En este Domingo XV del Tiempo Ordinario somos enviados: sí; como suena. Al igual que el Señor envió a sus discípulos de dos en dos, también quiere enviarnos a nosotros en este momento en que nos desplazamos, cambiamos de aires, tomamos otro ritmo... Decimos que cogemos vacaciones de tantas realidades, más nunca hay vacaciones para la fe, para la vida sacramental y el testimonio de vida con el cual podemos tocar tantos corazones cuya misión podemos llevar a cabo sin falta de muchas palabras ni elocuencias o trasladarnos a lejanas latitudes.
Quizás podamos sentir el vértigo de tomar conciencia entre la desproporción de lo que el Señor nos pide y la evidencia de nuestra frágil realidad, de nuestra poca capacidad o de nuestra inseguridad: ¿Cómo voy a profetizar?... Es este el sentir que embarga al profeta Amós y le lleva a replicar al sacerdote Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de sicomoros''. Esto siente uno mismo si mira únicamente la perspectiva de sus fuerzas, no llegamos siquiera a cabreros y cultivadores de higos; somos personas corrientes sin grandes dotes para ser voceros de Cristo hoy que todo lo vemos en contra. Más como a Amós, somos también replicados y se nos insiste: “Ve y profetiza a mi pueblo''.
El don de profecía va en nuestro ADN cristiano, por algo en el bautismo fuimos consagrados no sólo como reyes y sacerdotes, sino también como profetas. El cristiano no puede callar cual es su mayor tesoro, necesita gritarlo al mundo para que al igual que yo he sido evangelizado logre también evangelizar, y que tantos que viven la pobreza y la miseria espiritual de no haber descubierto a Jesucristo logren que su existencia cambie por completo hasta el punto de que los mayores males puedan ser sanados. Los obstáculos superados y una vida que hasta ese momento marchaba a la deriva y sin rumbo no sólo encuentre dirección, sino especialmente sentido. Pero el evangelio de este domingo nos revela la mentalidad de Jesús a la hora de misionar, predicar, profetizar: ''Los fue enviando de dos en dos''... ¿Qué sentido tiene enviar a los discípulos en grupos de dos?... De nuevo como solemos comentar, he aquí las matemáticas de Dios y que son muy diferentes a las nuestras. Desde un punto de vista humano podríamos pensar que Jesús se equivoca. Si del total de discípulos los agrupa por parejas, al final en lugar de enviar por ejemplo doce misioneros a doce comarcas diferentes, al final tan sólo manda seis. Parece un retraso, no es una buena perspectiva de distribución, o nos puede parecer tímido.
Pero es que la vivencia de la fe cristiana es comunitaria, como lo es el Dios cristiano que vive en esa comunidad perfecta de comunión del Padre con el Hijo y el Espíritu Santo. También los creyentes necesitamos ir acompañados; no podemos ir solos pues el camino es duro y las fuerzas flaquean, nunca faltan contrariedades y mala acogida. Por esto es tan importante que pocos o muchos sepamos ser familia de fe, apoyarnos para sacar adelante la evangelización de nuestros pueblos y barrios, y no perder el tiempo en disputas de menudencias humanas que aquí se habrán de quedar. Cuando termine nuestra peregrinación por este mundo se nos habrá de preguntar si fuimos bastón de apoyo o látigo de herir, si sentamos en nuestra mesa a quien nos vino a profetizar en nombre de Cristo, o le negamos el pan y la sal; si encontró las puertas de nuestro hogar abiertas o cerradas a cal y canto... Benditos sacerdotes, religiosas, laicos, todos misioneros, en definitiva aquellos que anuncian el nombre del Señor a lo largo y ancho del mundo; que nunca nos quite el sueño ni los lugares donde no nos reciben, ni las gentes que no nos escuchan, pues ya habrá de echarles en cara: ''lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos conmigo lo hicisteis''. Que nuestra única preocupación sea anunciar el Reino de Dios, pues en nuestra sociedad repleta de demonios y de enfermos, sólo el nombre de Jesús expulsa verdaderamente al Maligno y cura toda enfermedad del alma y del cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario