viernes, 30 de marzo de 2018

Reflexión de Viernes Santo. Por Rodrigo Huerta Migoya


I. Fuera en un árbol vencido

En el prefacio de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz se presenta el paralelismo entre el día en que el maligno aparentemente gana la batalla, y el grandioso momento de su fracaso. En una sóla oración contrapone el pecado de Adán con el triunfo de Cristo: ''para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida''. Del árbol del pecado original al árbol bendito de la cruz como manifestación del triunfo y el poder de Dios, al igual que aquella zarza ardiente que se encontrara Moisés, marcándole el camino de la salvación.

Bendita puerta de la gloria; ''por el madero ha venido la salvación al mundo entero''. Ahora bien, no ha sido fácil; se ha pagado muy caro el rescate, y aún así, muchos rechazan su camino, pues la cruz, aunque es "la entrada",  no es agradable de entrada, por eso los hay que quieren a Jesús pero sin la cruz, sin entender ni el mensaje ni el camino. Nos decía San Pablo: ''nada me propuse saber entre vosotros más que a Jesucristo, y éste crucificado''.

En el recorrido del relato de la Pasión de San Juan somos testigos de la humanidad del Señor, de su flaqueza, de la tentación de "abandono" ante la inminente hora de subir al leño. Ya había subido a Jerusalén, pero ahora tocaba subir a la cruz para dar plenitud a su misión.

Desde el mismo momento de su nacimiento estaba predestinado al patíbulo, primero aceptando la humillación de nacer en un establo, para concluir luego aceptando la vergüenza de morir como un delincuente ajusticiado. He aquí la grandeza de nuestro Señor, que por amor se hizo humilde entre los humildes, el siervo entre los siervos y el pobre entre los pobres.

II. La misericordia de Longinos

Jesús ha dicho ya sus siete últimas palabras, ya entregó el espíritu e inclinó la cabeza; sin embargo, uno que no era de los suyos, un soldado de los que se encontraban en el lugar -y al que la tradición apodó con el nombre de Longinos- quiere tener un gesto con el Señor. Es consciente de lo mucho que ha sufrido; axfisiado, desangrado, molido, deshidratado... Teme que aún siga con vida y sufriendo a pesar de verle con los ojos cerrados, y así, en un acto de clemencia para librarle de una posible agonía prolongada, le atraviesa el pecho con una lanza buscando a buen seguro detener su corazón y sus dolores.

Este humilde soldado quizás no conocía con detalle quién era realmente ese llamado "rey de los judíos", sin embargo, la contemplación minutos antes de la expiración del Señor del Orbe entero en agonía y "el trueno de Dios" rasgando el velo del templo y las piedras del monte, le había sobrecogido y despertado su temor. Como éste, otros muchos que subieron al Gólgota como simples curiosos, bajaron como creyentes haciendo suya la exclamación del soldado: ''verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios''.

Es el preámbulo de la Iglesia que nace junto a la Cruz en la fuente que brota del costado de Cristo; que nos mostró en la "hora Nona" su corazón: ¿Acaso hay amor más grande que dar la vida por los amigos?...

San Longinos, más allá de ser el primer promotor de la devoción al Corazón del Señor, es el instrumento del que Dios se vale en la hora de su "propia muerte" para mostrarnos su secreto: que Él es el agua viva, la fuente del sediento, la vida que se da a borbotones: ¿Cómo vamos a enterrar al que es la vida?...

III. Hambrientos

No podemos hacer fiesta, pues el novio no está con nosotros; no podemos celebrar la Eucaristía -que es la cena del Señor- porque Él no está. Abrazamos hoy el luto uniéndonos al silencio de la Iglesia Universal que enmudece al contemplar el infame sacrificio de este cordero inocente y sin mancha cuya sangre -al igual que pasara en Egipto- servirá para salvar la vida de muchos, aunque no la de todos.

El altar desnudo, el sagrario vacío, la falta de flores, el silencio de las campanas... todo nos recuerda que es Viernes Santo. Hoy también guardamos el ayuno y la abstinencia; buscamos sentir hambre no sólo para mortificar nuestro cuerpo mediante este pequeñisimo sacrificio, sino sobre todo para sentir hambre y necesidad de Dios; hambre de su Cuerpo y hambre de su Pascua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario