sábado, 12 de mayo de 2018

LA HORA DE LA RESPONSABILIDAD DE LOS CREYENTES. Por José María Martín OSA

1.- La extensión del Reino de Dios. La Ascensión de Jesús a los cielos es la última de sus apariciones. Es narrada por el Libro de los Hechos para confirmar la fe de los que han de ser sus testigos en todo el mundo, los apóstoles. Lo que importa es la instrucción acerca del Reino de Dios que reciben los apóstoles. Jesús no les instruye acerca de la organización de la iglesia, sino que les habla del Reino de Dios, que debe ser extendido por todo el mundo No debe confundirse el Reino de Dios con la iglesia, que lo proclama en el mundo. El Reino de Dios es la “civilización del amor” de la que hablaba Pablo VI. La Iglesia tiene la misión de establecer y hacer posible el Reino de Dios ya en este mundo. No estamos solos en esta tarea. Jesús ordena a sus discípulos que se queden en Jerusalén hasta que sean "bautizados con Espíritu Santo", esto es, hasta que descienda sobre ellos el Espíritu Santo, que es la fuerza de Dios. El Espíritu les dará la energía para trabajar en la obra de la extensión del Reino de Dios, mediante el anuncio de la compasión, de la ternura y del amor de Dios a todos y cada uno de los hombres, en especial los más débiles.

2.- Una nueva vida llena de esperanza. El apóstol Pablo ruega para que los suyos alcancen el conocimiento, la experiencia de la fe y del amor, a fin de que comprendan la grandeza de su vocación. La oración de Pablo se convierte en una gran afirmación acerca del poder y la riqueza de Dios, que se ha mostrado en Cristo. Es Dios quien ha resucitado de la muerte a Cristo, le ha dado la gloria celestial y lo ha hecho cabeza de la Iglesia y de todo. La Iglesia es también el lugar de la presencia de Jesucristo en el mundo, su expresión terrenal. Junto a su Señor glorificado, los creyentes han comenzado a vivir en una nueva creación, en un nuevo mundo, en una nueva vida. Por eso hace Pablo hincapié en el conocimiento de la esperanza que de esto se desprende, en la riqueza de la herencia, etc.; conocimiento que deben alcanzar los creyentes con la ayuda de Jesucristo y por los que Pablo ora.

3.- Comienza nuestra misión en el mundo. La ascensión de Jesús es un misterio, un acontecimiento para la fe. Lo que importa no es su descripción a manera de un acontecimiento visible sino la realidad significada en esa descripción. Ha terminado la obra de Jesús y debe comenzar ahora la misión en el mundo la comunidad de Jesús. Se abre un paréntesis para la responsabilidad de los creyentes. Entre la primera y la segunda venida del Señor, se extiende la misión de la iglesia. No podemos quedarnos con la boca abierta viendo visiones. Terminada la misión de Jesús en el mundo, ha de comenzar la misión de sus discípulos. Estos han de predicar y hacer lo mismo que su Maestro. Aparece aquí la fórmula "Señor Jesús", que constituye el núcleo más originario del símbolo de la fe cristiana. En esta fórmula se confiesa que Jesús, el hijo de María, que padeció bajo Poncio Pilato, es el Señor resucitado. Él nos envía a la misión de continuar su obra en la tierra, poniendo nuestra mirada en el cielo. Es el “ya, pero todavía no” del Reino de Dios. Así lo expresa San Agustín: “La necesidad de obrar seguirá en la tierra; pero el deseo de la ascensión ha de estar en el cielo. Aquí la esperanza, allí la realidad”

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