Reflexiones
1ª) ¡Jesús, entre los pecadores, se acerca al Jordán!
Fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que le bautizara. Sorprendente situación: Jesús entre los pecadores camino del Jordán. Desde el comienzo del relato se invita al lector a centrar su atención adecuadamente. Todo el acontecimiento está cargado de profundo sentido y el evangelista quiere que desde el principio dirijamos la mirada en la dirección que él estima la adecuada. Jesús va a recibir la misión y tarea del Siervo: asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso presenta de modo anticipado visualmente esta misión y tarea. Los discípulos de Jesús no caminan por el mundo aislados. Al contrario, lo hacen por los mismos caminos y en los mismos ámbitos que sus hermanos los hombres. Ahí, en medio de todos, el creyente es sal y luz. Y es llamado a no escandalizarse del mal de nadie, sino a reconocerlo, asumirlo y tratar de superarlo. Ardua pero noble tarea.
2ª) ¡Es necesario cumplir el plan de Dios!
Juan intentaba disuadirlo diciéndole: soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? Jesús le contestó: Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere. Este corto diálogo de Jesús con Juan es altamente dramático y significativo. En el relato de la infancia según Mateo nada se nos dice de Juan. Es Lucas quien recuerdo ampliamente la anunciación de su concepción y las circunstancias de su nacimiento. Incluso lo presenta como pariente de Jesús. Por tanto, habrá que pensar que es el primer encuentro de lo dos frente a frente. Juan, como profeta, descubre a quién tiene delante y se niega a bautizarlo. La respuesta de Jesús es una expresión cargada de sentido en la historia de la salvación. Dios tiene un plan y en él está incluido este encuentro fundamental. Realicemos este proyecto desde los comienzos, insiste Jesús.
3ª) ¡Donación del Espíritu para la misión!
Salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Es necesario observar que la donación del Espíritu no está relacionada con el bautismo. Se abren los cielos y desciende el Espíritu cuando Jesús ha salido de las aguas del Jordán. El bautismo de Juan no confiere el Espíritu Santo. Esto es un privilegio propio del bautismo cristiano y sólo del bautismo cristiano. La apertura de los cielos y el don del Espíritu son dos realidades que convergen en la misma significación: en este momento se declara solemnemente que aquel hombre, llamado Jesús, que está al borde del Jordán es a la vez el Profeta escatológico, es decir, el Profeta esperado para el momento culminante de la salvación y el Siervo de Yahvé que llevará adelante el proyecto de Dios. Por eso recibe el equipamiento necesario para cumplir esta misión. El don singular del Espíritu Santo que, en la visión de Juan el evangelistas, permanece establemente sobre él y siempre (característica especial del momento culminante de la salvación) (Jn 1,32).
4ª) ¡Jesús es el predilecto de Dios!
Y vino una voz del cielo que decía: este es mi hijo, el amado, mi predilecto. La voz que se oye procedente del cielo corrobora la vocación de Jesús. Aquel hombre es a la vez el Siervo de Yahvé y el Hijo de Dios, el Elegido para llevar adelante la salvación. Mateo ya nos había anunciado que Jesús es el Hijo de Dios desde la concepción virginal. Pero en una reflexión cristológica éste descubrimiento (alimentado y dirigido por el Espíritu Santo) fue lento en la primera Iglesia: comenzó después del Acontecimiento Pascual, se entendió ya en el Bautismo y finalmente en la concepción virginal. La misión de Jesús engloba todos los aspectos que fueron anunciados para el Siervo, pero realizados de una manera supereminente: anunciar la Palabra para restaurar e inaugurar la nueva alianza y asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso es tan importante este acontecimiento de la vida de Jesús. El creyente en medio del mundo es un freno de la agresividad, violencia y egoísmo ambicioso de los hombres. Es un instrumento de reconciliación y de paz, a imitación y representación de Jesús, en medio de los hombres. Esta tarea y misión son especialmente urgentes de nuestro tiempo. El testimonio de la promoción de la paz con la vida y las palabras es una forma excelente de imitar a Jesús en su tarea y misión del Siervo.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
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