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martes, 23 de enero de 2024

San Ildefonso y la descensión de Nuestra Señora. Por Rodrigo Huerta Migoya

Celebra la Iglesia el día 23 de enero la memoria litúrgica de San Ildefonso de Toledo, Patrono de dicha ciudad y Diócesis, donde se le celebra como solemnidad. Padre de la Iglesia Latina, apóstol de la liturgia mozárabe y predicador incansable de las verdades de la fe en tiempos de confusiones heréticas. Se cree que nació en Toledo en torno al año 607 en el seno de una familia noble visigoda; era sobrino del Santo Arzobispo de Toledo San Eugenio III, el cual fue su maestro e instructor cuando éste aún no era obispo.

Aunque se dice que su familia prefería que hubiera seguido el camino de su vocación como clérigo secular, quizá pensando en que así llegaría lejos como su tío, Ildefonso, que era hombre humilde y espiritual, renunció a todo ingresando en la vida religiosa como monje, en un cenobio a las afueras de la ciudad llamado Monasterio de San Cosme y San Damián de Agalí, de la Orden de San Benito. Fue un monje feliz... Gracias a los contactos y buena posición de su familia logró fundar un nuevo convento de vida contemplativa femenina en la ciudad, aunque dada su antigüedad -las fechas no siempre son exactas- sabemos que entorno al año 632 recibió la ordenación diaconal, y en el 650 ya había sido elegido abad de su comunidad benedictina. Recibió la ordenación sacerdotal de manos de otro gran pastor de la sede toledana: San Eladio. Muerto su tío es elegido arzobispo metropolitano de Toledo en el año 657. Él trató por todos los medios de huir de dicha responsabilidad, más el rey visigodo Recesvinto le obligó a asumir dicho encargo. Fue arzobispo de Toledo durante diez años, hasta su muerte en el año 667.

En Oviedo también recordamos a San Ildefonso, más en esta Diócesis no sólo tenemos presente al Santo Arzobispo, sino con él y por él a la Santísima Virgen María por el milagro y deferencia que tuvo con éste: Según la tradición, en los comienzos de su ministerio episcopal en Toledo, convocó San Ildefonso a los sacerdotes de la ciudad para celebrar una vigilia de oración en honor de la Madre de Dios la noche del 18 de diciembre; entraron en el Catedral y un prodigio luminoso que casi cegaba hizo que cundiera el pánico, y todos los clérigos salieron despavoridos del lugar quedando sólo el Prelado con sus fieles diáconos. Los tres se acercaron a la luz que provenía de la sede episcopal, allí se encontraron a la Santísima Virgen María en persona sentada en el lugar del Obispo con una hermosa casulla en sus manos, rodeada de ángeles y criaturas celestiales. Nuestra Señora hizo gesto a San Ildefonso para que se acercara y arrodillara, y así la Madre de Dios le regaló la preciosa casulla que portaba en sus manos, que tal parecía cosida en oro por los querubines. Mientras Santa María le imponía la casulla, cuentan que esta le dijo: "Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." San Ildefonso vio en aquel gesto la confirmación del cielo para asumir el encargo pastoral para el que no se veía digno, defendiendo con más fervor aún el culto a la Madre de Dios, en el cual se distinguió siempre como un sobresaliente hijo. San Ildefonso celebró desde entonces todas las festividades litúrgicas de Nuestra Señora con aquel preciado ornamento, que se convertiría con el paso del tiempo en el símbolo de la sede toledana.

Sobre este hecho cantaría en verso Gonzalo de Berceo en su obra "Milagros de Nuestra Señora", lo siguiente: ''Fízoli otra gracia, cual nunca fue oída,/dioli una casulla sin aguia cosida, / obra era angélica, non de ome texida,/ fablioli pocos vierbos, razón buena complida”.

Sus sucesores, en especial San Julián, recogieron por escrito esta tradición y la fomentaron entre el pueblo de Dios, hasta el punto que en un Concilio de Toledo se mandó introducir en el calendario litúrgico diocesano este acontecimiento. Aún hoy, se conserva en la Catedral de Toledo la base sobre la que estaba la cátedra de San Ildefonso, donde la Santísima Virgen María puso sus benditos pies.

