¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano!
Míranos humildemente postrados delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos
ser; y a fin de vivir más estrechamente unidos a Ti, todos y cada uno
espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás te han conocido;
muchos, despreciado tus mandamientos, te han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!,
compadécete de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Corazón
Santísimo.
Señor, sé Rey, no sólo de los hijos fieles que
jamás se han alejado de Ti, sino también de los pródigos que te han abandonado;
haz que vuelvan pronto a la casa paterna porque no perezcan de hambre y de
miseria.
Sé Rey de aquellos que, por seducción del error o
por espíritu de discordia, viven separados de Ti; devuélvelos al puerto de la
verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un
solo Pastor.
Concede, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura
a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden, haz que
del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el
Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él entonen cánticos de honor y de
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario