El Colegio Urbano, en el que estudian sacerdotes y seminaristas de países africanos,ha sido el segundo rival del Colegio Español de San José en la “Clericus Cup”. El partido ha tenido lugar en la mañana del 9 de marzo. El sacerdote malagueño José Manuel Llamas está participando en dicho torneo de fútbol, disputado por equipos de seminaristas y sacerdotes que están estudiando en los colegios pontificios y seminarios Roma. José Manuel llegó a Roma el pasado mes de septiembre, para estudiar la especialidad en Patrología.
Crónica del segundo partido por J.M. Llamas
«Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible»
Nueva derrota del equipo del Colegio Español en la Clericus Cup, y van dos. De dos. Lo bueno: por dos. Solamente dos. Dos a cero.
Esta vez el equipo iba muy concentrado: éramos conscientes de nuestros pequeños valores deportivos y nuestras grandes carencias, de nuestra falta de entrenamiento y nuestra sobra de kilos, años y entusiasmo. Así, Menduiña, que ha dirigido el equipo excepcionalmente bien, nos indicó la única manera de jugar que nos podía salvar: fuertes en defensa, balones a las bandas, y pases a la delantera. Esta semana incluso nos acordamos de llevar algunas bebidas de esas de colores que dicen que dan fuerza a los deportistas, pero al final suelen reducirse a agua cara con azúcar: en otras palabras, bebidas isotónicas.
Comenzó el partido. La primera parte fue de tú a tú, e incluso tuvimos un par de oportunidades, una del gran Menduiña, que, lástima, dieron en el larguero. Pero su defensa era mejor de lo que habíamos escuchado, su delantero centro tenía calidad de sobra y los que entraban por las bandas corrían más que un romano persiguiendo al autobús. En el banquillo lo veíamos claro: si no metíamos un gol en la primera parte, la segunda iba a convertirse en un infierno. El físico no daba para más, y el fondo de armario (algunos otros y yo) tenía poco más que añadir, aparte de una visión de juego de nueve. Nueve dioptrías. Eso sí: nuestro hombre más experimentado, Jesús el de Córdoba, era un muro en el centro de la defensa, un auténtico Demichelis. Aguantábamos bien.
La segunda parte iniciaba como terminó la primera: aguante atrás, pero poco juego delante. No funcionaba nuestro centro del campo, los balones largos siempre acababan en los pies de los de la camiseta amarilla y, poco a poco, los de la roja comenzaron a venirse abajo. Gabriel, que estuvo a punto de colar un balón desde el centro del campo al final del primer tiempo, no podía más, y el seguro Jesús estaba sin respiración. Llegó el primer gol, y llegaron los cambios.
Me dispuse, como siempre, a tapar la banda izquierda a base de no dejar ni a sol ni a sombra al chavalote que quería entrar por allí. No se me dio mal: estaba concentrado, con la mirada fija en mi zona intentando aclarar las ideas o, por lo menos, la visión, cuando se desató la Furia Roja. Hicieron una falta al capitán del equipo, Rajoy, y, en un tris, se lió la pajarraca: se revolvió contra el que le había hecho la falta, tarjeta amarilla, siguió con las protestas, tarjeta roja y a la calle. Y yo en mi esquina, viendo menos que un gato de escayola, preguntándome qué demonios había pasado.
Si con once ya era complicado, con diez fue imposible. Nos colaron otro gol, acabó el partido y salimos cantando lo único posible en tales circunstancias: aquel himno del Cádiz que se hizo tan famoso y que termina con la genial frase “... El resultado nos da igual”. Lo mejor de la Clericus, sin duda, está siendo que se hable de la Iglesia en los medios de comunicación, se haga con humor, con respeto y sin mala baba. Y lo mejor que nos llevamos es, sin duda, algo que yo nunca había tenido en mi vida: una equipación de fútbol a juego. También, naturalmente, el buen rato que estamos pasando entre nosotros y con los demás. Aún nos queda un partido, que disfrutaremos como buenos perdedores. ¡Ánimo a todos, y quedad con Dios!
El torneo
Oficialmente, el objetivo de la liga es "revitalizar la tradición del deporte en la comunidad cristiana y proporcionar un lugar para la competición atlética amistosa entre los miles de seminaristas, que representan cerca de un centenar de países, que estudian en Roma.
La “liga clerical” fue una creación del Cardenal Tarsicio Bertone, un experto y apasionado del fútbol. Como obispo de Génova llegó a comentar por radio partidos del campeonato italiano. Pero sus inicios se hunden en 2003, cuando Jim Mulligan, un seminarista del Pontificio Colegio Beda, fundó un torneo eliminatorio en el que participaron ocho equipos internacionales de los Colegios de los Seminarios de Roma. Esta competición se llamaba entonces LA COPA DE ROMA. El primer partido en la competición tuvo lugar en mayo de 2003 entre el Pontificio Colegio Beda y el Colegio Inglés Venerable. (Se ganó 5 - 2 por el Colegio Inglés.)
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