Metidos de lleno en estas fechas veraniegas la palabra de Dios de este domingo XVI del Tiempo Ordinario nos invita a reflexionar precisamente sobre esta realidad del descanso, que en su enfoque cristiano le da en verdad sentido y valor. A propósito de esto, ahí tenemos la campaña que la "Asociación Católica de Propagandistas" ha puesto en marcha esta pasada semana en España con el lema "que este verano no sea el invierno de tu alma". Este eslogan está siendo colocado en los principales puntos turísticos de nuestra nación, llamando la atención para bien y para mal, y es que cuando se toca la conciencia o nos ponemos las pilas o nos mantenemos en nuestras necedades, con el malestar que genera la conciencia al saber que no lo estamos haciendo bien.
El símil que nos trae la Sagrada Escritura en este día es la del rebaño que cambia de pastos y paisajes, pero sin alejarse del pastor que cuida de su seguridad, que conduce a verdes praderas y a cuya sombra están sin temor de que ningún enemigo las dañe. En el verano podemos actuar como ovejas rebeldes, y alejarnos del Señor, verdadero y único Buen Pastor sin el cual no encontrará nuestra alma su descanso. Nos aventuramos a lo desconocido, a lo peligroso en ocasiones; el camino que lleva al abismo, todo lo contrario del camino justo por el que nos conduce el Pastor Bueno. Podremos engañar a los demás, e incluso a nosotros mismos, pero jamás al Señor que conoce cada uno de nuestros pasos y sabe cuándo nos sentamos o nos levantamos. No olvidemos nunca que aunque cambiemos de localidad o país, de ritmo de vida o estilo vacacional que sólo el es nuestro Pastor, que únicamente Jesucristo es el amigo que nunca falla, aunque nosotros le fallemos continuamente.
También hay un apartado para los que hemos sido llamados a imitar al Señor en el pastoreo de la grey y la atención al pueblo de Dios, un recordatorio para no despistarnos, para no abandonar al rebaño y dar nuestra vida por él. No hay vacaciones para el ministerio sacerdotal, como tampoco lo hay para el bautizado; hemos de celebrar y anunciar a Cristo Resucitado en cualquier rincón del mundo; la fe no ocupa sitio en la maleta. La lectura del profeta Jeremías nos dice: "¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño!". Son palabras duras que tienen un contexto concreto en aquella realidad de Israel del reinado de Ezequías en que se respiraba aún el mal sembrado de su padre Acáz en todos sus dominios, donde promovió el culto a dioses paganos y terminó con un pueblo disperso, dividido y herido. Pero este texto nos presenta también algo hermoso: "Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá - oráculo del Señor". Los exégetas no están muy de acuerdo en si estamos ante un texto mesiánico o no, pero lo que realmente nos importa es que para nosotros Jesús es ese Pastor esperado. Así actúa Dios; no se queda de brazos cruzados al vernos errantes, sino que nos envía a su Hijo para darnos vida, y vida en abundancia.
La misma línea sigue la epístola de San Pablo a los cristianos de Éfeso, a los que habla de un cambio que viene dado por Cristo: ya no hay distinciones entre paganos y judíos, entre forasteros y autóctonos, pues Él nos hace a todos iguales en dignidad y condición. Así nos dice el Apóstol: "Ahora, gracias a Cristo Jesús, los que un tiempo estabais lejos estáis cerca por la sangre de Cristo". Él derriba los muros, pone fin a las enemistades y nos bendice con la paz. No es el muro del templo que impedía a los no judíos entrar, sino la muralla invisible que está en nuestro interior. Por su oblación en la cruz nos ha logrado la reconciliación: "de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad". Por eso el mejor bien que hemos de desear este verano es la paz del corazón entre nuestros familiares, entre nuestros vecinos, incluso con los que se consideran o consideramos "enemigos". Cuántas veces cuestiones de fe son motivo de enfrentamientos y violencia, desvirtuando la autenticidad del mensaje cristiano. Ante cualquier tipo de violencia tengamos presente este recordatorio de San Pablo: "Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca".
El evangelio de este día es una escena en la que pocas veces nos detenemos en profundidad a pesar también de su enseñanza: vemos a Jesús que se reúne de nuevo con los Apóstoles, que en el texto denomina el evangelista "los doce", los cuales vienen con el corazón lleno de experiencias de ir de misión, de proclamar el evangelio, sanar enfermos, liberar endemoniados... Y el Señor quiere vivir con ellos un tiempo de retiro, de convivencia y descanso para compartir juntos tanto bueno. Esto lleva a Jesús a decirles «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Ese era el deseo que Cristo tenía, pero el deseo quedó frustrado, dado que como nos relata el autor del texto al subirse Jesús a la barca le reconocieron, le siguieron por tierra y se corrió la voz hasta el punto que vigilando la barca por tierra cuando desembarcaron les esperaba una multitud ansiosa y expectante. Aquello no era lo que Jesús quería; él buscaba un lugar desértico y tranquilo para descansar, más no despachó aquella gente, sino que sintió lástima de ellos o, como dice el texto de forma concisa: "se compadeció" queriendo estar cerca de aquellos que padecían. Aquella muchedumbre tenía hambre de su Palabra y sed de eternidad. San Marcos dice que ese acontecimiento se debía a que "andaban como ovejas que no tienen pastor". Y es que los templos y sinagogas no brillaban en aquel momento precisamente por acercar las personas a Dios, sino que con frecuencia predominaban los intereses personales, las prebendas, favoritismos de los "pastores", el interés espurio o la apariencia. Jesús abre su corazón a aquellas pobres gentes "sin pastor" a las que se puso a predicar, dejando de ser desde en aquel instante ovejas sin pastor pasando al rebaño del Pastor Bueno.
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