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martes, 12 de enero de 2016
Turismo de pobres o ir de Misiones. Por Rodrigo Huerta Migoya
En este mundo tan globalizado y tan coherente, el sentido común sigue siendo, a la vista de los acontecimientos, el menos común de los sentidos. Algo que queda de manifiesto a la hora de tratar el delicado asunto de la vocación misionera de la Iglesia. Más, pensemos por un instante: ¿Qué es la misión?, ¿Dónde está?: ¿de verdad lo sabemos?
Hace un siglo pensar en misión era hablar de África o Latinoamérica, dos continentes que decíamos necesitados de Dios; más ya en pleno siglo XXI se nos ha insistido en que los antaño “países de misión” nos llevan la delantera y somos ahora nosotros, la vieja Europa, la que está necesitada de Dios. Con gran acierto y criterio pastoral nuestros párrocos de los años 40 y 50 vieron la necesidad de celebrar en cada comunidad, por pequeña que fuere, un tiempo de Santas Misiones, de refrescar el anuncio, de poner a toda la feligresía en clave de fe mediante charlas, predicaciones en la calle, celebraciones penitenciales, procesiones eucarísticas, consagraciones a la Virgen o al Sagrado Corazón etc… ¿No será que se lo olían o lo veían venir?
Hoy, con la que está cayendo con una Iglesia envejecida y en sus horas más bajas y necesitada más que nunca de arrimar el hombro, seguimos “jugando” a ir de misiones cuando son “los de allá” los que están viniendo a evangelizarnos. No en vano la Iglesia asturiana cuenta ya con dos sacerdotes africanos (en Piloña y Leitariegos) y seis latinoamericanos (en Panes, Pola de Allande, Villayón, Gozón, Somiedo y Grado ): ¿Tiene sentido que se nos vayan sacerdotes españoles a Africa, América o Asia, cuando nuestras diócesis ya se están viendo reforzadas por aquellos sacerdotes “indígenas”?; ¿No era el papel y el objetivo de la Iglesia el ir abandonando los lugares de misión una vez que estos estuvieran provistos de clero propio y asentados los cimientos eclesiales?...
La verdadera vocación misionera según definió el Concilio Vaticano II en el decreto “AD GENTES DIVINITVS”, es el deseo de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y esto no sólo atañe a los países en vías de desarrollo. Igualmente el Concilio, en lo referente al ministerio y vida de los presbíteros, recomienda que no se envíen sacerdotes aislados a otras tierras, sobre todo si no conocen bien la cultura y costumbres.
Sin duda, África y muchos países de Latinoamerica y Asia siguen siendo “tercer mundo” necesitado de ayuda sanitaria, económica, material … pero en lo espiritual, los europeos, dadas las circunstancias, poco podemos aportar, a no ser que vayamos a aprender. No está muy clara en muchos casos nuestra aportación a esos “países de misión”. Al tiempo, sólo hay que ver cómo en nuestros conventos de clausura, como en las Dominicas de Cangas del Narcea el renuevo juvenil de éstas son monjitas de la india; las Salesas de Oviedo tienen varias novicias africanas; o las Agustinas Recoletas, o las Clarisas de Villaviciosa, tienen savia nueva mejicana. ¿Nos queremos engañar?... Hoy aquellos países son tierra de otras necesidades, pero la misión dura y difícil está ahora aquí, en nuestro suelo.
Hoy pocas son las diócesis españolas, a excepción de alguna como Toledo, con Moyobamba, las que se pueden permitir “el lujo” de desprenderse de sacerdotes en beneficio de las misiones. Pongamos algunas cifras sobre la mesa:
El Anuario Pontificio de 2014 apuntaba el aumento de clero con los siguientes porcentajes: África creció un 24%; Asia creció en 20%; América creció en 1,6%, Oceanía creció un 0,6% y, sin embargo, nuestra Europa descendió en sacerdotes en un 6%.
Tres diócesis para comparar:
Oviedo (España) 900 parroquias / 400 sacerdotes: 1.080 329 católicos
Udin Thani (Tailandia) 60 parroquias / 41 sacerdotes: 17.000 católicos
Quito (Ecuador) 173 parroquias / 500 sacerdotes: 1.557 255 católicos
En este aspecto, nos podemos remitir a la Constitución “Presbyterorum Ordinis” (del Concilio Vaticano II) la cual ya remarca que los presbíteros de las diócesis más ricas en vocaciones han de estar prontos a partir con la invitación o permiso de su obispo para ejercer su ministerio en regiones, misiones u obras que padezcan penuria y escasez de clero (eso, ahora, es Europa).
Es cierto que es complejo clasificar dónde hay verdadera misión o no; lo que interesa es diferenciar labor humanitaria de labor evangelizadora, ya que sigue habiendo países pobres con falta de recursos sí, pero mucho más probados y demostrados en la fe que nosotros. Como me decía un sabio religioso y amigo, la diferencia entre ir de misión y hacer turismo de pobres se nota en los que se abajan y trabajan sin que nadie los vea, contrapuestos con los que sólo suben fotos al “facebook” abrazando a necesitados. España necesita misioneros en su suelo.
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