martes, 27 de septiembre de 2022

Don José Manuel García Rodríguez, 30 años en Candás de siembra y sementera. Por Rodrigo Huerta Migoya.-

El calendario marca que estamos a 27 de septiembre, y éste no es un día cualquiera, pues se cumplen 30 años de la toma de posesión de D. José Manuel García Rodríguez como párroco de San Félix de Candás. Tres décadas de servicio abnegado a la grey que el Señor le confió; treinta años abriendo el surco en la tierra cuyos frutos y cosechas sólo el Amo de la Viña conoce. Don José, me consta que ha vivido su vinculación a la parroquia de San Félix como un fiel desposorio, siempre unido a ésta a las duras y a las maduras; días de sol claro o de niebla espesa. Creo que no es ningún secreto -como ya comenté en alguna ocasión- lo que cuesta sacar al cura de Candás de su rutina. En su mente no entran los días libres, los viajes ni las vacaciones; en sus entrañas lleva su vocación de hablar a Dios de los hombres y a los hombres de Dios. 

Candás nunca fue una parroquia fácil para ningún sacerdote, al menos en el último siglo. La historia habla por sí sola y merece la pena asomarse un poco a ella. Los hechos le dieron fama de ser Villa rebelde y revolucionaria, pero igualmente siempre con su Santo Cristo como emblema de todos. Por desgracia, en la guerra civil el Cristo fue profanado, el coadjutor de la Parroquia D. Jacobo martirizado, y el anciano Párroco D. Florentino, expulsado de la localidad aunque con la gracia de perdonarle la vida a cambio de entregar la casa rectoral en la que se instaló el "Comité de la aguja", donde las milicianas cosían y arreglaban la ropa de los que estaban en el frente. También los párrocos de Perlora y de Piedeloro, D. Manuel Alonso y D. Crescenciano Verde fueron torturados y asesinados por personas propias del lugar. Luego vendría D. José González Muniello (1942-1958) que también sufrió mucho en Candás, pues le tocó la dura posguerra y tuvo que enfrentar muchas incomprensiones y reconstruir el templo desde sus cimientos, cuando en el pueblo no tenía nada que llevarse a la boca... No fue tarea fácil ni agradable. Al final de sus días el pueblo reconoció que Don José logró ambas cosas: dotar a Candás de un templo digno, al tiempo que buscó trabajo para muchísimas familias sin recursos en la incipiente ENSIDESA .

A partir de la muerte de Don José Muniello la parroquia de Candás vive unos años llamativos donde los sacerdotes permanecen más bien poco. Primero llega de párroco por oposición D. Andrés Corsino, el cual tras apenas cinco años en el lugar (1958-1963) renuncia al cargo y solicita ser trasladado a una zona rural más tranquila, pasando así de la villa de Candás a la Abadía de Cenero en Gijón. Don Andrés, con esa gracia de la cuenca minera que le caracterizaba, cuando le preguntaban por su paso por Candás solía comentar: "eren un poco cabritinos"... Le sustituye también como párroco D. Manuel Peláez, el cual a los cuatro años de estar en la parroquia (1961-1965) solicita a Monseñor Tarancón salir de Candás, y es destinado al Seminario de Oviedo como director espiritual. En 1965 llega como regente D. Valeriano Muñoz, que estará en la Parroquia veintisiete años, aunque nunca ostentó el nombramiento de Párroco. Don Manuel Peláez mantuvo este título en propiedad -por oposición- hasta el año 1971 en que renunció formalmente; sin embargo, el Arzobispado de Oviedo no le concedió a D. Valeriano el título de Párroco, tal vez por las distantes relaciones existentes entre la Curia y el sacerdote, que no compartía las líneas pastorales de la Diócesis. El actual Párroco para subsanar aquello, quiso poner en las placas que colocó en el templo el término de "Párroco" en un reconocimiento explícito a su antecesor. Aunque en términos canónicos, D. Valeriano fue únicamente Administrador Parroquial. 

