Dios siempre es paciente y cumple con sus promesas. Hoy, precisamente celebramos a Nuestra Señora La Virgen del Pilar que habla de la Promesa que hizo sobre esta Bendita Tierra. Es el inicio de que fuésemos Tierra de María como la llamó Juan Pablo II y lo han repetido tanto el Papa Benedicto XVI como Francisco. La tradición nos lleva al siglo I.
Los Apóstoles siguen el mandato de predicar el Evangelio por todo el mundo. En el caso de Santiago Apóstol le toca venir hasta las tierras Iria Flavia en Hispania, que daba al Finisterre. Su presencia aquí no tuvo mucho éxito aparente. El motivo es que las gentes pobladoras de entonces que tenían que ver con los fenicios, íberos y tartesos lo tomaron todo como una cosa de moda, pero se mantuvieron en la indiferencia.
Santiago se sintió abatido. Se veía derrotado. Para asimilar el desprecio de estas gentes se sentó en la Cesaraugusta -como se llamaba entonces a Zaragoza- pensando que todo estaba perdido. En ese momento oyó como un sonido de campanas celestiales. Era la llegada de la Virgen en Carne Mortal desde Éfeso.
Y es que aún no había sido Asunta a los Cielos. Se acercó al Apóstol y le mostró una Columna. Era la señal para confortarle y decirle que su predicación no había caído en saco roto porque esta tierra sería fuerte en la Fe. Y para garantizarlo la Señora le pidió que le construyese así un Templo desde el que cuidaría de todos sus hijos.
Así surge la gran Basílica a orillas del Ebro que conocemos hoy. El Papa Clemente XII instaura la Festividad del Nuestra Señora del Pilar, el día 12 de octubre. Tal día como hoy, en 1492 se descubre América y bajo el Manto de la Virgen del Pilar se pone la Evangelización del Nuevo Continente.
ORACIÓN DE JUAN PABLO II A NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y él sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.
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