La Capilla de La Cadellada, en Oviedo, se encuentra actualmente en desuso. Estaba prevista su demolición cuando se pensó en la construcción del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Sin embargo, un mural con la Ultima Cena de Jesucristo, obra de Paulino Vicente, impidió que el plan fuese llevado a efecto.
Ahora, según ha publicado La Nueva España, podría ser declarada Bien de Interés Cultural (BIC). Así de fútiles y mudables son los criterios humanos, que pasan del intento de aniquilación al de exaltación en cuanto se produce el mínimo cambio en las circunstancias sociales.
La Capilla fue el lugar sacro erigido para la asistencia religiosa de los pacientes y el personal sanitario del Hospital Psiquiátrico Regional. A petición, en su día, del párroco de Nuestra Señora de Covadonga se permitió que los feligreses de esa comunidad cristiana pudieran hacer uso de ella.
En octubre de 1996 fue firmado un Convenio entre la Diócesis de Oviedo y el Servicio de Salud del Principado de Asturias que refrendaba la posibilidad de uso por parte de la feligresía parroquial, lo cual satisfacía, además, plenamente a la Administración pública, ya que de ese modo los residentes en el Hospital Psiquiátrico Regional estarían integrados en el entorno vecinal.
Así pues, la comunidad parroquial fungió mientras todo aquello se mantuvo en funcionamiento de vector de unión entre los pacientes del Hospital y el barrio. Y que esta labor ejercida por la Parroquia no se les pase por alto a quienes ahora, para hacer no se sabe qué en la Capilla, pretenden desahuciar a la Parroquia de aquel espacio. En fin, lo típico: quítate tú para que me ponga yo. Sin embargo, la experiencia dice que, cuando algo es de la Iglesia, es de todos; cuando no, es de unos pocos, que pretenden dirigir a los más que se dejen.
En enero de 2014, la Diócesis propuso firmar un nuevo Convenio con el Gobierno del Principado de Asturias en el que figurasen los siguientes puntos: 1) La Capilla exterior del HUCA sería de uso compartido entre la capellanía del Hospital y la Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga; 2) el rector sería el párroco de Nuestra Señora de Covadonga; 3) el adecentamiento de la Capilla y la restauración del mural de la Última Cena se haría con fondos de la dotación presupuestaria para la puesta en marcha de servicios en el nuevo HUCA.
De todo el dinero que se metió allí, en el HUCA, la cifra con la que se pudo haber rehabilitado la Capilla hubiera sido proporcionalmente insignificante, pero no se hizo, pues era un lugar de culto católico y no había ni intención ni voluntad de emplear allí un solo céntimo. Y si la Diócesis quería la Capilla, que la pagase ella.
La Diócesis estaba dispuesta a financiar la obra, pero no a aceptar un proyecto arquitectónico impuesto por el Gobierno del Principado de Asturias, que se elevaba a una suma de dinero altísima para ser asumida por un particular. No se dio el visto bueno a que la Diócesis fuera realizando la obra por fases, con un presupuesto más ajustado a los fines cultuales, pastorales y asistenciales. Debía ser el que ya estaba confeccionado, en su totalidad, y no cabía otro.
Lo que en aquella negociación causaba estupor era que, después de pagar íntegramente la obra, en su alto coste, la Parroquia no podía hacer uso pleno de la Capilla. No se debían celebrar misas con el difunto de cuerpo presente, ni actos religiosos, como bodas, bautizos y primeras comuniones, en los que hubiera alboroto en el exterior, ni procesiones alrededor del templo. Se adujo que era por no perturbar a los pacientes y usuarios del Hospital.
El Convenio no fue firmado, la Capilla quedó segregada del plan general de construcción del nuevo Hospital; la torre, con una plataforma en su interior de excrementos de paloma del grosor del permafrost siberiano, hubo que cincharla porque estuvo a punto de desplomarse; el sótano, que fue en otro tiempo una morgue, devino una sentina de basura y el mural de Paulino Vicente siguió deteriorándose.
Desde entonces, representantes del Gobierno del Principado de Asturias preguntan periódicamente a la Diócesis si se haría cargo de la Capilla. Y siempre se les responde que sí. Les sobreviene, como es comprensible, un pánico atroz cuando alguien se la pide para destinarla a centro social: ¿para hacer qué? ¿contra quién? ¿cuánto va a acabar costando? ¿quién va a pagar? ¿cómo se autofinanciará?
Basta sólo con ver en lo que han quedado y el estado en el que se encuentran muchos, tal vez la mayoría, de los centros de interpretación de temática variopinta en Asturias. Y es que, aunque puede que a un amplio sector de la clase gubernamental no le guste la Iglesia, estima, aun así, que es mejor viajar con ésta antes que con algunos del propio partido político y espectro ideológico.
¿Qué labores desarrollaría la Diócesis de Oviedo en la Capilla exterior del HUCA? Además de las específicas de la Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga, la Capilla sería un santuario del consuelo para los enfermos y sus familias, un espacio para recogerse, rezar, llorar, esperar, hablar con alguien que los escuche, recibir el tenue rayo de luz que puede iluminar y conferir un poco de sentido y aceptación a la persona que sufre en la espesa oscuridad de su drama personal, inesperado, desasosegante, irremediable y paralizador. Y para alabar y dar gracias a Dios.
La Capilla de La Cadellada será siempre un edificio sagrado, una mole estilizada y grácil configurada por el misterio sobrenatural al que nunca dejará de ofrecerle el servicio de ser su traslúcida envolvente; con su torre, de estilo centroeuropeo, que señala continuamente hacia el cielo y, dentro del templo, la representación de la Última Cena de Cristo antes de su pasión, muerte y gloriosa resurrección. Lo que fue consagrado a Dios una vez, no se desacraliza jamás, por muchos decretos que firme la autoridad eclesiástica y por sórdido que sea el uso al que se dedique ese espacio.
Y sea cual sea el destino que se le dé en el futuro, quien dirija la vista hacia la Capilla desde los amplios ventanales del HUCA verá que es ella en sí misma, con su volumetría, la que anuncia, por encima de los designios interesados de los hombres, que Dios está siempre cerca y que nadie logrará nunca desalojarlo de su Casa, aunque ésta sea destinada a cualquiera de las nimias, insatisfactorias y evanescentes aficiones y ocurrencias humanas.
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