Por Rvdo. Sr. D. Jorge González Guadalix
Estoy en el confesionario. Una persona se arrodilla y comienza a llorar. Un llanto que acongoja el alma. Yo permanezco en silencio. Hay lágrimas y lagrimas. Las hay de emoción, de alegría, de arrepentimiento, de desesperación, de horror. Las de ayer eran mansas, serenas, hondas, de esas que salen de las entrañas más profundas.
Padre… años y años sin confesarme. Años y años lejos de Dios y de la Iglesia. Supe que habían abierto una capilla de adoración perpetua y vine un día por curiosidad. He vuelto más veces y no puedo más. No puedo mirarle estando así. Por eso estoy aquí…
No puedo añadir más.
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