El santo
Padre, una y otra vez llama e invita a salir a las periferias, ya sean estas
existenciales, personales o territoriales, pero eso sí: periferias. Bien lo
refleja en su exhortación al subrayar que: ``Cada cristiano y cada comunidad
discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a
aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas
las periferias que necesitan la luz del evangelio´´ EG 19.
Adentrarse a hurgar en lo que
viene de lejos no deja de aleccionarnos y dejarnos perplejos al comprobar que
no hablamos de algo nuevo, ya que en nuestro caso muchos han sido los que años
atrás han llegado hasta este margen de los márgenes para anunciar la buena
nueva, para como hiciera el Señor con los Apóstoles, enviarlos a predicar (Mc
3,14).
No quiero
tampoco remontarme a ningún siglo, tan sólo refrescar aquellos recuerdos que
aún se almacenan en las retinas de los lugoninos. Tantas personas buenas que
hicieron lo que pudieron y no pudieron hacer otra cosa si pensamos aquí como el
apóstol: “ay de mí sino evangelizara” (1ª
Cor 9 , 16). Desde los seminaristas que hasta aquí llegaban en tranvía o
los frailes maristas de San Marcelino Champagnat que colaboraron en la pastoral
desde su comunidad ovetense, las religiosas de la orden cisterciense, que en lo
alto de nuestro pueblo pusieron su cenobio, el Instituto de los Heraldos del Evangelio
que llegaron a fundar en nuestro barrio de Paredes, el movimiento ADSIS y
tantos otros, a los que tan solo podemos decirles gracias por poner vuestros
ojos y vuestras manos en esta recóndita periferia.
Pero hoy
quiero poner mi atención en una institución muy especial, me refiero a las
Hermanas del Santo Ángel de la Guarda, que desde hace ya más de dos décadas
trabajan en nuestra parroquia y que en este año celebran un año de gracia al
cumplirse el 175º de su fundación.
Las
hermanas del Santo Ángel nacen en Quillán, departamento de l, Aude (Francia) en 1839 de manos del sacerdote diocesano de
Carcassone Luis Antonio Ormieres (1809-
1890) y la Madre San Pascual (1809-1875). El Padre Luis siente que Dios le
llama a responder a una carencia de la sociedad del momento como era el
analfabetismo y la incultura religiosa, fruto de la revolución francesa que
asoló todo el país. Inició su proyecto al que fue dando forma, solicitó ayuda a
varias congregaciones recibiendo respuesta de las monjas bretonas de la
congregación de la Instrucción Cristiana, dicha institución le respondió al
Padre Luis con el envío de tres religiosas para su proyecto de abrir una
pequeña escuela .
Entre las tres monjas se
encontraba la Madre San Pascual futura fundadora junto con el Padre Luis, de
la nueva Congregación. En el pequeño pueblo de los pirineos que vio nacer al P.
Luis nacerá esta nueva obra. El primer paso vino obligado por el amplio trabajo
que las religiosas se encontraron en Quillán, lo que obligó a la entonces
Hermana San Pascual a sugerir abandonar la congregación bretona para poder
dedicarse no sólo a enseñar como mandaba su regla, sino totalmente a trabajar con los jóvenes más
desfavorecidos.
El 11 de
diciembre de 1852 el instituto fue autorizado por decreto imperial de Napoleón III
con la denominación de Hermanas del Santo Ángel. Al año siguiente,
Madre San Pascual era elegida primera superiora general.
Las
primeras Hermanas del Santo Ángel llegan a España en febrero de 1864 siendo la
primera fundación en Puerto Real (Cádiz). En junio de 1867 el Instituto es
eregido canónicamente como congregación, al mes siguiente el Papa Pio IX recibe
al P. Luis y varios miembros de la congregación. El 2 de octubre de 1875,
Fiesta del Ángel de la Guarda, muere Madre San Pascual en la Molle-Montauban. En 1882 se publican las constituciones. El 16
de enero de 1890 fallece el Padre Luis en Gijón (Asturias); seis años después
sus restos son exhumados y trasladados a la Casa Madre en Francia. El proceso
de canonización fue abierto en Oviedo el 25 de marzo de 1954 y clausurado el 10
de septiembre de 1955.
Actualmente
las Hermanas del Santo Ángel cuenta con seis comunidades en la diócesis de
Oviedo en el Colegio-Residencia de mayores en el barrio de San Lázaro de
Oviedo, Comunidad de la Parroquia San Francisco Javier de la Tenderina, Casa de
acogida de niños en la Magdalena (Avilés); dos comunidades en Gijón dedicadas a
la atención del colegio y la colaboración pastoral en las parroquias de San
Pedro y San José, y, finalmente, la nuestra de Lugones. En todas ellas vive hoy
el carisma de su fundador que reza: “formar discípulos de Cristo es nuestro fin
principal, nuestro único fin”.
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