(COPE) Ya leemos en el Evangelio que el Señor escogió después de estar una noche en oración a los que Él quiso y lo hizo para que le acompañasen. En los Hechos de los Apóstoles también destaca que el Señor iba agregando al número de los elegidos a los que creían para ponerles en el Libro de los Justos. Hoy celebramos a San Bernabé. Oriundo de la Isla de Chipre, su nombre originario era José, pero fueron los Apóstoles quienes le pusieron este sobrenombre que significa “esforzado” y “el que impulsa”.
Dentro de la Sagrada Escritura, es el Libro de los Hechos el que nos relata cómo este hombre, vendió todas sus posesiones, poniendo a disposición de la comunidad cristiana el dinero obtenido, para distribuir el dinero entre los pobres y necesitados. Probablemente forma parte del grupo de los setenta y dos discípulos a los que el Señor designó. Dada la labor evangelizadora que tuvo le llaman Apóstol, aunque no forme parte del Colegio Apostólico.
Su gran fortaleza y su condición de “hombre lleno de Fe”, le llevaron a ser el evangelizador de Antioquía. Sus predicaciones y su testimonio, convirtieron a muchos, uniéndose después en Tarso a Pablo. Con él recorrería varias comunidades y le ayudaría en su tarea misionera, teniendo parte en el Concilio de Jerusalén, y compartiendo experiencias de evangelización.
Después de posiciones encontradas con Saulo, porque Bernabé quiere llevar con ellos a Juan Marcos, su primo, a lo que Pablo se opone porque les había abandonado anteriormente, surge un periodo de separación a raíz de estas discrepancias. Posteriormente ambos se reconcilian en Corinto, permaneciendo unidos hasta que Bernabé sufre el martirio en Chipre, su propia patria natal, cumpliéndose de alguna manera que nadie es profeta en su tierra.
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