Se conservó con mimo en Toledo la preciosa casulla por poco tiempo, pues si ésta le fue entregada en el año 657, en torno al año 705 la casulla ya estaba camino de Asturias para ser salvada de la destrucción de las tropas islámicas. No llegó a medio siglo su estancia en la Catedral Primada. Con las invasiones islámicas las preciadas reliquias de Toledo fueron trasladadas al norte, así el cuerpo de San Ildefonso terminaría en la Iglesia Arciprestal de San Pedro de Zamora, y la preciada casulla que la Madre de Dios le regaló, llegaría hasta Asturias. 

Durante un siglo aproximadamente, permanecerá oculta la prenda junto al resto de preciadas reliquias venidas en el Monsacro, hasta que a comienzos del siglo IX el piadoso rey Alfonso II mandó edificar la Cámara Santa en la Iglesia de San Salvador de Oviedo y ordenó el traslado del Arca Santa y todas las reliquias a la sede ovetense. Hay discrepancias entre los historiadores, más lo que es seguro es que a lo largo del siglo IX las reliquias llegaron a Oviedo desde el "Monte sagrado" -entre el 812 y el 842-. Aquí permanecerán otro siglo largo en silencio, hasta que en el año 1075 el rey Alfonso VI manda abrir el arca santa y levanta solemne acta de las reliquias que se custodian. La tradición popular siempre justificó esos años de mutismo en torno a las reliquias, debido al miedo que se extendió respecto al arca santa, al compararla con el mito griego de "Pandora". En concreto, hay una leyenda que sostiene que el obispo de Oviedo Ponce de Tabérnoles, decidió junto al clero local y los importantes abades de la Diócesis, abrir por curiosidad el arca santa en el año 1035, quedando todos ciegos del resplandor que salió de su interior.

Sobre el traslado de las reliquias del Monsacro, encontramos en una vieja publicación titulada "Las Glorias Nacionales de 1853" -una versión bastante desconocida- que dice: ''Y estando el rey de Oviedo visitando las santas reliquias, deseó ver las que estaban en una muy antigua arca, que hoy día no saben que se haya abierto, y dicen que es la que trajeron de Toledo llena de reliquias, y que está en ella la casulla que la Madre de Dios dio al glorioso san Ildefonso, y la pusieron en Luco, lugar áspero cerca do Oviedo''. Es decir, que del Monsacro habrían ido primero a Lugo -Lucus Asturum- (¿Lugones; Lugo de Llanera?...) y finalmente a Oviedo. No es baladí este relato, pues no olvidemos que el que manda sacar las reliquias del Monsacro es Alfonso II, y esta decisión la toma parece ser en la misma época que nace la diócesis de Oviedo o, según otros, cuando se traslada de "Lugo" a Oviedo. Según este libro la sede de Lugo estaba a dos leguas de Oviedo. De nuevo reaparece la siempre discutida "Lucus Asturum"...

Tras el inventario del siglo XI parece que se empezó a extender el culto tanto a San Ildefonso como al milagro que tuvo con la Santísima Virgen, hasta el punto que dos siglos después el prelado ovetense Gutierre de Toledo, primer Conde de Noreña, mandó edificar dentro de la Catedral de San Salvador una capilla al Santo de su ciudad natal para reivindicar que Oviedo custodiaba su casulla, como así recordará en su obra sobre la historia de Oviedo Fermín Canella.

Entresacamos de "La España Sagrada" del P. Florez unas notas poco precisas en fechas, que parecen referirse al siglo XII, donde se habla del Arzobispo de Oviedo Don Rodrigo. Al no dar más detalles pensamos que es el llamado Rodrigo I, monje benedictino que fue obispo de Oviedo entre el 1175 y el 1188, aunque también podrían tratarse de Rodrigo II (1207-1209) o Rodrigo Díaz (1240 - 1248). En todo caso relata el P. Flórez: ''La casulla se depositó en la Catedral de Oviedo; y esto es lo que se creía en tiempo del Arzobispo Don Rodrigo, que en el cap. 8 del libro 4 escribe: Et in cadem Ecclesia dicitur esse vestis illa gloriosissima, quam Beata Virgo contulit glorioso Pontifici Ildefonso''.

