martes, 28 de octubre de 2025

Beatas Enfermeras Mártires de Somiedo

Recordamos hoy el martirio de tres mujeres enfermeras de fe profunda y gran caridad que, después de ser violadas y torturadas por los milicianos, se les encargó a las mujeres milicianas, que también había, ultimar a las enfermeras.

BEATA MARÍA PILAR GULLÓN YTURRIAGA.

Hija de Manuel Gullón, activo político, y de Ma. Pilar Yturriaga, presidenta de honor de la Junta de Señoras de la Cruz Roja local de Astorga, nació en Madrid (España) María del Pilar Peregrina Matea Maximina, el 29 de mayo de 1911. La religiosidad de su familia (cuatro hermanos en total) favoreció en ella un crecimiento espiritual armonioso, comprometiéndose en la colaboración asidua en la parroquia y en varios voluntariados. No se casó y se dedicó al trabajo doméstico por atender con esmero a su padre, quien murió en 1931. En vísperas del estallido de la Guerra Civil, se trasladó con su madre a Astorga, considerando que sería más seguro el lugar, vistas las agitaciones y complejidades del momento en la capital española.

Como el conflicto se prolongaba, el presidente de la Cruz Roja solicitó un curso de damas enfermeras. Al saber de la necesidad, Pilar decidió matricularse junto con su hermana y su prima Octavia, y su amiga Olga, entre otras. La finalidad que les movía era servir caritativamente a quien pudiera necesitarlo en aquellas circunstancias terribles, sea del bando que fuere. Luego de realizar el curso, a las tres se les presentó la posibilidad de trabajar en el mismo campo de batalla. María Pilar tenía 25 años de edad cuando entregó su vida.

BEATA OCTAVIA IGLESIAS BLANCO.

Octavia Petra Andrea, hija de Indalecio Iglesias y Julia Blanco, prima de la madre de María Pilar, nació en Astorga el 30 de noviembre de 1894. Eran una familia de elevado nivel social. Se dedicó gran parte de su tiempo a cuidar a su padre anciano y enfermo, y después a su madre, en un ambiente familiar muy religioso, de verdaderos santos, como recuerdan los testigos. Colaboraban en grandes obras apostólicas de la ciudad. Octavia sufrió represiones y multas por su activa participación en ellas. Perteneció a la Acción Católica, a las Hijas de María, entre otras de la parroquia. Era, además, catequista y visitaba los barrios necesitados llevando auxilio. Tampoco ella contrajo matrimonio, dedicándose a la casa y a la asistencia de sus padres. De las tres nuevas beatas, Octavia era la mayor no solo en edad, sino también en sensatez y en vida de piedad. Tenía 41 años al ser martirizada.

BEATA OLGA PÉREZ-MONTESERÍN NÚÑEZ.

Paz Asunción Carmen Olga nació en París (Francia) el 16 de marzo de 1913, segunda hija (de tres) del famoso pintor Demetrio Pérez-Monteserín, “el gran patriarca de la pintura leonesa” y de Carmen Núñez Goy, hijos de señeras familias astorganas. Tampoco ella se casó y, por influencia paterna, se interesaba en las artes plásticas y la pintura, teniendo una gran sensibilidad por la belleza y la vida. Hasta que Olga tuvo 7 años, la familia se instaló de nuevo en Astorga. Su ambiente familiar no era tan profundamente religioso como el de Pilar y Octavia; pero, sin duda, era una familia católica. Sus familiares la recuerdan como una joven alegre, positiva, siempre sonriente. Tenía 23 años cuando fue asesinada por odio a la fe.

Las tres amigas eran jóvenes serenas, respetadas y admiradas ya en vida; con carácter diferente, pero con muchas cosas en común, empezando por la profundidad de su fe en Cristo, de su elevada vida interior, expresada en el ámbito familiar y parroquial.

Al estallar la Guerra Civil las tres amigas se encontraban en Astorga. Pilar iba llegando de Madrid por aquellos días y las tres se implicaron en el apostolado y el voluntariado, permaneciendo fieles a pesar de las dificultades que se veían venir. Capitaneadas por la madre de Pilar, confeccionaban ropa para soldados en un taller establecido en el domicilio familiar. Luego se enrolaron en la Cruz Roja Española, que durante el conflicto ayudó en total imparcialidad a ambas facciones. En septiembre de 1936 hicieron un cursillo para conseguir el título de “damas auxiliares” de la Cruz Roja, aunque hasta en los documentos serán conocidas con el título de enfermeras.

