Ante todo y de corazón, mis mejores deseos para en nuevo año a todos los que nos siguen en la Hoja Parroquial, en “el Blog” y en “el Facebook” de la Parroquia.
Parece que iniciamos el 2016 sin haber superado todavía “los arrastres” del anterior; parece -digo- porque hay algo que no cuadra en esta ecuación. Los últimos años en general, han sido muy duros en la economía de muchas familias, donde la famosa “crisis” ha hecho profunda mella. El Paro, la inestabilidad y la precariedad laboral, han empobrecido a una población que, resignada, trata de sobrellevar el momento agarrada a lo que puede y donde las pensiones, sobre todo de “los mayores” (la mayoría no van más allá de los 600€) han vuelto a ser en muchos casos el principal cimiento sobre el que se asientan las crisis de toda la unidad familiar.
Al hilo de esto, recuerdo en mi infancia y adolescencia los malabarismos de mi madre para llegar a fin de mes, la cual pasó toda la vida trabajando desde niña y, pese a ello, la vida entera en crisis. Si hoy en día no todos los sueldos son buenos (según los casos y empleos) antes eran más bien ridículos. Y se estaba además a las arbitrariedades del jefecillo de turno y a las “cacicadas” de los de arriba, de los de en medio y de los de al lado. A día de hoy, yo no sé si esto lo han resuelto los sindicatos, o, de otra forma, posiblemente haya más de lo mismo…
Antes hasta los calcetines pasaban de generación en generación y mucha gente no sabía lo que era un coche en la familia. Hoy los niños eligen sus marcas de de ropa y deportivos consultándolo por internet en su “Smartphone”. No existían las prestaciones por desempleo, ni las pensiones no contributivas, ni las ayudas familiares, ni las asistencias sociales, ni las prestaciones por minusvalías, ni las subvenciones o incentivos por determinadas precariedades familiares, personales o sociales….de esto podrían hablar también mucho algunos curas y monjas de ese tiempo y la Iglesia en general.
A la fecha hay (todavía de forma insuficiente) de todo, y, sin embargo, todo el mundo se queja de “la crisis”. Una crisis que no acabo yo de entender muy bien y en la que como decíamos anteriormente, falla algo. Pues en este tiempo de Navidad, en todas las grandes superficies comerciales como “Parque Principado” (ahora “Intu Asturias”) es casi imposible aparcar o caminar por la cantidad de gente que hay haciendo compras. Todas las tiendas y los restaurantes están llenos e incluso con largas colas. Las agencias de viaje no dan abasto y los hoteles, casas rurales y restaurantes, rondan la ocupación total: ¿Dónde está pues, la crisis?...
Los bancos ya no dan créditos como antes; las hipotecas siguen estando ahí, y, pese a todo, nadie se queda en casa ni sin cotillón navideño o fiesta….lo dicho: algo falla y no está claro para nada. Pienso que en la búsqueda de alguna respuesta a todo esto, la podríamos encontrar en otra crisis mucho más profunda, origen y “madre” de todas las crisis familiares y económicas: La Crisis de valores morales y cristianos. Cuando nuestros cimientos y principios cristianos se contaminan de un mundo materialista, los valores humanos y morales se tambalean también y hace que vivamos en un constante “sálvese quien pueda” que genera la huída hacia un hedonismo ramplón y gallináceo que provoca que en estos días se “derritan” las tarjetas de crédito, y las falsas apariencias sean la verdadera tarjeta de visita de mucha gente que, con tal de tener el viaje al Caribe o asegurada la estancia en la estación de esquí, pasan el resto del año a garbanzos y lentejas al mediodía. Y es que -siempre lo tuvo muy claro mi madre- donde no hay, no se puede sacar.
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