Con la mayor alegría he asistido en el Club Prensa de LA NUEVA ESPAÑA a una gratísima mesa redonda sobre el patrimonio histórico de Asturias, en la que, entre otras muchas intervenciones, tuvimos la satisfacción de escuchar la emocionada y emocionante intervención de Ana Fernández, en nombre de la Asociación Cultural “Iglesia de Moru” de Ribadesella, que viene afrontando la rehabilitación de una iglesia magnífica del arte Románico en Asturias, con un conjunto pictórico de primera línea: se trata de la iglesia de San Salvador de Moro, en el concejo de Ribadesella, en ruinas desde su incendio en 1936, dentro de las azarosas circunstancias de la Guerra Civil.
Todo el calor que Ana, la hija de mi gran amigo Daniel Fernández Malvárez, ponía en su intervención iba consiguiendo en mi espíritu revivir una profunda empatía con la causa de la restauración de la iglesia de San Salvador de Moro. El recuerdo del amigo querido se me hacía más acuciante. Daniel, en efecto, no tenía otros quebraderos de cabeza que los que le producía el sacar adelante a su familia, el conseguir la restauración del querido monasterio, donde había realizado sus estudios, siendo entonces Seminario, el querido Valdediós, para añadir a sus cuitas y preocupaciones la recuperación para el culto cristiano de su amada iglesia de San Salvador de Moro, todavía salvable, cuyo conjunto de pinturas del siglo XV, únicas en su querido concejo riosellano, le hacía revolver Roma con Santiago en búsqueda de los mínimos agarraderos que condujeran a su restauración. No consiguió Daniel ver restaurada su querida iglesia de Moru, pero consiguió transmitir a su hija Ana y a los restantes miembros de la asociación sus inquietudes y su tesón para no cejar en el empeño hasta no lograr la completa recuperación de su querida iglesia de Moru.
A medida que Ana Fernández avanzaba en su intervención, no podía menos de suscitarme emocionadas reviviscencias sobre mis relaciones con este templo, cuya restauración no había sido emprendida después de la contienda civil. A lo más a que se había llegado fue al cerramiento con un tabique de la zona del presbiterio, donde se hallaban las pinturas, por iniciativa de don Magín Berenguer, la persona quizá más implicada en la salvación del patrimonio pictórico asturiano, sobre todo en su actuación, junto con Helmut Schlunk, sobre las pinturas prerrománicas de Santullano, con otras intervenciones similares en Liño, Priesca, Santo Adriano de Tuñón y Valdediós.
Mi implicación y acercamiento al tema de la iglesia de Moru fueron debidos a mi función de secretario de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Iglesia. Mi amigo Daniel no cejaba en su preocupación sobre su querida iglesia de San Salvador de Moru y sus visitas a la comisión eran constantes. En compañía de don Ramón Platero, presidente de la comisión, con el amigo Malvárez y con Rafael González del Santo, también riosellano de pro, visité por primera vez la histórica iglesia de Moru el día 10 de abril de 1993, acordando una acción simbólica consistente en una ceremonia sacra, en que, con la anuencia del vicario general y del párroco, se recuperaban para el culto de la iglesia las venerables ruinas, celebrando la eucarístía en la iglesia, con un mínimo desbroce y limpieza, que significara la implicación de la feligresía en la tarea de la rehabilitación del edificio sacro. Aquella acción, celebrada el 30 de julio de 1993, aparentemente de poco relieve, ejerció un influjo notabilísimo en las sucesivas actuaciones de la Asociación “Iglesia de Moru”, que se comprometía a no cesar en sus esfuerzos hasta lograr la plena restauración.
De la carpeta de mi archivo personal, dedicada a San Salvador de Moro, me es gratificante recuperar algunos datos de mi homilía en aquella fecha que queríamos que fuera como histórica en la empresa de la rehabilitación de la iglesia y del culto que durante siglos habían albergado aquellos venerables muros y que las sucesivas generaciones de feligreses de Moro habían tributado a Cristo Salvador de la Humanidad. Era una acción simbólica de recuperación la que los feligreses de Moru se comprometían a llevar adelante.
Dura, pero cordialmente comprometida, fue la sucesiva actuación de la Asociación Cultural “Iglesia de Moru”, que surgía de la acción de aquella efeméride casi histórica. Hoy los feligreses se enorgullecen de los sucesivos logros en una tarea que parecía superior a las fuerzas de una humilde feligresía. Las artísticas y catequéticas pinturas de la bóveda del presbiterio han sido restauradas y consolidadas. Los muros sobrevivientes y testigos de un pasado glorioso de fe han sido remozados. La iglesia se halla cubierta, las campanas –único elemento supérstite del pasado litúrgico de la feligresía–, repican a gloria, cada vez que la asociación consigue congregar a la feligresía para celebrar un nuevo hito en las fases de la restauración, que tienen plena confianza en llevar prontamente a su culminación.
Hoy, la feligresía de San Salvador de Moru, en el arciprestazgo de Ribadesella, a través de la Asociación Cultural “Iglesia de Moru”, con sencillez y humildad, pero con la plena satisfacción del deber cumplido, ha presentado su candidatura al premio “Pueblo ejemplar” de Asturias.
Espontáneamente he sentido la emoción del recuerdo de mi amigo Daniel Malvárez. ¡Cuánto habría disfrutado el amigo del alma viendo el progreso de la recuperación de San Salvador de Moru!
Recomendar esta candidatura al premio “Pueblo ejemplar” se me presenta como saldar una deuda que Asturias tiene contraída con quienes tantos esfuerzos, tanto tesón y tantas ilusiones han puesto en recuperar unas ruinas tan características del patrimonio cultural de nuestra Asturias. Ánimo y adelante, amigos de la Asociación “Iglesia de Moru”. Verdaderamente, sea que os concedan el premio o no, con letras que podrían grabarse en el bronce de la más emotiva inscripción, habría que elevar a los cielos la más enfervorecida proclama: sois de verdad ejemplares, merecéis ser “Pueblo ejemplar” de Asturias.
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