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lunes, 11 de enero de 2016
Memoria histórica de un niño de derechas. Por Jorge Gonzalez Guadalix
Mi madre, q.e.p.d., era muy guarduña de papeles. En casa existe documentaciónde su familia y de la familia de mi padre desde hace tiempo. Una de las cosas que hago cada miércoles, que es ese día medio libre que suelo pasar en el pueblo, esrevisar papeles, clasificar, ordenar, curiosear documentación que en algunos casos llega hasta el siglo XVIII.
Algunas cosas del todo previsibles: testamentos, escrituras de fincas, cartas, pagos de impuestos, recibos varios, certificados, libros de cuentas de los abuelos… También he encontrado otra documentación cuya existencia ignoraba por completo.
Quizá de lo más impactante el documento, de fecha 23 de agosto de 1936, por el cual se exigía a mis abuelos la entrega “en el plazo de cuarenta y ocho horas” de la cantidad de mil pesetas con destino a las milicias populares y sus familiares. Unos meses más tarde, con fecha de 4 de septiembre de 1937, otro documento obligaba a mi abuelo paterno a exiliarse de su propio pueblo dejando todos sus bienes tanto inmuebles como ganados a disposición del Consejo Municipal “que ya decidiría su destino”.
Jamás habíamos visto esos papeles. Sí nos habían contado que el abuelo pasó la guerra en Madrid y que le habían obligado a dejar el pueblo. Pero en jamás de los jamases supimos quienes habían firmado esas órdenes ni los responsables de todo aquello. Más aún, he sido y soy amigo de los nietos de uno de los firmantes. Esta es la memoria histórica que vivimos en mi casa, una casa de derechas.
Se hablaba de la guerra, eso sí, sobre todo el abuelo, mi padre, que nos contaba de sus andanzas por media España en los tres años de contienda, e incluso así no demasiado. Pero imposible de todo punto querer sacar más, sobre todo cuando nosotros, ya mayorcitos, preguntábamos por la gente del pueblo y exigíamos nombres de los que hicieron tal o tal cosa. No de derechas ni de izquierdas. Siempre la misma respuesta: “eso ya se pasó y no hay que dar más vueltas”. En una ocasión en que me atreví a dar un nombre, mi madre simplemente me dijo: “las circunstancias, porque no era mala persona”.
Esta es la memoria histórica que vivimos en mi casa, una casa de derechas de toda la vida, desde la cual mis padres se entendían con todo el mundo, y donde jamás se fomentó el odio, se buscaron cosas raras o se nos inculcó una terrible separación entre buenos y malos, ni siquiera la más mínima indicación sobre cualquier vecino.
En casa, en una carpeta especial, guardo ahora estos documentos de aquellos años sin más fin que el mero recuerdo histórico que queda en mi sencillo archivo familiar que vaya usted a saber dónde acabará el día que un servidor falte.
Lo que no acabo de comprender es el sentido de querer sacar a la luz cosas que la inmensa mayoría de los españoles no tenemos ganas de revolver ni de sacar a la luz. Pasó y pasó. Pues hale, parece que llega la revancha. Y yo me pregunto ¿revancha cuando ni siquiera nos enseñaban los papeles? Seríamos raros, pero así lo vivimos en casa. Y como nosotros, otros muchos, la mayoría de la gente.
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