(Vaticannews.va) En noviembre de 1792, un pequeño grupo de religiosas del monasterio de la localidad francesa comenzó a recitar una oración cada día, ofreciéndose por la salvación de Francia en plena Revolución. Su oración fue atendida: arrestadas bajo la acusación de formar parte de los "enemigos del pueblo", las monjas fueron condenadas a muerte mediante la recién inventada guillotina. La historia de cómo las Carmelitas escucharon y aceptaron su especial vocación
Sor Bernadette Mary Reis, fsp
Recorriendo los anales de la historia, vemos que hay momentos en los que las mujeres religiosas desempeñaron un papel importante en el curso de los acontecimientos humanos. Es el caso, por ejemplo, de las mártires carmelitas descalzas de Compiègne. Muchos han oído hablar de ellas, pero quizá no sepan que su sacrificio contribuyó a poner fin al Reinado del Terror.
Un sueño profético: “seguir al Cordero”
Todo comienza con un sueño. En 1693, una mujer discapacitada de 29 años que vivía en el Carmelo de Compiègne soñó con Jesús en compañía de su Madre, de Santa Teresa de Ávila, y de otras dos monjas carmelitas que vivían en el mismo monasterio. Tras recibir instrucciones sobre su propia vocación, tiene una visión en la que ve a varias carmelitas elegidas para “seguir al Cordero”. Avancemos hasta 1786: la Madre Teresa de San Agustín, recién elegida priora del mismo monasterio, encuentra un relato de la visión que tuvo Sor Elisabeth Baptiste antes de tomar sus votos como monja carmelita. La Madre Teresa tiene la corazonada de que este sueño es una profecía sobre su comunidad.
El inicio de la persecución religiosa
Unos años más tarde, estalla la revolución en Francia, que desencadena el Reinado del Terror. En febrero de 1790, se ratifica la suspensión provisional de los votos religiosos. El 4 de agosto, se hace un inventario de los bienes de la comunidad carmelita; al día siguiente, se interroga a todas las monjas y se les ofrece la posibilidad de renunciar a sus votos. Para gran pesar de los dirigentes revolucionarios, todas las monjas expresan su firme determinación de permanecer fieles a sus votos hasta la muerte. Pascua de 1792: el 6 de abril, se vuelve ilegal llevar el hábito religioso; dos días más tarde, el sueño de Sor Elisabeth Baptiste se cuenta a las monjas de la comunidad. Los acontecimientos se precipitan: en agosto se cierran y evacuan los monasterios femeninos y se confiscan los bienes de las monjas.
Sacrificar la propria vida
Las 20 monjas carmelitas de Compiègne abandonan su monasterio el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Cruz. Con la ayuda de amigos, encuentran refugio en cuatro lugares diferentes y consiguen comprar un hábito civil para cada una: no tienen suficiente dinero para comprar ni siquiera una muda de ropa y su petición al gobierno para que las sustente no es atendida. Poco después, la Madre Teresa de San Agustín consulta con las cuatro monjas mayores del coro la propuesta que se hará a toda la comunidad de ofrecer sus vidas por la salvación de Francia: su propuesta tiene su origen en el propio deseo de Santa Teresa de Ávila de reformar el Carmelo. Es comprensible que encuentre resistencia: ¿quién se sometería voluntariamente a la decapitación por medio de la guillotina, recién inventada?.
Un acto de entrega
Sin embargo, curiosamente, a las pocas horas las dos monjas más ancianas piden perdón a la priora por su falta de valor: esto allana el camino a la Madre Teresa, que propone un acto de entrega de su vida a los demás miembros de la comunidad. A partir del 27 de noviembre, todas las hermanas recitan un “acto de entrega” por la salvación de Francia, escrito por la priora. Más tarde, se añade la intención de que se ejecute a menos personas en la guillotina, y que se libere a los detenidos.
El arresto de las religiosas
El 21 de junio de 1794, los soldados registraron las dependencias de las monjas. Al día siguiente son detenidas en base a las pruebas que surgieron durante el registro, utilizadas para demostrar que seguían llevando una vida consagrada y que simpatizaban con la monarquía. La comunidad carmelita, que en ese momento contaba con 16 monjas, se encontró arrestada en el antiguo convento de la Visitación junto con 17 monjas benedictinas inglesas. El 12 de julio, el alcalde de Compiègne irrumpió en el convento con soldados, sorprendido de encontrar a las mujeres vestidas con sus ropas religiosas: el único traje civil que poseían estaba completamente empapado. En este punto, la partida hacia París, donde les espera el juicio, es inevitable.
A la mañana siguiente, el 17 de julio de 1794, las hermanas comparecieron ante el Tribunal Revolucionario. Este sentenció la pena de muerte para todas; la forma de la ejecución: muerte por decapitación.
Al pie de la guillotina las carmelitas cantaron el “Te Deum”, renovaron sus promesas y votos, y subieron una por una a entregar la vida como ofrenda a Cristo. Así se cumpliría lo que cien años antes había vaticinado una carmelita de la misma comunidad de Compiègne. Aquella religiosa tuvo una visión en la que aparecían las monjas del monasterio vestidas de blanco, llevando la palma del martirio en las manos.
Las dieciséis carmelitas de Compiègne fueron beatificadas por el Papa San Pío X en 1906. El Papa Francisco autorizó su proceso de canonización por ‘equipolencia’ [equivalencia], el 3 de marzo de 2022. Este proceso es conocido como ‘canonización extraordinaria’, y se da cuando el Papa reconoce, acepta y ordena el culto público y universal de una persona sin pasar por el procedimiento ordinario (reconocimiento de algún milagro), dada la extensión o antigüedad de la veneración, condición que se cumple en el caso de las mártires de Compiègne.
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