos 1974/1976

*por petición propia es destinado a la Misión del Norte de Potosí (Bolivia) -promoción de campesinos, 1976/1985

Lima -coadjutor en la parroquia San Miguel Arcángel 1985/1994

León Asistencia -responsable de la Asistencial, 1994/1998

Ferrol -párroco de las Angustias, 1998/2001

Belmonte de Miranda -superior, 2001/2008

Villagarcía de Arosa -2008/2016

León - 2016/2024

A lo largo de toda su vida pasa por cinco provincias distintas: Castilla, Cantabria, Euskal Herría, León y finalmente Santiago. A petición de las comunidades creadas en sus años en Perú –“movimiento utopía”- publica estando en Villagarcía el libro “Ser hombre hoy” que recoge su proyecto apostólico: que hombres y mujeres sean personas de primera división y auténticamente comunitarias pues la comunidad garantiza ser y hacer aquello a lo que se está llamado. Damos gracias a Dios por su vida, su dedicación a la educación de niños y jóvenes y formación de seminaristas en sus diversas etapas, su servicio de gobierno y su generosidad para el ministerio pastoral. Con discreción, sin hacer ruido la muerte le ha sorprendido en el descanso de la noche del 19 de enero. Que el Padre le acoja en el descanso eterno y premie todo el bien que sembró.

La celebración de su funeral tuvo lugar en la Capilla del Centro de Espiritualidad de León en la mañana del 20 de enero a las 12:30 horas. Se le veló a partir de las 10:00 de la mañana del sábado en la capilla de Comunidad. Después se procedió a su incineración recibiendo cristiana sepultura en el Panteón de comunidad del Cementerio Municipal de León.

San Ildefonso y la descensión de Nuestra Señora. Por Rodrigo Huerta Migoya

Celebra la Iglesia el día 23 de enero la memoria litúrgica de San Ildefonso de Toledo, Patrono de dicha ciudad y Diócesis, donde se le celebra como solemnidad. Padre de la Iglesia Latina, apóstol de la liturgia mozárabe y predicador incansable de las verdades de la fe en tiempos de confusiones heréticas. Se cree que nació en Toledo en torno al año 607 en el seno de una familia noble visigoda; era sobrino del Santo Arzobispo de Toledo San Eugenio III, el cual fue su maestro e instructor cuando éste aún no era obispo.

Aunque se dice que su familia prefería que hubiera seguido el camino de su vocación como clérigo secular, quizá pensando en que así llegaría lejos como su tío, Ildefonso, que era hombre humilde y espiritual, renunció a todo ingresando en la vida religiosa como monje, en un cenobio a las afueras de la ciudad llamado Monasterio de San Cosme y San Damián de Agalí, de la Orden de San Benito. Fue un monje feliz... Gracias a los contactos y buena posición de su familia logró fundar un nuevo convento de vida contemplativa femenina en la ciudad, aunque dada su antigüedad -las fechas no siempre son exactas- sabemos que entorno al año 632 recibió la ordenación diaconal, y en el 650 ya había sido elegido abad de su comunidad benedictina. Recibió la ordenación sacerdotal de manos de otro gran pastor de la sede toledana: San Eladio. Muerto su tío es elegido arzobispo metropolitano de Toledo en el año 657. Él trató por todos los medios de huir de dicha responsabilidad, más el rey visigodo Recesvinto le obligó a asumir dicho encargo. Fue arzobispo de Toledo durante diez años, hasta su muerte en el año 667.

En Oviedo también recordamos a San Ildefonso, más en esta Diócesis no sólo tenemos presente al Santo Arzobispo, sino con él y por él a la Santísima Virgen María por el milagro y deferencia que tuvo con éste: Según la tradición, en los comienzos de su ministerio episcopal en Toledo, convocó San Ildefonso a los sacerdotes de la ciudad para celebrar una vigilia de oración en honor de la Madre de Dios la noche del 18 de diciembre; entraron en el Catedral y un prodigio luminoso que casi cegaba hizo que cundiera el pánico, y todos los clérigos salieron despavoridos del lugar quedando sólo el Prelado con sus fieles diáconos. Los tres se acercaron a la luz que provenía de la sede episcopal, allí se encontraron a la Santísima Virgen María en persona sentada en el lugar del Obispo con una hermosa casulla en sus manos, rodeada de ángeles y criaturas celestiales. Nuestra Señora hizo gesto a San Ildefonso para que se acercara y arrodillara, y así la Madre de Dios le regaló la preciosa casulla que portaba en sus manos, que tal parecía cosida en oro por los querubines. Mientras Santa María le imponía la casulla, cuentan que esta le dijo: "Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." San Ildefonso vio en aquel gesto la confirmación del cielo para asumir el encargo pastoral para el que no se veía digno, defendiendo con más fervor aún el culto a la Madre de Dios, en el cual se distinguió siempre como un sobresaliente hijo. San Ildefonso celebró desde entonces todas las festividades litúrgicas de Nuestra Señora con aquel preciado ornamento, que se convertiría con el paso del tiempo en el símbolo de la sede toledana.