Don Valeriano fue otro sacerdote que sufrió lo suyo en Candás. Quienes se encargaban de la limpieza y mantenimiento de la casa rectoral afirmaban verle llorar por casa a menudo. Tuvo dos ideas que por falta de tiempo en su vida no llegó a realizar: quería dejar la parroquia de Candás y llevar una vida más sosegada pensando en restaurar la casa rectoral de Piedeloro que estaba en ruinas, y pasar allí el resto de sus días como colofón de su existencia pastoral. Más con el paso del tiempo, Piedeloro ya estaba muy cerca de Candás en todos los sentidos, y por ende de sus inagotables quebraderos de cabeza, por lo que su última idea era jubilarse ya de forma anticipada y marcharse a vivir a Madrid para disfrutar allí de los museos y anticuarios de la capital de España, que tanto le gustaban. Cuando estaba proyectando su jubilación la enfermedad sobrevino silenciosa y frustró todos sus planes llevándole ante el Señor prematuramente. Poca gente lo sabe, pero semanas antes de morir Don Valeriano y el actual Párroco, entonces cura de La Corrada y Riberas de Pravia (donde también había estado D. Valeriano) le visitó en el Hospital de Jove. Don José Manuel fue para acompañar a Don Jesús, el entonces cura de Soto del Barco que tenía igualmente amistad con D. Valeriano de la referida etapa anterior, y allí se encontraron los tres.

Candás es foco de peregrinación en torno a su Santo Cristo: es una Parroquia muy unida al crucificado y por ende, un lugar para vivir la espiritualidad de la Cruz. En el amplio periplo de una persona hay muchas realidades: aciertos y errores, penas y alegrías, hieles y mieles... Uno sobrevive su peregrinar cargado de heridas y zarpazos no visibles, que son quizá los más dolorosos. La vida de Don José Manuel no ha sido fácil tampoco en muchos momentos donde pudo parecer que la oscuridad eclipsaba la luz, más como él bien supo afirmar: ''Dios no siempre me dio lo que quise, pero siempre me dio más de lo que necesitaba''. Sólo el encarar los problemas en clave de trascendencia con la mirada en la eternidad ayuda a sobrellevarlos; saber vivir herido contemplando a Aquél cuyas heridas nos curan. Mirando al Cristo de Candás a uno le viene a la cabeza ese himno de la liturgia de las horas: ''Y sólo pido no pedirte nada,/ estar aquí, junto a tu imagen muerta,/ ir aprendiendo que el dolor es sólo/ la llave santa de tu santa puerta''. Quizá es hasta pecado hablar de problemas viendo nuestro mundo, pero lo más insignificante, la tontería más minúscula, a veces mina el alma no porque los que te quieren hacer mal hagan mucho ruido, sino porque muchas veces los que esperabas a tu lado estuvieron muy silenciosos...

Saber vivir configurado con la Cruz, da paso a la alegría de ver que se cumplen las promesas del Señor: ''espera en Dios que volverás a alabarlo''... Sí, querido Don José Manuel; echar la mirada atrás nos sorprende positivamente viendo tanto bueno vivido. Son 30 años de los que podemos asentir: ''El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres''. Yo sé que la mejor celebración para usted es la misa del día bien vivida y celebrada con unción, en la que se harán verdad hoy nuevamente las palabras del salmista: ''¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando tu nombre Señor''... He ahí esa acción de gracias donde ya todo está dicho, como nos explicó Benedicto XVI magistralmente en el 65º aniversario de su ordenación sacerdotal: ''ese eucharistomen es un gracias humano, un gracias a todos... gratias agens benedixit fregit deditque. Eucharistomen, la acción de gracias evoca la nueva dimensión que Cristo dio. Él transformó en agradecimiento, y por lo tanto, en bendición la cruz''. 

Tres décadas de un "fiat", de aquella primera homilía donde con toda el alma afirmó: ''Santísimo Cristo de Candás, ya me tienes aquí''. Gracias Don José Manuel por tanta gracia derrochada, por tanto y tan bueno, por ser pastor según el Corazón de Cristo. Es significativo que fuera un día de San Vicente de Paúl -con lo vinculadas que están las Hijas de la Caridad a su pueblo y parroquia natal de Miranda de Avilés- cuando iniciara su ministerio sacerdotal en Candás. Este gran santo francés solía decir que ''El ruido no hace bien; el bien no hace ruido'', algo que usted sabe encarnar a la perfección. Su vida ahora no se limita a Candás, con el tiempo se han añadido las parroquias de Piedeloro y Perlora, que conforman la Unidad Pastoral candasina. Tres parroquias que son en sí una catequesis: Piedeloro, templo dedicado a Nuestra Señora: a Santa María la Antigua; Candás, Santuario de la Cruz: calvario en el que subimos a ver al que atravesaron para, finalmente, pasar a Perlora: El Salvador, en búsqueda del descanso, la Transfiguración; subir al Tabor para afirmar: ''Señor, qué bien se está aquí''. 

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