lunes, 12 de septiembre de 2022

De la mano de Dios. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Minnie Louise Haskins (1875-1957) nació en la localidad inglesa de Bitton (Gloucestershire), fue miembro de la Sociedad Misionera Metodista Wesleyana, de la London School of Economics and Political Science y misionera en Madrás.

Con el fin de recaudar fondos para una de las obras apostólicas y sociales en las que colaboraba, Minnie publicó, en 1912, bajo el título “The Desert”, un libro de poemas. En él figuraba uno, escrito en 1908, que llegó a alcanzar gran popularidad, porque el rey Jorge VI, padre de Elizabeth II, lo citó en su célebre discurso a la nación y al imperio en la Navidad de 1939, año en el que el Reino Unido entró en la Segunda Guerra Mundial: “God knows”.

Los versos recitados por el Rey fueron estos: «Y le dije al hombre que estaba a la puerta del año: / “Dame una luz para que pueda caminar con seguridad hacia lo desconocido” / Y él respondió: “Sal a la oscuridad y pon tu mano en la Mano de Dios. / Eso será para ti mejor que la luz y más seguro que un camino conocido”».

Se dice que era el poema favorito de Elizabeth Bowes-Lyon, Reina Madre, y que fue ella quien lo dio a conocer a Jorge VI, su marido. En el libreto del oficio religioso (“Funeral of Her Majesty Queen Elizabeth, The Queen Mother”) celebrado en la abadía de Westminster cuando murió, en 2002, aparece como colofón.

Y debió de haber sido evocado con frecuencia en la real Casa de Windsor, porque cuando se publicó un libro en honor de Elizabeth II, con motivo de su nonagésimo cumpleaños, en 2016, en el prólogo, firmado por la Reina misma, ésta pide, tanto a los editores como a los lectores, que mediten los arriba mencionados versos de Minnie Haskins.

El libro se titula “The Servant Queen and the King she serves” y en él se recogen fragmentos de discursos navideños pronunciados por Elizabeth II, en los que la Reina confiesa abiertamente su ferviente adhesión a Cristo, «ni un filósofo ni un general –aunque son importantes-, sino el Salvador, con poder de perdonar», y al Evangelio.

En el del año 2014 dijo: «Para mí, la vida de Jesucristo, Príncipe de la Paz, cuyo nacimiento celebramos hoy, es una inspiración y un ancla de mi vida. Es un modelo a seguir de reconciliación y perdón».

En el de 2002 declaró: «Sé cuánto confío en mi propia fe para conducirme en los buenos y malos momentos. Cada día es un nuevo comienzo. Sé que la única forma de vivir mi vida es tratar de hacer lo correcto, mirar a largo plazo, dar lo mejor de mí en todo lo que me depare el día y poner mi confianza en Dios. Como muchos de vosotros, que sacáis inspiración de vuestra propia fe, yo saco fuerzas del mensaje de esperanza del Evangelio cristiano».

Y en el de 2008 habló así a los oyentes: «Espero que, como yo, seáis confortados por el ejemplo de Jesús de Nazaret, quien, a menudo en circunstancias de gran adversidad, supo vivir una vida abierta, desinteresada y sacrificada. Millones de personas en todo el mundo continúan celebrando su nacimiento en Navidad, inspirados por su enseñanza, en la que deja claro que la felicidad y la satisfacción humanas genuinas radican más en dar que en recibir, más en servir que en ser servido».

Y es que Elizabeth II no manifestó nunca en público su parecer acerca de las más altas cuestiones de Estado, ni de los primeros ministros, ni de las políticas de sus gobiernos, ni de la economía, ni del parlamento, ni del Brexit, y esto ha sido considerado por todo el mundo como un rasgo definitorio de su modo de ejercer el reinado, pero hubo algo sobre lo que jamás extendió ese manto de admirado, aplaudido y regio silencio, sino que hablaba de ello, cuando se presentaba la ocasión, con libertad y convicción: su confianza en Dios y su fe en Cristo.

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