Sobre este hecho cantaría en verso Gonzalo de Berceo en su obra "Milagros de Nuestra Señora", lo siguiente: ''Fízoli otra gracia, cual nunca fue oída,/dioli una casulla sin aguia cosida, / obra era angélica, non de ome texida,/ fablioli pocos vierbos, razón buena complida”.

Sus sucesores, en especial San Julián, recogieron por escrito esta tradición y la fomentaron entre el pueblo de Dios, hasta el punto que en un Concilio de Toledo se mandó introducir en el calendario litúrgico diocesano este acontecimiento. Aún hoy, se conserva en la Catedral de Toledo la base sobre la que estaba la cátedra de San Ildefonso, donde la Santísima Virgen María puso sus benditos pies.

Se conservó con mimo en Toledo la preciosa casulla por poco tiempo, pues si ésta le fue entregada en el año 657, en torno al año 705 la casulla ya estaba camino de Asturias para ser salvada de la destrucción de las tropas islámicas. No llegó a medio siglo su estancia en la Catedral Primada. Con las invasiones islámicas las preciadas reliquias de Toledo fueron trasladadas al norte, así el cuerpo de San Ildefonso terminaría en la Iglesia Arciprestal de San Pedro de Zamora, y la preciada casulla que la Madre de Dios le regaló, llegaría hasta Asturias. 

Durante un siglo aproximadamente, permanecerá oculta la prenda junto al resto de preciadas reliquias venidas en el Monsacro, hasta que a comienzos del siglo IX el piadoso rey Alfonso II mandó edificar la Cámara Santa en la Iglesia de San Salvador de Oviedo y ordenó el traslado del Arca Santa y todas las reliquias a la sede ovetense. Hay discrepancias entre los historiadores, más lo que es seguro es que a lo largo del siglo IX las reliquias llegaron a Oviedo desde el "Monte sagrado" -entre el 812 y el 842-. Aquí permanecerán otro siglo largo en silencio, hasta que en el año 1075 el rey Alfonso VI manda abrir el arca santa y levanta solemne acta de las reliquias que se custodian. La tradición popular siempre justificó esos años de mutismo en torno a las reliquias, debido al miedo que se extendió respecto al arca santa, al compararla con el mito griego de "Pandora". En concreto, hay una leyenda que sostiene que el obispo de Oviedo Ponce de Tabérnoles, decidió junto al clero local y los importantes abades de la Diócesis, abrir por curiosidad el arca santa en el año 1035, quedando todos ciegos del resplandor que salió de su interior.

Sobre el traslado de las reliquias del Monsacro, encontramos en una vieja publicación titulada "Las Glorias Nacionales de 1853" -una versión bastante desconocida- que dice: ''Y estando el rey de Oviedo visitando las santas reliquias, deseó ver las que estaban en una muy antigua arca, que hoy día no saben que se haya abierto, y dicen que es la que trajeron de Toledo llena de reliquias, y que está en ella la casulla que la Madre de Dios dio al glorioso san Ildefonso, y la pusieron en Luco, lugar áspero cerca do Oviedo''. Es decir, que del Monsacro habrían ido primero a Lugo -Lucus Asturum- (¿Lugones; Lugo de Llanera?...) y finalmente a Oviedo. No es baladí este relato, pues no olvidemos que el que manda sacar las reliquias del Monsacro es Alfonso II, y esta decisión la toma parece ser en la misma época que nace la diócesis de Oviedo o, según otros, cuando se traslada de "Lugo" a Oviedo. Según este libro la sede de Lugo estaba a dos leguas de Oviedo. De nuevo reaparece la siempre discutida "Lucus Asturum"...

Tras el inventario del siglo XI parece que se empezó a extender el culto tanto a San Ildefonso como al milagro que tuvo con la Santísima Virgen, hasta el punto que dos siglos después el prelado ovetense Gutierre de Toledo, primer Conde de Noreña, mandó edificar dentro de la Catedral de San Salvador una capilla al Santo de su ciudad natal para reivindicar que Oviedo custodiaba su casulla, como así recordará en su obra sobre la historia de Oviedo Fermín Canella.

