Con la gloria
del Resucitado cumplimos la Semana Santa; balón de oxígeno para la maltrecha
economía de muchos españoles hartos ya y envenenados de las corrupciones
politiqueras y de personajes de toda pátina. Y volvemos de nuevo a la arena de
lo cotidiano con una reflexión que algunos de los que forran sus bolsillos a
costa de la “clase obrera” les da sarpullido, observando el servicio que la
Iglesia Católica extendida por nuestra geografía ha prestado y presta a este ¿país?
Estoy seguro
que para más de uno, mientras salivan enseñando los incisivos, la Iglesia está de más en todo; y, si no fuera
porque nuestras leyes se aproximan un poco a la democracia, los católicos (y no
digo ya algunos curas) tendríamos que dormir como en Honduras o Méjico con un
ojo cerrado y otro abierto.
Sin embargo, a
muchos de esos frivolones detractores “desbabayaos”, algunos de los cuales
pasaron de la nada al todo con un carguín aparejado de dietas, viajes
promocionales, kilometrajes y cohes oficiales, los cuales van generando “amistades” para el
presente y el futuro (en previsión de cuando se acabe el chollo) se les escapa
lo mucho; pero que mucho, mucho, con lo
que la Iglesia Católica ha contribuido -y sigue contribuyendo- al desarrollo y
equilibrio democrático y solidario de una porción territorial que hasta hace
muy poco llamábamos España.
La Semana
Santa, además de ser para muchos un consuelo espiritual generador de paz
interior que abre al individuo a la trascendencia con la expresión de sus
sentimientos en una vivencia concreta de su fe y dentro de una sociedad a
menudo vacía, puramente estética, saturada y desquiciada de opresiones, apariencias
y corruptelas; deja “muchos duros” a
hoteles, sastres, fotógrafos, comerciantes, talleres de restauración, pasteleros,
restaurantes, agencias de viajes, empresas de transportes, vendedores de todo
tipo y a más de un “Lazarillo de Tormes”… y eso, lo propicia la Iglesia
Católica y sus muchos fieles cada año. Mucho más, que los que con el
“sarpullido” a flor de piel no dice más que “babayades”, mientras comen la sopa
boba.
En el ámbito
más local, leía hace unos días -reconozco que con cierta tristeza- unas declaraciones
de un representante municipal (al que en lo personal aprecio de veras) en
relación al pretendido “Parking” subterráneo bajo el “Campo de la Iglesia” (no
bajo la Iglesia) -cuya propuesta no partió de la ésta, sino que la parroquia
vio en ella una fórmula de futuro de interés común- que decía “con todo el respeto a la Institución, La
Iglesia se metiese en sus asuntos”… ¡Anda! -dije yo- ...¡Pues eso es precisamente
lo que está haciendo!... Se le escapa decir a mi amigo (y agradecer) los muchos
años que la Iglesia en Lugones ha beneficiado “gratis et amore” a la localidad -y con ello al Ayuntamiento- mediante la
cesión en precario del referido “Parque de la Iglesia” (y anexos, algunos
“tomados”) para el disfrute de todos los vecinos, los cuales no son exactamente
lo mismo que “feligreses”. Pues aunque todos los feligreses son vecinos (pues
contribuyen con sus impuestos al municipio) no todos los vecinos son
feligreses; y los primeros se benefician lo mismo que los segundos de esto, pero
sin poner un duro. La Iglesia nunca ha estado aquí “de gorra”; ha colaborado y
mucho en el tiempo al beneficio de todo Lugones, y no me parecen para nada justas
las valoraciones simplistas, reduccionistas o de “consigna de partido.”
El Campo de la Iglesia podría perfectamente
estar perimetrado y cerrado como está en otros lugares. Por lo que no estaría
de más remitirnos al archivo del Consistorio de Siero y ver la carta del
entonces Sr. Alcalde, de fecha 02/05/96 (Actas/yf) al también entonces Sr. Arzobispo
de Oviedo, y la respuesta del mismo en Decreto 525/96 de fecha 13/05/96, cediendo
el uso de este solar hasta que “no sea obstáculo
a una posible ampliación del templo y de los locales parroquiales”.
Si éstos no son
“sus asuntos”; ¿Cuáles son entonces sus asuntos…?. La paradoja, yo creo que se
da en que los que no quieren que la Iglesia se meta en nada, son precisamente los
que quieren meter sus narices en todos los “asuntos de la Iglesia”. Por no
aclarar que ésta sería también muy libre (y no se descarta) de buscar otras
opciones urbanísticas o del tipo que fuese a sus necesidades propias,
rentabilizando quizá más y mejor el referido solar, y, sin embargo, el
planteamiento eclesial siempre buscó desde el principio una solución
integradora de necesidades comunes e interés general para que los niños de los
feligreses -¡y vecinos!- de un Lugones en expansión, tengan unos locales dignos
para preparar su Primera Comunión; o una Iglesia decente donde haya calefacción
y más sitio (porque ahora se llena) para todos, cuando feligreses -¡y vecinos!-
quieran casarse o despedir a sus muertos: ¿No son acaso éstos nuestros
asuntos…?
Y, ya puestos
en asuntos de cada cual, cabría recordar también que con el dinero de los
católicos, la Iglesia en Lugones presta todo un “Servicio Público”, facilitado
el enterramiento de las personas en “su” Cemenetrio Parroquial. Y este “asunto”
sí que es -por ley- de resolución municipal y no de la Iglesia; y, sin embargo, ahí, como
en las máquinas del tabaco, nosotros, “encantados de servirle…” pero aquellas,
al menos, y aunque sea una voz “enlatada”, dan las gracias.
Joaquín, Párroco
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