Las beatas Pilar, Octavia y Olga llegaron el 8 de octubre de 1936 a socorrer a los heridos en el pequeño hospital de Somiedo, a 120 km de Astorga. El lugar era estratégico militarmente hablando, pues se encontraba en el confín entre Asturias, bajo el control republicano, y León, bajo el mando nacional. La vida en el hospital se conoce gracias a una misiva de la beata Pilar, en que describe su jornada entre la atención a los heridos, enfermos, sus desvelos y oportunidades aprovechadas para ir a participar de la Santa Misa. Cada semana se iban sustituyendo los equipos de voluntarias, pero pasado el primer turno, las tres permanecieron voluntariamente sin tener que ser sustituidas.

Algunas semanas después, el 22 de octubre de 1936, el Ejército republicano asaltó el Puerto de Somiedo y consiguió conquistarlo la noche entre el 26 y el 27 de octubre. Las tropas invadieron la zona y ocuparon el hospital donde las tres nuevas beatas trabajaban. Apenas entrando los milicianos al hospital, los soldados heridos fueron fusilados, otros escaparon y el resto del personal -algunos soldados, médicos y las tres enfermeras- fueron arrestados y entregados al Comité de Guerra.

Un médico y las enfermeras tuvieron ocasión de huir, pero no lo hicieron para no abandonar a sus pacientes. Fueron en contingente hacia Pola, a unos 8 km de distancia, y en el trayecto fueron fusilando a varios de los soldados arrestados. A Pilar, Octavia y Olga no las mataron inmediatamente, sino que las llevaron a la casa del médico de la zona y las entregaron en manos de los milicianos, quienes las torturaron y violaron durante toda la noche. Un carro, sobre el que habían colocado el cadáver del capellán, giraba alrededor de la vivienda para impedir con su ruido que se oyeran los gritos de las enfermeras.

Desde el primer momento las consideraban católicas practicantes, al punto de confundirlas con monjas, porque rezaban continuamente, señal evidente de su conformidad con la voluntad divina. Si el hecho de prestar un servicio claramente vinculado a la Cruz Roja y, por tanto, de su imparcialidad en el conflicto, la manifestación de su fe a través de la oración y los objetos religiosos que portaban consigo llevó a los milicianos a concentrar su atención en las tres enfermeras y este fue el móvil del asesinato. Les pidieron renegar de Dios y de la Patria, que gritaran “Viva Rusia”, pero valientemente dijeron: “Por Dios y por España se muere solo una vez”.

Al día siguiente, 28 de octubre de 1936 tuvo lugar la ejecución, hacia las 2 de la tarde. En el fusilamiento participaron algunas milicianas que mostraron singular crueldad hacia las víctimas. Las llevaron paseando por el pueblo, atadas: Pilar al centro y a los lados Octavia y Olga, mientras en los extremos distales a dos falangistas. Dispararon primero a los dos falangistas, luego a Octavia y a Olga, quedando solo con vida y de pie Pilar que, arrastrada por las caídas de los cuerpos de sus compañeras, cayó también al suelo. Y ahí la ultimaron. Los cuerpos fueron abandonados un día entero y hasta la noche los recogieron y sepultaron en una fosa común.

El hecho causó gran impacto en la población. Su muerte violenta no pasó inadvertida, pues nunca antes en Europa se había asesinado a enfermeras de la Cruz Roja, mucho menos después de violarlas, y nunca encargando su fusilamiento a mujeres milicianas. Hasta 1938 los restos pudieron ser exhumados y, por concesión especial del Papa Pío XI, trasladados con grandes honores a la Catedral de Astorga, donde se encuentran actualmente. Su muerte fue circundada de un aura martirial. En 2006 se abrió el proceso de beatificación en la Diócesis de Astorga, concluyéndose al año siguiente. Luego de ser recogidos los testimonios orales y documentales, se dejaron en manos de la comisión de la Congregación para las Causas de los Santos. Finalmente, el Papa Francisco reconoció el martirio y autorizó promulgar el Decreto super martyrio, que permitió su beatificación el 29 de mayo de 2021. Su memoria litúrgica se celebra cada año el día 6 de noviembre, junto con todos los Mártires del siglo XX en España.

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