Celebramos el día del Señor en este Domingo XXIX del Tiempo Ordinario que providencialmente la palabra de Dios centra su atención en la fe, algo que nos viene como anillo al dedo en este fin de semana en que celebramos unidos a toda la Iglesia Universal el Domingo Mundial de las Misiones (antes Domingo Mundial de la Propagación de la Fe); es decir, el DOMUND. El Papa León XIV que fue misionero en Perú nos ha pedido que todas las parroquias del orbe católico vivamos esta jornada orando especialmente por la fecundidad de la labor apostólica. También nuestro Arzobispo nos ha recordado en la entrevista que ha concedido esta semana que ''si nos encerramos en nosotros mismos y nos atrincheramos, estamos renunciando a un elemento básico, como es la de ser misioneros''. Veamos cómo las lecturas de este día nos invitan también a vivir la fe y transmitirla.
En la primera lectura hemos escuchado ese relato del libro del Éxodo que nos presentan las luchas entre Amalec y Moisés, entre amalecitas e israelitas. En estos días en que intensificamos en nuestra oración la plegaria por la paz como nos ha pedido el Papa en este mes del rosario, nos encontramos con un relato de violencia que puede llevarnos a la perplejidad si no profundizamos en el mensaje que esconde entre líneas el texto. No nos manda el Señor empuñar armas o legitimar la violencia; nada de esto. La Iglesia nos pone delante esta escena para que hagamos nuestra su moraleja, y ésta estriba en que la victoria nunca está en la fuerza bruta, en la lucha o la guerra, sino en permanecer en Dios y junto a Él. No vencían los israelitas por un poder mágico cuando Moisés levantaba las manos, lo que realmente pasaba era que él se entregaba a orar con las manos en alto, y es que sólo la perseverancia en la oración es la que da frutos, la que mantiene viva la fe y en donde el mundo encuentra las respuestas que necesita. Así el salmo 120 es el resumen perfecto de la primera lectura: ''Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra''.
La epístola de este día, tomada de la segunda carta que San Pablo envía a su discípulo Timoteo, vuelve a incidir en la cuestión de la fe, siendo el primer consejo la familiaridad con la Palabra de Dios: ''desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús''. Se nos olvida que sumergirnos en la Bíblia no es andar entre literatura humana, sino en palabras inspiradas por el Espíritu Santo que nos siguen hablando hoy a nosotros en nuestras vivencias y circunstancias cotidianas. No nos quedemos ante textos novelados, sino vivos, en los que el Señor dialoga con nosotros, toca nuestras realidades y nos estimula a anhelar la salvación. También habla Pablo del final de los tiempos, algo que el evangelio de este domingo también aborda. El apóstol es claro: ''de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos''... Y este recordatorio no lo hace como amenaza o inducción al miedo, sino como estímulo a no dormirse en los laureles; el anuncio del evangelio no tiene vacaciones, por eso San Pablo nos regala esa invitación tan solemne para este día misionero por excelencia: ''por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina''. Muy importante es la última coletilla ''y doctrina''; es decir, no vale anunciar un Jesús y un Evangelio a nuestro gusto y medida quedándonos con lo que nos atrae y omitiendo lo que nos molesta en los oídos, así presentaríamos a un personaje hermoso y relevante, pero no llevaremos a Cristo a los demás.
Finalmente, el evangelio de este domingo tomado del capítulo 18 de San Lucas, nos pone delante la parábola del juez y la viuda. Hay que partir de una evidencia: en el contexto social del tiempo de Jesús las viudas eran uno de los colectivos más vulnerables, y es que dado que las mujeres estaban sujetas al esposo y vivían de su salario, una vez que este fallecía si sus hijos no eran ya adultos, su única esperanza era el vivir de la limosna. Si hacemos memoria, todo el Antiguo Testamento está plagado de relatos de viudas y también de jueces, y es que la ley marcaba el ritmo de vida del pueblo de Israel. La parábola en sí misma no se nos presenta para hacer un análisis jurídico de si la viuda actuó bien o si el juez le dio la razón sin criterio o con éste, lo que realmente se nos quiere poner delante de nuestros ojos son dos realidades: por un lado la viuda logró alcanzar su propósito por su perseverancia, por no rendirse, a pesar de tener ya el "no" de entrada. Igualmente, el juez quizás tendría sus dudas en darle o no la razón a esta mujer, o si su reclamo era idéntico al de tantas otras que se habían ido ya con el no. ¿Por qué el juez le hace justicia; sólo para quitársela de delante?. Más bien lo que tocó el corazón del juez fue precisamente que esta pobre mujer que tenía todas las de perder tenía una fe ciega en su justicia, y así y por eso la alcanzó. Esto ha de estimularnos a nosotros a no pensar nunca que la fe no resuelve problemas, que la oración no obtiene resultados, o que Dios no mira por sus fieles desvalidos. Nunca olvidemos lo que tantas veces decimos: la justicia de este mundo en nada se parecerá a la justicia del cielo. Hay muchos que aparentemente en este mundo se han salido con la suya, pero ante Dios no tienen nada que hacer...
Con estas ideas podemos hacer nuestra mochila ya hoy para empezar la misión, y es que tenemos que actualizar ya la idea de lo que es un misionero. Misionero es el enfermo que lleva años sin salir de su cama, y cada vez que sufre dolores no se queja, sino que los ofrece al Señor por la propagación de la fe en el mundo. Misionera es la religiosa de clausura que sin salir de los muros de su monasterio ora día y noche para que no se apague la llama de la fe en tantos lugares donde está en minoría. Misionero es el niño que a pesar de las burlas de sus compañeros no niega a Jesús pese a ir contra corriente queriendo hacer la Primera Comunión y después la Confirmación. Misionera es la enfermera que no se deja pisar por sus compañeras ateas y en navidad pone el belén o el niño Jesús en el pasillo de los enfermos terminales... Todos y cada uno de nosotros somos invitados a ser misioneros de la esperanza en nuestro entorno, para que cuando vuelva el Hijo del hombre sí encuentre fe en la tierra.
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