En el siglo XIII, Fray Juan Gil de Zamora -también llamado Fray Egidio''- en su obra histórica dice al respecto: ''vestem illam sacratissimam, qua Dei mater B. Ildepbonsum decoraverat, in urbem ovetum Asturiarum caput detulerunt''.

En el siglo XVI dos jesuitas se intercambian correspondencia sobre el tema de esta preciada reliquia, quizás por el interés creciente que desde Toledo había de recuperar dicho tesoro para la Iglesia Primada. El P. Sebastián Sarmiento le cuenta al P. Francisco Portocarrero que vió la casulla dentro del Arca el día de la consagración del nuevo obispo de Oviedo, el llanisco Don Pedro Junco de Posada, el cual recibió la consagración episcopal de manos de Don Diego de Quiñones. El Padre Sarmiento nos da a entender que el arca sólo se abría en días muy señalados, como era este caso la ordenación y posesión del nuevo pastor de la Diócesis. 

El Padre Portocarrero por su parte nos da otras pistas muy interesantes sobre el protocolo que había en torno al arca, nos habla de que se solicitaban los días previos a la apertura del arca mucha oración y penitencia; cuenta también que las llaves las custodiaban los canónigos, y que dentro del arca había: un cofrecito muy pequeño, como de un palmo muy largo el cual tenía un rótulo que decía: LA CASULLA QUE NUESTRA SEÑORA DIO A SAN ILDEFONSO.

Marañón de Espinosa, primer rector de la Universidad de Oviedo y Arcediano de Tineo, escribe al respecto en el siglo XVII que la única noticia certera que tienen sobre la casulla de San Ildefonso es que esta quedó dentro del Arca después de su reconocimiento, más se queja el erudito de lo poco claro que eran los documentos al respecto, pues dice: ''la preciosa vestidura que Nuestra Señora trajo del cielo a su capellán San Ildefonso, que no sabemos si fue alba o casulla porque la cédula no decía sino vestimento sin declarar más”.

Otro obispo que promocionó el culto a San Ildefonso en Oviedo fue Fray Alonso Salizanes y Medina O.F.M., franciscano que llegó a ser Ministro General de la Orden. Durante su pontificado en Oviedo (1669- 1675) mandó tallar un retablo a San Ildefonso en la capilla que le había construido el obispo Gutierre donde se ensalzara la vida del Santo y el milagro de Nuestra Señora. Parece que la devoción de Fray Alonso estaba vinculada con sus orígenes zamoranos, donde se venera el cuerpo del Santo Arzobispo.

El conflicto de la diócesis de Oviedo con la de Toledo sobre la propiedad de la casulla del Santo Arzobispo no debió de ser pequeño, llegando incluso a oídos del rey Felipe II. El cronista oficial del citado monarca, Esteban de Garibay y Zamalloa, comenta en sus memorias algunas de las peripecias que personalmente vivió con esta trifulca. En sus escritos titula este apartado: ''De lo que pasé con el Obispo de Oviedo sobre la restitución de la casulla de San Ildefonso de su iglesia a la de Toledo, y mis diligencias sobre la ordenación de una historia de la iglesia de estos reinos''.

En esta época se pierde la pista de la casulla hasta el punto que se habló de que había desaparecido, mientras que la historia siempre ha contado que el Cabildo-Catedral ovetense se negó rotundamente a entregar la casulla a Toledo. La rumorología popular habló de muchos lugares donde los canónigos habrían escondido la preciada casulla: detrás del retablo de San Ildefonso, debajo del arca, incluso dentro de la bola de hierro del pináculo de la catedral, dentro de varias piezas de hierro bien soldadas... No sabemos actualmente el paradero de la casulla, más se cree que sigue en Oviedo esperando ser encontrada. 

El Santoral de la diócesis de Oviedo por esta relación directa con la Santa Casulla que la Madre de Dios le dio a San Ildefonso y que aquí custodiamos, no sólo se celebra la memoria del Santo Arzobispo, sino con él ''la descensión de la Bienaventurada Virgen María''. 

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