(De profesión cura) Inicial, media y final. No sé ya la cantidad de convocatorias que tengo sobre mi mesa para los próximos días. En esta Iglesia nuestra no hay nadie con un mínimo encargo a su persona que no decida, antes de nada y por encima de cualquier otra realidad, organizar un amplio calendario de reuniones con el objetivo fundamental de reunirnos más.
Imaginen que a don Veremundo le hacen delegado de pastoral de viudas centenarias. El organigrama es siempre el mismo: contarnos la importancia fudamental de esa pastoral en cada parroquia, conseguir una persona responsable en cada una de ellas y, a partir de ahí, reunir a los responsables, organizar una coordinadora de arciprestazgo, vicaría y diócesis, implicar a los párrocos, programar retiros específicos y alguna celebración en la catedral y, que no se me olvide, varias sesiones de formación para las personas implicadas en el asunto.
Este mismo esquema me lo aplican para liturgia, catequesis por edades, grupos juveniles, Cáritas, inmigrantes, responsabilidad ecológica, economía, vida ascendente, misiones o enfermos en general. Añadan, evidentemente, las reuniones normales con los sacerdotes del arciprestazgo, los encuentros de vicaría, la formación permanente, las convocatorias en la catedral, retiros y ejercicios.
¿Verdad que con solo leer esto ya se han estresado? Si ya sabía yo… Pero bueno, todo sea por la extensión del Reino de Dios, la conversión de los pecadores y el aumento de los hijos de la Iglesia.
Este frenético y absurdo ritmo de reuniones al que nos vemos sometidos desde hace cincuenta años, está dando, entre otros, los siguientes frutos, que tomo de Serrano Oceja, y que a su vez entresaca de un artículo de Rodrigo Terrasa en El Mundo:
Según la última encuesta del Instituto 40dB, sólo los partidos políticos generan menos confianza en los españoles que la Iglesia católica.
El último barómetro del CIS desploma el porcentaje de ciudadanos que se declaran católicos, un 52%, la cifra más baja en la historia.
En 1978 los creyentes en España eran unos 90,5%, hoy apenas superan el 50%.
En los últimos 45 años, el porcentaje de los que se declaran agnósticos, ateos o no creyentes ha pasado de un 7,6% a un 44,1%.
La tendencia apunta a que España en 2024 dejará de ser mayoritariamente católica desde hace muchos siglos… desde la época de Teodosio, Recaredo…
En los últimos 20 años, las vocaciones en España, según los datos de la CEE, han caído un 40%.
Hoy hay 16.126 curas para 22.947 parroquias.
Según el último estudio de laicidad de la Fundación Ferrer i Guàrdia, más de un 60% de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años no se consideran religiosos. Un 58% entre los de 25 y 34 años.
No voy a seguir. No hace falta. Pero sí tendremos que reconocer que pasarnos el día de reunión en reunión no solo no arregla nada, sino que las cosas se siguen estropeando. Es igual. Empeñados que todo se soluciona reuniéndonos. Tanto, que hasta estamos celebrando un sínodo sobre la sinodalidad, es decir, una reunión sobre lo importante que es reunirse. Mientras, las iglesias se vacían, la plaza de san Pedro cría tomateras y las grandes naciones católicas del mundo, Brasil por ejemplo, ya están dejando de serlo.
Mirar a la historia es terrible, porque es acercarse a un espejo que nos enfrenta a la realidad. Nuestros curas de antes, ¿a qué dedicaban el tiempo? ¿Cuántas horas en reuniones y cuántas en la iglesia? ¿Cuántas en asambleas, coordinadoras y consejos y cuántas rezando y confesando? ¿Cuántas averiguando su huella de CO2 y cuántas celebrando los sacramentos?
Es igual. Convocatorias y más convocatorias que solo nos sacan un triste: jo… otra reunión. Y si encima se viera algún fruto…
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