No debo de tener mal ojo para fijarme y detenerme en las obras de figuras señeras del arte y de la cultura, y escribir sobre ellas, porque a dos de las últimas personalidades a las que les han sido otorgados Premios “Princesa de Asturias” 2022 les he dedicado anteriormente artículos en prensa. A saber, a Juan Mayorga y a Shigeru Ban, de las Letras y de la Concordia respectivamente.
Juan Mayorga nació, en 1965, en Madrid. Es hijo de Alfredo Mayorga, miembro de la Asociación Católica de Propagandistas, de la que el Padre Ángel Ayala, SJ, fue fundador y el periodista Ángel Herrera Oria, después obispo de Málaga y luego cardenal, primer presidente.
Juan es, en estos momentos, el dramaturgo más importante de España. Y basta con leer las reseñas biográficas que, con motivo de la designación para el premio, han firmado, en los medios de comunicación social, los conocedores de su persona y de sus creaciones, para darse cuenta enseguida de que lo adornan también grandes cualidades humanas. En todas las reseñas se aprecia un afecto grande hacia él.
Conozco a fondo, porque las he leído más de una vez, sus obras “Himmelweg”, “La paz perpetua”, “La lengua en pedazos” y “El Golem”. Ésta se representó hace unas semanas en el Niemeyer de Avilés. De la sesión matinal que allí tuvo con los chavales de Secundaria, Juan Mayorga hizo el siguiente comentario: «Ojalá los mayores tengan mañana una escucha tan generosa como la que hoy han tenido los adolescentes». Hay que llevar mucho arte dentro y saber verterlo hacia afuera para poder sintonizar de forma tan inmediata con el público joven.
Hace un mes vi, en el Teatro de la Comedia de Madrid, su adaptación de “El diablo cojuelo”, de Luis Vélez de Guevara. Lo que me reí con la interpretación que de ella hicieron los actores de la compañía de payasos Rhum&Cia.
Mientras que del arquitecto Shigeru Ban, natural de Tokio, seguí con interés sus obras en la ciudad japonesa de Kobe y en la neozelandesa de Christchurch. La primera fue sacudida, en 1995, por un terremoto de magnitud 6,8, viniéndose abajo una iglesia católica.
Le pidieron a Shigeru Ban que construyese una provisional y la levantó en cinco semanas con la ayuda de ciento sesenta y cinco voluntarios. Era de lona traslúcida, papel prensado y paneles de policarbonato. La bautizaron con el nombre de “iglesia de papel”. Me parece que la desmontaron y que ahora está en Taiwán
La de Christchurch, por su parte, cayó también a causa de un seísmo de magnitud 6,3. Fue en 2011. Era la clásica catedral anglicana de estilo neogótico. Pues nada, Shigeru Ban se puso manos a la obra e hizo una con cartón, policarbonato y poliuretano impermeable. A ésta se la conoce como “catedral de cartón”. Bastante más grande que la anterior. Con capacidad para setecientas sillas. La otra era para ochenta solamente.
Así pues, considero que estos premios “Princesa de Asturias” están muy bien dados. Y a ver si con la buena mano que tengo se lo conceden de una vez al compositor de música sacra Arvo Pärt, quien, al igual que Juan Mayorga y Shigeru Ban, ha logrado que toda su obra se sostenga sobre el más sólido fondo que quepa establecer: el del silencio y la esencialidad.
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