En el calendario litúrgico de este año la Iglesia celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad el próximo domingo 7 de junio. Es la festividad escogida para la Jornada Pro orantibus.
Bajo el lema, «Con María en el corazón de la Iglesia» los obispos españoles nos invitan a oran por quienes continuamente lo hacen por nosotros: las personas consagradas contemplativas. Con este motivo, agradecemos a Dios esta forma de consagración que necesita la Iglesia.
La Virgen María y la Iglesia constituyen el marco para la vida consagrada
en España este año. Por ello, en la Jornada de la Vida Consagrada del
pasado 2 de febrero la consigna fue «La vida consagrada con María,
esperanza de un mundo sufriente». Entonces contemplábamos a María como modelo de esperanza para todos los consagrados que tratan
de ser cercanos a tantas realidades de nuestro mundo marcadas por
el dolor; ahora, María se nos ofrece como signo para la vida consagrada contemplativa, que está llamada, como ella, a habitar el corazón
del cuerpo místico de Cristo, de la Iglesia que, con amor materno,
acompaña a sus hijos e hijas en todo momento, pero sobre todo en
la desgracia.
Para celebrar esta jornada en la clave cordial y eclesial que el lema escogido nos propone, podemos releer aquella página celebérrima del diario
de santa Teresa del Niño Jesús, en la cual la joven –de espíritu a la vez
misionero y contemplativo– describe cómo encontró su propia vocación
dentro de los múltiples carismas con que Dios adorna a su pueblo:Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí
misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo
que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. Entendí que la Iglesia
tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en
este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí
que solo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y
que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni
los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí
de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo,
que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es
eterno.
Todos nos hemos visto afectados por la crisis del «coronavirus» y sus consecuencias, también las comunidades contemplativas que viven de sus trabajos y dulces. La mejor forma en que las podemos ayudar en estos momentos es acercándonos en estos días al torno del Monasterio para comprarles algo, a nosotros no nos cuesta nada y a ellas les ayudaríamos mucho. Gracias
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