viernes, 25 de octubre de 2024

Rouco: «El magisterio de Juan Pablo II es uno de los más importantes en la historia de la Iglesia»

(Rel.) Este martes, el cardenal Antonio María Rouco Varela, de 88 años, protagonizó un coloquio en el Casino de Madrid organizado por el Instituto Karol Wojtyla con motivo del cuadragésimo aniversario del segundo viaje de Juan Pablo II a España, el 10 de octubre de 1984.

Fue una escala de cinco horas en Zaragoza, un alto en su viaje apostólico a la República Dominicana. En la homilía de la misa en la basílica del Pilar, el Papa exaltó la gesta evangelizadora de España en América, "una tarea ingente y secular que tuvo su origen aquí, en tierras ibéricas. Una siembra generosa y fecunda la de aquellos misioneros españoles y portugueses que sembraron a manos llenas la Palabra del Evangelio, en un esfuerzo que llega hasta hoy, y que constituye una de las páginas más bellas en toda la historia de la evangelización llevada a cabo por la Iglesia".

Para valorar la figura de San Juan Pablo II, Rouco fue entrevistado ante más de doscientas personas por Bieito Rubido, director de El Debate, y José Francisco Serrano Oceja, autor del reciente ensayo histórico Iglesia y poder en España. 

Pero antes, ambos periodistas le hicieron algunas preguntas personales sobre su trayectoria episcopal.

Del "rayo en la cabeza"... a Aznar, Zapatero y Rajoy

El cardenal contó que cuando le propusieron en 1976 ser obispo auxiliar de Santiago de Compostela, fue como recibir "un rayo encima de la cabeza": recién cumplidos los cuarenta años, contento con su sacerdocio como profesor y canonista (era rector de la Universidad Pontificia de Salamanca) y en un momento en el que "la asimilación del Concilio Vaticano II era complicada", el cargo no le apetecía nada. "Y para ser obispo hay que ser algo santo y yo no lo era", añadió.

Le dejaron varias semanas para pensarlo, y al final dijo que sí. Relató diversos momentos gratos de su experiencia de 18 años en la diócesis compostelana (ocho como auxiliar, diez como titular) y su llegada en 1994 a Madrid, sobre cuya "riqueza espiritual" por la abundancia de carismas activos no ahorró elogios, además de señalar como novedad para él encontrarse un ambiente menos marcado por el nacionalismo.

En 1998 fue elevado al cardenalato y en 1999 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española, cargo que desempeñó durante cuatro mandatos (1999-2005 y 2008-2014). A una pregunta directa sobre el poder que se le atribuye durante ambos periodos, destacó que "son los obispos los que tienen la responsabilidad" sobre sus diócesis, y el secretario general sobre los asuntos de la conferencia, relativizando el de su presidente, aparte del que le corresponde al presidir todas las comisiones.

Sobre su relación con los presidentes del Gobierno durante esos dos periodos no profundizó. Dijo que fueron "cordiales" con José María Aznar, "amables" (marcó la diferencia, con risas de los presentes) con José Luis Rodríguez Zapatero y "entre gallegos" (más risas) con Mariano Rajoy.

Un magisterio sin parangón en la historia

Entrando en materia sobre Juan Pablo II, Rouco señaló que no le conocía cuando fue elegido. De hecho, escuchó el nombramiento -se entiende que en la radio del vehículo- cuando se dirigía a un pueblo a unas confirmaciones, y de primeras el apellido Wojtyla le sonó a africano.

En la primera vez que se saludaron, cuando fue presentado al Papa por el futuro cardenal Santos Abril (quien en aquel momento, como diplomático, trabajaba en la Secretaría de Estado), Rouco le habló en alemán -idioma que domina por sus veinte años de estudio allí y sabía que el Papa conocía- y se encontró con la sorpresa de ser respondido en español.

En diciembre de 1981 le vio durante la visita ad limina de los obispos de Galicia. Pensaron que se suspendería, porque tuvo lugar al día siguiente del golpe de mano del general Wojciech Jaruzelski para reforzar la represión comunista en Polonia. Pero el Papa polaco mantuvo la agenda y durante la comida preguntó por la situación de España "de forma bastante intensa”, entereza de ánimo que impactó a los prelados gallegos.

"El magisterio de Juan Pablo II es uno de los más importantes en la historia de la Iglesia", no dudó en afirmar Rouco, "desde el punto de vista cuantitativo y desde el punto de vista cualitativo. Él vio que el problema central de la Iglesia después del Concilio Vaticano II era la fe en Dios. Y trató todos los grandes temas de la fe con una profundidad cada vez mayor”, sobre todo a través de sus encíclicas.

Dos encíclicas sobre Cristo, al principio y al final

El cardenal hizo un repaso de todas ellas y su contenido, desde la Trinidad en sus primeras encíclicas a los fundamentos de la moral en Veritatis Splendor o su aplicación en Evangelium Vitae, donde ofrece respuestas “claras, transparentes” sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana.

Juan Pablo II "empezó su pontificado anunciando a Cristo en Redemptor Hominis y lo terminó anunciando que a Cristo hay que encontrarlo en la Eucaristía" con Ecclesia de Eucharistia, "un texto bellísimo".

"La riqueza del magisterio de Juan Pablo II creo que no tiene comparación en la historia de la Iglesia", reiteró.

Tuteándose con un sabio

También con Benedicto XVI mantuvo un trato frecuente, aunque, a diferencia de lo que le había pasado con su predecesor, ya había conocido y tratado mucho a Joseph Ratzinger, como obispo y como teólogo, antes de ser elevado a la sede de Pedro. Cuando Ratzinger, con todo el peso de su celebridad como teólogo y sus dos décadas como prefecto de la Doctrina de la Fe, le dijo "creo que nos tenemos que tratar de tú", fue un momento "maravilloso".

Rouco destacó el interés con el que Ratzinger, antes y después de ser elegido Papa, por lo que se estaba haciendo con la Universidad de San Dámaso en Madrid: “Decía que el servicio a la fe que teníamos que prestar era muy importante para la Iglesia”.

Sobre Francisco, destacó que también le había tratado mucho antes de 2013, por la estrecha vinculación que el recién elegido Papa Jorge Bergoglio había tenido con los obispos españoles a través de la predicación de ejercicios espirituales.

En una última pregunta, ya del público, sobre la oración que recomienda para mantener unida la familia, el cardenal Rouco apuntó al Santo Rosario y a la popular devoción de rezar tres avemarías antes de acostarse.

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