La Academia Sueca ha otorgado el Premio Nobel de Literatura 2023 al escritor noruego Jon Fosse (Haugesund, 1959), por dar voz «a lo indecible» en su diversificada obra literaria: teatro, poesía, ensayo, novela, cuentos infantiles y traducciones.
En su juventud, Fosse se declaraba ateo y marxista. Era de guisa hippie y le gustaba la música y leer. Fue precisamente esta afición suya, la de la lectura, la que lo llevó a estudiar Literatura comparada en Bergen. Luego, se dedicó a la escritura.
En 2012 se convirtió al catolicismo, aunque, a decir verdad, ya desde la infancia sintió una llamada a cultivar el sentido espiritual de la existencia. Sin embargo, fueron sus lecturas del Maestro Eckhart (1260-1328), dominico, las que lo guiaron hacia la luz, que encontró al fin en la Iglesia católica, sobre todo después de haber sido azotado duramente por el flagelo del alcohol.
El proceso de aproximación a la Iglesia católica tuvo lugar después de haber observado que lo de escribir no era, en él, una moción que proviniera del corazón, sino de fuera: «En el proceso de escritura hubo algo que no pude entender del todo, un misterio: ¿de dónde viene? No viene de aquí (señala su corazón). No, es de ahí fuera», confesó en una entrevista que le hicieron para una revista de libros.
Y así empezó a creer en un Dios personal. Sin dogmas ni iglesias. Simplemente desde su vocación de escritor. En un Dios que está dentro y, a la vez, fuera. Y sintió la necesidad de compartir su fe con otros creyentes. Frecuentó entonces a los cuáqueros, de los que se fue separando en la medida en la que iba descubriendo que la escritura era su particular forma de orar y que cuando estaba a solas consigo mismo se hallaba en lo que él denominaba su “congregación silenciosa”.
«Hace muchos años dije que, para mí, escribir era rezar, que ése era mi modo de rezar. Me sentí estúpido cuando lo dije, pero después leí en alguna parte que Kafka había dicho exactamente eso mismo respecto a su escritura», le comentó recientemente Jon Fosse a un periodista.
Hasta que un día se dejó caer por una Iglesia católica a la hora de Misa. Y aquello le gustó. Y siguió yendo. Y comenzó a interesarse por las cuestiones relativas a la fe. Y por fin dio el paso: entró en la Iglesia, católica, apostólica y romana.
Es cierto que lo atrae, más que la romana, la liturgia de los ortodoxos, pero llegó a imbuirse de tal manera de la doctrina católica que le parece a él que ésta es la verdadera. Y si un místico como el Maestro Eckhart era hijo de la Iglesia católica es porque en ella se satisfacen plenamente las altas aspiraciones del ser humano que anhela descansar en Dios.
Desde que fue recibido en la Iglesia católica, en la literatura “fosseana” se aprecia notablemente su perspectiva como creyente en Dios. Y así, en “Septología”, por ejemplo, el lector hallará que, en la trama, en los personajes -sobre todo el protagonista- y en el desarrollo, hay mucho de la biografía espiritual del autor, en la que la luz de Cristo brilló con los inefables resplandores de su Pascua y de su Gloria.
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