(Carlos Esteban / Infovaticana)
Son 11.500 cristianos asesinados entre 2006 y 2014, 1,3 millones de desplazados, 13.000 iglesias destruidas. En Nigeria, ante los ojos de un mundo indiferente e incluso de una cúpula eclesial más interesada en otras víctimas.
Las aterradoras cifras de la persecución contra los cristianos en Nigeria las da ante la ONU, en Nueva York, el obispo de Kafanchan, Joseph Bagobiri, que ha pedido que el mundo deje de mirar a otro lado ante este genocidio silencioso.
Se trata de un informe presentado por el prelado ante las Naciones Unidas, titulado ‘El impacto de la violencia persistente contra la Iglesia en el norte de Nigeria’, un frío epígrafe para un tragedia de enormes proporciones.
El principal culpable tiene un nombre, los terroristas de la temible Boko Haram, fundamentalistas islámicos que pretenden acabar con la presencia cristiana, al menos, en el norte del país, siendo los estados más afectados los de Adamawa, Borno, Kano y Yobe. De ellos escapan cientos de miles de cristianos para refugiarse más al sur, en Plateau, Nassarawa, Benue, Taraba y el sur de Kaduna.
Pero es una huida en muchos casos inútiles, porque ha sido precisamente en esos estados refugio donde se han perpetrado algunos de los últimos ataques sangriento, esta vez a manos de los pastores fulani, de fe musulmana.
Los fulani siembran el terror en muchas de estas comunidades, haciéndolas desaparecer por completo a menudo, y en algunas de estas ofensivas -como las de Agatu en Benue o Gwanto y Manchok en Kaduna, han llegado a matar 150 y 300 personas en una sola noche.
“Es una invasión extranjera evidente de tierras ancestrales de los cristianos y otras comunidades minoritarias”, denuncia monseñor Bagobiri.
El caso nigeriano es ciertamente llamativo por la escala y lo sangriento de la persecución, pero en absoluto único o aislado, ni siquiera en la propia África, especialmente en la zona del Sahel, como se comprobó en los recientes ataques a una iglesia en la vecina Burkina Faso. Estas son las ‘periferias’, esta es la Iglesia más pobre, la Iglesia perseguida que es, paradójicamente, también la Iglesia olvidada, los verdaderos ‘crucificado’ que bien podrían haber figurado con honor en el Via Crucis que el Papa prefirió dedicar a los inmigrantes en Europa, mayoritariamente de la misma religión que en Nigeria son el azote de los cristianos.
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