El arzobispo emérito de Madrid liga la crisis demográfica al retroceso del cristianismo e insta a evitar una «solución báltica» para el independentismo
(Ramón Muñiz/ El Comercio) Referencias a la identidad española, la crisis demográfica, el desafío independentista y el auge del feminismo. De todo hubo en la conferencia del arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, hoy en Asturias. La tesis principal de cuanto expuso en el Real Sitio fue que «no habría España ni Europa sin Covadonga», afirmación que el expresidente de la Conferencia Episcopal ahormó con un repaso histórico del que extrajo conclusiones sobre el presente y los retos que afronta el continente.
La disertación se remontó a la batalla entre el ejército de Don Pelayo y las tropas de al-Ándalus, que «detuvo la invasión; militarmente no tiene que ver con el desembarco de Normandía, pero para su tiempo tuvo su peso». La derrota musulmana abrió la puerta al camino de Santiago primero, y la constitución de los distintos reinos que luego se irán agrupando hasta el matrimonio entre Isabel La Católica y Fernando de Aragón. Esa es «la histórica civil», que avanzó en paralelo a una «historia eclesiástica» con también un momento crítico. Lo situó el arzobispo en la discusión abierta por Elipando de Toledo, quien buscó «una verdad de la encarnación digerible por una situación de diálogo con la visión musulmana». Es así como el prelado toledano «cedió y buscó una forma de relación con el islam en la que Cristo quedaba reducido a un profeta, un hombre de gran estatura moral, pero hombre al fin y al cabo». En Covadonga hubo en cambio «almas que se alzaron al cielo», una inspiración que se encarnó en el beato de Liébana y otros monjes que mantuvieron el dogma de Cristo como hijo de Dios. «¿Qué habría pasado de haber cedido? Pues el desastre», aseguró Rouco Varela.
Esa expulsión musulmana y la idea de Cristo como hijo de dios orientan a Carlo Magno, el emperador con el que «empezó a cuajar Europa como continente homogéneo y espiritual». La historia desembocará en un siglo «dramático» con las dos guerras mundiales y la división del telón de acero. Los intentos de enhebrar la Unión Europea para conjurar el fantasma de aquellos enfrentamientos llegaron a su culmen en 2001, cuando se propuso un texto constitucional que finalmente no resultó aprobado. «Creo que el texto no fue un prodigio, pero la idea de una Constitución era buena; lo que pasa es que quisieron hacerla sin reconocer las raíces cristinas y quizás fue la causa de su fracaso», valoró el prelado lucense.
Con todo, la Unión Europea ha avanzado, llegando a integrar a «la constelación política que quedó bajo dominio soviético». Lo dijo en alusión a «los estados bálticos, como Letonia, Estonia y Lituania, que tienen un tamaño como Asturias…aunque no hay que animar a nadie en España que crea que la solución de España es hacerla báltica», instó.
Esa cultura política cuyo nacimiento mantuvo en Covadonga choca hoy con una realidad demográfica: «Europa ha envejecido a pasos agigantados y esos datos revelan que ha entrado en el corazón de la sociedad una concepción del mundo donde la vida se identifica con un bienestar físico de estrecho horizonte, que evita el sentido final de la vida propia, además de la justicia y la caridad». Para Rouco Varela, la caída de la natalidad es consecuencia del «abandono de la práctica religiosa». «La situación es cada vez más grave», dijo, al recordar que en Berlín el 75% de los niños ya no están bautizados y los cristianos suponen el 25% de la población . «En Munich, otra ciudad católica, no llegan ni al 40% los bautizados», expuso.
Para remediar la deriva, Rouco Varela instó a revitalizar «el eje Covadonga-Santiago de Compostela» como una de las «experiencias más cristinas y europeas que se conoce». «La crisis actual de Europa es una crisis de fe, lo ha dicho el Papa Francisco, que bueno, es argentino pero todos los argentinos son gallegos o italianos…o asturianos», ironizó.
La conferencia de Rouco Varela en el Real Sitio cerró la primera edición de Conversaciones de Covadonga, charlas organizadas por el año jubilar. El expresidente de la Conferencia Episcopal estuvo acompañado del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes quien como colofón señaló que no había que conformarse con el freno a la «amenaza musulmana de entonces y siempre. Hace unos años la estatua de Gijón amaneció con un cartel que ponía 'Pelayín, despierta que han vuelto'». A la conferencia asistieron el nuevo jefe superior de Policía, Juan Jesús Herranz, el delegado de Defensa Vicente Bravo Corchete, el coronel jefe de zona de Asturias, Francisco Javier Almiñana, la recorta de la Universidad Pontificia de Salamanca, Miriam Cortes, el decano de la Facultad Padre Osso, José Antonio Prieto, la rectora de la Universidad Católica de Ávila, Lidia Jiménez, el director de EL COMERCIO, Marcelino Gutiérrez, la escritora María Teresa Álvarez, y el alcalde de Cangas de Onís, José Manuel González, entre otros.
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