Entresacamos de "La España Sagrada" del P. Florez unas notas poco precisas en fechas, que parecen referirse al siglo XII, donde se habla del Arzobispo de Oviedo Don Rodrigo. Al no dar más detalles pensamos que es el llamado Rodrigo I, monje benedictino que fue obispo de Oviedo entre el 1175 y el 1188, aunque también podrían tratarse de Rodrigo II (1207-1209) o Rodrigo Díaz (1240 - 1248). En todo caso relata el P. Flórez: ''La casulla se depositó en la Catedral de Oviedo; y esto es lo que se creía en tiempo del Arzobispo Don Rodrigo, que en el cap. 8 del libro 4 escribe: Et in cadem Ecclesia dicitur esse vestis illa gloriosissima, quam Beata Virgo contulit glorioso Pontifici Ildefonso''.

En el siglo XIII, Fray Juan Gil de Zamora -también llamado Fray Egidio''- en su obra histórica dice al respecto: ''vestem illam sacratissimam, qua Dei mater B. Ildepbonsum decoraverat, in urbem ovetum Asturiarum caput detulerunt''.

En el siglo XVI dos jesuitas se intercambian correspondencia sobre el tema de esta preciada reliquia, quizás por el interés creciente que desde Toledo había de recuperar dicho tesoro para la Iglesia Primada. El P. Sebastián Sarmiento le cuenta al P. Francisco Portocarrero que vió la casulla dentro del Arca el día de la consagración del nuevo obispo de Oviedo, el llanisco Don Pedro Junco de Posada, el cual recibió la consagración episcopal de manos de Don Diego de Quiñones. El Padre Sarmiento nos da a entender que el arca sólo se abría en días muy señalados, como era este caso la ordenación y posesión del nuevo pastor de la Diócesis. 

El Padre Portocarrero por su parte nos da otras pistas muy interesantes sobre el protocolo que había en torno al arca, nos habla de que se solicitaban los días previos a la apertura del arca mucha oración y penitencia; cuenta también que las llaves las custodiaban los canónigos, y que dentro del arca había: un cofrecito muy pequeño, como de un palmo muy largo el cual tenía un rótulo que decía: LA CASULLA QUE NUESTRA SEÑORA DIO A SAN ILDEFONSO.

Marañón de Espinosa, primer rector de la Universidad de Oviedo y Arcediano de Tineo, escribe al respecto en el siglo XVII que la única noticia certera que tienen sobre la casulla de San Ildefonso es que esta quedó dentro del Arca después de su reconocimiento, más se queja el erudito de lo poco claro que eran los documentos al respecto, pues dice: ''la preciosa vestidura que Nuestra Señora trajo del cielo a su capellán San Ildefonso, que no sabemos si fue alba o casulla porque la cédula no decía sino vestimento sin declarar más”.

Otro obispo que promocionó el culto a San Ildefonso en Oviedo fue Fray Alonso Salizanes y Medina O.F.M., franciscano que llegó a ser Ministro General de la Orden. Durante su pontificado en Oviedo (1669- 1675) mandó tallar un retablo a San Ildefonso en la capilla que le había construido el obispo Gutierre donde se ensalzara la vida del Santo y el milagro de Nuestra Señora. Parece que la devoción de Fray Alonso estaba vinculada con sus orígenes zamoranos, donde se venera el cuerpo del Santo Arzobispo.

El conflicto de la diócesis de Oviedo con la de Toledo sobre la propiedad de la casulla del Santo Arzobispo no debió de ser pequeño, llegando incluso a oídos del rey Felipe II. El cronista oficial del citado monarca, Esteban de Garibay y Zamalloa, comenta en sus memorias algunas de las peripecias que personalmente vivió con esta trifulca. En sus escritos titula este apartado: ''De lo que pasé con el Obispo de Oviedo sobre la restitución de la casulla de San Ildefonso de su iglesia a la de Toledo, y mis diligencias sobre la ordenación de una historia de la iglesia de estos reinos''.

En esta época se pierde la pista de la casulla hasta el punto que se habló de que había desaparecido, mientras que la historia siempre ha contado que el Cabildo-Catedral ovetense se negó rotundamente a entregar la casulla a Toledo. La rumorología popular habló de muchos lugares donde los canónigos habrían escondido la preciada casulla: detrás del retablo de San Ildefonso, debajo del arca, incluso dentro de la bola de hierro del pináculo de la catedral, dentro de varias piezas de hierro bien soldadas... No sabemos actualmente el paradero de la casulla, más se cree que sigue en Oviedo esperando ser encontrada. 

El Santoral de la diócesis de Oviedo por esta relación directa con la Santa Casulla que la Madre de Dios le dio a San Ildefonso y que aquí custodiamos, no sólo se celebra la memoria del Santo Arzobispo, sino con él ''la descensión de la Bienaventurada Virgen María''.