sábado, 26 de octubre de 2024

Volver al Corazón. Sobre la encíclica del papa "Dilexit nos". Por Guillermo Juan Morado

(La puerta de Damasco) Con fecha del veinticuatro de octubre de 2024 el papa Francisco ha publicado su cuarta encíclica, titulada “Dilexit nos” – “Nos amó” –, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. No se aparta el pontífice de la entraña del cristianismo, el amor de Cristo, ni de las actuales necesidades del hombre, que busca sentido y orientación para su existencia, que precisa retornar a su interior para no perder su propio centro.

Hay que realizar la síntesis de todas las dimensiones que nos constituyen: los deseos, la inteligencia, la voluntad, la imaginación y los sentimientos. “Necesitamos que todas las acciones se pongan bajo el «dominio político» del corazón”, dejándose moderar por su latido. Solo el corazón, lo más profundo de nosotros mismos, es capaz también de unir los fragmentos, superando la dispersión del individualismo. La urgencia de esta tarea, recuperar el corazón, es patente, “viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales”.

El Corazón sagrado “es el principio unificador de la realidad, porque «Cristo es el corazón del mundo; su Pascua de muerte y resurrección es el centro de la historia, que gracias a él es historia de salvación»”. En los gestos y en las palabras de Jesús se expresa la proximidad, la compasión y la ternura de Dios. Sobre todo, en el gesto supremo de la cruz, su palabra de amor más elocuente: «Me amó y se entregó por mí», dice san Pablo.

La Iglesia no deja de contemplar el misterio santo del Corazón del Señor. Citando al teólogo español Olegario González de Cardedal, el papa recuerda que, por el influjo del pensamiento griego, la teología durante mucho tiempo relegó el cuerpo y los sentimientos, pero «lo que no resolvió la teología en teoría lo resolvió la espiritualidad en la práctica. Ella y la religiosidad popular han mantenido viva la relación con los aspectos somáticos, psicológicos, históricos de Jesús. Los Vía Crucis, la devoción a sus llagas, la espiritualidad de la preciosa sangre, la devoción al corazón de Jesús, las prácticas eucarísticas […]: todo ello ha suplido los vacíos de la teología alimentando la imaginación y el corazón, el amor y la ternura para con Cristo, la esperanza y la memoria, el deseo y la nostalgia. La razón y la lógica anduvieron por otros caminos». El amor de Cristo es, sí, infinito y divino, pero es también espiritual y sensible. El avance de la secularización no aconseja alejarse de esta concreción, de la síntesis encarnada del Evangelio.

La historia de la espiritualidad cristiana se ha alimentado, desde el principio, del amor que brota del Corazón traspasado de Cristo. El papa menciona, entre muchos otros santos, a santa Gertrudis de Helfta, religiosa cisterciense que “narró un momento de oración en el cual reclinó la cabeza en el Corazón de Cristo y escuchó sus latidos. En un diálogo con san Juan Evangelista le preguntó por qué en su Evangelio él no había hablado de lo que vivió cuando tuvo esa misma experiencia. Concluye Gertrudis que «la dulzura de esos latidos se reservó para los tiempos modernos, de manera que, escuchándolos, pueda renovarse el mundo envejecido y tibio en el amor de Dios»”.

Quizá sea ya nuestro mundo ese mundo envejecido al que alude la santa, necesitado, para no morir de aburrimiento, de escuchar esos latidos de vida. Lejos de conducir a una vivencia intimista de la fe, la devoción al Sagrado Corazón se plasma en el compromiso comunitario y social, en la reparación de un mundo deformado por el odio y la violencia, así como en el compromiso misionero, en la irradiación del amor del Corazón de Cristo.

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