Termina el Año de la Fe, sigue la vida creyente
Han pasado 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II. El Papa Benedicto XVI quiso convocar a todo el Pueblo de Dios para dar gracias por este evento de enorme importancia y propuso el Año de la Fe. Será el Papa Francisco quien lo clausurará el próximo domingo de Cristo Rey. Nosotros nos uniremos a este broche celebrando también la Eucaristía en la Catedral de Oviedo el próximo domingo por la tarde.
La fe no es algo que se pueda dar por supuesto. De hecho hay gente que nunca la ha tenido, o que la ha llegado a perder, mientras que también son tantos que habiendo recibido la semilla creyente ha ido madurando y acrecentando el don que se les otorgó. El Papa Benedicto XVI recordaba en su convocatoria, que «mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas» (Porta Fidei, 2).
Cuando una persona cae en el desengaño ante una realidad o ante otra persona, suele emplear esa expresión popular: “he perdido la fe en esa persona, en esa institución”. Igualmente tener fe en alguien o en algo, supone que cuanto valoramos en ellos merece la pena ser escuchado, acogido y reconocido, ser divulgado y defendido. Con la fe, no sólo memorizamos una serie de preceptos, o aceptamos códigos morales de conducta, verdades dogmáticas, sino que la fe, antes de creer en algo, es creer en Alguien.
Este Alguien, se nos ha hecho encontradizo para abrazar las preguntas que palpitan en nuestro corazón. Ahí laten tantas preguntas que no hemos puesto nosotros y que nosotros solos no sabríamos responder. La vida se nos da precisamente para reconocerlas, para amarlas, y para buscar humildes su veraz respuesta. Son las preguntas que nos constituyen en buscadores del bien, de la verdady la belleza , y que nos transforman en peregrinos de los senderos que nos llevan a la meta donde podemos hallar a quien tiene la respuesta. Esto es el cristianismo como bellamente nos dijo el Papa Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida”.
Pero no todos desean este encuentro, no todos lo han tenido. A nosotros nos ha sucedido este encuentro que abraza nuestras preguntas con inmensa paciencia y con piadosa misericordia. Creemos en Dios creyéndole a Él. Y esta fe se puede acrecentar o se puede atrofiar, como sucede con la relación que mantenemos con alguien que se ha cruzado en nuestro camino significativamente.
Nos proponíamos hace un año hacer este camino con toda la Iglesia, nutriendo, celebrando y testimoniando nuestra fe. Hemos podido alimentar con la Palabra de Dios y los sacramentos ese encuentro con el Dios vivo. Hemos podido celebrar la liturgia alabando al Señor de nuestra vida, y hemos podido dar testimonio de la fe especialmente con los gestos solidarios del amor cristiano que despierta la esperanza en nuestros hermanos más desfavorecidos. Brilla con su inmensa luminaria el testimonio de la fe que nos ofrecieron los mártires en la persecución religiosa en España durante el siglo XX. Con el Papa Francisco seguiremos viviendo esta fe nutrida, celebrada y testimoniada saliendo al encuentro de los hermanos que en su Iglesia se nos confía, esos que encontramos en las encrucijadas y periferias de todos los caminos.
La fe no es algo que se pueda dar por supuesto. De hecho hay gente que nunca la ha tenido, o que la ha llegado a perder, mientras que también son tantos que habiendo recibido la semilla creyente ha ido madurando y acrecentando el don que se les otorgó. El Papa Benedicto XVI recordaba en su convocatoria, que «mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas» (Porta Fidei, 2).
Cuando una persona cae en el desengaño ante una realidad o ante otra persona, suele emplear esa expresión popular: “he perdido la fe en esa persona, en esa institución”. Igualmente tener fe en alguien o en algo, supone que cuanto valoramos en ellos merece la pena ser escuchado, acogido y reconocido, ser divulgado y defendido. Con la fe, no sólo memorizamos una serie de preceptos, o aceptamos códigos morales de conducta, verdades dogmáticas, sino que la fe, antes de creer en algo, es creer en Alguien.
Este Alguien, se nos ha hecho encontradizo para abrazar las preguntas que palpitan en nuestro corazón. Ahí laten tantas preguntas que no hemos puesto nosotros y que nosotros solos no sabríamos responder. La vida se nos da precisamente para reconocerlas, para amarlas, y para buscar humildes su veraz respuesta. Son las preguntas que nos constituyen en buscadores del bien, de la verdad
Pero no todos desean este encuentro, no todos lo han tenido. A nosotros nos ha sucedido este encuentro que abraza nuestras preguntas con inmensa paciencia y con piadosa misericordia. Creemos en Dios creyéndole a Él. Y esta fe se puede acrecentar o se puede atrofiar, como sucede con la relación que mantenemos con alguien que se ha cruzado en nuestro camino significativamente.
Nos proponíamos hace un año hacer este camino con toda la Iglesia, nutriendo, celebrando y testimoniando nuestra fe. Hemos podido alimentar con la Palabra de Dios y los sacramentos ese encuentro con el Dios vivo. Hemos podido celebrar la liturgia alabando al Señor de nuestra vida, y hemos podido dar testimonio de la fe especialmente con los gestos solidarios del amor cristiano que despierta la esperanza en nuestros hermanos más desfavorecidos. Brilla con su inmensa luminaria el testimonio de la fe que nos ofrecieron los mártires en la persecución religiosa en España durante el siglo XX. Con el Papa Francisco seguiremos viviendo esta fe nutrida, celebrada y testimoniada saliendo al encuentro de los hermanos que en su Iglesia se nos confía, esos que encontramos en las encrucijadas y periferias de todos los caminos.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Arzobispo de Oviedo
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