Por el Rvdo. Sr. D. Jorge González Guadalix
Sucedidos reales. Algunos propios, otros, de varios compañeros. Pero cosas que te saltan en estas especialísimas celebraciones del triduo pascual:
- Mañana de jueves santo. Repaso total en la iglesia a todos los detalles de la celebración. Delante del monumento un enorme centro de flores que hace inútil toda posibilidad de poder dejar el Santísimo en su lugar. Lo cojo y lo coloco a un lado. Marcho al pueblo vecino a celebrar el jueves santo y al volver a la siguiente celebración, de nuevo el enorme centro tapando el paso. Lo digo: no puede estar ahí, mejor al lado, y lo vuelvo a colocar en un lateral. Y según acabo la misa y me dispongo a dirigirme al monumento ¡el centro en el medio y además con dos macetas al lado! Imposible dejar el Santísimo. Así que salté por encima de las flores, me tropecé, no se cayó el Santísimo de casualidad y conseguí dejarlo en su sitio sin más bajas que las flores por el suelo, la casulla manchada, una maceta caída y servidor que no acababa de reponerse del susto. Aún me dijeron al acabar: pero qué bruto, pero no respondí porque era jueves santo.
- Viernes Santo. Un compañero exquisitamente puntilloso con la liturgia. Cada cosa perfectamente en su lugar. Los monaguillos ensayados, ni un detalle que reprochar. Una liturgia más cuidada que en manos de Marini. Todo atado y bien atado. Los lectores, de confianza. Lo que nunca pudo imaginarse es que justo después de la segunda lectura una espontánea se arrancara con el canto de un solemne aleluya. A punto de soponcio el buen cura. ¡Pero mujer, qué hace! Cantar… el evangelio y sin aleluya, qué soso…
- Otro compañero. Viernes Santo. La cruz preparada al fondo de la Iglesia, tapada con un paño morado para la entrada solemne antes de la adoración. Acaba la liturgia de la palabra y cuando llega al fondo de la iglesia la cruz no está. Horror, terror y pavor. Una señora mayor le pregunta: ¿qué busca? Pero bueno, ¿y la cruz? Ah… ¿Qué la había dejado usted ahí? Pues dije aquí a mi vecina, la cruz aquí al fondo, tapada… a ver si alguien viene y se la lleva… así que la hemos guardado en el cuartito.
- Vigilia Pascual. Todo a oscuras. Una persona perfectamente instruida sobre el progresivo encendido de luces: estas en el tercer luz de Cristo, estas en el gloria… Justo cuando estamos saliendo para encender el cirio en la puerta veo que se encienden absolutamente todas las luces de la iglesia. Ataque de nervios como es natural. ¿Pero qué pasa? Y me dice un monaguillo: la señora Juana, que dice que a oscuras se van a matar y que total para andar encendiendo poco a poco mejor ahora y menos peligro. ¿Qué haces, matas a la Juana?
- Volvemos a la Vigilia Pascual. Tras la bendición del agua llega el momento de la aspersión por el templo. A la segunda, la bola del hisopo sale despedida, afortunadamente sin dar a nadie. ¿La razón? Un monaguillo molesto con el sacerdote que decidió desenroscarla prácticamente del todo. A punto de una desgracia.
- Más vigilia pascual. Bendición del agua. Me dirijo a la pila bautismal, que por la mañana había quedado llena de agua. ¡Pero si no hay agua! ¿Y el agua? –pregunto-. La he quitado yo, me responde el bueno de Antonio. ¿Y eso? Para que no jueguen los chicos, ya sabe como son… Y ahí te ves pidiendo agua como sea.
- Vigilia Pascual, hace años. Me tocó una parroquia en la que me pidieron el favor. Sin problemas. Llego con tiempo, reviso todo: cirio, velitas, agua… me entero de luces, busco alguna persona para estas cosas. Y cuando me voy a revestir… ¿y la casulla blanca? Está en el tinte… ¿Cómo que en el tinte? Sí, es que las comuniones son dentro de dos semanas. ¿Y no hay otra? Pues la verdad es que no… ¿Y qué me pongo yo para la vigilia? Pues como vea, porque de otros colores sí que hay. Pues de rojo. Y que no se entere nadie…
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