domingo, 26 de junio de 2022

''Te seguiré''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Nos encontramos en el domingo XIII del Tiempo Ordinario, iniciando ya el tiempo estival y despidiendo un curso, con lo que supone detenerse a revisar, arreglar y preparar el siguiente. Pero ni la liturgia ni palabra de Dios toman vacaciones; tampoco nosotros como cristianos deberíamos abandonar la práctica religiosa en estos meses que en ocasiones son como un tsunami en el que desaparece por completo en nuestra vida en orden y fidelidad. El Señor nos hablará hoy en buena medida de esto; nadie puede negar que querer es poder, más la pregunta de este domingo vendría a ser ésta: ¿queremos realmente seguir al Señor que nos llama?

Llamados a la libertad 

Quisiera comenzar deteniéndome en la epístola que hemos escuchado en la segunda lectura, la cual  corresponde a un fragmento del capítulo 5 de la Carta de San Pablo a los Gálatas. Este texto es conocido en el mundo de la bíblico como la "Carta cristiana de la libertad". Es un tema que por desgracia la sociedad actual no entiende muy bien: ¿cómo predica la Iglesia la libertad con tantas normas que llaman a la prohibición?... Es cierto que la Iglesia nos indica muchísimas realidades que hemos de evitar en nuestra vida como seguidores de Jesús, pero lo hace como Madre y Maestra, al igual que una madre le dice a su hija no vayas a ese sitio, aunque sea éste el lugar donde su pequeña más desea ir. O cómo la maestra dice eso no lo puedes comer, cuando es lo que el cuerpo más te pide. Pensamos que cuando logramos hacer a todas horas lo que nos viene en gana y sin horario, orden ni concierto, es cuando más independientes somos; pues bien, en realidad es cuando es cuando más prisioneros estamos de nuestras apetencias. El Apóstol nos lo ha dicho de forma clara: ''no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud''... He aquí que las indicaciones que la Iglesia nos da, no son para esclavizarnos... Sentirnos "obligados" a la confesión, a evitar a hacer el mal, a pedir por perdón por los errores; esforzarnos en amar a los enemigos, crecer en virtudes como la austeridad, la pureza, el silencio, aunque parezca una contradicción y no siempre lo entendamos, a la larga es el único camino que lleva a la libertad plena y absoluta; la libertad de no vernos encadenados al mundo, a la carne o al mal. Estamos llamados a no dejar ''que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud''... Quizá la mayor dificultad radique en que hemos olvidado que somos ciudadanos del cielo; estamos llamados a prepararnos en este tiempo limitado para el que será ilimitado, y en esto está en juego nuestra salvación. No esperemos a vernos en el filo de la navaja para abrir nuestro corazón al Señor cuando Él nos ha abierto el suyo de par en par, pues: ''Para la libertad nos ha liberado Cristo''.

 La llamada de Eliseo y nuestra llamada

La primera lectura por su parte, nos ha presentado la vocación del profeta Eliseo donde un primer detalle sería ver cómo el profeta Elías lleva también una vida de ruptura como los hombres de Dios de su tiempo; no lleva un vida al uso, sino que lo encontramos en lugares apartados viviendo en relación con el Creador. Aquí se nos dice que estaba Elías en el monte Horeb -al que identificamos mejor por su otro nombre: ''Sinaí''- donde él solía retirarse a una cueva de aquella altura sagrada. Yahvé explicó a Elías lo que debía de hacer al encontrar a Eliseo, y así lo hizo. El gesto del manto daría para muchas interpretaciones: cómo ver la mano de Dios en ese acto, la legitimidad de Eliseo como sucesor de Elías siendo llamado a ser profeta investido de un carisma propio, acogido, protegido... Pero igualmente de especiales son también las palabras que Dios da a Elías: ''Unge profeta a Eliseo''... En aquel contexto no era ungido cualquiera, sino que éste era sello espiritual reservado principalmente a los reyes. También nosotros en el día de nuestro bautismo hemos sido ungidos como sacerdotes, profetas y reyes; y esto ha de hacernos autoevaluar cómo respondemos a esta continua llamada a ser profetas del Señor, a vivir nuestro sacerdocio bautismal y la realeza de sabernos hijos amados de Dios. Y cuando uno llega a ser consciente de esto todo cambia, al igual que Dios pasó por la vida de Eliseo cambiándola por completo.

Lo que realmente implica seguir a Jesús 

El evangelio de este día, tomado del capítulo 9 de San Lucas, nos regala unas claves importantes de lo que implica el seguimiento de Jesús. Yo me quedaría con cuatro detalles que este texto nos presenta: en primer lugar Jesús es rechazado; no le reciben. Y el motivo fue tan absurdo como el de su aspecto: ¿cómo no extrañarnos nosotros cuando no nos reciban o rechacen por ser cristianos, monjas o curas, si al mismo Señor le dieron con la puerta en las narices.. En segundo lugar, Jesús rechaza la venganza cuando los discípulos -furiosos- le preguntan si quieren que "baje fuego del cielo que acabe con ellos"... Esto también abunda mucho es nuestros días: buscar la revancha, pasar factura, devolver mal por mal, tratar de destruir al contrario... Jesús no sólo se manifiesta contrario a la violencia, sino también a la cultura de la muerte imperante, por eso ninguna intención por buena que sea justificará jamás para Él que un católico empuñe las armas ni ponga fin a la vida de ningún semejante inicialmente, en el transcurso de su vida o al final de su existencia... Un tercer momento es la declaración de intenciones de uno de sus discípulos que le asegura que le seguirá a donde vaya; la mayoría decimos eso con la boca pequeña, pero ponerlo en práctica es mucho más difícil. La respuesta de Jesús no es sencilla: Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza... ¿qué significa, pues?: viene a decir algo así como: ten en cuenta que ni yo siendo Hijo de Dios, tengo nada; esto es lo que hay: tenen cuenta que para seguirme hay que estar dispuesto a darlo y perderlo todo... En cuarto lugar, vemos que Jesús llama a otro al que le dice: ''sígueme'' y éste acepta, pero le pide ir primero "a enterrar a su padre", a lo que Jesús responde de una forma muy dura: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios»... ¿es que Jesús no quiere ni que despidamos a nuestros seres queridos?... No va por ahí; lo que Jesucristo nos dice con estas palabras es que si le vamos a decir que sí, que sea con todas las consecuencias; no para seguir con la vida anterior a conocerle, ni para seguir apegados al pasado. Y es que el que coge el arado pero mira atrás: ¿cómo va hacer bien el surco? ¿cómo va sembrar el evangelio si está más pendiente de sus cosas personales que de llevar la vida en plenitud a los demás?... Es éste un buen domingo para volver la mirada al Señor. Si le hemos dicho que no, o le hemos dicho: ''te seguiré'', hacerlo con todas las consecuencias. 

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